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Ojos que no ven, corazón que no siente…

Relato enviado por : Narrador el 19/01/2013. Lecturas: 8226

etiquetas relato Ojos que no ven, corazón que no siente…   Amor filial .
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Resumen
Yo nunca me había puesto a pensar en ese ridículo dicho, hasta que un día me encontré pasando por una gran necesidad. Mi esposo y yo apenas tenemos un par de años de casados, y nunca habíamos pasado por una situación tan mala, como la que atravesamos hace un par de meses atrás, aunque ambos trabajamos, el dinero se nos hizo sal y agua, no por culpa nuestra precisamente, sino por lo mucho que ha subido el costo de la vida.


Relato
Botando la basura…
Pueden llamarme Marlene, si quieren, al fin y al cabo no es mi nombre, pero me hubiera gustado llamarme así. Soy casada, desde hace más de quince años, y mi esposo al que llamó Toribio, ya verán por qué, es ese tipo de hombres que agarran el control remoto del televisor, se sienta frente a la tele en su butaca, y no levanta un dedo en la casa ni en defensa propia.
Por lo que a mí me toca hacer todos los quehaceres de la limpieza en nuestro apartamento. Hubo un tiempo en que él se encargaba de llevar la basura hasta el zafacón del pasillo y echarla por el tiro de la basura, la basura caía en el incinerador, y ya adiós basura. Pero con la fiebre que les dio a los de la junta del condominio, eliminaron el incinerador porque contaminaba, lo que es cierto.

Lo malo de eso fue que mi marido aprovechaba los comerciales para botar la basura, pero al tener que bajarla hasta el sótano, y ver que perdía unos preciosos segundos de la serie que estuviese viendo, dejó de sacar la basura, por lo que me tocó a mí hacerlo. Así que se pueden imaginar una llega, cansada sudada de estar todo el día trabajando en una oficina, y luego para colmo, al llegar al apartamento debo barrer, mapear, preparar la comida, lavar la ropa, y desde luego botar la basura.

Todas esas labores las voy realizando, sin prisa pero sin pausa, pero una tarde después de que llegué a nuestro apartamento, preparé la cena, recogí la ropa sucia, la puse a lavar, y me fui a bañar. Se me había olvidado por completo botar la condenada basura, que si no fuera porque detesto ver el zafacón lleno, y no soporto los malos olores, la dejaría en la cocina. En esos momentos únicamente cargaba puesta mi bata casera, sin más nada abajo puesto. Así que pensé que nadie se daría cuenta de eso y por no seguir viendo la basura en la cocina, me puse mis chancletas agarré la bolsa de basura y bajé el sótano del edificio, donde se encuentra el depósito de la basura.

Ya iba bajando en el ascensor, cuando me tope con uno de los hijo de nuestros vecinos, un chico de lo más mono, de unos 19 años, con cuerpo atlético, y bien simpático. Que por pura casualidad también se dirigía al sótano a botar la basura. Yo ya pase de los 39, pero la manera en que Joselito se me quedó viendo, hizo que me sintiera como una niña de quince, además la manera de sacarme conversación la consideré ingeniosa, que no pude menos que responderle.

En esos instantes ya serían como la nueve de la noche, pero como ya les dije la manera en que se me quedo viendo, hizo que me sintiera alagada, una vez que el ascensor llegó al sótano, comencé arrastrar la bolsa, la que de golpe el tomó con una de sus manos, y con tremenda facilidad la llevó hasta el depósito, como el depósito tiene una puerta, me adelanté para abrirla, y quizás de manera distraída, no me di cuenta de que al caminar un poco más rápido que él, se me había abierto la bata, casi por completo. Quedando un único botón cerrado. Joselito no me dijo nada, hasta que estuvimos ya dentro del depósito de la basura. Fue cuando llena de vergüenza, al tratar de cerrar el resto de los botones, en mi torpeza, por lo nerviosa que me puse, terminé con la bata completamente abierta. Fue cuando escuché decir a Joselito, que él siempre había admirado mi bello y hermoso cuerpo. Y que se sentía sumamente alagado y afortunado de poder verme en ese estado.

Yo realmente estaba bien confundida, por una parte el chico estaba alagando mi cuerpo, y por otra parte me decía que el verme así era como lo mejor que le había sucedido. Yo estuve a punto de cerrar la bata, y salir de inmediato de ese lugar, pero al escuchar sus palabras, no sé que me dio, que en lugar de cubrirme y salir como lo había pensado, no sé cómo se me ocurrió, tomar una actitud de reto, llevando mis manos a la cintura, separando la bata, y dejando que el chico prácticamente me viera por completo desnuda.

En esos momentos nos encontrábamos los dos solos, él cerró la puerta del depósito, se me acercó y tomándome entre sus gruesos brazos, me ha dado un tremendo beso que me llegó hasta el tuétano. Sentí como de momento todo mi cuerpo se llenó de una especie de energía, y en lugar de separarme de Joselito, me entregué entre sus brazos, por espacio de varios minutos nos estuvimos besando, y sin más ni más dejé que mi bata fuera a dar al piso, ahora sí que me encontraba del toda desnuda ante él. Sin dejar de besarnos, nos recostamos sobre algunas de las bolsas de basura, y a pesar de la fuerte peste, ni a él ni a mí nos impidió que prosiguiéramos.

Por un buen rato siguió besándome y acariciando todo mi cuerpo, incluso hasta introdujo alguno de sus hábiles dedos dentro de mi vulva, lo que me lleno de gran alegría. En cierto momento nos separamos, y yo misma lo ayudé a que se soltase el pantalón. Al bajárselo emergió su miembro apuntando directamente al techo, yo a mi marido nunca se lo he mamado, pero en ese preciso instante eso fue lo que me provocó hacerle a Joselito, así que por un corto rato mantuve su verga dentro de mi boca, jugueteando con mi lengua y dientes, hasta que él mismo la sacó, y la dirigió directamente a mi húmedo y bien lubricado coño.

Cuando comencé a sentir como su joven miembro penetraba mi coño, prácticamente sentí que me estaba meando de felicidad, no es que mi marido y yo no tengamos sexo, pero en algún momento se volvió algo tan mecánico, que realmente disfruto cuando él se viene lo más pronto posible. Pero estando acostada con Joselito sobre esas bolsas de basura me sentía en la gloria cada vez que él me empujaba su verga dentro de mi cuerpo, y me besaba salvajemente también enterrando toda su lengua dentro de mi boca. Por un largo rato yo me dediqué a restregar mi coño contra su cuerpo buscando sentir más y más dentro de mí su erecta y juvenil verga.

Los gemidos y gritos de placer y felicidad que Joselito me arrancó, hacía muchísimos años que no los sentía. Por lo que cuando me medio insinuó que deseaba darme por el culo, yo misma embadurné con mi saliva mi esfínter, y tras él sacarlo de mi coño, apenas lo comenzó a presionar contra mis nalgas, me lo he tragado por completo, a pesar de cierto dolor que sentí. Pero no bien ya me lo había enterrado todo, cuando una de sus manos me agarró divinamente por mi coño, y por otro buen rato me arrancó un sin número de gemidos de placer. Sería el tiempo que no disfrutaba de una buena revolcada como esa, que alcancé a disfrutar de una serie de múltiples orgasmos como nunca antes los había disfrutado.

Cuando sentí el semen caliente de él escurriéndose por mis muslos, fue que me entró algo de miedo, miedo a que mi marido se diera cuenta, o de que otras personas nos descubriesen en ese lugar, que pensarían de mi, pero al parecer Joselito como que se dio cuenta de mis temores, y a manera de calmarme me dijo, no te preocupes, que a esta hora nadie saca la basura, porque supuestamente la puerta debe estar cerrada. Cosa que yo ignoraba, así que lo más rápido que pude me puse mi bata, al tiempo que Joselito, me preguntaba de manera insistente cuando nos volveríamos a ver. Le dije que al siguiente día pero un poquito más tarde, con lo que él estuvo completamente de acuerdo. Subimos en el ascensor, nos dimos otro beso, y al entrar a mi apartamento de inmediato fui al baño, y cuando me estaba volviendo a duchar después de asearme el coño, mi marido desde frente al televisor me preguntó que hacía, le dije que bañándome. Toribio hasta el sol de hoy no creo que tenga la más mínima sospecha de lo mucho que disfruto botando la basura….
Mario mi marido, por requisitos de su trabajo, tuvo que trasladarse a otra ciudad, mientras que yo me quedé sola en nuestro departamento, así que después de salir del Ministerio en que trabajo, de inmediato me iba a casa. Pero como habíamos pagado la renta, no pude hacer compras, y esperaba que lo que tenía en la nevera me diera por lo menos hasta el día de cobro, pero no fue así. Además llegó la cuenta de la luz eléctrica, y según mis cálculos, luego de separar el pasaje, apenas tendría para comprar un par de latas y más nada. Una de las alternativas que utilicé para economizar algo de dinero fue el irme y regresar a casa a pie, razón por la que comencé a perder peso, ponerme en forma y además siempre llegaba bien sudada tanto al trabajo como a mi casa.

Fue uno de esos días en que estaba recién llegada al trabajo, cuando Ángel un compañero de trabajo, que siempre se había portado muy bien conmigo, invitándome a la hora del almuerzo en infinidad de ocasiones, comenzó a decirme lo bien que me veía, yo algo indiscreta le conté lo que realmente me sucedía, fue cuando él de manera muy caballerosa, se ofreció a pasar a buscarme a casa y llevarme una vez que saliéramos del trabajo. Yo le recordé que estaba casada, y él me aseguró que por eso no había problema alguno, ya que él también es casado, y únicamente compartiríamos la transportación.

Así fue que comencé a ser recogida por Ángel, de ida y vuelta a casa, cosa que yo realmente apreciaba muchísimo. Pero en el trayecto, Ángel y yo hablábamos, y hablábamos de nuestras respectivas parejas. Luego de nosotros, y nuevamente cometí la indiscreción de comentarle que mi esposo por falta de dinero, no podía venir todos los fines de semana, cosa que a mí me afectaba.

No tan solo porque me hacía falta su presencia, sino que también íntimamente eso también me afectaba. En una de esas con él se me medio ofreció, diciéndome que para cualquier cosa se encontraba a mis completas ordenes. A mí lo único que se me ocurrió decirle, es que yo amaba a mi esposo, y que además me moriría de la vergüenza si él se llegase a enterar que yo le hubiera sido infiel. Fue cuando me dijo, ojos que no ven, corazón que no siente. En ese instante no pensé seriamente en lo dicho por Ángel, pero durante el resto del día si lo hice.

Lo cierto es que sentía unas ganas locas de acostarme con mi marido, pero como dice el dicho, a falta de pan, buenas son unas galletas, o algo así más o menos se dice. La cosa es que comencé a imaginarme teniendo relaciones con Ángel, por lo que cuando llegó la hora de la salida, de manera algo tímida le pregunté si le gustaría subir a mi apartamento, a tomarse una tacita de café. La verdad es que no me había decidido, pero en mi mente no dejaba de pensar en eso, por lo que apenas llegamos, estuve a punto de decirle que me había acordado que se me había acabado el café, pero no lo hice.

Yo estaba tan y tan necesitada de estar con mi esposo, que apenas atravesamos la puerta de mi apartamento, tras cerrar la puerta, como que no pude aguantarme más, y prácticamente le salté encima a Ángel. Él comenzó a besarme de manera ardiente, acariciando todo mi cuerpo con sus manos, mientras que yo me entregaba por completo entre sus brazos.

A medida que Ángel me seguía besando, yo misma sin pérdida de tiempo, me fui despojando por completo de toda mi ropa, hasta que prácticamente me quedé completamente desnuda entre sus brazos. Yo estaba dispuesta todo, por lo que cuando colocó sus manos sobre mis hombros, y me presionó ligeramente hacía el piso, cedí completamente hasta que mi rostro se encontró a la altura de su miembro.

A mi esposo jamás le había mamado su verga, pero en ese instante, entendí que eso era lo que Ángel deseaba, y el estado en que yo me encontraba, facilitó mucho el que con mis propias manos bajase la cremallera del pantalón y extrajera su miembro. Sin demora alguna me la llevé dentro de mi boca y comencé a chupárselo, por un momento me volví como loca, introduciéndome toda su verga dentro de mi boca, chupando casi su totalidad, hasta que él mismo Ángel la sacó, diciéndome. No quiero venirme todavía, vamos al cuarto para sentirnos más cómodos.

En ese momento me puse de pie, y moviendo mis nalgas de la manera más sensual que pude, caminé frente a él, lo conduje a la cama de mi marido y mía. En ese momento pensé que nuestra habitación, era el sitio más seguro del mundo, para hacer lo que estaba haciendo. No bien me recosté sobre mi cama separé las piernas, y casi de inmediato Ángel se bajó los pantalones, y dirigió su erecto miembro a mi necesitada vulva. A medida que fui sintiendo como él me penetraba divinamente, las lágrimas se me salían de la alegría que sentía. El placer de sentir a ese hombre sobre mí cuerpo, fue algo que jamás pensé pudiera sucederme. Yo estaba como en otro mundo, y todo lo que él me decía yo le respondía que si, y sin dejar de mover mis caderas, gemía y disfrutaba de todos y cada uno de los vergajasos que él le daba divinamente a mi hambriento coño.

Esa primera vez Ángel me hizo ver las estrellas del placer, me encontraba en la gloria, disfruté de un sin número de orgasmos, estaba como loca, al punto que fui yo misma la que en cierto momento después de que él finalmente se vino dentro de mí, que mientras reposábamos tirados en la cama, volví agarrar su verga, y tal y como se encontraba algo mustia, y recogida, introduciéndola dentro de mi boca nuevamente comencé a mamarla.

No bien se tonificó por completo, en mi desesperación por complacerlo hasta en el más mínimo detalle, le ofrecí mis nalgas. En mi vida tampoco había llegado a tener sexo anal con mi esposo, pero en ese instante, me pareció lo más apropiado, y no me equivoque. Ya que Ángel, mientras que yo me puse en cuatro, tras él mismo embadurnar mi culo con su propia saliva, me tomó por las caderas, dirigió su verga al ojete de mi culo, y sin consideración alguna me penetró. En ese instante se me escaparon unas cuantas lágrimas de dolor y placer, en mi vida ni mi esposo se había atrevido ni tan siquiera sugerirme que le diera el culo. Ángel inmediatamente después de penetrarme completamente, una de sus manos se encajó en mi coño, mientras que con la otra agarraba una de mis tetas, apretándolas divinamente.

Así estuvimos por un largo rato, hasta que él finalmente volvió a venirse pero por completo dentro de mí, después de haberme hecho disfrutar de otro sin números de orgasmos agarrando mi coño con su mano. Pero no sé que me pasó, que apenas sacó su verga de mi culo, me entró un sentimiento de vergüenza, que del tiro me puse a llorar. Fue cuando él volvió a repetir esas palabras, ojos que no ven corazón que no siente. Algo mágico sucedió, que dejé de pensar en mi marido. Me tranquilicé, y hasta me comencé a asear frente a Ángel al tiempo que él se daba una rápida ducha.

Yo no sé cómo me atrevía a preguntarle cuando nos volveríamos a ver, y él simpáticamente me dijo mañana cuando te pase a buscar, yo le dije que no me refería a eso, y el sonriendo me respondió cuando tú me vuelvas a invitar a tomar otro rico café. Esa fue la primera de muchas ocasiones en que he llevado a Ángel a mi apartamento.

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Comentarios enviados para este relato
Narrador (23 de January de 2013 a las 16:24) dice: No se por qué razón salieron dos relatos juntos, puede ser que yo, accidentalmente así lo hice.

katebrown (18 de October de 2022 a las 21:38) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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