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Orlandito... Juegos de Hombrecitos...

Relato enviado por : AlexisRemington07 el 26/04/2012. Lecturas: 5198

etiquetas relato  Orlandito... Juegos de Hombrecitos...   Gay .
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Resumen
Él desde donde estaba podía ver como con sutileza se palpaba y lo miraba con deseos -Orlandito era tremendamente audaz al poner sus ojos en él...

Despues de ese día todo fue distinto; los juegos de seduccion los llevaron a experimentar las mas insospechadas experiencias, tanto que apesar del tiempo seguian tan vivas como esa noche en la cabañita y mas tarde hincado comiendole su apenas imberbe sexo; apenas con un poco de vello, apenas espigando y de pronto sintio como su boca era llenada de ese liquido un poco salado y caliente, él comiendoselo con esa su mirada brillante y despues todo fue distinto...



Relato
Orlandito... Juegos de Hombrecitos...




Orlandito:




Cuando mis ojos se posaron en el joven sentado en la silla de esa gran sala de espera de ese hospital, los recuerdos surgieron como una oleada de flores aromáticas; no recuerdo con exactitud que flores eran, quizá era a tierra húmeda, a estiércol de animal, pero lo único que no podía negar era que eran múltiples olores que me venían tan nítidos como si estuviera allí mismo, casi podía palparlos: Orlandito que más bien ahora era Orlando, me miro con una mirada fulmínate de esas que quieren ver pero a la vez pretenden no querer hacerlo -sobre todo cuando hay gente alrededor que quieres que no sepan lo que hay en esas miradas; sobre todo tu mujer que esta muy junto a ti-, después de saludar a todos llego el momento de que le tocara a Orlando quien extendió su mano hacia mí, esa mano que era como antes, como hace mucho, pero ahora era más grande, todavía más ruda, todavía más varonil; pude sentir su calor y su fuerza de hombre, su olor, su mismo olor, su calor; a pesar de todo, los recuerdos me venían como una avalancha -con su gorrita de equipo de béisbol calada hasta sus ojos, su camisola, su correa, su pantalón tejano entallado como una vaina, su botas vaqueras, su cabello castaño claro que se le alcanzaba a ver en rulos, algo medio largo, su piel como la arena, todavía muy parecido a ayer, hacia hace unos años, tan parecido a cuando era todavía niño- sentado en esa dura y fría silla de esa sala de espera; con sus piernas muy abiertas, con sus manos entrelazadas cubriendo la prominencia de su sexo que se marcaba hacia un lado, con su mirada que miraba pero sin mirar, como no queriendo, con ese brillo de complicidad…

Si, Orlando tenía ese brillo cómplice ligeramente ocultado por la gorrita de los Rockies de Colorado: Parecía recordar que tiempo atrás habían tenido sus querencias, sus que veres, de que ese personaje allí sentado al lado le había enseñado a disfrutar del sexo a muy temprana edad; como con mucha labia le había sugerido el tema; sentados en la colina desde donde se podían ver las casitas blancas con tejas color naranja, con el sol casi por ocultarse, pero todavía tan nítido que podía ver el brillo de sus ojos centelleando chispas de lujuria, sus labios muy gruesos y sensuales con ese color rosado que pareciera como si les hubiera puesto color y de pronto saliera ese tema tan oculto, pero tan revelador y abrumador a esa edad donde la curiosidad y los deseos estaban a la orden del día, ese tema que lo llenaba de un calor abrazador que le corría por todo el cuerpo como electricidad, que se le apostaba en el bajo vientre e hiciera que su pantalón creciera y le causara un dolor placenteramente inimaginable...

Él con su mirada brillante, abrazándolo, acariciándolo con sus gestos previamente estudiados con sus palabras seductoras, tentándolo a que cayera en esa red de amor tejida por esa araña que poco a poco lo iba convenciendo, -había dicho que la primera vez era la mejor, las sensaciones eran indescriptibles, sobre todo con la boca, que la boca y la lengua eran mágicas, que solo bastaban unos pocos minutos para que estallara; y si no se callaba con esas cosas él era el que estallaría allí mismo, su voz y sus palabras se escuchaban tan convincentes que sin duda explotaría en un torrente allí mismo y sin siquiera haberse tocado terminaría con sus tejanos mojados en sus propios jugos. Y sin siquiera pensarlo; dijo que si, si, a todo, solo que nadie se enterara; si, como mucho antes hubieran prometido que nunca nadie supiera lo que había sucedido en la cabañita, en esa noche en que le había puesto su cosita en sus nalgas, esas nalgas que en la oscuridad se las imaginaba paradas y blanquitas, con su calor tan tibio y abrazador, abrazándole su pitito…

Esa noche siempre la recordaría y por eso toda vez que podía lo recordaba, como ahora con sus piernas muy abiertas con su sexo aprisionado en sus tejanos con su mujer al lado restregándole su olor, ese olor ten peculiar que se mezclaba con el olor del otro macho allí muy cercas revoloteando en el ambiente, ese olor que se le venía, que se le impregnaba hasta las membranas mismas haciéndole recordar esas cosas, acordándose de esas nalgas tan tibias, de esa boca tibia alrededor de su sexo, lamiendo y succionando, provocándole sensaciones nunca imaginables, que le iban, que le corrían por todo el cuerpo como electricidad, provocándole sensaciones encontradas de deseos y de vergüenza, de no se sabe que diablos -pero que rica vergüenza-, nunca más volvió a sentir esas sensaciones sentidas esa tarde con el sol ya metido en esa empinada, con las aves por testigo y el silencio se rompió con su placentero bufido que se debió escuchar hasta no se sabe donde y de su sexo salieron despedidos sus jugos que fueron a chocar en su boca y en su cara, que todavía seguía pegada como cual ternero hasta que la ultima gota fue largada, con sus ojos brillando de puro gusto y su sexo todavía en su boca; si que era para recordarlo, para guárdalo como en una película que se repitiera y repitiera toda vez que se quisiera, todavía con todos sus detalles, tan nítidos como esa primera vez…

El sol a esas horas estaba ya muy alto y desde hacia un rato que dos figuritas se dibujaban en un ir y venir por en medio de los surcos del sembradío de maíz que les llegaba a uno a la altura de los hombros, y al otro casi le cubría la cabeza; uno de ellos era muy blanco y se le alcanzaba a ver el cabello castaño tirando a dorado por entre el sombrero de ala media -pero no era el típico sombrero charro era más bien de esos que llamaban sombrero ranchero muy parecidos a estos, pero un poco de ala más pequeña pero igualmente en fieltro y sin adornos-, -nos acercamos, casi podemos tocarlo- si, era muy blanco con una blancura que le cuajaba en el rostro; la frente amplia, la cejas tupidas y fuertes, la nariz respingada, los labios gruesos y sensuales, el mentón cuadrado y fuerte; alto y esbelto, vestía tejanos que le entallaban al cuerpo como una vaina, camisola a cuadros, indumentaria típica del lugar; el otro era más pequeño pero igual era alto y esbelto, el cabello castaño ondulado al igual que sus ojos, la nariz algo afilada, los labios gruesos y sensuales, la barbilla algo pequeña casi femenina…


Vemos lo que él ve.

Vemos que se sonríe algo distante, solo un poco, no mucho, casi como no queriendo…

Ahora vemos lo que el muchacho ve. Ahora somos él:

Si, así era Orlando: Con el color de la arena; ni muy blanco ni muy moreno, -eso si de facciones bastante armoniosas- ligeramente bronceado; quizá por las largas jornadas bajo el sol de esa infeliz vida de campo que aunque no lo pareciera de esa manera era placentera y gratificante para ellos -bueno se podía mirar de esa manera cuando no se hacía día con día y era como una aventura muy divertida…

Hacia un rato que estaban sentados a la orilla del cultivo -podía verlo bien desde donde estaba-, era pequeño en proporción a él; era muy pequeño, demasiado, casi infantil podría decirse, pero no podía negar que era un galancito solo que en pequeño; con esa su camisola a cuadros y esos sus tejanos muy entallados, sus botitas vaqueras; con las piernas muy abiertas con sus manos ligeramente reposadas en las mismas -podía atisbar que eran recias, típico de unas manos que trabajan la tierra- desde donde estaba podía ver un poco mas allá y se lleno de vergüenza de haber puesto su mirada en esa parte de su anatomía; se sintió empequeñecer al haber espiado a alguien como Orlandito, por haber pensado cosas sucias del muchachito -pero no podía dejar de sentir y dejar de verlo con esos ojos; allí sentado con sus piernas muy abiertas y podía jurar que su entrepierna estaba algo levantada, podía ver muy bien el relieve de sus huevitas, y aseguraría que el muchachito le estaba tirando los perros…

Podía ver como con sutileza se palpaba y lo miraba con deseos -Orlandito era tremendamente audaz al poner sus ojos en él; que aunque no le llevara muchos años si se notaba la diferencia y era escalofriante pensar en tener una aventura con el muchachito…

Es el muchachito que comienza diciendo:

¿Es verdad lo que dicen de ti los primos?

Él pone cara de sorpresa. Mira sin mirar tratando de escudriñar más allá de las intenciones que tenían sus palabras…

Fingió no tener idea de a que se refería. Y era verdad que no sabía nada…

¿No se a que te refieres con eso Orlando?

¿Si, qué te gusta la pija?

No supo si reír o carcajearse de muy buena gana -era obsceno y perverso pensar que ese muchachito pensara en tejer un chantaje; ni siquiera era pensable…

Sonrío de muy buena gana. Pero sin que él lo notara…

Dijo sin ser muy obvio:

¿Si, y que pasa con eso de que me guste la pija, te molesta Orlando?

Él ríe muy sutil, como si a esos años supiera ya que con esas cosas tenía que irse con cautela; como si en realidad estuviera tratando con una niña -si, el asunto tenía que ser meditado sin que pasara de ser un asunto eventual, no quería romper el encanto con una metida de pata, él era un caballerito y el muchacho era su doncella en cuestión, tenía pues que tratarlo a la altura; su madre le decía que a las niñas siempre hay que tratarlas como se debe y si de algo se jactaba era de ser muy respetuoso; cosa que por el contrario al muchacho era mas vale madrista, pero no podía dejar de caerle en gracia que Orlandito lo tratara como nunca lo habían tratado los otros que solo deseaban satisfacer sus necesidades, Orlando a pesar de no ser de buena cuna tenía sentido de la dignidad y el respeto, cosa que en esos menesteres salía sobrando.

Sonríe picaron. Intuye que el muchachito le estaba entrando la curiosidad. ¿Sería qué también quería sus favores, sería que le diera una ayudadita?

Dice:

¿Por que no hablas claro Orlando, que acaso tú quieres hacerme lo que ellos me hacen?

¡Entonces es verdad!

¿Si, por…?

¿No por na’…?

¿Y, solo es eso, Orlando?

¿Si…?

Lo mira mucho, como tratando de ver más allá:

Dice:

¿Quieres saber que se siente?

¿No, na’ solo era eso..,?

Lo abraza con su mirada brillante:

¿Estas seguro que no quieres saber nada más?

Se ve que se piensa, dice:

¿Bueno?

¿Bueno que Orlando, que quieres saber?

¿Te gusta?

¿Si, por…?

¿Te gusto yo?

¡Tú Orlandito!

¿Orlando…?

¿Ta’ güeno pues… Orlando

Le entraron unos deseos de reírse, pero no lo hizo, se aguanto. Entonces era verdad que en todo ese rato, en toda esa conversación había algo. Se aposto como un lobo, dice:

¿No crees que estas aún muy niño, Orlando?

¿No, ya soy un macho?

¿Bueno, no dudo que seas un macho, quizá en todo caso un machito… Pero un hombre, sabes el significado que tiene la palabra…?

Se yergue todo bravo, dice:

¿Quieres ver que soy un hombre?

¿No me entiendes Orlando… No dudo que lo seas… Pero hay una diferencia entre ser un niño y un hombre y tú no llegas ni a muchacho, adolescente pues?

El muchachito bajo la cabeza y la mirada, como quien hubiera recibido un balde de agua fría:

¿Veras Orlando… Como explicártelo sin que confundas las cosas y pos yo también soy medio burro, si es que no un burro completo por meterme con alguien como tú: un niño es un ser pequeño que necesita de los cuidados y atenciones de sus padres, piensa en cosas de niños y no tiene noción de lo que sucede a su alrededor; el adolescente ya se da cuenta de lo que sucede y piensa en cosas como las que estas pensando tú, empieza a ver de otra manera lo que lo rodea, vaya pues es más curioso… Y mejor ahí le paramos, por que ni yo se como decirlo ni tú lo entenderás pero no deberías pensar en esas cosas, eso vendrá con el tiempo y solito las descubrirás…?

Por contestación, dice:

¿En tons no te vas dejar…?

Ahora el balde de agua era para mi:

¿No?

¿Entonces rajo?

¿Rajas qué?

¿Qué te gusta la pija?

¿Ay Orlandito, con lo que andas?

¿Solo va a ser tantito?

No era que la situación me importara mucho, pero podía hablar con los grandes de toda esa conversación y eso se podría volver peliagudo; así que accedí más por curiosidad que por miedo…

¿Esta bien donde y cuando quieres?

¿Hoy por la noche?

¿Cómo?

¿Si, cuando todos estén dormidos, te destrabas la correa y ya…?

¿Y si nos cachan?

¿No?

¿Si, ya dijiste?

Era ya algo tardecito cuando alrededor de la fogata daban la ultima comida del día; Orlandito no dejaba de verlo con ojos de deseo, el calor del cuerpo se le había desatado como el mismo fuego de la fogata, era silencioso a los ojo de los grandes incluso del tio más pequeño; le hacía señas para que le mirara el pantalón donde se levantaba un bulto reía y lo miraba: Entre risas y cuentos que los grandes solían contar cuando terminaban las jornadas, cuentos que a veces daban miedo y hacían que uno mirara hacia las sombras de la noche, las ramas de los árboles hacían más escalofriante el entorno; pero a Orlandito eso no le importaba en ese momento solo pensaba en lo que más tarde vendría, eso sin duda lo llenaba de aplomo y a mi me escurría el miedo, el miedo que me daba que me cacharan con las manos en la masa; no sabría como explicar lo que estaba pasando…

No sabría que horas eran por que no había reloj, ni radio, ni TV, ni electricidad, nada, pero después de la cena no fuimos todos a la cabañita, que era un solo cuarto fincado en piedra bruta, con laminas, sin puerta, sin piso, ni camas, solo un montón de cobijas, sin colchón, -por que ni siquiera les daba gracia para rellenar unos costales con paja y así hacer más llevadera la situación; pero para mi era como una aventura, la que se terminaría el sábado por la tarde, el domingo temprano estaría ya en la Ciudad, mientras tanto los dos adultos se situaron a los costados y nosotros, los pequeños en medio como medida de protección.

Rato después la cabaña estaba en silencio afuera solo el viento se escuchaba, como un quejido; había resuelto que Orlando se habría olvidado de todo el asunto, cuan equivocado estaba por que tan rápido como todos se callaron sentí el calor y el olor de Orlandito en mi espalda, y una de sus manos apoyándose en mis caderas, sentí un ligero movimiento de pelvis, muy suave, muy lento, eche una de mis manos hacia atrás para ayudar a Orlandito a llegar hasta mi raja que ya estaba pelona, mi mano fue a posarse en su pito que ni para que mencionar el tamaño, pero el muchachito quería a toda costa ponerlo en mi hoyito, tuve que aventar mis nalgas hacia atrás y así encontrar la verga del calenturiento chiquillo que no cesaba en su empeño de cogerme, cuando por fin lo encontró dio un empujón y pude sentir en mi hoyito la cosita de Orlandito que se quedo muy quieto, pude sentir su cabeza en mi espalda y así se quedo, no se sabe hasta cuando, quizá hasta que se durmió con la sensación de sentir el calor de mi cuevita…

La luz de la mañana se colaba por la ventanita de la habitación en la otra cama ya hacia alguien más, el Tio pequeño; a mi lado podía sentir el calor de alguien que hacia presión contra mi cuerpo, podía sentir su pelvis muy pegada y algo que curiosamente se sentía duro y de gran tamaño, podía sentir su calor y su olor, sus manos palpando mis nalgas, su cabeza en mi cuello, su pecho en mi espalda, su calor, su sexo restregándose en mi; era Orlandito que ahora tenía catorce años, que ahora tenía un incipiente bigotito en el labio superior, con su pecho un poco abultado y con algo de vellito en la cavidad que podía alcanzarse a ver y más allá su sexo aprisionado en su calzoncillo de algodón, echado para un lado, baboso; Orlandito me miro, me sonrío, tomo una de mis manos y la llevo hasta su sexo, el que palpe, el que sobe, el que pude sentir ardiendo y muy mojado, el muchachito se estremeció y se arrobo, se replegó en mi hombro, así se quedo largo rato, sintiendo mi calor y mi olor, mi mano en su sexo; el moviéndose muy suave, muy lento, así se quedo hasta sabe que momento; yo me quede sin moverme sintiendo el calor del muchachito, me quede tremendamente descolocado…

Hacia rato que estábamos sentados en la cuesta mirando las casitas blanca y sus tejas color naranja, el río, y la poca gente allá abajo como hormiguitas: Ahora que Orlando había crecido un poco, había resuelto regalarle lo que tanto deseaba, lo que por tantos años había buscado, solo que no sería como él quería sino de una manera distinta, había resuelto regalarle la experiencia de conocer lo que era el sexo oral, sensación por demás gratificante ya que allí jamás conocería: Después de haber intercambiado unas cuantas sugerencias; así mismo como la anterior vez todo quedaba entre ellos: De rato ya estaban en el arroyo de esa empinada muy cerca del camino pero bastante bien ocultos entre los jarales, los árboles y los nopales; yo de rodillas y el de pie con sus tejanos hasta las rodillas, con su sexo ya levantado y mirando hacia arriba, desde luego estaba algo tenso por que nunca había vivido lo que estaba apunto de vivir, más sin embargo se dejo hacer por mi; esta vez fui yo quien sedujo, fui yo quien llevaba la batuta y aunque no tenía una gran experiencia en esos menesteres ya había probado unas cuantas cosas y entre ellas estaban las chupadas de verga que eran las que más me gustaban y el muchachito era justo para poner en practica todo lo conocido…

El primer contacto con mi boca y mi lengua le hicieron dar un brinco, pero lo cogí de las pelotas y no lo deje moverse ni un solo centímetro por el contrario me la metí toda en la boca y comencé a chupar y succionar hasta que el solito comenzó a moverse como quien se cojee un culo o en todo caso una boca y como siempre Orlando era de los que aprendían rápido ayudado con sus manos me cogió de la cabeza y comenzó a cogerme la boca en serio, sentía sus bolas y sus vellos en mi nariz; el muchachito bufaba y sudaba como un loco y parecía que se la estaba pasando muy bien, estuvo así por un rato hasta que escuche los resuellos y los gemidos de su próximo orgasmo y a darme por la boca como un loco hasta que grito, -me vengo; yo le dije que no parara y así lo hizo, hasta que sentí el primer chorro de su lechita caliente estrellarse en mi garganta, me la tragué toda y así seguí hasta que ya no había más , le deje limpito su pitito; el seguía temblando y estremeciéndose en todo momento con sus ojos cerrados y aventando su cadera hasta mi boca; golpeándome con su verga...

Lo mire. Él me miraba también:

¿Te gusto la mamada, Orlando?

¿Que si me gusto, me encanto Pequeño? ¿Es lo mejor que me a pasado, te lo aseguro…?

¿Es mi regalo de cumpleaños Orlando, espero que nunca me olvides?

¿Créelo que nunca te olvidare?

Días después mis hermanos y yo salimos rumbo al Norte…

Ahora estábamos ahí reunidos en la sala de ese hospital en Los Ángeles en espera de que se diera el suceso de ese pariente lejano pero tan querido: habían pasado tantos años, Orlando era ya un hombre casado y con hijos pero seguía teniendo su carita bonita de niño, de muchachito y de reojo me regodeé por haberle enseñado los placeres del sexo, yo fui su primera experiencia y no dudo de que eso lo haya marcado para bien o para mal y no me cabía la duda de que Orlandito también lo recordaba y lo recordaría para siempre como en una película, tan nítida que casi podía sentirla, palparla, como esa noche y esa tarde… Ah, mi Orlandito…

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Por eso dedica 30 segundos a valorar Orlandito... Juegos de Hombrecitos.... AlexisRemington07 te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
Neworder (28 de April de 2012 a las 21:59) dice: A pesar de este detalle el relato está escrito con tanto mimo que parece que todoslos quelo hemos leído vamos a guardar también un agradable recuerdo de ese Orlandito

Neworder (28 de April de 2012 a las 21:58) dice: . Lo único que no me ha gustado son ciertas incoherencias en el leguaje en las cuales parece que el autor se deja llevar.

Neworder (28 de April de 2012 a las 21:57) dice: Buen relato. La forma de profundizar en los detalles y la descripción precisa y elaborada de las sensaciones le aportan un gran realismo.

katebrown (18 de October de 2022 a las 22:28) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:02) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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