Pobre Mamá

Cuando Papá empezó a trabajar de noche, siempre le pedía a mamá si podía acostarme con ella porque tenía miedo. Fue a partir de los 12 años. Mamá siempre me consentía. Cuando venían mis compañeros de colegios a casa, jugábamos a las escondidas. Una tarde, jugando con varios compañeros del colegio, entré a la habitación de Mamá y no supe dónde meterme, porque no había lugar para tal hazaña, hasta que vi el ropero. Permanecí un rato en silencio. De pronto, Mamá entro y comenzó a limpiar el dormitorio. Veía como ordenaba el cuarto desde el orificio de la cerradura. No aguantaba en reírme, porque quería asustarla pero la seguí espiando. Quise salir de mi escondite justo cunado Mamá se empezó a desvestir hasta quedar en bombacha y corpiño. Sentí una sensación rara porque en la escuela cuando con los chicos hablábamos de mujeres, todos decían que se masturbaban. Yo nunca lo había hecho. Hasta ese día. Mamá iba y venía en ropa interior. Empecé a imaginármela que era una vecina. Mientras me fregaba la verga, pensando en mí en vecina. Luego comencé a temblar, una sensación me arrastraba. Un dolor fuerte se apodero de mis huevos y dejé de tocarme. Rápidamente Mamá se vistió y salió. Yo también hice lo mismo un rato después. Sin embargo pasaban los días y la seguí espiando. Como así también me acostaba por las noches mientras Papá trabajaba. Un fin de semana, cuando dormían juntos, espié a Mamá y Papá, durante toda la noche desde el ropero. Hicieron el amor, no hace falta dar tantos detalles pero fue cuando tuve mi primera eyaculación.
A los 16 cuando ya había cambiado la voz me sentía un adulto. Mamá me dijo que ya era grande para seguir durmiendo con ella. Ofendido insistí que dormiría unas nochecitas más y que después me iría a mi camita. A veces era medio complicado dormir toda la noche, porque se levantada cada hora —no sé a qué. Hasta que sábado por la noche Papá la acompañó al médico, porque por las noches no podía dormir. El médico le había recetado unas pastillas que tomó durante mucho tiempo.
El invierno se acercaba. Una noche, Mamá dormía sola profundamente. Yo ya tenía 18 años. La verga se paraba por cualquier cosa. Desde la puerta del dormitorio me asomé y entré cautelosamente. Mamá dormía como un ángel, acurrucada y tapada entre frazadas en un rincón. Durante muchas noches hacia lo mismo, mientras Mamá dormía me hacía una buenas pajas. A pesar de su edad se mantenía bastante bien. Pasó el invierno, la primavera y llegó el verano. Los días se hacían calurosos. Una tarde Mamá había hablado con Papá y le había contado que una pastilla no le alcanzaba, que tomaría dos para relajarse y descansar bien. Mientras los escuchaba, yo me puse recontento porque seguía mis locuras. Fue una noche cuando el calor agobiaba. Me reservé en no hacer nada. Pero mi pensamiento perverso me traicionó. Me pegué detrás de ella y la verga empezó a endurecerse. No podía controlarme. Mamá seguía su sueño profundo. Encendí la mesa de noche y contemplé el cuerpo de Mamá. Olí cada parte del cuerpo, mientras tanto me masturbaba. Seguía con la verga dura. Volví a acostarme junto a ella, por detrás. Pero al verla con la con el hilo dental que se le perdía por el culo me volví loco. Desesperado fui metiéndosela por la raja del orto. La sensación me enloquecía. Por dónde entraba, no sé. Ella no reparaba de lo que hacía. De a ratos se movía. Bajé a olerle la concha. Apoyé la verga y comencé a metérsela. No entraba. Junté saliva y me la pasé por la verga. Seguí insistiendo un buen rato, hasta que entró. Me puse muy mal porque lo hacía sin su consentimiento. Me sentía un degenerado, un violador. Era mi primera vez que metía la pija en una concha. Temblaba. Metía y sacaba muy despacio. Yo seguía metiéndola. Estaba como desmallada. Metía y sacaba como si nada. Ya era tiempo de acabar pero no quería ensuciarle. Me puse nervioso. No me importó nada. Saqué la verga y empecé a acabarle en el culo. No terminaba más. No paraba más.
A la mañana siguiente, en el desayuno, argumentó que tuvo un sueño horrible. Y yo temí en preguntarle y me contuve. Pero ella a escondidas mía le contó a Papá que la habían violado.
—Marta, por favor, fue solo un sueño— Papá se lo dijo enojado.