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Por la mudanza… ( CON fotos)

Relato enviado por : narrador el 23/10/2014. Lecturas: 32031

etiquetas relato Por la mudanza… ( CON fotos)   Maduros .
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Resumen

Hola soy Gloria, y desde hace cierto tiempo tengo, unas ganas incontenibles, de hablar de lo que me sucedió. Pensé en contárselo a algunas de mis amigas más intimas, pero tras pensarlo un poco, me di cuenta que eso, y ponerlo en la primera plana del periódico era prácticamente lo mismo. Ya que mi principal interés es desahogarme, sin que mi esposo Ernesto, o mejor dicho mi marido no se enteré.



Relato


Hago la salvedad de que Ernesto, y yo aunque llevamos varios años conviviendo juntos, no estamos legalmente casados. Si lo hemos pensado, y hablado bastante al respecto, pero a menos que yo no quede embarazada, no lo haremos, por lo menos por ahora. Pero no es de eso de lo que les quiero hablar precisamente.

Ernesto es médico, o mejor dicho está en el proceso de serlo, ya que está terminando su internado. Además de eso es ayudante de uno de los Doctores del Hospital en la Universidad. Aparte de que es sumamente inteligente, pero a la vez, para todo aquello que no sea la medicina, sus clases, o el internado, es extremadamente distraído. Razón por la cual yo soy la administradora, y Ernesto el que produce el dinero, aunque yo también trabajo, como maestra de gimnasia.

Bueno, pero debido a que comenzó a ganar un poquito más decidimos mudarnos. Mi idea era que lo fuéramos haciendo poco a poco, llevando en nuestro auto la gran mayoría de las cosas. Y pedirle a mi hermano que nos prestase su camioneta, para llevar la nevera y la estufa. Pero Ernesto que también es medio desesperado, cuando no tiene que serlo. Sin decirme nada contrató un servicio de mudanzas, y zas que un solo día se llevaron todo a la nueva casa. La cosa es que al momento de pagar, Ernesto le pago el 66.66% quedando a deber un 33.34%, la cosa es que se le olvidó decírmelo. Como a la semana pasó por nuestra nueva casa, el señor que se hizo cargo de la mudanza, y me encontró, justo cuando yo regresaba de realizar, mis ejercicios matutinos de calentamiento. Don José fue muy caballeroso, cuando le explique que mi marido, o sea Ernesto. No me había dicho nada, y le pedí que lo disculpase, ya que seguramente se había distraído. Y aunque Don José no se mostró nada molesto, pero si me di cuenta por la manera en que se me quedó viendo, que yo le llamaba algo más que la atención. Ya que como andaba con mis pantalones bien cortos y apretados, y una camisetilla sin sostén, toda sudada. La tela de la camisetilla, así como del pantalón se pegaba a mi cuerpo.

A medida que fui hablando con Don José, fui sacando cuentas, y me di cuenta de que si bien podía pagarle, no podría comprar, un regalo que había ya separado para Ernesto. Un moderno estetoscopio digitalizado, lo último en la tecnología. Por lo que en cuestiones de segundos, tomé la decisión de invitarlo a pasar, a ver de qué forma o manera podríamos llegar a un acuerdo, para pagarle.

Don José se mostró sumamente comprensivo, y a medida que estuvimos evaluando la forma o manera en que le podía pagar el resto de la deuda, que aunque no era gran cosa, de todas maneras rompía con lo que yo ya había calculado, en gasto para el resto del mes. En medio de nuestra conversación, le ofrecí algo de tomar, a lo que Don José respondió gustosamente que sí. Pero al ponerme de pie y dirigirme a la cocina, pude ver en el reflejo de una de las vitrinas del nuestro comedor la manera lasciva, en que el viejo ese se me quedó viendo.

Fue cuando se me ocurrió pensar, que si quizás yo me acostase con él, dejase la cuenta por pagada, lo que me ahorraría un buen dinero. No es que yo me desviva por el dinero, pero en esos momentos, la única solución razonable que encontré fue esa. La cosa era como decírselo, sin que yo fuera aparecerle una puta buscona.

Por lo que apenas regresé con el vaso de agua, le pregunté, de manera lo más sensual que pude, si podía esperarme un momento a que me refrescase, y me cambiara de ropa, para ponerme algo más cómoda, y continuar viendo la manera en que yo podía pagarle, ya que como podía ver recién y regresaba de hacer mis ejercicio matinales. El viejo gustosamente me dijo que sí, que durante el resto de la mañana no tenía nada programado, hasta el medio día, que debía ir al puerto a buscar una mercancía. La cosa no fue lo que me dijo, si no la manera en que lo hizo, al tiempo que no dejaba de verme, como queriéndome desnudar con los ojos.

Así que raídamente me di una refrescante ducha, y al salir después de secarme, lo único que me puse encima fue una transparente bata de dormir, sin más nada abajo. Cuando me le presenté nuevamente en la sala, y le pregunte en el mismo tono seductor ¿Don José no cree usted, que entre usted y yo, podamos llegar algún tipo de arreglo, para que yo le pueda pagar lo que mi novio le debe?

Al viejo parecía que se le querían salir los ojos de sus orbitas, por la manera en que se me quedó viendo. En ese instante supe que, finalmente le iba regalar a mi marido el moderno estetoscopio que tanto me había gustado, regalarle. Ya que poniéndose de pie, y acercándose a mí, Don José sin dejar de verme prácticamente desnuda bajo la transparente bata, me dijo. Bueno yo no me opongo a que si no tiene el dinero, que me pague de alguna otra manera. Pero eso sí, me agradaría que fuera en otro lugar, y no aquí en el medio de la sala.

Sus palabras yo las tomé como un rotundo si, por lo que lo agarré por su mano, y dirigiéndome a la habitación de Ernesto y mía, ya de pie frente a nuestra cama, dejando que la transparente bata se quedase completamente abierta, le pregunté ¿Qué te parece aquí? De inmediato el viejo chofer de mudanzas, sin decir nada en lo absoluto me tomó entre sus gruesos, y fuertes brazos, dirigiendo su boca a la mía, me plantó un tremendo beso. En cosa de segundos, dejé que la bata se deslizase hasta la alfombra, quedando del todo desnuda entre sus brazos.

De inmediato supe que el tipo ese, de seguro querría hacerme de todo, por lo que cuando me colocó sus manos sobre mis desnudos hombros, de inmediato confirmé lo que yo había pensado. Él deseaba que para comenzar, le mamase su verga, la que sentí aun atreves de la tela de su pantalón bien dura y caliente. Por lo que sin oponer resistencia alguna, me fui agachando hasta que mi rostro quedó a la altura de la cremallera de su pantalón, la que de inmediato bajé y con mis dedos, extraje aquel erecto miembro.

Sin pensarlo mucho por un corto instante manipulé su verga entre mis dedos, como si lo masturbase, cosa que realmente no hacía falta, ya que su erección era bastante grande y evidente. Por lo que sin demora alguna comencé a pasar mi lengua por sobre su colorado glande, tal como si se tratase de un helado. Para luego de unos pocos segundos introducírmela completamente dentro de mi boca y dedicarme a mamársela, con la esperanza de que se viniera lo más rápido posible. Pero como dice el dicho más sabe el diablo por viejo, que por diablo. Ya que José sonriéndome me detuvo diciéndome. Esto mejor lo dejamos para el final, ahora lo que deseo es darte por ese pelado coño.

Yo saqué su verga de mi boca, y sin demora alguna, me subí a la mi cama, separando mis piernas, ofreciéndole mi depilado coño al viejo ese. José se terminó de bajar los pantalones, su ancha y voluminosa barriga, ocultaba su parada verga, pero eso no fue impedimento alguno, para que cuando se acostó sobre mí, yo comenzara a sentir como sabrosamente, su dura verga fue penetrando mí depilado coño. Lo cierto es que comencé a menear mis caderas, con toda la fuerza que pude, aun deseaba que se viniera lo más pronto posible, y terminar con eso lo más rápido que pudiera hacerlo.

A medida que seguí moviéndome bajo su voluminoso cuerpo, fui sintiendo como su sabrosa verga entraba y salía de mi coño, produciendo en mí un disfrute tremendo. Ya que el que yo le estuviera siendo infiel a mi marido, morbosamente me excitaba tremendamente. Máxime que para colmo, lo estuviera haciendo en nuestra propia cama, en la cual me sentía tan, y tan segura. Por su parte José en la medida que podía, me fue acariciando todo mi cuerpo, diciendo una y mil veces más lo rica, y sabrosa que yo estaba. Cuando no era que con su boca, o me besaba introduciendo su lengua dentro de mi boca, o se dedicaba a chupar, y mordisquear sabrosamente los pezones de mis senos, al tiempo que con alguna de sus manos apretaba sádicamente mis nalgas.

Yo estaba que chillaba sola, del placer que sentía, mis gemidos seguramente, cualquiera podía sin esfuerzo alguno escucharlos desde la calle. Las barbaridades que José me fue diciendo a medida que fuimos teniendo sexo, lejos de ofenderme, me excitaban, y calentaban más aun. Yo seguía moviendo mis caderas como una verdadera puta, procurando sentir más, y más dentro de mí su fabulosa verga. En esos instantes me di cuenta, de que si al principio deseaba que se viniera lo más pronto posible, mi deseo era que continuase sabrosamente clavándome su verga, sin consideración alguna.

Yo estaba de lo más ida, disfrutando a piernas abiertas, todo lo que José me hacía. Cuando como si yo fuera una muñeca de trapo, me ha sacado su verga de mi coño, y haciendo que me diera vuelta, en menos de lo que canta un gallo, quedé dándole la espalda a él, y de inmediato me volvió a enterrar su sabrosa verga dentro de mi coño. Por lo que yo comencé a restregar mis nalgas contra su velluda barriga, a medida que él no dejaba de meter y sacar su verga de mi vulva. Arrancándome sabrosamente lagrimas pero de placer, y alegría.

Yo no podía creer como un viejo como ese, tuviera la fuerza, y la virilidad para hacerme sentir lo que yo estaba sintiendo. En mi vida en muy pocas ocasiones Ernesto mi marido, había logrado que yo disfrutase de múltiples orgasmos. Pero a medida que José me fue penetrando, agarrando por todas partes, y besándome como un loco, yo al poco rato ya comencé a disfrutar placenteramente de múltiples y seguidos orgasmos, como nunca antes los había disfrutado en mi vida.

Yo estaba de lo más concentrada restregando mis caderas contra el cuerpo de José, cuando comencé a sentir sus dedos, penetrándome por el culo, y a los pocos segundo, que sin aviso alguno, sacó su dura verga de mi mojado coño, y sin más ni más me la enterró de manera salvaje por mi apretado culo. El grito de placentero dolor que di, fue bien fuerte, pero eso no impidió en lo más mínimo que él continuase salvajemente clavándome su verga. Al tiempo que con una de sus grandes manazas me agarró con fuerza por el coño, apretando deliciosamente mi clítoris, al tiempo que no paraba de continuar dándome verga por el culo.

Yo estaba hecha toda una porquería, ya ni fuerzas me quedaban para seguir moviendo mis caderas, hasta que de momento, José me propinó un fuerte abrazo, y sin mentirles, creo haber sentido cuando se venía dentro de mí. Por un largo, y buen rato, quedé completamente extenuada, como creo que ya les dije, nunca pensé que un hombre de su edad tuviera tanto aguante. Cuando finalmente extrajo su verga de entre mis nalgas, yo sentí un gran alivio, y retorcido placer. Ambos permanecimos acostados por un buen rato, recuperando el aire, hasta que el viejo, se levantó y sin decir nada se dirigió al baño, donde desde mi cama pude ver como en el lavamanos, se lavaba su verga con bastante agua y jabón, para luego secársela con una de las toallas que tenemos Ernesto y yo para secarnos las manos.

Les diré que ver desnudo a José de la cintura para abajo, con su camisa a cuadros, así como con sus medias oscuras, y su gran barriga, me produjo mucha gracia. Hasta que acercando su verga a mi boca, sin más ni más me puso a mamar, nuevamente, diciéndome. Ahora sí, esfuérzate por hacer que me venga otra vez. Por lo que yo volviendo a meter su verga dentro de mi boca me dediqué a mamársela por un buen rato, a medida que él me agarraba y apretaba mis tetas, hasta que yo logré que se viniera dentro de mi boca, tragándome todo su semen.

Yo como pude me pare de la cama, pero antes de que él terminase de vestirse, le pedí que me esperase sentado en la sala. Cuando finalmente, después de darme otra ducha, y expulsar de mi culo su leche, envuelta en una pequeña toalla me dirigí a la sala. José comenzó a despedirse, diciéndome. Joven fue todo un placer para mí, el haber llegado a ese acuerdo entre usted y yo, y mucho me gustaría volverla a ver en otra ocasión, dando por entendido que ya la deuda había sido pagada. Fue cuando le dije, si estuvo bastante bueno para ser el primer pago de tres, así que para cuando quiera volver venirme a cobrar lo que mi marido le resta, yo estaré encantada de pagarle.



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Comentarios enviados para este relato
dicarlo17 (23 de October de 2014 a las 01:47) dice: Súper veo que gozaste bastante espero el otro pago del mes....

dicarlo17 (23 de October de 2014 a las 01:44) dice: Súper veo que gozaste bastante espero el otro pago del mes....


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