Una historia de pasión gay.Cuando aquella ciruela que tenía en la boca explotó, inundándome de semen, sentí que me faltaba el aire, mis piernas temblaban y todo me cuerpo comenzó a sacudirse frenéticamente hasta que me tragué el chorro incontenible que salía a borbotones mezclándose con mi saliva. Tenía el glande metido hasta la garganta y por esa razón no podía casi respirar, los ojos desorbitados de satisfacción y gozo. El sabor de su semen me embriagó completamente, produciéndome una sensación de euforia y bienestar que hacía mucho tiempo no experimentaba. Él gozaba gimiendo, apretando con sus manos mi cabeza contra su vientre..
Nos habíamos conocido unos días antes cuando entré en una librería del centro y él me atendió. Javier trabajaba allí y entre nosotros se había encendido un fuego instantáneo que nos hizo olvidar de todo, de todos y del mundo. Sólo existía él para mí y yo para él. La primera vez que nos fuimos a la cama quedé maravillado por las generosas dimensiones de su miembro y la tersura de su piel, el aroma inolvidable de su perfume y el sabor agridulce de su sudor.
Aquella primera vez, cuando luego de saborear su acabada sentí que su pija aún estaba dura, me embadurné el ano con crema y me senté sobre ella sintiendo centímetro a centímetro como se iba introduciendo en mi interior para acariciarla moviéndome a un lado y a otro, apretando y aflojando la presión de mis glúteos. Me encantó y me encanta coger así, recorrer su pija con mi culo arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda sintiéndola toda adentro. Me fascina moverme lentamente y apretando el esfínter hasta sentir que abrazo la pija por el cuello y hasta allí llego, casi hasta que se me sale para luego comenzar nuevamente el descenso y el miembro me entra triunfador..
Con el transcurso de los días nuestros encuentros eróticos se hicieron cada vez más apasionados y fogosos, parecía como si nos estuviéramos despidiendo de una vez para siempre, como si alguien nos hubiera dicho que no nos veríamos más, que dejaríamos de amarnos de una vez y para siempre, porque cada vez era más el frenesí de nuestros encuentros, mayor la intensidad de nuestras emociones. Javier me acariciaba como solamente él sabe hacerlo, me masajeaba hasta que mis músculos quedaban suaves como una seda y mi piel perfumada como una flor. Él prefiere ser más activo que pasivo pero a mí eso no me preocupa, mejor, así que soy yo el que goza como un desaforado cada vez que nos vamos al cama.
No es que a él no le guste que yo se la meta. Si, le gusta, pero prefiere ser él el que me penetra. Cuando le paso delicadamente mi lengua por el culo, él comienza a calentarse y al final me pide que se la meta, pero como dije si hay que establecer preferencias él dice que prefiere ser activo. Como dije, yo, feliz de la vida.
Cogemos en una silla, encima de una mesa, de parados, en el suelo, en la ducha, mientras cocinamos, mientras hablamos por teléfono, como sea que se presente la ocasión.
Qué calentura , dios mío!!!