REGALO DE CUMPLEAÑOS

Me presentaré; me llamo Alfonso y tengo 32 años. Estoy casado con una maravillosa mujer llamada Andrea desde hace cinco años y somos verdaderamente felices. Somos una pareja normal, aunque algo liberales en cuanto a sexo se refiere.
La historia que voy a contar sucedió hace un par de meses y no es algo que ocurra muy a menudo, os lo puedo asegurar…
El caso es que Andrea tiene una hermana menor, Sonia, y todo ocurrió en día en que cumplió 25 años.
Mi mujer y su hermana se llevan muy bien, y a Andrea se le ocurrió una sorpresa muy especial para Sonia en el día de su cumpleaños...
Lo que pasa es que Sonia es una chica muy especial, introvertida y muy muy tímida. Jamás nos a presentado a un novio y casi nunca sale de noche. Mi esposa me explicó que Sonia nunca había estado con un hombre y quería que yo le ayudase a solucionar ese problemilla.
-Bueno -le dije- intentaré conseguirle una cita con alguno de mis colegas.
-¡No! -contestó Andrea- Son todos unos cafres, no consentiré que ninguno toque a mi hermana.
-Entonces, ¿qué quieres que haga yo?
-Tienes que encargarte tú personalmente –me contestó.
-Pero, ¿qué quieres decir? ¿Que me acueste con ella?
-Algo así tenía pensado –me contestó totalmente tranquila.
Al principio la idea me pareció absurda,incluso creí que Andrea se estaba burlando de mí. Pero, despues de seguir hablando un buen rato sobre el tema, me dí cuenta que mi mujer, no sólo no estaba bromeando, sino que lo tenía todo pensado y muy bien planeado. Al final accedí a ayudar a mi esposa con el regalo para mi cuñada, en fin…
El día del cumpleaos llegó y ahí estaba yo, con mi esposa y Sonia en mi casa, imaginándome cómo saldría todo. Andrea se lo había explicado a Sonia y, ésta, había decidido aceptar el regalo.
Después de una buenísima cena que había hecho mi mujer (lo había preparado todo a conciencia), llegó el momento de mi encuentro sexual progamado con mi cuñada.
Sonia se fué a nuestro dormitorio y ,por unos instantes, nos quedamos Andrea y yo a solas en el comedor.
-¿Segura que quieres que haga esto? –le pregunté
-Claro que sí, entra ahí y,por favor, ten cuidado con ella – me contestó
Entré en el dormitorio en el que tantas veces había hecho el amor con Andrea, pero la que me esperaba entre las sábanas no era ella, sino mi cuñada Sonia, lo cual no me dejaba de parecer extraño.
Me quité la ropa y me metí en la cama (Andrea habia perfumado las sábanas), y entonces, me fijé en Sonia y en lo sexy que se había vestido. Llevaba un camisón granate semitrasparente que hacía que resaltase su melena negra y sus ojos verdes. Tambien tenía un tanga a juego que le hacía resaltar una nalgas perfectas. Nunca antes me había fijado en Sonia de una manera sexual, pero en aquel momento me pareció una chica bellísima. No podía entender cómo no había estado nunca con un chico. En cierto modo se parecía a Andrea, pero su perfume me recordaba al instante quíen era, además olía tan dulce…
-Bueno Sonia, pues aquí estamos, metidos en este juego de tu hermana.
-Si, resulta extraño, ¿verdad?
No quise seguir hablando más y, en ese momento, la besé. La pillé un poco por sorpresa, pero casi al instante me metió la lengua en mi boca como si lo necesitara. Me abrazó y empezó a acariciarme la nuca con movimientos suaves. Yo respondí acariciando con firmeza uno de sus pechos. Tenía los pezones duros y estaba empezando a jadear. Yo ya estaba empalmado, ella lo notó y me acarició el pene con dulzura. Me dediqué durante un buen rato a chuparle los pezones como un bebé amamanta en los pechos desu madre. Eran sabrosísimos, al menos a mí así me lo parecía.
Sonia descendió por las sábanas y puso su cara a la altura de mi polla. Entonces empezó a chupar y chupar como sólo una experta sabe hacerlo. Recorría con su lengua todo mi pene y al llegar al final se lo metía todo de golpe y volvía a repetir la maniobra. Así una y otra vez hasta que estuve a punto de correrme en su boca.
¿Cómo podía ser que supiera mamarla de esa forma? Se supone que hoy es su primera vez –pensé.
Me dejé de racionamientos inútiles y aparté la polla de su boca. La tumbé boca arriba y le quité el tanga de un tirón. Me quedé fascinado con aquel coño. Lo tenía parcialmente rasurado, su color, su olor…era perfecto. Empecé a comerméselo, no para satisfacerla a ella, sino porque era algo que mi instinto me obligaba a hacer. Lo lamía por dentro, por fuera, mordisqueaba su clítoris y ella aullaba de placer…
-No pares, ¡cómemelo!¡cómemelo! –gritaba Sonia.
Los flujos de su coño llenaban mi boca con un sabor a sexo que cuando aún hoy lo recuerdo hace que me excite. Sonia estaba muy caliente y en ese momento me la follé. Le metí la polla una y otra vez mientras ella gritaba como una loca…
-Ah! Ah!, muevete más fuerte, fóllame más fuerte.
Así estuvimos un rato. Cambiando de posturas y follando sin parar hasta que ya no pude más y me corrí dentro de ella. La llené con mi semen mientras ella se agarraba fuertemente a mi espalda sudando y jadeando sin parar.
-Ha sido un regalo maravilloso –me dijo sonriendo maliciosamente.
-Dale las gracias a Andrea, todo a sido idea suya – le dije.
Al rato entró Andrea y nos vió allí a los dos casi dormidos, extasiados.
-¿Que tal ha ido?¿lo pasaste bien? –le preguntó a Sonia.
Ambas siguieron hablando un buen rato, mientras yo, absorto en mis pensamientos sobre lo que acababa de pasar, apenas las escuchaba.
-¿Alfonso?¿Alfonso? –me llamó mi mujer.
-¿Y tú?¿no dices nada? –me preguntó.
¿Qué le podía contestar? ¿Que había sido un polvo increible y ella no había estado allí? No, eso le habría hecho daño. O al menos eso era lo que yo creía.
-¿Todavía te quedan fuerzas para satisfacer a tu mujer?
Me quedé alucinado. Al parecer nos había escuchado y se había puesto realmente cachonda. No me dio tiempo a reaccionar cuando ya tenia a mi mujer trabajándose mi polla con su habitual maestría. Me la chupaba mientras me miraba a los ojos poniendo en sus labios una sonrisa juguetona. Al instante me puse como una moto y acabé follando con las dos a la vez.
Eso si que fue antológico. Y yo que creía que los polvos que echaba con Andrea eran insuperables. Pues allí estaba yo con ella y su hermana. Dos hembras preciosas. Sin duda fue una noche memorable. Aún hoy no sé si el regalo de cumpleaños era para Sonia o era para mí, lo que sé es que jamás había disfrutado tanto haciendo un regalo como ese día.
¡Feliz cumpleaños! Sonia.
FIN