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Seis son multitud

bargan Relato enviado por : bargan el 24/11/2013. Lecturas: 10159

etiquetas relato Seis son multitud   Intercambios .
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Resumen
Un encuentro fortuíto entre dos parejas amigas acaba... como tiene que acabar.


Relato
María y Lidia llevaban casi dos años sin verse, aunque mantenían el contacto telefónico. No les separaban muchos kilómetros, pero parecía que la distancia había ido aumentando con el paso de los meses sin un motivo claro y definido; simplemente las circunstancias, los pequeños condicionantes de cada día…. Quizás subyazca alguna otra causa, pero no la conocían con certeza. Su ritmo de vida estaba demasiado saturado: stress, hijos, ocupaciones, compromisos… nada diferente a lo que les ocurre a la mayoría de las personas en estos días.

Ambas habían iniciado nuevas amistades cada una por su lado; contactos que surgieron en el colegio, en el trabajo, a través de otros conocidos… Lo cierto es que éste fue otro motivo para el distanciamiento paulatino que se había producido al encontrar relaciones más cercanas a los domicilios respectivos, lo cual facilitaba la frecuencia de los encuentros.

Jorge, el marido de Lidia, había sido siempre un gran aficionado a la caza, y finalmente, hacía unos tres años se incorporó a un club cercano en el que se organizaban monterías que en ocasiones duraban todo el fin de semana. En una de ellas conoció a Juanjo, un tipo peculiar y muy divertido con el que pronto hizo buenas migas. Casualmente no vivía lejos, y antes de que terminara el evento, ambos acordaron verse con sus respectivas mujeres y cenar juntos el siguiente sábado. Cuando Jorge se lo comentó a Lidia, ésta no pudo evitar componer un gesto de desagrado. Simplemente no le gustaba conocer gente, siempre había sido así. De hecho, todas las parejas que había ido tratando desde que se casó con Jorge las conoció por él, por su trabajo o por los niños, y a ninguna consideraba como verdaderos amigos, excepto a María y a su marido, Alex: ellos eran especiales, pero los veía tan poco… Como siempre, al final aceptó a regañadientes tras escuchar de Jorge todo tipo de halagos y elogios acerca de Juanjo: que si era muy simpático, que te reías mucho con él, que parece ser que Rosa, su mujer, era también muy divertida… En fin, el caso es que entre semana Juanjo se encargaría de concretar los detalles de la cita, y acordaron cenar el siguiente sábado en un hotel restaurante que Juanjo y Rosa frecuentaban y que se encontraba en plena montaña. Jorge ya había previsto que los niños se quedaran con sus padres, de forma que Lidia estuviera tranquila y al menos no los pusiera como excusa para estar incómoda o nerviosa; de hecho, había acordado con su nuevo amigo reservar habitación en el hotel para las dos parejas pues no parecía prudente conducir después de cenar y de acabarse, con toda seguridad, algunas botellas de buen vino, con la diferencia de que si bien Rosa lo sabía (solían repetir ese tipo de escapadas a menudo), Jorge no se lo había mencionado a Lidia para evitar un "no" rotundo. Si a lo largo de la cita ella quería marchar a casa, tendría que conducir, lo cuál, de noche, no le gustaba en absoluto, y si la velada iba bien, quizás aceptara pernoctar en el hotel.

Alex trabajaba en una empresa que organiza eventos para diversos sectores, lo cual en ocasiones le obligaba a desplazarse fines de semana completos para supervisar el buen funcionamiento de todos los pormenores que los rodean. Todas estas circunstancias habían provocado más de un disgusto en su relación con María; ella no era muy exigente, pero le gustaba disfrutar en familia con su marido y su hija de vez en cuando, y estas ausencias laborales la obligaban a acabar en algún cine con la niña viendo la última película de estreno de dibujos animados. Y este fin de semana no iba a ser la excepción: Alex debía organizar un encuentro de diferentes publicistas de alto nivel para presentar las nuevas técnicas a utilizar en el incipiente mercado chino; las empresas más importantes del país mandarían a sus más prestigiosos profesionales, y Alex no podía de ninguna forma dejar de ir. En esta ocasión había pensado en un hotel de montaña que había visitado años atrás con María y que le parecía el lugar idóneo para el evento en cuestión. En cuanto le mencionó a su mujer que de nuevo iba a estar ocupado viernes, sábado y domingo, María estalló. Esta vez la discusión se vio salpicada por todos los reproches que María tenía guardados en su interior, y las lágrimas afloraron a su cara a pesar de que ella siempre se había jactado de ser una mujer dura. Alex se sintió absolutamente desbordado por la situación, más aun cuando se le escapó el lugar en el que se iba a celebrar el simposium, ya que María siempre le había hablado de regresar a ese hotel en el futuro. Se sintió acorralado y obligado a tomar decisiones con rapidez: inmediatamente llamó a su compañero de trabajo para que hiciera las gestiones necesarias y le reservara una habitación para María y él. A continuación hizo lo propio con su hermana, pidiéndole por favor que se quedara con la niña argumentándole que necesitaba que María lo acompañara pues se trataba de un evento en el que debían acudir los invitados con sus respectivas mujeres, y él debía llevar también a la suya. María lo miraba perpleja pues no esperaba una reacción tan fulminante, y poco a poco las lágrimas y su gesto desencajado se fueron transformando en una tímida sonrisa…

Cuando Juanjo llamó al hotel para reservar dos habitaciones, le contestaron que tan sólo quedaba libre una estancia de dos habitaciones con salón común, pues ese fin de semana se celebraba un encuentro de publicistas que ocupaba el resto de plazas. No obstante lo reservó, pues conocía dichas estancias y aunque compartían baño y salón, las habitaciones estaban discretamente separadas, y después del trabajo que le había costado convencer a Jorge de que fuera y llevara su mujer, ahora no le podía decir que no era posible…

Alex le había estado relatando a María el planning del simposium, de forma que el viernes iba a estar muy ocupado supervisando todos los prolegómenos, instalaciones y diferentes detalles del evento. Además, la cena del viernes era la más técnica e importante y no sabía cuándo terminaría; pero el sábado esperaba estar más liberado y así poder dedicarse más a su mujer.

Y llegó el viernes. María había llamado por teléfono a su cuñada para concretar a qué hora podía pasar por su casa a dejarle la niña y explicarle todos los "rituales" para que extrañara lo menos posible el traslado provisional. Acordaron verse a primera hora de la tarde, ya con el equipaje preparado, y así posteriormente recoger a su marido en el despacho y continuar hasta el hotel, al que llegarían al cabo de hora y media. De esta forma, Alex podría ponerse al mando de las operaciones antes de que empezaran a llegar todos los participantes e ir recibiéndolos e instalándolos tal y como era su cometido.

Jorge estaba ultimando los asuntos de la semana en su oficina cuando recibió una llamada de Juanjo: Rosa había sufrido un accidente de tráfico cuando iba al centro comercial. Afortunadamente no había sufrido lesiones de gravedad, pero tenía un fuerte golpe en la cabeza y debía pasar la noche en el hospital bajo observación. Obviamente no iban a poder acudir a la cita, por lo que tras disculparse por ello, animó a Jorge a que él y Lidia fueran de todas formas y que ya acudirían los cuatro en otra ocasión. Tras lamentar el accidente e interesarse con más detalle sobre el estado de Rosa, Jorge se despidió e inmediatamente llamó a Lidia. Se imaginaba que la noticia la liberaría de los nervios que venía sufriendo toda la semana, así que le propuso acudir ese mismo día y pasar todo el fin de semana en el hotel, ya sin tapujos. Tal y como había previsto, Lidia se mostró encantada con los nuevos planes a pesar de lamentar lo sucedido a Rosa, así que a continuación se puso en contacto con sus suegros para comprobar si había algún problema con adelantar la visita de sus nietos. Mientras tanto, Jorge confirmó con el hotel que la estancia estaba a su disposición ese mismo día, y tras confirmar con Lidia que el asunto de los niños estaba solucionado, procedió a dirigirse a casa.

Durante el trayecto, María y Alex fueron charlando sobre lo que podrían hacer juntos el sábado: ella había preparado sus ropas y calzado de montaña por si podían escaparse juntos y hacer alguna excursión por los alrededores. Lo que no mencionó a Alex es que se había comprado un conjunto de lencería en color negro muy sexy que pensaba estrenar para la ocasión... La vida sexual de la pareja era satisfactoria para ambos, pero María sentía que la rutina podía empezar a entrometerse, y eso era algo que no iba a consentir. No tenía el más mínimo pudor en lo referente al sexo, y era capaz de cualquier cosa para que los encuentros con su marido resultaran "más interesantes"... Alex estaba algo distraído pensando en lo que le sobrevenía en las próximas horas, y advirtió a María que el resto del día iba a estar muy ocupado y que no le iba a poder prestar la atención que le gustaría. Le sugirió varias posibilidades sobre cómo ocupar el tiempo hasta que él quedara liberado de su trabajo, pero María le respondió que no se preocupara, que llevaba lectura y que ella se las compondría para entretenerse sin problemas. Sobre las seis de la tarde llegaron al hotel, e inmediatamente Alex se puso a trabajar con el director de la instalación; debían revisar que todo estuviera en su sitio, pues el resto de invitados comenzarían a llegar al cabo de una hora. Mientras tanto, María se instaló en la habitación que les habían asignado: comenzó por colocar el equipaje de ambos para a continuación darse un buen baño. Se desnudó y se miró al espejo: era una mujer rondando los cuarenta pero que se mantenía en buena forma; morena de piel, pelo castaño y bien proporcionada. En ese mismo momento escuchó a Alex entrando en la habitación mientras la llamaba. Traía noticias bastante desagradables: el director de una de las más importantes agencias publicitarias del país se incorporaba a última hora al evento y no quedaban habitaciones disponibles... Alex se encontraba entre la espada y la pared, y se vio obligado a ceder su estancia para alojar a tan importante personalidad. Así se lo hizo saber a María, la cual tuvo que suspender su baño y rehacer el equipaje: se trasladaban a un hotel en la localidad más próxima a unos kilómetros de allí.

Mientras tanto, Lidia y Jorge se aproximaban al hotel en su coche. El viaje había transcurrido con ambos de muy buen humor: Lidia contenta y relajada después de saber que estaba totalmente liberada de cualquier compromiso; Jorge también satisfecho de ver a su mujer feliz y de poder disfrutar de un fin de semana alejados de las rutinas diarias. Cuando procedían a estacionar su vehículo tuvieron que detenerse para permitir que otro coche saliera en sentido contrario. El conductor del mismo se lo agradeció con un gesto, y entonces Lidia lo asustó al proferir un grito de asombro al percatarse de que eran María y Alex los que lo ocupaban. Inmediatamente ambos coches se detuvieron y los cuatro se lanzaron a toda velocidad fuera de los automóviles tan entusiasmados como sorprendidos. Los abrazos y besos se intercambiaron a la vez que exclamaban frases de incredulidad: la casualidad les había hecho encontrarse. Cuando Alex les explicó la situación, Jorge rápidamente reaccionó y les ofreció la estancia que inicialmente estaba destinada para Rosa y Juanjo. Lidia y María se mostraron encantadas ante la posibilidad de recordar viejos tiempos en los que compartían cualquier tipo de alojamiento, incluso destartaladas tiendas de campaña. De esta forma, ambas parejas procedieron a instalarse en la estancia que Lidia y Jorge tenían reservada: habían vuelto a encontrarse gracias a los caprichos del destino...

En esta ocasión, Alex fue el primero en usar el baño pues debía vestirse para comenzar su apretada jornada, invitando a Jorge a que tras ducharse a continuación, lo acompañara al hotel pues al tratarse de un empresario alguno de los publicistas allí congregados estaría más que interesado en conocerlo. Acordaron con sus respectivas esposas verse al cabo de un par de horas en el restaurante del hotel para cenar juntos si Alex podía evadirse de sus responsabilidades. Mientras tanto, Lidia y María usaron el baño por turnos terminando de deshacer el equipaje y dejar sus respectivas habitaciones preparadas para pasar un fin de semana que se presentaba mucho mejor de lo esperado.

Cuando las mujeres llegaron al restaurante, se encontraron con un salón lleno a rebosar, en el que el bullicio y el humo reinaban, y la confusión les aconsejó acercarse a la barra del bar esperando ser vistas por sus maridos. Tras pedir un par de copas de vino, vieron llegar a Jorge y Alex acompañados por otro par de hombres que les fueron presentados como importantes directivos de campañas publicitarias premiadas internacionalmente. Tras unos minutos de fingido interés, Lidia le preguntó discretamente a Jorge si iban a poder cenar los cuatro juntos, a lo que éste respondió que lo veía complicado pues Alex estaba totalmente absorbido por sus múltiples compromisos; lo que sí le había garantizado es que el hecho de ser monopolizado por sus obligaciones el viernes le permitiría dedicar más tiempo el sábado a su mujer y amigos. Ante esta situación, María decidió encargar algo ligero y cenar en la estancia para que Alex pudiera trabajar tranquilo sin estar preocupado por ella, y también de esta forma dejaba a Jorge y Lidia que estuvieran solos: ya tendrían oportunidad de estar juntos al día siguiente.

Lidia y Jorge decidieron marcharse a otro restaurante que estuviera menos concurrido y así poder disfrutar de la cena con más tranquilidad. Encontraron uno muy coqueto e íntimo en el pueblo más cercano donde charlaron y degustaron una exquisita cena regada con un excelente tinto. El encuentro con María y Alex fue el centro sobre el que giró la conversación; ambos se mostraron de acuerdo en que María estaba muy guapa, en que Alex parecía más centrado y en que los dos parecían muy contentos de haberse encontrado con ellos. El resto de la velada estuvo salpicado por multitud de recuerdos: los cuatro amigos habían vivido muchos y buenos momentos juntos.

No regresaron muy tarde al hotel, pues Alex le pidió a Jorge que pasara a rescatarlo por si alguien se estaba poniendo demasiado pesado tras la cena del simposium. Cuando llegaron, Alex se acercó a ellos con cara de circunstancias: lo habían desafiado a una partida de mus y estaba esperando a que Jorge llegara; ambos habían jugado en multitud de ocasiones juntos y se entendían a la perfección. Tras explicar que se trataba de unos rivales "muy importantes", miró a Lidia esperando su aprobación pidiéndole disculpas al mismo tiempo. Ella, tras unos segundos de indecisión, finalmente dio su aprobación advirtiendo a Jorge que no bebiera demasiado pues ya habían tomado algo durante la cena. Alex sonrió satisfecho y de buenas a primeras abrazó delicadamente a Lidia mientras le propinaba un beso de agradecimiento. Su amiga rió sonoramente y respondió al abrazo con calidez. A continuación besó larga y sensualmente a su marido y se encaminó a la habitación ante la mirada de ambos hombres. Su cuerpo había cambiado a raíz de sus embarazos pero nadie acertaba con su verdadera edad: todos pensaban que era más joven de lo que aparentaba y además, ahora en la madurez resultaba más atractiva e interesante.

Se sorprendió cuando encontró a María sentada en el sofá del saloncito frente al televisor pues se la imaginaba acostada. Su amiga había pedido una botella de Ribera al servicio de habitaciones y hacía zapping intentando encontrar algún canal de interés mientras bebía una copa. Lidia se alegró de encontrarla despierta, al momento se sirvió un vino y se sentó junto a ella para contarle los pormenores de la cena y de cómo había dejado a los hombres en el restaurante del hotel. Ambas mujeres charlaron y rieron mientras recordaban casi las mismas anécdotas que habían aflorado durante la cena de Lidia y Jorge. Se pusieron al día sobre los acontecimientos que les habían sucedido a cada una de ellas mientras mantenían la televisión encendida con un programa de esos denominados "del corazón" al que no hacían el menor caso pero que servía como "fondo musical". En un momento dado María marchó al servicio, y mientras tanto Lidia volvió a hacer zapping buscando no sabía muy bien qué hasta que en un canal se encontró con una escena en la que una mujer y un hombre practicaban sexo de forma totalmente explícita. Esto no le causó sorpresa, pues solía ver películas para adultos con Jorge para ponerse "a tono"; lo que sí le sorprendieron fueron las palabras de María al regresar del baño cuando comentó que ya la había visto y que no estaba nada mal. Tras unos segundos de silencio, ambas rompieron a reír estrepitosamente, se sirvieron otra copa de vino y se sentaron juntas comentando jocosamente las diferentes escenas de la película. Una de ellas presentaba a dos bellas mujeres que tras desnudarse mutuamente comenzaron a besarse, preludio inequívoco de una de los habituales números pseudo lésbicos de este tipo de films. En ese preciso momento, María apoyó una de sus manos en el muslo más próximo de Lidia; ésta no lo rechazó aunque sí que le resultó cuando menos sorprendente. De pronto empezó a sentir cómo su excitación aumentaba y un calor abrasador inundaba su cuerpo. La escena continuaba y María ascendía la mano por su muslo en dirección a su ingle. Lidia la miró a la cara y pudo observar que estaba tan excitada como ella: sin duda el vino, la conversación y la película las había conducido a una situación como la que estaban viviendo. Lidia estaba muy cerca de perder el control, sobre todo cuando María acercó sus labios y le regaló un beso suave y lleno de sensualidad. Ambas mujeres se fundieron entonces en un cálido abrazo mientras se besaban con dulzura, pero entonces el pánico se adueñó de Lidia, que se levantó bruscamente y corrió hacia su habitación.

María se quedó perpleja sentada en el sofá, más por su comportamiento que por la huída precipitada de Lidia: todavía no entendía qué le había sucedido para atreverse a hacer lo que hizo… Se levantó despacio y se dirigió hacia su habitación; encendió la luz; se detuvo ante el espejo y se desnudó. Vio como sus pezones estaban erectos de la excitación, y con su mano izquierda se acarició uno de ellos con suavidad. Mientras tanto, deslizó la otra hacia su pubis, y con sus dedos comenzó a masturbarse lentamente. Notó como el calor la inundaba súbitamente y se estremeció: su sexo estaba completamente húmedo y se abandonó al placer que se estaba proporcionando. Aceleró el movimiento de sus manos mientras acompasaba las caderas al mismo ritmo; se observó en el espejo y decidió apagar la luz y tumbarse en la cama. Una vez allí, continuó con sus caricias a las que respondía con suaves y sensuales gemidos que no podía reprimir; cerró los ojos y revivió en su mente la escena que acababa de suceder hace unos minutos en el sofá; estaba tan excitada que no se percató de que la puerta de la habitación se abrió muy despacio: la claridad que se introdujo poco a poco la incitó a entornar los párpados y adivinó la silueta desnuda de Lidia en la entrada. No se detuvo ni se sobresaltó: simplemente esbozó una sonrisa de satisfacción y se desplazó un poco en el colchón invitándola a que yaciera junto a ella. Lidia se aproximó, se sentó en el borde de la cama y acercó sus labios a los de su amiga devolviéndole el beso que antes le había regalado mientras retiró la mano de María sustituyéndola por la suya. Notó los dedos expertos de Lidia acariciándole el clítoris en círculos y sintió que se iba a desmayar de placer. El beso, que comenzó de forma suave y sensual fue transformándose en un juego de lenguas que jugaban entre sí fuera de sus bocas hasta que María atrajo a Lidia con fuerza mientras estallaba en un orgasmo totalmente descontrolado. Ésta no cesó con las caricias aunque sí llevo su boca hasta uno de los pechos de María jugando con la lengua en el pezón enhiesto de su compañera. Mientras tanto, María golpeaba suavemente la mano de Lidia que se movía en torno a su clítoris disfrutando de un orgasmo prolongado y tan placentero que no pudo reprimir un gemido mucho más alto de los que ella solía proferir cuando hacía el amor con Alex. Poco a poco Lidia fue disminuyendo el ritmo de la masturbación hasta que la propia María le retiró la mano del sexo; entonces su amiga se colocó sobre ella acercando de nuevo sus bocas y regalándole en esta ocasión un beso tierno y suave mientras los dos cuerpos se fundían en un abrazo cálido y sensual. María se giró de forma que ambas quedaron una frente a la otra de costado y acercó la mano al sexo de Lidia, que también estaba totalmente empapada, pero ésta la detuvo y le susurró al oído unas palabras entrecortadas por la excitación:

"Ahora no. Mañana, con ellos…"
De la misma forma que entró, Lidia salió de la habitación mientras María la observaba totalmente feliz; las últimas y únicas palabras de su amiga le producían un agradable cosquilleo en el estómago que no hacía sino vaticinar un sábado más que interesante… Se puso el camisón con parsimonia y se acostó relajada: sonrió y antes de dormirse recordó con plena satisfacción todo lo que le había pasado a lo largo de este día inolvidable…

Lidia no se sentía culpable en absoluto, estaba totalmente segura de su sexualidad pues los hombres en general y el suyo en particular seguían gustándole más que cualquier otra cosa. Se marchó de la habitación de María antes de lo que hubiera deseado, pero temía verse sorprendida por Jorge y Alex y no sabía cómo podrían reaccionar los dos hombres ante una situación así. Había preferido renunciar a satisfacerse y preparar los acontecimientos del día siguiente, por lo que se quedó pensando de qué forma convencer a María para entre las dos organizar un encuentro "interesante"… Todo lo sucedido hasta ese momento unido a los pensamientos morbosos que se le agolpaban impedían que Lidia pudiera conciliar el sueño; por supuesto seguía excitadísima, y en más de una ocasión pensó en volver a visitar a María aunque estuviese dormida, pero desistió a tiempo, pues instantes después escuchó cómo los dos hombres llegaban a la estancia y se turnaban en el baño. Decidió hacerse la dormida y esperar a que Jorge se acostara, lo cual sucedió al cabo de pocos minutos. Observó cómo se desnudaba, se ponía el pijama y al momento se tumbaba de costado tras ella. Lidia se acurrucó contra su marido y comenzó a mover sus caderas contra la ingle de Jorge. La reacción de este fue inmediata, deslizando su mano alrededor del cuerpo de su mujer alcanzando sus pechos y apretándose contra su culo. Su erección fue fulminante. Lidia esbozó una sonrisa de malévola satisfacción mientras con la mano derecha bajaba sus bragas y extraía el pene de Jorge fuera del pijama comenzando a acariciarlo tras ella para posteriormente dirigirlo hacia su empapado sexo. La excitación de Lidia era tal que al momento de ser penetrada por Jorge comenzó a gemir más alto de lo habitual, obligando a éste a taparle la boca con la mano para evitar despertar a sus amigos.

A pesar de todo, Alex, que aun no se había dormido, escuchó los ruidos provenientes de la habitación contigua, los cuales tenían signos inequívocos de tratarse de una sesión de sexo protagonizada por sus amigos. Se mantuvo en silencio mientras imaginaba lo que Lidia y Jorge estarían haciendo, quedándose con las ganas de despertar a María e imitar a sus vecinos. No pudo evitar una erección ni tampoco comenzar a masturbarse despacio continuando durante unos minutos hasta que sintió cómo su esposa se giraba sobre sí misma. Se detuvo súbitamente quedándose inmóvil para no alertar a María de su juego nocturno, pero ésta, consciente de lo que su marido estaba haciendo, se ocultó bajo las sábanas en busca del sexo de Alex. Agarró su miembro erecto y al momento se lo introdujo en la boca, comenzando una felación más excitante de lo habitual para él, pues se veía acompañada por los gemidos de Lidia al otro lado de la pared, que Jorge era incapaz de reprimir.

Lidia, a punto de alcanzar el orgasmo, extrajo el pene de Jorge de su sexo y le pidió que lo acercara a su boca mientras ella se tumbaba boca arriba y se masturbaba con su otra mano. A los pocos segundos incrementó aun más el volumen de sus gemidos siendo plenamente consciente de que en la habitación contigua la oían con total claridad, y esto no hacía otra cosa que aumentar la intensidad del éxtasis que la sacudía frenéticamente. Esta situación tenía tan excitado a Jorge que no pudo aguantar más tiempo viniéndose sobre los pechos de Lidia mientras ésta temblaba de placer.

Los gritos de Jorge y Lidia parecieron anunciar el orgasmo de Alex, sobreexcitado por la certeza de que sus amigos practicaban el sexo sin ningún pudor. Hizo un amago para que María retirara su boca del pene, pero ésta no solo no le hizo caso, sino que aumentó el ritmo de su felación y no paró hasta sentir cómo su boca se llenaba….

Lidia se incorporó de la cama buscando algún kleenex para limpiar sus pechos, así que Jorge se ofreció a proporcionarle papel higiénico y se dispuso a salir de la habitación sigilosamente pues iba desnudo y con el sexo aun semi-erecto. Abrió la puerta con cautela y asomó su cabeza antes de continuar, y cuál sería su sorpresa al encontrarse prácticamente cara a cara con María que se disponía a imitar a Jorge y usar el servicio, con la comisura de sus labios aun rebosante. Ambos se quedaron perplejos mirándose el uno al otro durante unos segundos: María con la prueba del orgasmo de su marido asomando en la boca y Jorge con el pene descaradamente visible por la puerta. Cuando ambos reaccionaron retrocedieron a toda velocidad y se refugiaron en sus respectivas habitaciones; instantes después se oían risas desinhibidas a los dos lados de la pared…

La noche transcurrió sin mayores "incidencias", y a la mañana siguiente, Lidia se levantó en primer lugar; cuando estaba en el baño oyó cómo alguien más se había despertado. Salió y se encontró con María que esperaba para hacer uso del servicio. Ambas se sonrieron y se intercambiaron un beso en la mejilla. Acordaron marchar a desayunar sin esperar a los hombres pues no sabían cuándo se levantarían. Una vez en el restaurante del hotel pidieron un té y un vaso de leche con unas tostadas y se sentaron a disfrutar del ágape. María fue la primera en romper el hielo y agarrando a Lidia de la mano le agradeció "sus favores" de la noche anterior y le preguntó si alguna de las cosas que sucedieron le había molestado. Lidia sonrió y le respondió que se lo había pasado muy bien, tanto con ella como después con Jorge. María rompió a reír:

-"No hace falta que lo jures" -, comentó.

-"¿Es que hicimos demasiado ruido?" -, respondió Lidia entre carcajadas.

-"Sobre todo tú, hija, ¡qué escandalosa!" -, insistió María entrecortadamente con un trozo de tostada en la boca y tapándose para evitar que las risas le obligaran a expulsar la comida.

La conversación entre las dos amigas continuó mientras se explicaban sus mutuas aventuras nocturnas, interrumpiéndose la una a la otra entre risas y comentarios subidos de tono, sobre todo al mencionar el encuentro fortuito de María y Jorge. Pero el gesto y el tono de la charla cambiaron súbitamente cuando María se refirió a la frase que Lidia pronunció cuando abandonó su habitación. Ésta calló unos instantes mientras miraba fijamente a su amiga esperando alguna palabra más, pero al ver que María permanecía en silencio, acertó a decir:

"Sabes lo que dije perfectamente. ¿Qué te parece?" - le espetó.
"A ver cómo convencemos a éstos dos" - contestó María.
Y de nuevo las dos rompieron a reír maliciosamente…

Alex se despertó súbitamente sobresaltado por si se le había hecho demasiado tarde pues quería estar disponible para el simposium toda la jornada y así quedar liberado por la noche para poder disfrutar unas horas con María, Lidia y Jorge. Se duchó y afeitó a toda velocidad y se dirigió al restaurante que ya se encontraba lleno por todos los participantes. Echó un vistazo general al comedor y se detuvo en una mesa sita en una esquina del mismo: allí estaban sentadas Lidia y María.

"Buenos días, chicas" – saludó aparentando total normalidad.
"Buenos días, mi amor" – le contestó María mientras le regalaba un amoroso beso en los labios.
"Buenos días, Alex" – intervino Lidia, que esperó a que María terminara con su beso para darle a su vez uno en la mejilla.
"No sé cómo me voy a apañar hoy. Espero estar disponible a partir de media tarde…" – comentó.
"Pues más te vale, porque te vamos a necesitar" –replicó Lidia sonriendo mientras miraba con complicidad a María que se echó a reír al escucharla.
En ese momento uno de los responsables del hotel requirió la atención de Alex que tras despedirse de las chicas acudió a sus obligaciones no sin antes mirar a María con un gesto de desconcierto…

Las chicas terminaron de desayunar, y como no tenían noticias de Jorge decidieron dejarle descansar y aprovechando el excelente día, emprendieron un paseo por los alrededores del hotel, de lo cual avisaron a Alex al salir del restaurante, advirtiéndole que no regresarían hasta la hora de comer.

Mientras tanto, Jorge, que había dormido plácidamente hasta bien entrada la mañana, se levantó percatándose de que se encontraba sólo en la estancia. Cuando se hubo aseado y afeitado, se encaminó al restaurante donde le pasaron una nota de Alex en la que le informaba que él no podría comer con ellos y que las chicas habían salido de excursión. Tomó un café con tranquilidad mientras echaba una ojeada al periódico deportivo que reposaba sobre la barra cuando de pronto alguien le propinó una palmada en la espalda que le hizo dar un respingo. Se volvió con rapidez y se quedó paralizado al ver a Juanjo sonriente tras él acompañado de una mujer.

"¡¡¡Qué tal, chaval!!! Menuda sorpresa, ¿no?"
Jorge se quedó de piedra mientras miraba a Juanjo y a la que supuestamente era su mujer de hito en hito.

"No te lo esperabas, ¿eh?". ¡¡Pues aquí estamos!! - habló Juanjo mientras volvía a palmearle esta vez en el hombro.
Jorge reaccionó manifestando de la manera más creíble que podía lo contento que estaba de ver a los recién llegados.

"Te presento a Rosa." - dijo Juanjo mientras le guiñaba un ojo a Jorge buscando una complicidad que estaba lejos de conseguir.
"Encantado de conocerte" - le saludó Jorge acercando su boca a la mejilla de Rosa, que le devolvió el beso.
"Lo mismo digo" - habló Rosa con un tono de voz sensual más cercano al de una telefonista de una línea erótica que al de una esposa abnegada.
Rosa tenía un aspecto impactante: dejando de lado que debía tener unos quince años menos que Juanjo, su melena rubia coronaba una cara de facciones casi perfectas, con unos ojos verdes muy bonitos aunque excesivamente maquillados, una nariz algo respingona y unos labios carnosos pintados con un carmín rojo deslumbrante. Vestía una blusa haciendo juego con sus labios y unos vaqueros muy ajustados rematados con unas botas de tacón que la hacían aun más alta de lo que era en realidad.

¿Queréis tomar algo? -balbuceó Jorge sin saber muy bien por dónde salir.
"Ahora no, Jorge, nos gustaría instalarnos primero." -replicó Juanjo.
"Espera un momento, cariño, tengo que ir al servicio." -intervino Rosa. Y se alejó de la barra con unos andares más que sugerentes mientras los dos hombres la miraban embobados.
"Está buenísima, ¿eh?" - le espetó Juanjo mientras le golpeaba con el codo en el costado.
"Si…" - contestó Jorge cada vez más confuso. "Pero… ¿no estaba en el hospital?" - acertó a decir.
"Vamos a ver, Jorge, parece mentira, tío. Esta chica no es mi mujer aunque también se llama Rosa. Trabaja en una agencia, y la he contratado para el fin de semana aunque ya ha estado conmigo en unas cuantas cacerías, ¡¡jajajaja!! Lo del accidente es verdad, y lo siento por ella, pero cada vez nos llevamos peor y en el fondo me alegro porque me iba a tener encabronado continuamente. Cuando la he dejado en el hospital he pensado que podía aprovechar el sábado y el domingo, pues los doctores han recomendado que se quede en observación una noche más. He hablado con su madre para que la cuide con la excusa de que tenía una cena de trabajo ineludible, y como los niños están fuera de excursión con el colegio, he llamado a esta Rosa y nos hemos venido para acá. ¡¡A fin de cuentas, tenemos habitación!! ¿O no? - soltó Juanjo de un tirón.
"Este tío es un cabrón" - pensó Jorge. - "Ehhhh… A ver cómo te lo explico… Verás, nos hemos encontrado con unos viejos amigos que estaban en el hotel pero por culpa de una convención se han quedado sin habitación y los hemos invitado a la que quedaba libre al no venir vosotros…" - se explicó Jorge con cara de circunstancias.
"¿Me quieres decir que no tenemos sitio?" - preguntó Juanjo cambiando el gesto.
"Pues me temo que no" - se justificó Jorge pensando que la situación se estaba complicando demasiado.
"Bueno, vamos a ver, todo tiene solución." - reflexionó Juanjo en voz alta, e inmediatamente se marchó en busca del responsable del hotel, dejando a Jorge con un palmo de narices en la barra, contemplando cómo por el otro lado se acercaba Rosa hacia él.
"Ya estoy aquí. ¿Dónde va Juanjo? - le inquirió Rosa con su voz aterciopelada.
"Errrrrrr… Hay un pequeño problema que va a intentar solucionar." - respondió Jorge cada vez más nervioso
"Bueno, pues pídeme un Bloody Mary mientras tanto, cariño." - le solicitó Rosa mientras le agarraba el brazo con la mano suavemente.
Cuando tuvo su bebida servida, le dio las gracias a Jorge dando por sentado que estaba invitada y se sentó en un sofá cercano. Cruzó sus largas piernas y comenzó a hojear una revista del corazón con desgana. Al cabo de unos minutos regresó Juanjo y se acercó a Rosa dándole un beso fugaz en los labios antes de reunirse con Jorge en la barra.

"Ya está arreglado. No quedan habitaciones libres ni aquí ni en el hotel del pueblo así que vamos a tener que juntarnos todos un poquito, ¡¡¡¡jajaja!!!!" - soltó Juanjo entre risas…
"¿Qué quieres decir?" - preguntó Jorge temiéndose lo peor.
"Pues que nos van a instalar en el sofá cama del saloncito de la estancia en la que estáis hospedados con vuestros amigos, no hay otra posibilidad." - sentenció Juanjo.
"Vaya faena. A ver cómo les explico esto a los demás." - pensó Jorge.
"Escucha, Jorge." - le interrumpió Juanjo. - "Te tengo que pedir un favor. No le digas a nadie que Rosa no es mi mujer; no sé el tiempo que voy a seguir con ella, pero por ahora prefiero que no se sepa nada, ¿vale?"
En ese momento se acercó la otra Rosa agarrándolo del brazo melosamente mientras le preguntaba qué sucedía.

"Nada, cariño, ya está solucionado. Vamos a tener que dormir esta noche en un sofá cama, pero así estaremos más juntitos, jejeje…" - contestó Juanjo con malicia…
Mientras tanto, María y Lidia, tras andar por un camino cerca de una hora, se detuvieron en una bonita pradera dominada por un gran castaño que proyectaba una sombra tentadora.

"Ven, sentémonos aquí" - dijo ´María.
"Si, por favor, estoy algo cansada" - agradeció Lidia. - "Además, tenemos que planear lo de esta noche".
María le contó que había pensado en ir a cenar los cuatro al restaurante donde sus amigos estuvieron la última noche; después pedirle al servicio de habitaciones unas botellas de buen vino y conectar la televisión por cable en la que seguro proyectarían alguna película "subida de tono". Cuando mencionó esto último Lidia comenzó a reír a carcajada limpia ante la mirada desconcertada de su amiga. Finalmente acertó a decir que esa misma mañana, mientras María se aseaba en el baño, ella ya había estado mirando la programación y tenía seleccionada la película ideal.

"Eres de lo que no hay" - replicó María incrédula aunque muy divertida por la capacidad de previsión de su amiga.

"Y después, que salga el sol por donde salga" - volvió a reír Lidia pícaramente contagiando a María dejándose ambas caer hacia atrás simultáneamente…

Juanjo y Rosa se retiraron a la estancia con la idea de descansar un rato, pues tal y como el primero le confesó a Jorge, apenas había dormido como consecuencia del accidente sufrido por su mujer la tarde anterior. Entonces Jorge aprovechó para buscar a Alex por todas las instalaciones y no paró hasta encontrarlo; estaba de pié apoyado en la pared de un salón acondicionado para la visualización de unas diapositivas. Se dirigió a él a toda velocidad y lo sacó de allí casi a la fuerza. Una vez en el exterior le puso en antecedentes de todo lo sucedido, y aunque en un principio dudó sobre contarle la verdadera identidad de la acompañante de Juanjo, finalmente se lo confesó. Tras darle vueltas durante unos instantes, acordaron informar de todo ello a las chicas a la mayor brevedad, pues era más que probable que Juanjo se empeñara en comer juntos, y la sorpresa con la que se encontrarían de sopetón podría ser demasiado fuerte. Buscó su móvil y llamó a su mujer esperando que hubiera cobertura suficiente y que no se lo tomara demasiado mal, aunque conociendo a Lidia, el asunto no le iba a gustar nada de nada…

Se encontraban las dos mujeres tumbadas sobre la hierba plácidamente cuando un móvil de comenzó a sonar…

"Es Jorge. ¿Qué querrá?" - se preguntó Lidia.
Por los gestos que iba adoptando su cara no parecían buenas noticias. María se retiró prudentemente unos metros vagando sin dirección y golpeando aleatoriamente ramas y pequeñas piedras con sus botas de montaña mientras su amiga se limitaba a responder con exclamaciones y monosílabos. Todo indicaba que se trataba de algo sorprendente y que acababa de suceder en el hotel, y María empezó a ponerse nerviosa e impaciente. El gesto de Lidia pasó gradualmente de la sorpresa al enfado mayúsculo, lo cual aun incrementó más el estado de ansiedad de María: deseaba que Lidia acabara cuanto antes su conversación telefónica para hacerle un interrogatorio en toda regla. Cuando por fin se guardó el teléfono en el bolsillo, María se acercó a toda velocidad componiendo un gesto mitad de suplica mitad de ansiedad…

Cuando Jorge dio por concluida la conversación con su mujer, Alex quiso conocer los detalles de su reacción aunque no insistió demasiado al observar a su amigo profundamente apesadumbrado y esperó pacientemente a que él quisiera hablar…

"¡¡Vaya cabreo que se ha cogido!!" - por fin exclamó. – "Ha dicho que vienen para acá inmediatamente, que de ninguna forma va a compartir estancia con Juanjo y menos con lo que le está haciendo a su esposa. De esta salimos en el tebeo." - Se desahogó Jorge abatido.
"Pues me temo que vas a tener que aguantar tú solo el chaparrón, chico; yo me tengo que marchar con los asistentes aunque espero que después de comer me dejen en paz. De todas formas, cuando sepas algo nuevo me llamas, ¿vale?" - le dijo Alex mientras se alejaba poco a poco en dirección al salón de las diapositivas…
Jorge decidió esperar en el bar la llegada de Lidia y María mientras se tomaba una cerveza e intentaba construir un argumento que calmara el enfado de su mujer: a fin de cuentas Juanjo había reservado la estancia y tenía derecho a ocuparla tanto como ellos o más. Lo que sí era cierto es que debería haber llamado antes, y además, lo de su mujer y "la otra" era muy fuerte… Jorge se sentía decepcionado con su actitud; consideraba que era un vividor y un cara dura, pero por otra parte no se sentía lo suficientemente cargado de razón como para decirle a las claras que no era bien recibido. Estaba seguro de que la comida iba a ser tensa e incómoda, y tenía la certeza de que su estómago le ajustaría las cuentas por la tarde. Su mente divagaba con todas estos pensamientos cuando la presencia de María y Lidia lo devolvió a la realidad:

"Ya estamos aquí. Hemos venido lo más rápido posible." - dijo Lidia con tono resuelto.
"Cuéntanos dónde están los dos pipiolos, tenemos que solucionar esto rápidamente." - intervino María.
"Pues marcharon a la estancia a descansar un rato antes de comer. - respondió Jorge temeroso.
"Tú no tendrás el teléfono de… - Lidia no termino la frase dirigida a Jorge.
"El teléfono ¿de quién?" - preguntó su marido
"Nada, olvídate. Espéranos aquí." - le dijo María mientras se giraba y seguía los pasos de Lidia que ya había comenzado a andar en dirección a la estancia en la que se alojaban.
Las dos amigas se acercaron sigilosamente a la puerta de la estancia, que se encontraba alejada del restaurante y a la que se accedía directamente desde el exterior. María se asomó muy despacio por la ventana, que estaba ligeramente entornada y pudo escuchar a una mujer que llamaba desde el fondo de la estancia.

"¡¡Juanjo!!" - llamó Rosa desde el servicio - "¿Has visto qué poca clase tiene la mujer de tu amigo?"
"¿Qué ocurre?" - acudió Juanjo a los pocos segundos algo somnoliento tras la cabezada de la que acababa de despertar.
"¡Mira qué cremas y qué maquillaje más barato utiliza! - comentó indignada mientras balanceaba ambos productos con ganas de tirarlos al cubo de basura sito bajo el lavabo.
"No seas así, mujer" - comentó melosamente Juanjo mientras se colocaba tras ella y abría el albornoz liberando los pechos de Rosa dejándolos al alcance de sus manos. – "No todas ganan el sueldo que tú te llevas cada mes con clientes tan espléndidos como yo" - terminó Juanjo con la voz entrecortada por la excitación que le provocaba sujetar entre los dedos los erectos pezones de Rosa mientras cerraba la puerta del baño con una pierna.
Ese instante le pareció el oportuno a María para empezar con la acción, y sin pensárselo dos veces, a pesar de los sudores fríos que comenzó a sentir súbitamente por su frente, se colocó frente a la puerta de la estancia.

"¡¡Rápido, dame la llave!!" -ordenó María.
Lidia le facilitó el enorme llavero que suelen tener los hoteles y María procedió a abrir la puerta con sigilo mientras su amiga vigilaba a través de la ventana. Las dos mujeres habían decidido ponerse en contacto con la verdadera mujer de Juanjo, pero para ello necesitaban el número de teléfono y no se les ocurrió otra forma para conseguirlo que sustraer el móvil de su marido. María entró despacio casi de puntillas buscando por el saloncito el terminal, pero no lo encontraba por ninguna parte. Revolvió con precipitación entre los cojines del sofá cama del que acababa de levantarse Juanjo hasta que palpó algo frío y duro con una de sus manos.

Tras dejar a Juanjo que jugueteara unos minutos y que alcanzara una más que considerable erección perceptible incluso a través de los pantalones y el albornoz, Rosa se dio la vuelta y después de regalarle un beso húmedo y prolongado, se situó de rodillas frente a él y procedió a bajarle la bragueta lentamente. Extrajo el pene con cuidado mientras lo miraba a los ojos, y sin apartar la vista le lamió el miembro desde su base hasta su fin muy despacio recreándose en cada centímetro para a continuación desabrochar el botón y dejar a la vista su ropa interior. Bajó sus pantalones y el slip sin soltar el pene, y una vez libre de obstáculos se lo introdujo en la boca con suavidad, mientras con la otra mano le sujetaba los testículos. Comenzó moviendo su mano con parsimonia aprisionando el sexo con sus labios sintiendo cada pliegue, cada vena. Poco a poco aceleró el ritmo de la felación haciendo que los gemidos de Juanjo fueran "in crescendo" hasta que el rictus de sus piernas anunciara el orgasmo inminente de su cliente. Justo entonces extrajo el pene de su boca sin dejar de sacudirlo con la mano salpicando sus pechos, el albornoz e incluso algunos azulejos del servicio…

Lidia y María se encontraron con un Jorge totalmente desorientado en la barra del bar acabando con su tercera cerveza consecutiva mientras las esperaba. Su mirada inquisitoria no obtuvo el éxito deseado, pues lo único que consiguió fue un beso fugaz de su mujer para a continuación ver cómo colocaba su dedo índice sobre los mismos labios pidiéndole silencio y complicidad. Jorge se quedó, una vez más, con la boca abierta y perplejo ante los acontecimientos que sucedían a su alrededor sin tener participación ni conocimiento de nada. A pesar de su insistencia, sólo consiguió que las chicas le dijeran que estuviera tranquilo y que disfrutara de la comida. Pidieron un Ribera y una cerveza y se sentaron en los taburetes de la barra disfrutando del aperitivo…

Al cabo de unos minutos Jorge divisó a Juanjo en la entrada del restaurante tomando a Rosa por la cintura. Ésta lucía una vaporosa blusa blanca cuyo escote permitía ver una generosa parte de sus pechos, los cuales bailaban al compás de su caminar, exagerado y provocativo. Lidia le propinó un codazo a María que se encontraba de espaldas a la puerta, tan fuerte que le hizo soltar un pequeño grito de dolor. Cuando vio el gesto de aviso de Lidia se giró inmediatamente para contemplar cómo la pareja se acercaba, y no pudo reprimir un insulto dirigido a la amante de Juanjo. Lidia se tuvo que tapar con la mano para impedir que el trozo de jamón que se acababa de llevar a la boca saliera despedido por la risa que le provocó el soez comentario de su amiga, todo ello mientras Jorge se incorporaba de su asiento y se disponía a llevar a cabo las pertinentes presentaciones.

"Rosa, Juanjo… ellas son María y Lidia" - introdujo educadamente Jorge.
"Encantado" - intervino Juanjo con intención de dar un beso a cada una de las chicas, pero éstas se limitaron a darle la mano con frialdad. Rosa ni siquiera hizo el amago de saludarlas, y simplemente pronunció un "hola" distante.
La tensión se cortaba en el ambiente, y el desbordado Jorge no sabía cómo reconducir la situación que sin motivos aparentes era palpablemente violenta.

"¿Qué queréis tomar?" - se atrevió a decir Jorge finalmente.
"Un vermut rojo para mí" - respondió Juanjo.
"Ya sabes lo que me gusta, chato" - intervino Rosa dejando a Jorge aun más cortado si cabe.
La frase provocó una mirada iracunda por parte de Lidia, mientras que María, perpleja, no quitaba ojo de su amiga esperando una reacción que no tardó ni un segundo en producirse.

"Todos sabemos lo que te gusta, guapa" - soltó Lidia de sopetón provocando tal estupefacción en Jorge que se le cayó el vaso de cerveza al suelo salpicando a las mujeres y produciendo gran estrépito.
"Perdonad, no sé que me ha pasado" - se disculpó Jorge mientras Lidia y María se limpiaban los pantalones con una servilleta.
"No te preocupes, guapo, la cerveza no mancha" - respondió Rosa dirigiéndole un gesto entre cariñoso y provocador.
"Es cierto, hay otras cosas que manchan más" - volvió a la carga Lidia consiguiendo que Jorge interviniera de inmediato.
"¿Nos perdonáis un momento?" - acertó a decir mientras tiraba de la mano de su mujer llevándosela hacia el otro extremo del restaurante.
"¿Se puede saber qué te pasa? Te pedí que fueras discreta y lo único que haces es provocar a Rosa" - dijo Jorge susurrando pero con un disgusto manifiesto.
"Te lo puedes imaginar, pues sabes lo que le gusta a ese putón verbenero" - le respondió Lidia tan enfadada como Jorge pero a un volumen bastante más alto que el de su marido.
La discusión entre el matrimonio no pasó desapercibida a los otros tres comensales que esperaban en la barra, sobre todo a Rosa, la cual esbozaba una sonrisa de satisfacción mientras bebía lentamente un Bloody Mary que le acababan de servir.

"No sé qué estáis tramando vosotras dos, pero desde luego no es nada bueno. Espero que os sepáis comportar y no me dejéis en evidencia delante de Juanjo. Me estáis haciendo pasar una vergüenza terrible y…" - Jorge no pudo terminar la frase al verse interrumpido por una sonora bofetada propinada por una mujer con un collarín en la recién afeitada mejilla de Juanjo, sobre la que se empezaba a adivinar cierto color encarnado con la forma de una mano.
La cara de Juanjo se tornó lívida mientras la mujer recién llegada arrebataba el Bloody Mary de las manos de Rosa y se lo vertió de una violenta sacudida por encima de su reluciente blusa blanca. Al instante se giró muy digna y con la misma discreción con la que había entrado, abandonó el restaurante ante la atónita mirada de Jorge y el camarero. María y Lidia, tras la sorpresa inicial, rompieron a reír con disimulo (algo muy habitual en ellas últimamente, por otra parte), mientras que Rosa y Juanjo se miraban el uno al otro entre incrédulos y asustados…

Tras despedir a Juanjo y Rosa con una mezcla de sentimientos entre avergonzado y aliviado, Jorge se dirigió al restaurante encontrándoselo lleno a rebosar pues los asistentes a la convención acababan de regresar de la sala de proyecciones y se disponían a comer. Buscó la mesa en la que las chicas se solían sentar y efectivamente allí se encontraban esperando para disfrutar del almuerzo. Se acercó con cara de pocos amigos siendo recibido con dos amplias y satisfechas sonrisas.

"¡Ya estás aquí, cariño! ¡Venga, siéntate con nosotras! - le invitó Lidia.
"Si, me voy a sentar y me vais a contar todo lo que ha sucedido y que yo desconozco" - respondió Jorge con un tono de voz firme.
"Pues te vas a tener que esperar. No querrás saber más que Alex, ¿verdad? - intervino María. - "En cuanto esté liberado se reunirá con nosotros. Acabo de hablar con él y hemos quedado en tomar un café a media tarde y charlar un poquito" - concluyó María mientras su sonría permanecía en su radiante cara.
"Anda, cariño, disfruta de la comida que luego nos reiremos un rato" - pronosticó Lidia empujando amistosamente a su marido en el hombro.
Jorge sabía que no conseguiría nada enfadándose con las dos mujeres, por lo que optó por hacer caso a su mujer; pidió una botella de buen vino para acompañar los suculentos platos por los que habían optado siendo consciente de que en el fondo se sentía más que satisfecho de que Juanjo y "su amiga" se hubieran marchado tras la escenita de la barra. Rosa, tras recibir el baño de zumo de tomate reaccionó con histerismo y abandonó el restaurante en dirección a la estancia a toda velocidad, torciéndose los tobillos en varias ocasiones debido a los tacones de aguja que lucía. Juanjo salió tras ella aun desconcertado, y cuando la alcanzó recibió otra bofetada en la mejilla sana que lo dejó aun más patidifuso. Rosa le exigió que la llevara a la ciudad inmediatamente haciendo el equipaje descuidada y rápidamente mientras Juanjo la observaba acariciándose las mejillas todavía doloridas. Jorge los esperaba en la entrada de la estancia pues había salido tras ellos a unos metros de distancia, y pudo observar cómo introducían el equipaje violentamente en el coche y se disponían a salir del aparcamiento del hotel. Antes de que se abrieran las puertas del recinto, Jorge pudo llegar a su altura y despedirse de Juanjo con un gesto amistoso contrastando con su cara de circunstancias, siendo olímpicamente ignorado por los dos ocupantes del vehículo, que arrancó haciendo derrapar sus ruedas levantando una gran polvareda mientras se alejaba por el camino a gran velocidad.

Alex miraba a Jorge absolutamente incrédulo ante lo que estaba escuchando de los labios de Lidia y María, que relataban con todo detalle cómo habían proyectado y ejecutado su maquiavélico plan. Los dos hombres se quedaron estupefactos al oír como María se introdujo en la estancia, sustrajo el móvil de Juanjo y se puso en contacto con la verdadera Rosa revelándole lo que estaba haciendo su marido en el hotel mientras ella sufría las consecuencias del accidente. Lo que las chicas no tenían previsto era la rapidez con la que Rosa se personó en el hotel, ni mucho menos cómo se comportó al encontrar a su marido in fraganti.

"¿Tan mal os han caído como para hacer lo que hicisteis? - inquirió Alex a las dos mujeres.
"Tú no has tenido la oportunidad de conocer a esa zorra" - le reveló María.
"Tendrías que haber visto cómo le hablaba a Jorge y cómo nos trataba a nosotras" - aclaró Lidia.
"De acuerdo" - intervino Jorge. - "Pero eso no justifica lo que hicisteis de ninguna manera, aunque reconozco que me alegro de que se hayan marchado. Juanjo se ha portado muy mal haciéndome cómplice del engaño a su mujer, y encima con la presencia de la mía".
"¿Sabes lo que te digo? - le interpeló María. - "Que el destino nos ha hecho encontrarnos con vosotros después de tanto tiempo, y este fin de semana es para nosotros cuatro. Los demás sobran, y más aun si se trata de una pareja de cerdos."
La intervención de María provocó una sonora carcajada por parte de Alex y Lidia, a la que se unió Jorge a los pocos segundos mientras María propinaba un amistoso empujón a su marido.

"¿Otro café?" - acertó a decir Alex tras calmarse un poco. - "Tenéis que decirme cuáles son los planes para esta noche. Estoy deseando librarme de estos pesados; espero que me sorprendáis".
"Yo no tengo ni idea de lo que habrán planeado éstas" - contestó Jorge refiriéndose a las dos mujeres. - "Pero sea lo que sea y viendo de lo que son capaces, ya estoy temblando de miedo" - confesó mientras sonreía maliciosamente.
"Pues sí, temblaréis y os sorprenderéis…" - les confirmó María mirando a Lidia con complicidad.
La tarde transcurrió sin mayores sobresaltos. Alex tuvo que atender un par de requerimientos por parte de los asistentes al simposium; Lidia se hizo dueña del baño durante un buen rato preparándose para la cena y María se acostó mientras Jorge se tumbó perezosamente en el sofá viendo un partido de fútbol. En el momento en el que su mujer por fin salió del aseo, Jorge aprovechó y la relevó; cuando ambos estuvieron listos se marcharon al restaurante y dejaron vía libre a María para que se tomara su tiempo.

Lidia había reservado una mesa a las diez de la noche para los cuatro en el mismo restaurante en el que cenó con Jorge la noche anterior. Disponía de una sala muy coqueta y acogedora, y por supuesto mucho más íntima y tranquila que el bullicioso comedor del restaurante. Además, la comida era excelente y disponían de una extensa carta de vinos, algo que María, Alex y Jorge consideraban fundamental. Sobre las nueve de la noche todos estaban preparados para la velada y decidieron tomar unos aperitivos en un bar del pueblo más cercano, por lo que subieron al coche de Jorge y se encaminaron hacia allí con el entusiasmo propio de unos chiquillos ante su helado favorito.

Tras unos vinos, unas tapas y unas risas se personaron en el restaurante con el ánimo si cabe aun más chispeante. Además de los acontecimientos sucedidos en las últimas horas, la charla se enriqueció con los recuerdos de muchos momentos juntos, de anécdotas, viajes, conversaciones… en fin, lo que suele ocurrir cuando unos amigos se vuelven a encontrar. Mientras degustaban de la cena, regada como es normal con un buen tinto de la comarca, se interrumpían constantemente con incisos, comentarios, apuntes y demás circunstancias que pueden acudir en veladas semejantes. Degustaron una suculenta cena en la que el tiempo pareció detenerse, y tras la misma, la correspondiente sobremesa en la que sin saber exactamente cómo, la conversación derivó a temas "picantes" relatados por cada uno de los comensales sin pudor lo que provocó más de una mirada de incredulidad por parte de los camareros, los cuáles finalmente se vieron obligados a recordar a las dos parejas que sólo quedaban ellos en el restaurante y que la hora de cierre habitual había sido ampliamente sobrepasada.

Valoraron la posibilidad de continuar con la velada en algún pub y tomarse unas copas, pero María y Lidia confesaron preferir unos vinos en la estancia del hotel con más tranquilidad, a lo que Alex y Jorge accedieron sin objeciones. De camino, María comentó que había hablado con el servicio de habitaciones y que les tenían reservadas unas botellas de tinto que ella previamente había solicitado y que debían pasarse por el bar del hotel a recogerlas, así que en cuanto llegaron a las instalaciones, Jorge y Alex se personaron para retirarlas mientras las chicas marchaban a la estancia.

"¿A qué hora empieza la película que tenías prevista?" -preguntó María.
"Todavía falta una hora; mientras podemos jugar un rato a las cartas, ¿te parece?" - contestó Lidia.
"Perfecto, prepara el canal en la televisión para que al encenderla aparezca directamente…" - puntualizó de nuevo María mientras buscaba una baraja de cartas y preparaba la mesa.
"Creo que los chicos ya están aquí" -intervino Lidia justo tras apagar la televisión contemplando cómo se abría la puerta de la estancia y Alex y Jorge entraban en la misma, uno de ellos con el vino y el otro con unas copas.
"Venga, chicos, os desafiamos a echar una partida al cinquillo, ¿vale?" – propuso María alegremente mientras se acercaba a Alex y le tomaba las copas para distribuirlas en la mesa.
"¿Qué pasa, queréis perder hasta la ropa?" – respondió Jorge con ironía.
"Ya veremos quién la pierde antes" - intervino Lidia guiñándole un ojo a su amiga, que le respondió con una pícara sonrisa.
Se sentaron a comenzar el juego y se sirvieron unas copas de un excelente Ribera que habían traído del bar del hotel. El ambiente se mantuvo en el buen ánimo y diversión que había alcanzado en la cena, incluso las risas se multiplicaron por la rivalidad fingida entre mujeres y hombres a la hora de competir por la victoria.

"¡¡Estáis perdidos; no podéis con nosotras!! -exclamó Lidia con satisfacción al colocar la última carta y así ganar la partida.
"¡¡Bien hecho, compañera!!" –intervino María ofreciéndole la palma de la mano abierta para que su amiga se la chocara celebrando la victoria, con tan mala fortuna que golpearon simultáneamente su copa de vino derramándose sobre María haciendo que ésta saltara hacia atrás pero sin poder evitar mancharse el vestido.
"¡¡Corre, vamos al baño!! - le espetó Lidia tirando de la mano de María para acelerar sus movimientos.
Ambas mujeres se introdujeron en el aseo dejando a los chicos limpiando la mesa y las cartas con unos pañuelos de papel dando la partida por terminada. Una vez eliminaron de la mejor forma posible los restos del incidente se sentaron en el sofá comentando divertidos los pormenores del juego mientras distraídamente encendían el televisor…

"¡¡Me has puesto perdida, tía!!", le recriminó María a su amiga contemplando el estado en el que había quedado su vestido.
"¿No te gusta tanto el vino?, ¡¡pues toma!! - contestó Lidia entre risas, mientras que frotaba la mancha con una toalla ligeramente humedecida intentando en vano que la caprichosa forma de tono rojizo desapareciera del pecho de María.
"¿Te das cuenta cómo me estás poniendo?" – comentó María divertida observando cómo sus pezones enhiestos despertaban estimulados por la fricción a la que los sometía Lidia. –"¿No formará esto parte del plan, verdad? – preguntó irónicamente.
"¡¡Ja, ja, ja!! - rió Lidia la ocurrencia de su amiga. – "Pues no, pero parece que no te está viniendo mal" – apuntó.
"Déjalo, anda, que esto no se quita" -desistió María.
Y ante la sorprendida mirada de Lidia, se sacó el vestido por la cabeza quedando con el conjunto de lencería que había comprado especialmente para el fin de semana.

"Serás capaz de salir así ahora" -rió Lidia mientras observaba con admiración el sujetador y las braguitas de color negro y encaje de su amiga.
"Me voy a poner el albornoz de baño que he traído, porque el vestido huele a vino que apesta y al final la que va a apestar voy a ser yo" - respondió María colocándose la prenda encima de la lencería.
"Pues yo voy a hacer otra cosa" – apuntó Lidia, y con unos rápidos movimientos procedió a quitarse su sujetador y sus braguitas sin desprenderse del vestido, dejando perpleja a María que la observaba sin terminar de creerse lo que hacía. – "Tú te pones cómoda para luego lucirte, y yo hago lo mismo pero a mi manera. Mi conjunto es normalito y además no tardaría mucho en quitármelo, así que sin ello puesto será todo más fácil" - terminó Lidia haciendo un ovillo con el vestido de María y con su ropa interior dejándolo en el suelo del aseo.
Cuando las dos mujeres salieron del baño se encontraron con que Jorge y Alex habían recogido la mesa y se habían sentado en el sofá frente a la televisión, en la que, tal y como habían planeado, estaban emitiendo la película que Lidia eligió. Los dos hombres invitaron a las chicas a sentarse junto a ellos mientras les ofrecían otra copa de vino que ellas aceptaron gustosas. Les dejaron espacio en medio mientras ellos se colocaban cada uno en un extremo.

"¿Nos sentamos un rato a ver esta peli? Parece interesante…" -propuso Jorge.
"Por mi perfecto" – aceptó Lidia sentándose junto a su marido mientras tomaba un sorbo de vino.
"Veo que te has cambiado de vestido, cariño" – comentó jocosamente Alex al ver a María con el albornoz.
"Pues no te imaginas lo cómoda que me siento" - respondió María ocultando que como realmente se sentía era excitada tras lo sucedido en el baño minutos antes.
Alex se levantó a apagar la luz del techo y encendió una lámpara de luz indirecta que confería a la estancia un ambiente más íntimo. Ambas mujeres se acurrucaron junto a sus respectivos maridos los cuales las abrazaron atrayéndolas junto a ellos adoptando posturas similares cambiando únicamente para seguir degustando el excelente vino que poco a poco iba inundándolos a todos con su calidez.

La película mostraba a dos parejas que se conocieron en unas vacaciones junto al mar y que poco a poco intimaron hasta el punto que una noche se reunieron para cenar y tras diversos flirteos, besos y caricias comenzaron a hacer el amor cada una de las parejas en presencia de la otra. Lidia comenzó a acariciar el pecho de Jorge con la mano, jugueteando con los pelos del pecho de su marido mientras sentía que el calor ascendía por el interior de sus muslos. Levantó su mirada hacía Jorge y éste se giró acercándose despacio regalándole un beso prolongado, húmedo… De nuevo volvieron a su posición inicial, aunque en esta ocasión Jorge situó su mano en la rodilla de Lidia jugueteando con el final del vestido de su mujer. Lidia se giró levemente y pudo ver cómo la mano de Alex abría ligeramente el albornoz de María y buscaba el pecho de su mujer abarcándolo y apretándolo con delicadeza. En ese momento María volvió su cabeza fugazmente y sonrió para a continuación acercar su boca a la de su marido besándolo con suavidad. Su mano se depositó sobre la pierna de Alex ascendiendo lentamente por su muslo bajo la atenta mirada de Lidia, que empezó a sentir como su pareja hacía lo mismo con ella bajo el vestido. Volvió la cabeza hacia Jorge besándolo de nuevo, introduciendo su lengua y buscando la de su marido, que dejó escapar un suspiro de satisfacción cuando llegó a su pubis y comprobó que quedaba perfectamente a su alcance…

María notó orgullosa cómo sus caricias habían conseguido el efecto deseado en su marido: Alex tenía una considerable erección perfectamente visible incluso con los vaqueros, así que decidió liberar de su cárcel el sexo de su pareja desabrochando hábilmente el botón de los pantalones con un rápido movimiento de sus dedos para a continuación bajar la cremallera con cuidado. Inmediatamente, a pesar de seguir sujeto por la ropa interior, el pene de Alex saltó de un respingo siendo recibido por la mano de María, que comenzó a acariciarlo con suavidad a través del slip. Alex dirigió la cabeza de María hacia la suya regalándole un largo y cálido beso mientras su mujer continuaba con el masaje.

Lidia, totalmente húmeda por las caricias que Jorge le estaba brindando en sus muslos, bajó los tirantes de su vestido dejando sus pechos a la vista y al alcance de Jorge, el cuál sustituyó los labios de su pareja por uno de sus pezones, lamiéndolo y succionándolo con delicadeza. Sin apartar la vista de sus amigos, inclinó su cabeza hacia atrás y se abandonó al placer que Jorge le estaba proporcionando; entonces pudo ver cómo María se liberó del abrazo de Alex, se levantó en silencio y apagó la lámpara quedando la estancia iluminada únicamente por los destellos de la televisión. María regresó al sofá despacio y se detuvo frente a su pareja dejando resbalar el albornoz por sus hombros permitiendo que su silueta se dibujase delante de la pantalla. Agarró los pantalones de Alex y tiró de ellos hacia abajo hasta quitárselos en su totalidad. Los tiró sobre una silla, se sentó a horcajadas sobre su pareja y fue desabrochando uno a uno los botones de la camisa mientras le besaba el cuello con pasión. Alex agarró las nalgas de María atrayéndola hacia sí de forma que ambos sexos se encontraran a pesar de la ropa interior que se interponía; María entonces comenzó un sensual movimiento de caderas llevando a Alex a un estado de máxima excitación y que le co

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 19:28) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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