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soy sumamente agradecida…

Relato enviado por : narrador el 06/01/2018. Lecturas: 4417

etiquetas relato soy sumamente agradecida…   Infidelidades .
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Resumen

Después de que nos azotó el huracán María, todo cambio. De la noche a la mañana, al siguiente día, prácticamente quedé desempleada, ya que la empresa donde trabajaba, cerró operaciones hasta que se normalizaran las cosas. Mi marido, como es enfermero se tuvo que presentar casi de inmediato a trabajar. Por lo que yo me tuve que encargar de muchas cosas, entre ellas, el buscar gasolina, para la planta eléctrica. Ya que todo el maldito sistema eléctrico, de toda la isla, fue destruido por el paso del huracán.



Relato
Cosa que en los primeros días, después del paso huracán María, les aseguro que no era nada fácil, ya que las inmensas filas de vehículos y personas a pie, eran interminables. En ocasiones estuve hasta seis horas bajo el sol, esperando que finalmente llegase la gasolina a la estación, para poderla comprar a sobre precio. Como no había agua, ni electricidad, no se podía lavar la ropa, y hasta para una bañarse, apenas y tenía que hacerlo con la poca agua que nos daba el municipio, así que procuraba andar lo más cómoda posible, es decir en pantalones cortos, aunque mostrase gran parte de mis nalgas, y una corta camiseta, que a todas luces dejaba ver mis paradas tetas, sin más nada, aparte de las chancletas. Fue cuando estando en una de esas interminables filas, que Don Antonio me vio. Mis padres eran vecinos de él, y resulta que yo lo conocía desde pequeña. Pero ignoraba que él viejo Antonio, fuera el dueño de la estación de gasolina. Cuando me vio en la fila, me saludo muy afectuosamente, abrazándome con fuerza contra su cuerpo, al tiempo que me preguntaba, como si no lo supiera, qué hacía yo en la fila. La verdad es que en ese momento, me dieron ganas, de mandarlo al carajo. Pero gracias a Dios que no lo hice, ya que al quedarme como pasmada, por tan estúpida pregunta, él me tomó por el brazo, y me dijo. Mira Anita acompáñame, que yo te consigo toda la gasolina que tú quieras, que por algo soy el dueño de la estación. De inmediato abandoné la larga fila, bajo la envidiosa mirada de aquellos que estaban a mi lado. Apenas llegamos a la puerta, un guardia armado trató de impedirme el paso, pero el mismo Don Antonio, le indicó que yo venía con él. Ya dentro de las oficinas de la estación, el cajero, al verme, como que estuvo a punto de que se le salieran los ojos, otro de los empleados, no dejaba de verme las nalgas, hasta que Don Antonio les indicó que se dedicase a lo suyo. Yo que había estado casi dos horas ese día bajo el caliente sol, cuando entré de inmediato sentí la fresca temperatura producto de un aire acondicionado, y cuando me di vuelta, Don Antonio abrió una fría cerveza, y me la ofreció, y eso que había ley seca. Luego le dijo a otro empleados, que llenase los dos bidones que yo cargaba, y que después de que estuvieran llenos, los montase en el baúl de su auto. Mientras que yo me refrescaba bebiéndome gustosamente aquella fría cerveza. Fue cuando me dijo que lo siguiera, y de la oficina pasamos a la tienda, y de ahí al gran almacén, lleno de cervezas, y artículos de primera necesidad, los que yo asombrada miraba, ya que además de alimentos, hasta tenía una infinidad de botellones de agua potable, para la venta. Pero no nos detuvimos ahí, él viejo Antonio siguió caminando hasta el fondo del almacén, preguntándome, desde cuando no me daba un buen baño. Yo en medio de mi desconcierto, le dije la verdad, que me estaba bañando usando una pequeña lata, la que llenaba de agua, y con eso me sacaba el jabón, pero que desde el paso del huracán, ni tan siquiera me había podido lavar bien el cabello, ni depilarme. En ese momento Don Antonio sonriendo maliciosamente, abrió otra puerta, y pasamos a una pequeña oficina, y de ahí a una especie de dormitorio, en el que a un lado había un cómodo cuarto de baño, con ducha, lavamanos, inodoro, y hasta un bidet. Fue cuando Don Antonio, me dijo. Puedes darte un buen baño, lavarte el pelo, y sí quieres, hasta te puedes depilar. Ya que aquí tengo bastante agua en las cisternas, para eso y mucho más, además en el botiquín del lavamanos, encontraras jabón, y algo más. De inmediato salió de la habitación, dejándome sola. La verdad es que no lo pensé dos veces, más rápido que inmediatamente, me desnudé, y comencé a ducharme. En el botiquín del lavamanos encontré además del jabón, champú para mi cabello, varias navajas desechables para afeitarse, completamente nuevas, las que mientras me seguía cayendo el agua, por todo mi cuerpo, me fui depilando tanto mis piernas, así como mis axilas, y brazos, y desde luego que también todo mi coño. Creo que estuve casi una hora, bajo aquella refrescante agua, enjabonándome todo mi cuerpo, una y otra vez, incluso hasta me lavé el cabello dos veces. Pero a medida que me duchaba, me puse a pensar en todo lo que Don Antonio, estaba haciendo por mí. Cuando salí de la ducha, envuelta en una pequeña toalla, me lo encontré de frente. Tenía otras cervezas en sus manos, y tras ofrecerme una, nada más por su manera de mirarme, supe que era lo que el viejo sinvergüenza deseaba.
Bueno yo no soy pendeja, ni tampoco una Santa, por lo que de inmediato entendí, que mi viejo vecino, lo que deseaba era acostarse conmigo. Por un instante pensé seriamente, en realmente darle las gracias, vestirme y marcharme. Pero nada más de pensar, que después de eso, tendría que volver a hacer aquellas largas e interminables filas, para comprar la gasolina del generador, y que quien sabe cuándo volvería a darme un buen, y refrescante baño, como el que me había terminado de dar. Sonriéndole seductoramente, agarré la fría cerveza, que me trajo, y mientras me la tomaba. Me podrán creer, que ni cuéntame di, que la pequeña toalla se desprendió de mi cuerpo, dejándome totalmente desnuda, frente a Don Antonio. Antonio dejó de beberse su cerveza, y viéndome con aquellos ojos, que parecían que se le fueran a salir delas cuencas, sin retirar la mirada de mi recién depilado coño, sonriendo me dijo. Así me gusta que sean las personas, bien agradecidas. Y dejando su cerveza sobre la pequeña mesa de noche, al lado de aquella mullida cama, me abrazó nuevamente, y sin esperar que yo terminase de beberme mi cerveza, comenzó abrazarme, acariciando todo mi desnudo cuerpo, al tiempo que también se dedicó a besar, y chupar mis pezones. Si algo yo sé, es que a muchos hombres les encanta, que antes de tener sexo, les den una buena mamada. Por lo que apenas Antonio, me dio un respiro, me separé ligeramente de su cuerpo, y sin esperar a que él reaccionase, me agache. Dirigí mis manos a la cremallera de su pantalón, y tras bajársela, solté su correa, así como el botón de su pantalón, y tras bajárselo lo suficiente, también la bajé sus interiores. De inmediato su miembro apareció completamente erecto, pero antes de ponerme a mamar, con la misma cerveza que me estaba bebiendo, se lo enjuagué. A todas estas Antonio, como que no esperaba, que yo fuera tan agradecida, ya que su rostro reflejaba un enorme asombro. Hasta que suavemente comencé a pasar mis labios, por encima de su colorado glande. Lentamente lo fui introduciendo en mi boca, a medida que el viejo, poniendo sus ojos en blanco, disfrutaba profundamente de aquella sabrosa mamada que le daba. Yo estaba chupa que chupa, bien concentrada en seguir mamando, con la idea de hacer que Antonio, se viniera bien rápido. Y terminar la más pronto posible, con esa pequeña muestra de agradecimiento. Pero de momento, el viejo, sacando su parada verga de mi boca, me dijo. Prefiero, que sigamos en la cama. Yo sin dejar de sonreírle, me recosté sobre la cama, separé mis piernas, ofreciéndole mi depilado coño. Mientras que Antonio, de manera rápida, se quitó los zapatos, y las medias, su pantalón, así como el interior que cargaba. De la misma manera, de forma rápida se quitó su camisa. Quedando tan desnudo, como lo estaba yo. En cierto momento, mientras se fue subiendo a la cama, por su fuerte y profunda manera de respirar, hasta pensé que al pobre viejo, le podía dar un infarto. Pero no fue así, separó mis piernas, y la sorprendida lo fui yo, cuando en lugar de penetrarme, con su erecto miembro, dirigió su rostro directo sobre mi depilado coño, y sabrosamente comenzó primero a lamer los labios de mi vulva, para luego con sus dedos separarlos, y con su boca ponerse a chupar mi clítoris. Lo cierto es que como mi marido, nunca me ha hecho eso, apenas el viejo comenzó a pasar su lengua, sobre la recién depilada piel de mi coño, no sé si fue por el que me estuviera mamando el coño, o porque me produjo tanto placer, al chupar mi clítoris, que no dudo que todos sus empleados me hayan escuchado, gritando de placer, como una verdadera loca. Fue tal la excitación que me produjo, que por primera vez en mi vida, de mi vagina salió un fuerte y abundante chorro, que pensé que le había meado la cara, al momento que gustosamente, disfrutaba de un tremendo húmedo orgasmo. Antonio de inmediato se incorporó, y sonriendo se relamió los labios, diciéndome. Así me gustan, jugositas, y sin decir más, dirigió su erecta verga directamente sobre mi coño. Yo no podía creer que aquel viejo, que en apariencia, no aguantaba un golpe, me hiciera disfrutar de tal manera. Yo no paraba de chillar, y de gemir de tanto placer que Antonio, me estaba proporcionando. Y aunque esperaba que en cualquier momento, se llegase a venir, por un largo rato seguí disfrutando, de todo lo que me estaba haciendo. Hasta que nuevamente, hizo que yo disfrutase de otro salvaje orgasmo. Entre gritos, y gemidos de felicidad. Momento en que él finalmente también se vino, por completo dentro de mi coño. Ambos quedamos exhaustos, pero sumamente satisfechos. Tanto que la verdad es que hasta desee que mi marido, tuviera el mismo aguante que el viejo. Yo estaba más que sorprendida, y hasta deseosa de continuar, por lo que sin pensarlo, volví a ponerme a mamar su ya mustia verga. En cosa de pocos minutos, la reacción no se hizo esperar. Poniéndosele nuevamente bien dura, solo que cuando me fue a penetrar, se colocó a mis espaldas, y nuevamente sentí aquel sabroso y caliente pedazo de carne, metiéndose dentro de mi coño. Pero a medida que Antonio, continuaba metiendo y sacando toda su parada verga de mi coño, comenzó a ir introduciendo sus dedos dentro de mi culo. Cosa que tampoco mi marido, nunca ha querido hacerme, y que porque es algo anti higiénico. Pero por lo visto el viejo Antonio, nunca se ha enterado de eso, ya que al poco rato, en una de esas que, una y otra vez, metía y sacaba toda su verga de mi coño, sacó sus dedos de mi culo, y entre los gemidos y gritos de placer que continué dando, me ha penetrado por el culo. Y aunque me imaginé que haría eso, en cualquier momento. Cuando sentí aquella verga atravesando mi esfínter, al tiempo que con una de sus manos me agarró con fuerza mi coño, me sorprendió. Yo movía mis caderas como una verdadera loca, restregando mis nalgas, contra el delgado cuerpo de Antonio, gimiendo, y chillando como una cerda. Hasta que quizás por la manera en que me tenía agarrada por el coño, o las fuertes envestidas contra mi culo, me hizo disfrutar de otro alocado orgasmo. Cuando me levanté finalmente de la cama, tanto por mi coño, como por mi culo, chorreaba su semen, por entre mis muslos. Nuevamente entre al cuarto de baño, para darme otra refrescante, y reconfortante ducha. Mientras Antonio se lavaba su verga, en el lavamanos. Yo me puse mis apretados pantalones cortos, mi camiseta, y calce mis chancletas, me arregle el cabello, mientras Antonio se vestía, con toda su calma. Al terminar, pensé que volveríamos a pasar frente a sus empleados, y aunque no conocía a ninguno, y realmente no me importaba lo que fueran a pensar de mí, sentí cierta vergüenza. No porque supieran que su jefe yo nos habíamos acostado, sino más bien por los gritos de placer que di. Pero al salir de la habitación, Antonio sonriendo me dijo, coge todo lo que te haga falta, que yo también soy bien agradecido, y cuando termines, sales por aquella otra puerta. Él se dirigió a la tienda, mientras que yo agarré cuanto pude, y lo metí en un gran cubo que encontré vacío. Al atravesar la puerta que Antonio me señaló, me encontré a un lado de su auto, y a él al volante. Esa tarde me llevó a casa, y en el camino quedamos que en la próxima vez, lo llamara antes de ir, para dejarme pasar por la puerta por la que salí. Lo gracioso de todo eso, fue que cuando esa noche mi marido, regresó a casa, y vio que había conseguido no uno, sino dos bidones de gasolina, más el montón de cosas que traje. Ni tan siquiera me preguntó, qué había hecho, para conseguir todo eso, el muy cabrón….


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Si te ha gustado soy sumamente agradecida… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar soy sumamente agradecida…. narrador te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:34) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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