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SUECIA Y MADRID, MADRID Y SUECIA

coronelwinston Relato enviado por : coronelwinston el 09/10/2010. Lecturas: 5831

etiquetas relato SUECIA Y MADRID, MADRID Y SUECIA   Infidelidades .
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Resumen
Steven apretó su polla contra ella y agarró sus pechos con las manos. Empujaba y empujaba. Ros lamía, y lamía. Paula Gritaba de placer. Cuando a Ros le pareció que la polla de Steven estaba más dura que nunca, no la quiso para ella


Relato
SUECIA Y MADRID, MADRID Y SUECIA


Terminamos de comer y recojo mis maletas. Salgo de viaje a Suecia a las 5 de la tarde. Vendrá un taxi a recogerme a la puerta de casa y me llevará directamente al aeropuerto de Barajas. Estaré en Estocolmo hasta el domingo por la noche.
Mi mujer, Rosa, no me acompaña. Trabajo en una inmobiliaria. Firmaré la venta de un terreno que he vendido a unos suecos y regresaré a España sin más dilación. Ella se quedará en casa todo el fin de semana.
Mi última conversación con Rosa, mientras ahogaba el tiempo antes de mi partida, se desarrolló así:

-Ten cuidado. Especialmente con las suecas. ¡No sé para que te marchas hoy jueves, si la firma es el sábado!
-Ya te he dicho que ellos quieren que vaya hoy. Mañana me quieren enseñar un chalet que tienen a las afueras de Estocolmo para que haga unas fotos de el y lo tase. No sé, piensan que tal vez será más fácil vender el chalet aquí, entre la colonia sueca…..aunque me extraña. El tal Mágnum Tomasson está como una cabra. Y tú ¿Qué vas a hacer tan solita y sin mí?
-Pues nada, ver la tele. Cosas de la casa y quizás llame a alguna amiga para que venga a tomar café conmigo. Se me hará muy largo el fin de semana sin ti.
-El domingo regreso. No sé….podías ir a visitar a…
-A María no, se va a Francia. Sin su marido. Cosas de trabajo. Pero algo haré.
-Lo sé. Ya nos lo dijo. Pero tenemos más amigos.
-Bueno ya veré que hago. ¿No te da tiempo a echarme un polvo antes de irte?

Me miro el reloj y veo que son las 3 de la tarde.

-No cielo, no me da tiempo, el taxi estará a punto de llegar.
-¡Al menos, podías haberme dejado llevarte al aeropuerto!
-¡Qué más da! Allí no se puede aparcar y prefiero pagar un taxi con tal de vitarte contratiempos.
-Bueno, prométeme que tendrás cuidado con todo. Me ruega ella.
-Lo tendré. Y tú también.

Me despide con un beso y un abrazo. Tomo mi maleta de viaje en la mano y me marcho. Desde la calle me despido de ella con un último beso lanzado al aire.

Llego al aeropuerto relativamente pronto. Pago el taxi y me voy a tomar café después de comprobar la hora de embarque. Abono mi consumición al oír la llamada a los viajeros y me dispongo a embarcar. Antes de subir al avión llamo a mi mujer y le digo que ya tomo el avión. Me desea feliz vuelo.

Llego a Suecia y tomo otro taxi e indico al taxista el hotel donde me alojaré. Le extiendo una tarjeta con la dirección, pues yo de sueco, nada de nada. ¡Ni falta que hace! Llamo a mi mujer para que sepa que ya he llegado al hotel y que saldré a cenar algo. Ella me dice que ya se puede acostar tranquila.

Madrid, Viernes.

A la mañana siguiente se levanta y queda pensativa ante la perspectiva que la ofrece el viernes. No sabe que hacer. Después de desayunar y ojear unas revistas, ve una película en la TV. Antes de que termine se aburre y cambia de canal. También lo descarta. Pone la televisión por satélite y va curioseando por los distintos canales. Aburrida telefonea a su marido.

-¿Qué tal?, ¡Que tal has dormido en ese hotel?, ¿Lo has hecho sólo o en compañía?
-Hola cielo. No, que va. Estaba sólo y he dormido sólo. No he dormido mal. El colchón es duro.
-¿Sabes algo de los suecos?
-Sí. Les he llamado por teléfono diciéndoles que llegué ayer. He quedado con ellos esta noche. Me invitan a cenar. Mañana sábado iremos a ver el chalet y tomaré las fotos. Supongo que firmarán el contrato y después me iré al hotel, y el domingo a casa. Hoy viernes, al final, no iremos a verlo. Están ocupados con no sé que cosa. Tendré el día libre. ¡Ójala estuvieras aquí conmigo!
-Ten cuidado con las suecas, no me fío de ellas.
-Tranquila, que aunque estos suecos son todos muy liberales, lo que me interesa es el contrato y por ende, la pasta. ¿Y tú que haces?
-Salvando el día. Aburrida. Como una boba. Mirando la tele.
-Sal por ahí y date una vuelta. Ve al cine o vete a tomar algo. O vete de compras.
-Seguramente salga por ahí a tomar algo. Si me llamas y no estoy es que he salido.
-Sal, no seas boba. No tendré que llamarte. Estaré ocupado viendo la ciudad. Pero no vuelvas tarde, y no te lleves el coche, toma un taxi. Los viernes ya sabes como se pone Madrid.
-Bueno cariño, te dejo. Después de comer, saldré a dar una vuelta por el centro. Me gastaré mucho dinero….jajajaja.
-Vale. Ten cuidado y diviértete, que el fin de semana es largo, más largo en la distancia.

Después de comer y ver la televisión un rato, opta por ducharse y después decide vestirse e irse al centro.

Ella se adentra en el cuarto de baño. Se desviste. Bajo los chorros de agua tibia se relaja. Piensa, mientras se seca, que no sabe donde irá. Entra en la habitación y comienza a vestirse. Se regocija viendo su cuerpo desnudo en el espejo y se deleita con la imagen que ve. Satisfecha, se toca un pecho y dice en voz alta” son bellos y están firmes aún”. Extrae del armario la ropa que se va a poner. Decide ponerse vestido. Siempre es más elegante, piensa. Se enfunda unas medias negras sujetas al muslo con bandas de silicona y unas bragas del mismo color. Se ajusta un sujetador negro y penetra en un vestido también oscuro. Se mira al espejo. Se ve más escuálida toda vestida de negro. Se siente guapa. Observa su bonita figura. Guarda dinero en su bolso. Cierra la puerta de la casa y baja las escaleras. Al salir a la calle camina y al ver pasar un taxi lo detiene.

-Buenas tardes señora. ¿Dónde vamos?
-Pues verá no sé muy bien donde quiero ir. Lléveme hacia el centro y ya le diré dónde me quedo.
-Muy bien señora.
El taxista toma rumbo al centro de la cuidad. Al pasar por el casco antiguo le ordena que se detenga. Paga y se baja. Entra en una cafetería reformada y con buena pinta. Se sienta en una mesa y pide café con tortas y nata. Pierde una hora embelesada imaginando a su marido en Suecia.

La tarde del viernes se presenta, para la gente joven, como el comienzo de un largo fin de semana. Para ella también, aunque por distinto motivo. Camina por las calles estrechas del centro y observa una fila casi interminable de gente joven que se agolpa a las puertas de una discoteca. Los mira y recuerda sus años más jóvenes, cuando era una adolescente y apenas había sentido el roce de unos labios en los suyos. Se pregunta cuantas emociones sentirán esa tarde esos jóvenes. Sigue caminando y al llegar a un jardín decide sentarse en un banco un rato. Fuma un cigarrillo y emprende nuevamente la marcha. Se va alejando poco a poco del centro mientras cavila que estaría bien irse a una discoteca. Decidido. Toma otro taxi. Necesita ayuda. El taxista salvador. Ellos conocen todos los lugares de la ciudad.

-¡Taxiii!
-Buenas tardes. ¿Dónde va?
-Pues mire, la verdad no sé. Me gustaría ir a una discoteca, pero no sabría indicarle cual.
-¿Si yo la puedo ayudar?
-¡Por supuesto que si! Tal vez usted conozca una discoteca donde pueda ir, no muy lejos, que no haya problemas, seria, y por supuesto, de fiar. Y claro, que yo no esté fuera de lugar.
-Conozco una. No está muy lejos y (mirándose el reloj) ya está abierto desde hace poco más de una hora.
-Bien. Lléveme allí. Me fío de usted. Conoce mejor que yo este dichoso y agobiante Madrid.

Llegan a la puerta de la discoteca. Hay un conserje o un portero. Ella, lejos de entrar a toda prisa, se toma su tiempo. Mira su reloj. Piensa que el tiempo pasa muy deprisa y lo relaciona con la vida misma. Al fin se decide y accede al interior de la discoteca. Mira, una vez dentro, si hay alguna mesa libre. No tiene suerte, todas están ocupadas. Decide irse a la barra directamente y pedir una consumición al camarero que deambula en un ir y venir entre vasos y botellas.

-Buenas tardes. ¿Qué va a tomar?
-Un Wisky con limón, por favor. ¿Sería tan amable de indicarme los aseos?
-Al fondo. Gire el pasillo a la izquierda y la tercera puerta de la derecha.
-Gracias. Déjeme la copa aquí, ahora vuelvo.

Se dirige con paso firme hacia el fondo de la sala. Va pensando en sus 40 años. Allí la gente es más joven. Se ve fuera de lugar. Ve un pasillo y se adentra en él. Cuenta las puertas mentalmente (una, caballeros, señoras) y entra en el baño. Accede a la última cabina y cierra con el pasador. Deja su bolso en el suelo. Levanta su vestido hasta la cintura, baja su elástica negra y poniéndose en cuclillas orina. Observa, al mirar hacia un lado, un agujero en la pared. Se pregunta si alguien la estará observando e instintivamente pone un dedo sobre él. Termina y se limpia con papel higiénico. Sube sus bragas y baja su vestido. Lo atusa. Toma su bolso y se dispone a abrir el pasador de la puerta. Gira sobre si misma y se agacha hacia el agujero. Ve claridad. Es grande. La curiosidad puede más y decide echar un vistazo. Tal vez encuentre a otra mujer haciendo sus cosas. Pero no, no puede ser, ella ha entrado en el último baño. Tal vea sea el de caballeros. Decide echar un vistazo para saciar su curiosidad. Se agacha y alguien se mueve del otro lado del agujero. Se retira de inmediato. Quizá la estén viendo asomarse. Vuelve lentamente a acercarse y por fin observa algo. ¿Carne?, se pregunta, ¿Pero qué carne? ¿De qué parte es? Descubre una cintura seguida por dos piernas. Está con los pantalones caídos y se encuentra de espaldas a ella. La figura se aleja un poco y ve un culo. No se mueve. No es capaz de averiguar que estará haciendo. No le cabe duda que es un hombre, pero ¿Qué está haciendo? Lo descubre rápidamente. El se gira violentamente y ante su mirada aparece un pene gritando de placer. El líquido blanquecino se estrella contra la pared donde está situado el agujero. Ella se aparta pensando que puede recibir un impacto. Oye gemidos. Mira otra vez. Divisa la polla empinada sujeta por la mano de la figura. Los testículos de ese personaje están como una pelota. La polla es acariciada por un trozo gigantesco de papel higiénico con el que se limpia. El individuo sube sus calzoncillos, se coloca el titán hacia un lado, aún duro, y amarra los pantalones a su cintura. Ella sale del baño a toda prisa. Nerviosa. Excitada. Se queda en la puerta observando para ver quien va a salir del baño de caballeros. Piensa que quien sea se tendrá que lavar las manos. Está de suerte, no sale nadie de momento. Pasa medio minuto y ya está impaciente. Tal vez el “pajero” haya salido ya. Está tanteando la posibilidad de entrar al baño de hombres. Su curiosidad puede con ella. Necesita averiguar quien se ha masturbado en el aseo.

La figura de un joven de unos 20 o 21 años aparece en la puerta. Viste pantalón vaquero y camisa blanca por fuera del pantalón. El la mira al salir. Ella también lo observa. Se pregunta si esa polla descarada pertenecerá a ese individuo. Como sin quererlo, le pregunta....

-Disculpa. ¿Queda alguien más en el baño?
-El de usted es la puerta de al lado. Contesta extrañado el joven.
-No verás, es que estoy esperando a un amigo y no sé si ha salido ya o aún está ahí dentro.
-No me he fijado, pero si quiere, entro y se lo digo. ¿Cómo se llama su amigo?
-¡Oh! no tiene importancia. Duda. Al final decide. Bueno, eh....se llama Alfredo.
-Un momento señora, enseguida salgo.

Escucha la voz escandalosa del joven. “Alfredo, está Alfredo por aquí. Te buscannnnn...” Al cabo de un instante el que supone poseedor del cañón lanzador aparece de nuevo.....

-Señora en el baño no hay nadie. Yo diría que cuando he entrado tampoco había nadie. Y he estado un rato, y la verdad, no he oído a nadie. Ya sabe.
-Bien, se habrá ido. Eres muy amable, muchas gracias. Iré a buscarlo a la barra, seguramente estará allí.
-La acompaño. Yo también voy a la barra, y sonriendo añade, a pedirme una copa, ya sabe.

Ella le devuelve el gesto de sonrisa y camina hacia la barra. El la sigue medio metro detrás. Ella se gira y le ve allí, caminando cual sombra del vestido negro. El descarado muchacho va tratando de penetrar con su mirada a través de la tela del vestido. Trata de averiguar si llevará bragas, tanga o nada. “No está mal esta tía para ser vieja” piensa el joven desvergonzado.
Llegan a la barra y ella se encarga de su copa. El pide una copa, la toma en la mano y se gira para observar a la gente. Ella le mira de reojo. El vuelve la cabeza hacia donde está situada y la sonríe mientras da un trago largo de su copa. El joven se pregunta donde estará el tal Alberto, Alfredo…. o como se llame, pues ella está sóla.”Al pedo” con el Alfredo, piensa mientras se ríe de su broma. Saluda con la mano a un grupo que ha divisado en un extremo de la sala y parte hacia ellos. Ella le sigue con la mirada entre la multitud. “Ahí va esa polla relajada”, piensa sin perderle de vista. No se aparta de la cabeza la imagen proporcionada por ese individuo. Siente entre sus muslos calor. Bebe otro trago y sigue observando al individuo, que ahora besa a dos chicas y saluda efusivamente a dos amigos más.

Se va abstrayendo poco a poco del gentío que la rodea. Ha terminado su copa y decide fumar y pedir otra más. Toma la nueva copa en su mano y resuelve andar un poco entre la gente. Tropieza con un joven primero, luego con otro, y al fin observa como una pareja se marcha dejando una mesa libre. Les pregunta si se van y ellos responden que sí. Se siente extraña en ese lugar. Toma asiento y deposita su copa, el paquete de tabaco y el mechero, sobre la mesa. Vuelve a divisar al grupo de la polla. Se ríe de su gracia. Se pregunta porqué lo llamará así si esa polla ya tiene cara. Vuelve a pensar en la polla del individuo. Los flujos vuelven a mojar el interior de su braga. Con decisión llama a un camarero que pasea por allí y le dice que guarde su mesa, que va al baño. Se encamina a paso ligero cuando se lo permite la multitud. Por fin llega. Al ir a entrar oye una voz a su espalda.......

-¡Hola!
-Hola. Contesta sin interés.
-Las copas, ya sabe. El adusto y descarado joven siempre riendo.
-Siiii. Medio sonríe al ver de nuevo al portador de la polla.


Ella entra en el baño y se dirige al que ha ocupado anteriormente. Empuja la puerta pero esta no se abre. Hace ademán de ir a otro, pero espera. A los dos minutos aparece la “momia de tutancamon”. ¡Mira que es fea esa chica!, piensa. Penetra en el interior del baño y cierra la puerta. Mira el agujero. Si, claro, todavía está allí. Vuelve a agacharse y mira hacia el interior. No hay nadie. Deja el bolso en el suelo y levanta su vestido. Introduce la mano derecha en el interior de su braga y comienza a masturbarse. Cierra los ojos y recuerda la polla antes vista. Se excita. Frota mansamente su clítoris del que espera una respuesta más contundente. Se imagina si alguien la estará observando desde el otro lado. Decide que si hay alguien, que lo vea bien ya que no van a ver su cara. Separa su cuerpo más de la pared para así ofrecer una visión más amplia y baja sus bragas hasta las rodillas. Con los ojos cerrados, acuden sin final, multitud de imágenes lascivas, pero no lo suficientemente excitantes para que ella llegue al orgasmo. Se proporciona un poco de placer y abandona su masturbación. Limpia su mano con papel higiénico y sale de la cabina. Se lava las manos y sale del baño. Camina hacia la barra y se gira al oír una voz....


-¿Qué?, ¿Usted también anda suelta?
-¿Cómo? Responde ella.
-¡OH! perdón. Quería decir que nos funcionan bien los riñones.
-Sí. Eso parece. Dice mecánicamente alarmada por el encuentro con el pajero desvergonzado.
-Ya. Y oiga ¿está usted sóla?
-Sí, la verdad. Mi amigo se ha marchado.
-¿Y ha osado dejarla aquí?
- Yo no quería marcharme aún.
-Hace usted bien. Diviértase. Ya sabe. ¡La noche es joven!

Era un tanto fresco ese mozalbete. Tal vez querría enrollarse con ella. Tal vez era amable. ¡Qué coño sabía ella! Le doblaría la edad probablemente. Se dijo que no lo pensaba averiguar. Al mirarle a la cara vio nuevamente su polla, escupiendo a la pared, con desprecio, con ira.


-Oiga, ¿Si usted quiere…. yo estoy con unos amigos y.......?
-Muchas gracias, pero no te preocupes, me marcharé en un rato. Sólo he venido a ver el ambiente.
-¿Y al baño? Añadió el joven con sonrisa burlona.
-Si. Y al baño. Rió ella también.

Tomó asiento en su mesa y encendiendo un cigarrillo, observó como se alejaba el joven. Lo siguió con la vista hasta que llegó al grupo de amigos. Contó el grupo y decidió que el joven estaba sólo, sin pareja. Había dos chicos jóvenes cómo él y dos chicas algo más jóvenes que ellos. Pensó en su polla otra vez. Se enfureció al recordar las palabras del joven....”Y al baño”, ¿Que querría decir?, ¿Que la había visto masturbarse? Bueno, ¡Qué más daba!, ella también le había visto a él. Por otra parte, ¿Qué le iba a reprochar ese jovenzuelo? Le daría un tortazo. Se sonrió otra vez al recordar la prepotencia de aquella polla erguida y se dijo que tal vez volvería a masturbarse si había visto como lo hacía ella. Decidió que si le veía ir nuevamente al baño le seguiría para expiarle. El joven charlaba animosamente con el grupo y de vez en cuando miraba hacia donde ella se encontraba. Se violentó. Pensó que tal vez ese joven sí la vio masturbarse y ahora se lo contaba a sus amigos. Se agitó al ver como el muchacho se acercaba con paso decidido hacia ella.
-Perdona. Les he dicho a mis amigos que no tengo ganas de bailotear más y que me venía a sentarme un rato aquí. ¿Supongo que no te molestará? ¿Y no te molestará que te tutee?

¡Vaya, ese joven ya la tuteaba! Era un descarado. Propio de su juventud, pensó.

-Es que no hay sitios libres. Dijo él al ver el silencio que ella mantenía.
-Es igual, no tiene importancia. Me voy a marchar enseguida.
-¿Tan pronto? No son más de las......
- Sí, pero es igual. Ya he tenido bastante.
- Bueno yo me llamo Steven. Dijo tendiendo la mano que ella estrechó no sin cierta repugnancia.

Y ante la cara de sorpresa de ella.....

- Steven. De Steven. O Esteban. De Esteban. El rió su gracia.

Definitivamente ese chico, que casi podía ser hijo suyo, era un arrogante. Y un gracioso creído.

-¿Y tú?
-Ros. De Rosa…. rosae. Dijo ella siguiendo la broma empezada por el joven.

El también rió la gracia de ella.

-En serio que me llamo Steven, pero esos, señalando al grupo, me llaman Esteban. Es más cómodo. ¡Son unos cachondos!
-Si, yo también hablo en serio. Me llamo Rosa. Mi marido se llama Roberto.
-¿Tu marido?, ¿Estás casada? y ¿Dónde esta él?
-Si. Estoy casada. El anda en Suecia ahora mismo.
-¡Vaya, en Suecia! ¡Que suerte! ¡Con la cantidad de suecas que habrá en Suecia!
-Pues sí, y suecos, me imagino.
-¿Es gay tu marido?
-No, que va. ¿Por qué preguntas eso? ¿Qué te hace pensar que el es gay?
-¡Como dices eso de “suecos”!
-Claro, si hay suecas también habrá suecos.
-Si, es lo normal. Lo contrario sería extraño. Ya sabes. Y añadió… Pero dime, ¿Qué te ha hecho venir aquí?, tú eres un poco mayor para este ambiente, ¿no?

¡Vaya con el joven impertinente! Ahora resulta que soy mayor para este ambiente. ¿Me pregunto si seré lo bastante mayor para darle una bofetada? ¿Seguro que si le comiera la polla no sería tan mayor? Pensó ella mientras en su cara se manifestaba su asombro.

-Bueno muchachito, tengo 40 años y no me considero mayor para este ambiente, la prueba la tienes en que sólo he venido a tomar una copa y a mirar.
-Y ¿Has mirado bien?
-¿Qué quieres decir? Dijo ella alarmada.
-Nada. ¿Qué si has visto todo lo que querías ver? Ya sabes.
-Casi todo.
-¿Te falta algo por ver?

Ella se puso muy nerviosa. Tenía la sensación de que aquel energúmeno sabía que ella le había mirado a través del agujero del baño, es más, llegó a pensar que él también la había visto a ella masturbándose. Decidió averiguarlo, sin más.

-Hombre, todo lo que quería ver lo he visto….. y algo más.
-¡Ah, claro! El baño. Dijo él.
-¿El baño?, ¿Qué quieres decir?
-Que has visto la sala, la barra de la disco, el baño, la otra barra......
-¿La otra barra? Preguntó ella extrañada.
-¡Claro, la otra barra!
-Perdóname, pero no se muy bien a qué te refieres.
-Pues yo creo que sí lo sabes. Ya sabes. La otra barra. La que has visto en el baño.

Ella se turba. Ya no tiene dudas. El sabe que ella ha estado mirando por el agujero.

-Mira, no te alarmes. Con confianza. Yo se que tu has ido al baño dos o tres veces, y me imagino que habrás visto “la otra barra”.
-¿Pero a qué te refieres? Insiste en la pregunta con nervios de colegiala.
-¡Vaya! ¿Así que tú no has ido a esa barra? Todos vamos.
-¡Yo no he ido a ninguna barra! ¡Pero ya estoy harta de tanta barra! ¿A qué barra te refieres?
-Bueno, mira, en el baño hay una señora, a la que entre nosotros conocemos por el nombre de “La otra barra” o La barra, simplemente. Ella, aparte de ser la encargada de los baños, también lo es de suministrar pastillas y porretes a quien lo desea. Es del dominio público. Ya sabes.

Ella respira aliviada. Jamás pensó que el chico se refiriera a eso. Pensaba que se refería a que le había visto la polla. Su barra.

-! Vaya! Exclamó más relajada, ¿Así que os suministran porros y pastillas?
-Si. El que lo quiere, se lo compra a esa señora. ¿Quieres un porro?
-No. Yo sólo fumo tabaco nicotinado. Jode más los pulmones.
-Bueno. Es otra forma. Ya sabes.
-¿Es otra forma de qué?
-Pues de fumar, naturalmente. Sólo que con ese tabaco tuyo no te colocas, y extrayendo un cigarro del bolsillo de la camisa, con esto sí.
-¿Qué es eso?
-Un porro naturalmente. Ya sabes.
-¿No te lo fumarás ahora?
-No. Pero si quieres puedes venir al baño conmigo y nos lo fumamos entre los dos. Es allí dónde fumamos. Aquí no podemos. ¡Si te ven los gorilas te echan a la calle! Ya sabes.
-¡Estás loco!
-Que va. Ven conmigo, verás que bien.
-¡De eso nada! Ya me voy a ir.
-Espera. Ven conmigo y te enseño algo que no has visto antes. Ya sabes.

La curiosidad llama su atención de nuevo. No sabe a qué se refiere el tal Steven.

-Ven, verás que no te arrepentirás.

El se levanta y espera que ella le siga.

-Ven mujer. No pasa nada. Te voy a enseñar algo para que te entretengas.
-Está bien, iré. Pero no te fumes el porro. Y deja de decir “ya sabes”, parece una estupidez.
-Ya sabes. Repite él riendo.

Se encaminan al baño y al llegar ella observa a la señora, la barra, piensa. El joven Steven se dirige a la señora...

- ¿Está libre el 15?
- No se. Creo que sí. Espera voy a ver.

Ella se adentra en el baño de los hombres y en seguida sale.

- Si. Está libre. ¿Vais a entrar?
- Sí. Responde Steven.
- Pero, pero.... ¿Cómo voy a entrar en el baño de los hombres? Dice ella.
- Tranquila, puedes entrar sin problemas. Yo estoy en la puerta y nadie más entrará en el 15. Responde la señora. Nadie sabrá que estáis fumando.

Steven la toma de la mano y la arrastra literalmente hasta el interior del baño. El 15.

Al entrar observa que es una baño normal, uno más, se dice. Pero observa un agujero en la pared. Steven ha encendido el porro. Ella se agacha un poco y ve el agujero, cree que del otro lado hay alguien, pero no mira.

-¡Oh si! El agujerillo. Es divertido. ¡No sabes la cantidad de cosas que se ven a través de él! Ya sabes.

Y dándola el porro para que fume o lo sostenga, se agacha a mirar por el agujero. El ve alguien al otro lado. Mira y mira. Levanta la cabeza y dice.....

-¡Mira, mira! Agáchate. Echa una mirada. Pero no hagas ruido. Ya sabes.

Ella se agacha a mirar y puede ver a una chica joven. La ve de cintura para abajo. Lleva unas bragas azuladas. Las tiene caídas hasta medio muslo. Con la palma de la mano tapa, no en su totalidad, un matojo de pelos negros. Se está masturbando. Ella se levanta y mira a Steven, que tiene los ojos rojillos y está alegre y desencajado. Le mira con desprecio.

-¿Esto es lo que vienes a mirar aquí?
-No, que va. Cuando vengo, echo una mirada, como ahora. A veces no hay nadie. Otras, sin embargo veo cosas como esta. Otras, sólo veo a una chica mear. No soy un mirón. Ya sabes.

El se agacha nuevamente y vuelve a mirar. Ella sostiene el porro en la mano. Sin darse cuenta se lo lleva a la boca y aspira una calada profunda. Se traga el humo. Cree que se marea. El gira la cabeza y la ve. Toma el porro de su mano y absorbe más humo. Ella se fija que él se ha empalmado.

-Buf, no sé como podéis fumar esto. Esto marea. Y huele raro. ¡Estás loco!
-Si. Pero es inofensivo. Las pastillas son peor. Yo fumo un par de ellos cuando vengo a esta discoteca. Ya sabes. Para entrar en ambiente.
-Y vienes al baño a mirar para empalmarte.
-No que va. Vengo a fumar, en la sala no podemos hacerlo. De paso miro y si veo lo que estoy viendo ahora, pues a veces me hago una paja. Ya sabes. Dice tan fresco.

El descaro del joven Steven va en aumento. Ella se sorprende y se pregunta hasta donde puede llegar con su insolencia.

-¿Te haces una paja?
-Claro. Antes he venido y me he hecho una. He visto a una tía haciéndose otra paja y me he puesto muy cachondo. No lo he podido resistir. Esa tía sabía lo que hacia, quiero decir que se masturbaba con seguridad. Con maestría. Ya sabes. Pero no ha terminado, al menos eso creo.
-No me puedo creer lo que me dices. ¿Qué pasa, no tienes una chica con la que salgas? ¿Eres un pajero?
-No. Me gusta una amiga de las que están fuera bailando, se llama Paula. Pero no me hace caso. Está buenísima. Luego te la presento, verás que tengo razón. Ya sabes.

Se agacha nuevamente a mirar por el agujero y la toma del brazo. La agacha con él. Retira su cabeza y deja que ella mire. La chica del otro lado penetra su coño con dos dedos y debe estar al borde de correrse, pues flexiona ligeramente las piernas una y otra vez. Si, efectivamente, se corre. Ella nota en su interior la humedad del deseo. La chica ha terminado de correrse y permanece con la mano encima de su pubis. Levanta sus bragas azuladas y las acomoda. Después sube un pantalón vaquero que abotona a su cintura. Vacía la cisterna y sale del baño. Ella piensa que en ese baño hizo lo mismo que acaba de ver. Se gira y descubre a Steven con la polla fuera del pantalón y meneándosela. El porro le cuelga de la boca y se lo da a ella.

-¿Pero…. pero qué haces?
-¡Es que me ha puesto cachondo esa tía! Ya sabes. La conozco.
-Pero…pero no estás sólo. ¿No te da vergüenza? Guarda eso y vámonos de aquí. Yo me marcho ahora mismo.
-¿Quieres tocarlo un poco?
-¡Que dices hombre! Vámonos de aquí. Yo me marcho.
-¿Quieres que te toque a ti?
-¡Tú eres un descarado!
-¿Y tú qué?, ¿No te masturbas de vez en cuando? Ya sabes.
-Yo, yo, pues veras, yo......! A qué viene eso!
-Esa chica que ha venido a masturbarse es Paula. Lo sé.
-¿Paula? ¿Cómo lo sabes? ¡Si no las has visto la cara! ¿Acaso lleva escrito el nombre en las bragas?
-Lo sé, porque ella, siempre que venimos a esta discoteca, viene a masturbarse. Además, hoy sé que lleva las bragas azules. ¿Qué? ¿No te animas a tocarme la polla?
-Adiós. Me marcho.

El sujeta la puerta con el brazo y abandona su polla. La atrae hacia él y la besa. Ella forcejea, pero poco y sin convicción. La perturba la desvergonzada actitud de Steven. Se deja besar, su excitación así lo suplica. El agacha su mano y la mete por debajo de su vestido. Mantiene la polla fuera. Tiesa. Palpa sus medias y sus muslos y llega con prontitud al centro de sus bragas. Sigue besándola. Ella no corresponde, pero se deja hacer. Introduce una mano dentro de las bragas y toca su coño. Toca su raja, que nota empapada, y la lleva hacia atrás todo lo que se lo permite el vestido. Busca su ano. Rosa respira hondo cuando la boca de Steven la libera.

-¡Oh Dios!, ¡quítate las bragas! Dice él seguro de su conquista.
-Noooo, no me quito nada. Vámos, déjame salir de aquí, ¡descarado!
-Quitate las bragas para que te pueda tocar mejor.
-¡Estás loco!
-Lo estás deseando. Mira, mira mi polla…… ¿Ves?... ¿Ves como está de dura?
-¡Déjame salir de aquí!
-¡Quitate las bragas! Déjame que te toque mientras me pajeo. Ya sabes.
-¡Estás emporrado!

Steven se acerca a Ros con su miembro fuera de su pantalón y la besa otra vez. Ahora sus besos son más prolongados y audaces. Ahora ella corresponde o al menos no dificulta el deleite del muchacho. Se excita más y está deseosa de tocar ese nabo duro. El vuelve a intentar ingresar la mano bajo el vestido.

-Espera. Dice Ros con voz de mando pero aceptando su derrota.


Ros se separa de él, y levantando un poco su vestido, tira de su braga hacia abajo. No sabe muy bien por que, pero lo hace. Se desploman al suelo. Saca sus piernas de ellas. Steven vuelve a la carga y levanta el vestido hasta su cintura. Descubre unas piernas ingresadas en unas medias negras. Son preciosas, piensa. El coño de ella clama castigo. Quiere correrse. Antes se quedó con las ganas. El arrima su polla a su coño, lo hace torpemente y tropieza con la barrera de su vello púbico, más frondoso alrededor de sus labios. Ros se retira de su polla. Pero él vuelve a la carga y planta su capullo hinchado a las puertas de la gloria. Quiere llegar a sus pechos, pero el vestido se lo impide y trata de quitárselo allí mismo. Error. Ella se separa de nuevo de ese cuerpo atrevido. Pero él vuelve a tomarla y abre las piernas de ella más, para tocar mejor. Ahora si ha topado con el clítoris de ella. Siente placer y abre la boca. El pasa sus dedos por su raja, a la vez que los introduce y los saca dentro del coño. Ros toma esa verga en la mano y la aprieta. Está excitada. El parece que va a estallar. Retira la mano de Ros de su polla y se la menea con fuerza. Ella se agacha en cuclillas y besa sus testículos. Observa como una gota comienza a aparecer por el agujero de esa cabeza. Abre su boca y se la introduce dentro. El se abandona y deja sus brazos relajados. Ella la absorbe con disciplina y sabiduría. Con rapidez. Esa polla está dura, muy dura, pero no eyacula. Steven gime. Se aprieta contra su boca, como si quisiera llegar hasta la garganta de ella. Un espasmo acompañado de un golpe ligero en el paladar avisan a Ros que se está corriendo. Trata de apartar su boca, pero él se lo impide. Aprieta su cabeza contra su polla. Afortunadamente para ella, su corrida es corta. Apenas unas salvas, de lo contrario cree que hubiera vomitado allí mismo, pues ya le daban arcadas cuando el empujó su pene hacia dentro de su garganta. Se levanta del suelo y deja caer su vestido. Coloca ligeramente sus medias mientras él se guarda la polla que aún se mantiene erecta. El toma las bragas negras de ella y las guarda en el bolsillo del pantalón vaquero. Ella ni se da cuenta de aquello.

-¿Nos vamos, Ros?
-Si. Vámonos de aquí. No sé que me ha pasado. Pensarás que soy una golfa. Dice aturdida pero excitada.
-Pues yo si sé lo que me has hecho. Ya sabes. Y además, excelentemente. Y yo no pienso nada. Me la has comido y ya está. Ya sabes. Aunque yo te hubiera follado. Y a ti no te hubiera importado, pero la noche es joven, vieja.
-Bueno, pero eso no es...no sé como ha podido pasar. ¡Tienes mucho morro! Dijo ella adoptando una frase juvenil.
-No le des más importancia. Me has comido la polla y ya está. Esto lo hago muy a menudo con mis amigas y no pasa nada. Te hubiera follado aquí mismo, pero es muy incomodo ¿No?

Ese Steven, ahora resultaba escrupuloso. Incómodo follar en un baño. ¿Qué sabría él de los lugares donde ella había follado? ¿Qué sabría él de cómo y con quien, y con cuantos lo había hecho ella?

Se alejaron hacia la mesa y tomaron asiento en ella. El camarero les sirvió dos copas más. Ella estaba algo mareada, violenta, pero lanzada. Sería el porro, pensó. Se liberó de inmediato de todos sus pudores. Ya no quería irse, ya no quería marcharse de allí. Quería más. Quería ser follada.
Los amigos de Steven, entre ellos Paula, se acercaron a la mesa donde se encontraban......

-Ey, Steven. Creíamos que habías desaparecido. Dijo Lolo.
-Si. Ya no te dábamos aquí. Dijo sonriendo Paula.
-En cambio yo a tí si te daba aquí. Ya sabes. Contestó Steven.
-¿Nos podemos sentar con vosotros? Pregunto Albi.
-¿Te importa Ros?
-No, que va. Dijo ella abstraída.

Tomaron asiento Albi, Paula, Lolo y Visi que se unieron a Ros y Steven. La conversación giró en torno a que tenían hambre y no sabían dónde dirigirse a saciar su apetito. Ros dijo que ella se marchaba, y Steven unido a Paula, le pidieron que no lo hiciera, que se fuera con ellos a cenar. Decidieron todos salir de la discoteca y marcharse a cenar. Cerca de allí, cenaron, bebieron y hablaron. Lolo y Visi se marcharon. Ella tenía que irse a casa pues el sábado trabajaba. Lolo la acompañó y quedó en llamar más tarde a Steven para ver que hacían después. Albi se empezó a encontrar mal y decidió que ya era hora de irse a casa, su estomago no le perdonaba los ríos de alcohol que había ingerido. Así lo hizo.

Steven, Paula y Ros abandonaron el restaurante donde habían cenado y caminaron un largo trecho. Ros les dijo que se marchaba pero ellos no querían deshacerse de ella. Ros insistía en irse y abandonarlos. Paró un taxi y se montó en el. Steven y Paula también lo hicieron.

-Pero bueno, ¿Dónde creéis que vais? Dijo Ros
-¡A acompañarte a tu casa! Respondió Steven. No tenemos nada que hacer. Ya sabes.
-¿Dónde les llevo? Preguntó el taxista.
-A la Ronda de Sobradiel, por favor. Dijo Ros

El taxi se puso en marcha y no tardó mucho en llegar. En la puerta de su casa, intentó en vano deshacerse de ellos, pero no había manera.

-Es muy tarde ya. Os invito a tomar algo y os marcháis. ¿Qué van a decir los vecinos si me ven llegar con dos jóvenes de apenas 20 años?
-¡Que van a decir! Ya sabes. Contestó Steven.

Entraron en la casa y Paula pensó que menuda casa tenía esa tía. Se acomodaron en el salón y ella les sirvió unas copas. Paula pidió ir al baño mientras Steven sacó del bolsillo de su camisa un nuevo porro.

-¡Eh, Paula! No hagas lo de antes en el baño.
-¿Lo de antes?, ¿Qué he hecho yo en el baño?
-Ya sabes. Contestó Steven dando una angustiosa calada a su porro y pasándoselo a Ros que no hizo ascos.
-No, no sé. ¡Explícate!
-Paulina. ¡Déjalo! ¡Cuándo quieres ser tonta lo consigues rápidamente!
-Anda, Paula, ve al baño, que os tenéis que marchar. Dijo Ros.

-Ros, ¿Porqué no me ayudas a enrollarme con Paula? Dijo Steven una vez sólos.
-Ayudarte. No veo como puedo ayudarte.
-Si. Me podrías hacer un gran favor.
-Explícate.
-Veras. Si quisieras, ahora cuando ella vuelva, me podías dejar que te besara, para así darle celos, pues yo se que le gusto. Tal vez despierte sus celos y me tome más en serio.
-¿Besarme?, ¡Tú crees que las mujeres sómos idiotas!
-No, yo no creo nada. Ya sabes. Sólo pienso que tal vez demuestre sus celos y ese será mi momento.
-Bueno, tú sabrás. Un beso no te lo negaré. Ya te he besado antes. Pero así no vas a conseguir lo que pretendes. Tal vez todo lo contrario.

Regresa Paula del baño y se sienta en el sillón. Steven se acerca a Ros y sin mediar palabra la besa en la boca apasionadamente. Ella corresponde como merece un beso así. Paula los mira y queda perpleja. Steven trata de apartarse de Ros, pero esta se lo impide y vuelve a besarlo en la boca.


-Vaya, vaya. Dijo Paula. ¿No sabía yo que esto estuviera así?
-Estar ¿Cómo? Preguntó Steven.
-De esta manera. Vosotros dos besándoos. Me marcho de aquí.
-No, no te marches Paula. Te vamos a dar un argumento para que realices tus fantasías sexuales. Dijo Ros cada vez más desinhibida.


Sentada sobre el sillón, ahuecó la cintura y levantó su vestido hasta sus caderas. No se dio cuenta que no llevaba las bragas puestas, aunque al descubrirlo, esto no la ruborizó, por el contrario la excitó aun más. Ella estaba emporrada.

-¿Me vas a enseñar a masturbarme tal vez? Preguntó Paula con cierta ironía.
-No querida. Te voy a proporcionar una clase extraordinaria.

Y girándose a Steven, lo desabrochó el pantalón y extrajo su verga, la tocó mientras miraba a Paula que estaba desencajada. Bajó su piel y la subió. Se introdujo el miembro en la boca y empezó a chuparlo. Steven se desabotonó la camisa y se la quitó. A duras penas pudo bajarse los pantalones y calzoncillos. Quedó desnudo. Paula miraba absorta a Ros, que no sólo chupaba sino que además, con la otra mano se acariciaba su coño.

-Vamos Paulina, ven y toca tú también, o ¿Prefieres hacerte una pajita mientras miras? Dijo Ros.
-Si Paula, ven. Dijo Steven. ¡Chúpamela tú también!
-¡Estáis locos! Replicó ella. Yo me marcho ahora mismo de aquí. ¡Estáis colgados!
-No. No te vas Paula. Tú no quieres irte. Dijo Ros. Quítate las bragas y dámelas.
-No me quito ninguna braga. Estáis pedos los dos.
-¿Acaso tú no lo estás Paula? Preguntó Steven.
-Tanto como vosotros, no. Yo aún controlo las situaciones.
-Ese es tu problema. Que tú controlas. Dijo Steven. Ya sabes.
-¿Qué quieres decir? Preguntó ella.
-Nada. Que dejes de controlar y te unas a la fiesta. Dijo él.

Ros se puso en pie, ahuecó su vestido y lo sacó de sus hombros. El vestido resbaló por su cuerpo hasta el suelo. Desabrochó su sujetador negro y lo tiró hacia cualquier lado. Sus hermosas tetas empantanaron la vista de Steven. Se recostó en el sillón y le ordenó que la besara.

-Steven, ¡bésame las tetas!
-Ahora mismo te beso lo que quieras. Ya sabes.

El besaba sus tetas y ella jugueteaba con su polla y sus huevos. El quiso incorporarse para lamerla el coño, pero ella no se lo permitió. Arrimó la polla dura de él a la entrada de su coño y mirando a Paula, dijo.....
-Empuja Steven, ¡Fóllame! Estoy muerta de deseo. Paula ven y bésame las tetas mientras Steven me folla.

Ella dudaba en ir. Había bajado su mano hasta su entrepierna y no sabía que hacer con ella. Ros la miró como una madre mira a una hija y le tendió la mano. Paula se acercó a ellos. Steven se apretaba contra el coño de Ros una y otra vez.

-Desnúdate. Participa de esta fiesta. Steven te desea.

Paula se quitó en un santiamén toda la ropa que llevaba puesta y quedó desnuda. Steven la miro y sonrió.

-Oh Paula, no sabes lo bien que me lo estoy pasando. ¿Cuántas veces hemos podido hacerlo nosotros y nunca has dado pie a ello? Dijo él.

Ella se acariciaba su clítoris mientras miraba el ardor que ponía Steven follándose a Ros.

-Ahhhh Steven, avísame cuando te vayas a correr. Dijo Ros.
-Aún me queda para rato. Dijo él. Ya sabes.

Ros lo empujó hacia atrás y él se separó preguntándose porqué ella habría actuado así. Se puso en pie y les dijo que la siguieran a la habitación. Ellos lo hicieron. Allí, Ros empujó a Paula a la cama y la tumbó en ella. Se arrodilló delante de la joven y ordenó a Steven que se la metiera por detrás mientras sus labios se acercaron al coño de Paula. Steven apretó su polla contra ella y agarró sus pechos con las manos. Empujaba y empujaba. Ros lamía, y lamía. Paula Gritaba de placer. Cuando a Ros le pareció que la polla de Steven estaba más dura que nunca, no la quiso para ella. Se la entregó a Paula que la recibió con las piernas abiertas y gritos de placer al ser penetrada por Steven. Ros se situó detrás de Steven y le tocaba los testículos mientas el follaba. Dio un bufido y se corrió dentro del coño de Paula. Ella lo agradeció aliviada de tanta tensión. También se corrió. Quedaron tendidos en la cama los tres. Sin hablar, sin preguntas estúpidas.

Ros, al fin se puso en pie. Su voz sonó clara y con mando.

-Hoy es viernes. ¿Tenéis que volver a casa o quizás podéis quedaros a dormir a aquí?
-Yo no tengo problemas, vivo sólo, contestó Steven.
-Quisiera quedarme Ros, pero mis padres......se lamentó Paula.
-¿Trabajas o estudias Paula? Preguntó Ros.
-Estudio.
-No te preocupes, llamaré por teléfono y les diré que soy tu profesora. Que nos hemos encontrado y que te vienes a mi casa, a pasar el fin de semana, con el objeto de que me ayudes a hacer un trabajo para la clase del lunes de...........
-¡Historia! Aulló Paula.
-Historia. No se hable más. Soy muy convincente.

Ros acercó el teléfono a Paula. La conversación fue rápida y clara. Ella facilitó los dígitos del teléfono de aquella casa para posteriores comprobaciones por parte de sus padres. Cuando se hubo despedido de su madre, pasó el auricular a Ros quien también colaboró en la mentira.

Ros colgó el teléfono y sonrió. Paula se echó en sus brazos y los pechos de ambas se estrellaron. Steven miraba atónito las dotes de Ros. Se prometían un largo fin de semana follando los tres.

-Que pena Ros que no tengas que convencer a mis padres. Dijo él.
-Si quieres les llamo.
-No. Vivo sólo, ellos están muy ocupados en el extranjero. En Suecia. Haciendo caja. Ya sabes.

Jueves por la noche, Estocolmo, Suecia.

Al llegar al aeropuerto de Estocolmo pidieron un taxi. Acomodaron las maletas y entraron en el. Le dieron al taxista una tarjeta con la dirección del hotel donde pensaban alojarse esas noches. En la puerta del hotel llamó por teléfono a Ros para decirla que ya había llegado, y que bajaría a una cafetería cercana a cenar.

Entraron en la habitación 514 y dejaron sus maletas encima de la cama. Pensaron deshacerlas después de cenar. Tenían hambre. Tomaron el ascensor y bajaron hasta el hall del hotel, bordearon la esquina del mismo y entraron en una cafetería con buena pinta. Se sentaron alrededor de una mesa cercana a un rincón y un camarero se acercó a ellos.

-Somos españoles. Dijo Roberto.

El camarero se alejó y llamó a alguien. Ese alguien era Antonio, un emigrante español que trabajaba en la cafetería. Se dirigió a ellos y les preguntó en perfecto español sus preferencias para cenar.

-¡Oh señores, cuánto me alegro de ver dos españoles por aquí! Ahora mismo les atiendo.¿Qué desean tomar?
-Perdóneme, ¿Cómo se llama Usted?
-Antonio, señor.
-Bien Antonio, acabamos de llegar de Madrid y tenemos hambre y como es usted español, seguro que sabe que nos gustaría comer. Así que tráiganos lo que estime oportuno, eso sí, buen vino.
-No se preocupe señor. Les traeré una cena exquisita y variada. Regada, naturalmente, con un buen vino rioja.

Terminada la cena subieron a la habitación. La 514 esperaba en calma. El se echó en la cama inmediatamente después de desnudarse.

-María, no tardes en venir, que mira que empalme tengo.
-Yo también estoy salidísima, ya tenía ganas de subir al hotel. ¡Menudo pesado el Antonio ese!
-Tendré que comprar algo para Ros. Dijo él.
-Si. Luego cuando vaya a tu casa me dará en las narices con ello diciéndome que se lo compraste en Suecia. ¡Es una pesada! No entiendo cómo la soportas.
-Calla, calla y ven. Necesito que me chupes la polla antes de que te la meta.
-Ya voy, ya voy. Don Juan. Dijo ella.

Se acercó a la cama donde él estaba tumbado y se echó encima de su polla. La mordisqueó, la lamió y cuando se aseguró que estaba lo suficientemente bien hinchada, se la metió dentro del coño. Al terminar de follar y sin que ella se corriera, quedaron dormidos.

El viernes por la mañana se levantan y se duchan. Al rato suena el móvil de Roberto.

-¿Qué tal?, ¡Que tal has dormido en ese hotel?, ¿Lo has hecho sólo o en compañía?
-Hola cielo. No, que va. Estaba sólo y he dormido sólo. No he dormido mal. El colchón es duro.
-¿Sabes algo de los suecos?
-Sí. Les he llamado por teléfono diciéndoles que llegué ayer. He quedado con ellos esta noche. Me invitan a cenar. Mañana sábado iremos a ver el chalet y tomaré las fotos. Supongo que firmarán el contrato y después me iré al hotel, y el domingo a casa. Hoy viernes, al final, no iremos a verlo. Están ocupados con no sé que cosa. Tendré el día libre. ¡Ójala estuvieras aquí conmigo!

El cuelga el teléfono y mientras besa a María, le dice....

-Era Ros.
-Ya me lo imaginé.
-Nada, dice que está aburrida, que no sabe que hacer. Le he dicho que se vaya al cine o de compras. Dice que ha estado viendo una peli. Ah, y que tenga cuidado con las suecas.
-Yo cuidaré de ti, cariño. ¿Si supiera Ros que su mejor amiga cuidará de su hombre en Suecia?, vaya sorpresita ¡eh!
-Si. Sobre todo después de insistir en que tenia que venir el jueves y no el sábado como dijeron los Sres. Tomasson.

Desayunaron, se arreglaron y se fueron a pasar el día por ahí. Llegado el día siguiente fueron al encuentro de los Sres. Tomasson. Por suerte él hablaba un perfecto imperfecto castellano al igual que ella. Realizaron las gestiones que les habían llevado a Estocolmo y al término, los Sres. Tomasson les invitaron a su casa.

Los anfitriones les sirvieron unas copas después de comer.......Había fotos de un chico joven de unos 20 años por toda la casa.

-Es nuestro hijo Steven. Está en España. Dijo orgulloso el sueco.

Brindaron, bebieron más y volvieron a brindar. Cansados de los Sres. Tomasson, se fueron al hotel. Una vez en su habitación, Roberto y María se dieron un recital de sexo entre aquellas paredes.

El domingo por la tarde tomaron un vuelo a Madrid. Venían en silencio. Llegaron al aeropuerto y tomaron dos taxis. Casi con el mismo destino, pues ambos vivían cerca el uno del otro.
Al llegar a su casa, cerca de las 12 de la noche, Roberto abrió despacio la puerta, pues imaginaba a su mujer dormida. Encontró la puerta de la habitación cerrada. Entró en el salón y vio sobre la mesa varios vasos vacíos. Se dijo, vaya fiesta se ha dado Ros. Entró en el cuarto de baño y se quitó la ropa, se desnudó y abrió la ducha. Mojado y desnudo como estaba abrió la puerta de la habitación. Quería follarse a Ros.
Vio tres cuerpos desnudos tumbados en la cama abrazados unos a otros. Su mujer era la poseedora de uno, una chica muy jovencita el otro, y el tercero pertenecía a la foto que había visto en SUECIA. No se lo podía creer. El empalme que llevaba se diluyó enseguida. Mágnum, Ingrid, María…..y en su casa una pareja de jovenzuelos de unos 20 años, uno de ellos, el hijo de los suecos. Donde las dan las toman.



NOTA; Con este relato quiero rendir un pequeño homenaje a los agujerillos que había en los aseos de los cines y discotecas y que comunicaban con el retrete de al lado. Fueron muchas las miradas que se perdieron por ellos esperando descubrir la excitación necesaria para masturbarse.
A los agujeros, a quien los hizo, y a todos los que miramos alguna vez por ellos, va dedicado este relato.

Coronelwinston

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:51) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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