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Teniendo 36 años convencí a una chica de 20 a encamarnos

bareta Relato enviado por : bareta el 04/12/2020. Lecturas: 5594

etiquetas relato Teniendo 36 años convencí a una chica de 20 a encamarnos   Jovenes .
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Resumen
A mis 36 años persuadí a una jovencita para acostarse conmigo


Relato
Daniela era una agradable y sensual jovencita que se incorporó al trabajo de la oficina, y con sus escasos 20 años me atreví a pedirle una relación sexual, recibiendo lógicamente un airado y terminante rechazo, teniendo tan sólo a su afecto y amistad, al terminar las labores ocasionalmente la acercaba a su casa, dando oportunidad a breves pláticas en las que me reveló confiada su situación personal e ingenuamente aspectos íntimos, lo que me alentó a renovar mis pretensiones, dándole consejos y exhortándola a cambiar su anticuada y arraigada forma de pensar, todo enfocado discretamente a logara mis intenciones, con lo que en poco tiempo, la tajante negativa a mi primera petición, con obstinadas insinuaciones, la fue modificando a razonables e indecisas contestaciones, cómo:
-¡Por favor no insista!, ¡no, me no pida eso!, ¡Déjeme pensarlo!, ¡No sé, tal vez algún día, ¿Qué va a pensar usted de mí?, ¿y si sabe su esposa?
Hasta que finalmente accedió afligida y avergonzada.
Dentro del cuarto de hotel, Daniela aún nerviosa e insegura, se sentó recatadamente en la orilla de la cama y se quitó los zapatos, yo hice lo mismo y colocándome a su lado, cavilé que, ataviada con su corto, holgado y juvenil vestido que no requería sostén y con delgados tirantes atados a los hombros, me daba la facilidad de acariciar su cuerpo a mi antojo y cumplir mi capricho de llevarla hasta una exorbitante desesperación, acaricié su largo cabello para tranquilizarla, y entre galantes lisonjas desanudé los tirantes en sus hombros que comencé a besar, aún indecisa, pasé mis labios por su cuello, oreja y mejilla, al llegar a su boca, se apartó ligeramente y me miró inquieta, por lo que dije:
-¡Si no estás segura, no hay problema, solo dilo y no pasa nada!
Pensativa, tragó saliva y respondió resuelta:
¡Ok!
Inicialmente se quedó inmóvil, pero al sentir mi mano acariciando su estrecha cintura y sus redondo busto sobre la tela, se estremeció y respondió fogosa, notando la inmediata erección de sus pezones, bajé el vestido dejando al descubierto los suculentos pechos y dejando su boca, incliné mi cara para lamer y chupar las suculentas teta, mientras ponía mi mano en sus unidas rodillas y las apartaba para recorrer su muslo y meterla bajo su vestido, hasta finalmente acariciar su rico conejo sobre las pequeñísimas bragas, logrando escuchar tenues gemidos. Sin sacar mi mano de su entrepierna y distinguiendo con el breve tiro de sus bragas la tersura de una depilada almeja, abandoné sus tetas y la hice recostar con sus muslos sobre la cama y con los pies separados y colgando hacia el piso, consiguiendo halar el escueto triángulo para que se incrustara entre los labios vaginales, incitándole un visible sobresalto por la placentera dolencia en su zanja, jalando varias veces más su prenda, se empezó a retorcer levemente con embelesados ojos y entrecortados -ooouch, ooouch, ooouch-, mientras su mano buscaba afanosa mi bragueta para sobar mi bulto. Repentinamente se enderezó, y ansiosa desabrochó mi cinturón y pantalón, bajó el cierre y hurgando en mi bóxer, sacó por la bragueta mi endurecido pito, sin poder ver su expresión, me dejé caer sobre la cama, sintiendo un delicioso masaje antes de su animosa mamada.
Complacido con su evidente pericia y con el palo bien ensalivado, la volví a recostar, y arrodillándome frente a ella, alcé su vestido hacia la cintura, y volviendo a esclavizar repetidamente su ranura con su embrollada ropa interior, haciéndola dar ligeros brincos, mover sus caderas, agitar su cabeza de un lado a otro, y emitiendo fuertes y temblorosos -aaaaah, aaaah, aaaah-, dejando visiblemente sus calzones bien empapados.
Lentamente le quité los chones, y ya con sus piernas separadas, admiré la apetitosa panocha, que, a excepción de un erótico y minúsculo mechoncito de vellos en el inicio de rajada, estaba meticulosamente afeitado. Oprimí mis dedos en sus ingles, acrecentando el abultamiento del rico bizcochito y abriendo tenuemente los labios íntimos, de donde brotó sutil néctar, mis manos separaron la hinchada carnosidad íntima, para dejar de manifiesto la rosada hondonada, descubriendo un acuoso botón con incipiente dilatación, arriba de este, se comenzaba a asomar la cúspide de su clítoris, el cual me dediqué a oprimir y jalar haciéndola emitir placenteros -huuuy, huuuy, huuuy-, sin más, metí mi cara entre sus muslos mamando el rico surco, logrando escuchar apetecibles -uuuumm, asiiii, asiiii, siiii, que riiiiico, síiiii, siiii, asiiiiiiiiii-, y que golpeaba la cama con las manos.
Me levanté con la boca embarrada de sustancia femenina, rápidamente le quité el vestido y me deshice de mi ropa, subí sus pies a la orilla de la cama y al sentir acertados golpes de mi verga en su paloma, levantó su torso apoyándose en sus codos para observar que, restregaba mi chile oprimiéndolo y separando su grieta para terminar de lubricarlo, y asentándolo en el palpitante ejote, di un firme empellón clavando la punta, ella, abriendo ojos y boca desmesuradamente, emitió un fuerte oooooooooouuuch-, y jadeando esperó a que lo acabara de hundir, yo, deliberadamente empecé a juguetear en su entrada logrando que que se volviera a recostar y meneando la cara de un lado al otro, impaciente pidiera:
-Yaaaaaaaaaa, por favoooooor, ya démelaaaaa.
Viendo que cumplía mi cometido de exasperarla, dije:
-¿El monito de la niña quiere su platanito?
-¡Siiiiiiiii, siiiiiiiiiii, démelo toooooodo-,
Para no hacerla sufrir más, con un solo e impetuoso empujón incrusté mi chile hasta el fondo del ajustado conducto, quedándome inmóvil, ante el repentino arqueo de su espalda y su dolida expresión apretando los ojos y pronunciando un penoso -aaaaaaaaaaayyy Diooooos, aaaaaaaaaaaaaay,-, al relajar su cuerpo, inicié el consabido saca y mete, con lo que inesperadamente, levantó sus piernas y poniéndolas estiradas sobre mi pecho, dijo: -que riiiiiico-.
Con mis greñas tallando la núbil panocha cuando mi garrote entraba en su totalidad, golpeado con mis bolas sus nalgas y viendo agitar sus chiches con mis fuertes ataques, no tardó en sollozar -Ay Dios, ay Dos, me ven…, me ven…, goooo, ooooohh, oooooohh, ooooooooooooooohh.
Sin dejarla reposar su prolongado orgasmo, la acomodé a lo largo de la cama, abrí sus pies y metiendo mis piernas entre las de ella, me recosté sobre su
cuerpo sin recargarme sobre ella. Ocultando mi chorizo en su íntimo conducto nuevamente de una sola embestida, esta vez, amoldada a mi grosor, lo aguantó estoicamente, al grado que, al sentirse abarrotada, me abrazó con piernas y brazos, induciendo juntar nuestros pechos, y con nuestros rostros a escasa distancia, no tubo problema para besarme con vehemencia, que, sin pegar nuestros labios en su totalidad, su lengua se removía contra la mía ardientemente, evitando emitir sonido alguno en su nuevo y estremecido orgasmo.
Desguanzada, con piernas y brazos abatidos, me empujó zafándose del empalamiento, giró su cuerpo y quedando boca abajo, me miro tiernamente por unos segundos comprendiendo mi necesidad de eyacular, por lo que, dejando su cara sobre la cama, con sus rodillas dobladas y levantando sus glúteos, musitó:
-¿Quiere dármelo así?
No me hice del rogar, también arrodillado, me ubiqué detrás de ella y con su puchita escurriendo copiosamente, deslicé apaciblemente mi dura verga en abocardado hoyo, y con la apetecible vista que yo tenía, irracionalmente propiné un par de nalgadas en el redondo trasero, haciéndola protestar entre dolidos y gustosos -aaaay, aaaay-. Junto con los enérgicos tallones que le daba, oprimiendo las ricas nalguitas, rocé involuntariamente con mi dedo el arrugado asterisco, aún arrodillada se enderezó, y pegando su espalda en mi pecho giró su rostro hacia mí, y viéndome cariñosamente colocó una de sus manos en mi nuca, suplicando: -mis tetas, agarre mis tetas, que me vuelo a corr…, corr…, eeeeeeeeeeeeeerr-, con sus notorios estertores, y sus deliciosa contracciones internas, estimularon mi estremecimiento y junto con sus convulsiones, saturé su conducto con mi viril y copiosa crema.
Con su rostro sobre mi pecho, relajados y reposando la ardiente parchada, dije tranquilamente:
-¡A pesar de tu edad, coges delicioso!, ¿Cómo empezaste?
Frunciendo el ceño por mi pregunta, meditó unos instantes y finalmente externó:
-No recuerdo bien, pero…, desde adolescente me gustó que los chicos me tocaran y manosearan, por lo que ya de 18 años, perdí la virginidad con un chavo de mi edad, dos meses después, le abrí mis piernas a otro de compañero escolar, ambos, con su temor, ineptitud y rapidez, no me hicieron percibir lo que un par de amigas más grandes que yo, me habían comentado lo que se sentía, por lo que decidí, que la siguiente ocasión, fuera con alguien que me hiciera conocer el placer, lo que ocurrió antes de que cumplir 19 años, al entusiasmarme con un hombre divorciado de 30 años, que sin conocer mí verdadera edad, me llevó al maravillosamente hasta un desconocido clímax por primera vez, impresionada y extasiada por su actuar, al cumplir la mayoría de edad, en contra de la opinión familiar y su lógico rechazo, tengo más de un año viviendo con él, cosa que superficialmente usted sabía, ¿no?
Afirmando con un movimiento de mi cabeza, volví a indicar.
-¿Has salido con otros hombres de la oficina?, es que…, hay uno que se jacta de haberte parchado.
-¡Primero déjeme aclarar algo…
-¡No, no es necesario que lo aclares! exclamé interrumpiéndola.
-Está bien, pero…, ¡Déjeme continuar!
Usted sabe por algunos de mis comentarios, que con quien vivo, viaja continua y prolongadamente por su trabajo, y aunque permite que me divierta como cualquier chica, no lo hago seguido, porque, más o menos a los 17 años, me percaté que el mínimo roce o contacto erótico con un hombre, súbitamente me estremecía y excitaba, y al descubrir mi capacidad sexual esa sensación se incrementó y se ha vuelto incontrolable, siendo el motivo por el que no accedo a muchas invitaciones.
Y con la necesidad de distraerme, ¡Sí, he salido con dos hombres del trabajo y fue hace dos meses!, uno es de mi edad, que haciendo valer mi fija idea de no acostarme con jóvenes, solo me dejé besar, el otro, que imagino es el hablador de 29 años y sin estar muy convencida , después de haber cenado, estacionó su camioneta en un obscuro callejón, inevitablemente con sus besos y hábiles manos de inmediato estimuló demasiado mi temperatura y le chupe su miembro, luego, abatiendo el asiento trasero ágilmente haciendo un enorme espacio, me pidió pasar atrás, la idea de sexo en anormal y espontáneo sitio, y con mí excitación no objeté, ya acostada, levantó mi falda y al pretender bajar mis chones, su repentina brusquedad y tratándome de zorra y piruja, lo detuve, y rechazándolo encolerizada me negué a continuar, lógicamente en su enojo, me intentó forzar, pero mis irascibles berridos lo persuadieron y me llevó a casa. Por lo que es mentira que me penetró, de abajo, solo llegó a verme los calzones.
-¡Bueno, parece que con mis 36 años llenaba tus expectativas, ¿por qué conmigo?
-¡Por varias razones!
-¿Cuáles?
-Primera, aunque reconozco que lo hacía para su beneficio, apruebo sus consejos de que mi lealtad y responsabilidad para con quién vivo, no disminuyen si tengo relaciones con otro hombre sin compromiso alguno y solo por pacificar mis instintos sexuales, lo que intenté con los dos de la oficina, segunda, su pertinaz insistencia y entre los muchos discretos raspones haciéndome sentir su palo en mis pompis, los últimos dos, me hicieron imaginar, cómo sería hacerlo con usted, y la tercera, ¡porque realmente estaba ansiosa después de casi un mes de no hacerlo!
-Bien, agradezco tu sinceridad, pero…, ¿cuándo llega?, y ¿de verdad eres tan cachonda?
-¡A que preguntón!, ¡hasta pasado mañana, y…
In responder la otra pregunta, se acercó a mi flácido estoque, lo escupió y acariciándolo suavemente, lo endureció, para que ella misma se montara en él, y en un rítmico sube y baja, viéndola agitar sus chiches, empapó mi melena con sus jugos en silencioso pero notorio orgasmo, luego, me la cogí de lado con una piernita al aire, también de a chivito en el precipicio, en todas se corrió abundantemente, y en la última yo la enleché.
Al vestirnos, sonriendo y sin decir nada, no objetó que me guardara sus calzones.
Era la primera vez que la acompañaba hasta la entrada del departamento donde vivía, en un tercer piso y siendo casi las dos de la mañana, antes de entrar a su casa, miró para ambos lados del solitario pasillo y dijo pícaramente:
-¡Me corrí infinidad de veces, usted solo dos, no es justo!
Ante mi asombro, se puso de cara a la puerta, alzó sus manos sobre su cabeza apoyándolas en la madera, apartó sus piernas y echando su trasero hacia mí, dijo insaciable:
-¿Me quiere dar por atrás?
Entró a su casa, escurriendo por sus piernas la abundante leche que su apretado culito no pudo retener, yo, bajé temblequemente las escaleras.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:39) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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