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Una consulta muy excitante 2

Recaredo Rey Relato enviado por: Recaredo Rey el 26/9/2011. Lecturas: 5962
Etiquetas:   General
Relato completo
De nuevo la doctora me hace un tratamiento muy íntimo, pero antes me ocurre algo excitante con una chica con demasiado ardor sexual
Al día siguiente volví a la consulta de la doctora Solano para que siguiera tratándome.

- La doctora ha salido para una visita. Espérela en la sala hasta que llegue -me dijo el celador.

No había nadie. Por curiosidad, intenté abrir la puerta de la consulta... y se abrió. Entré a curiosear un poco. Me puse la bata a ver cómo me sentaba. ¡Parecía todo un doctor! En eso que llamaron a la puerta y abrieron. Era una mujer con su hija que venían a la consulta. Creyeron que yo era el médico. El morbo pudo conmigo y entré en el juego.

- A ver, ¿a quién tengo que atender?

- A mi hija doctor -dijo la mujer-. Desde que entró en la pubertad está siempre excitada, pensando en hombres. La hemos pillado alguna que otra vez masturbándose en su cuarto y otras desnudándose delante de la cámara del ordenador para que todo el mundo la vea. Lo que quiero son dos cosas: que me diga si la niña sigue siendo virgen, y que le de un tratamiento para bajarle esa excitación sexual que siempre tiene.

- Eso está chupado -le contesté-. Pero será mejor que espere fuera, así la niña se abrirá mejor a mí...

- De acuerdo, doctor. La dejo en sus manos.

La madre salió y nos dejó solos. La niña era preciosa. Llevaba un pantaloncito corto que dejaban ver unas piernas largas, esbeltas y morenitas. Por arriba una camiseta corta mostrando su cintura y el ombligo. No quise perder el tiempo, así que le pedí que se desnudara.

- ¿Del todo, doctor?

- Pues claro, tengo que verte el coñito para ver si eres virgen.

Se fue quitando la ropa con la profesionalidad de una stripper: primero la camiseta, luego el sostén que dejó a la vista dos hermosas tetas muy levantaditas y con pezones perfectos, a continuación el pantaloncito y finalmente las braguitas. El coño que tenía era el más sensual y atractivo que había visto en mi vida: un pubis hinchadito y sin pelos, y una rajita con unos labios semiabiertos y el clítoris asomando y diciendo "cómeme".

- Bueno, bonita, ahora te voy a tocar distintas zonas de tu cuerpo para ver tu respuesta y así poder ponerte un tratamiento para tu ardor interno.

- Gracias, doctor, es que hay veces que me pica mucho el coño y tengo que darme con los dedos hasta que me corro.

Me coloqué delante de ella y me puse a acariciarla y a besarla. Le iba tocando el cuello, la espalda, el pecho, el vientre, las piernas y por fin toda la zona genital, mientras chupaba sus pezones. Uní mi boca a la suya y nos la chupeteamos mientras nuestras lenguas luchaban dentro.

- ¿Te gusta lo que te estoy haciendo? -le pregunté mientras la masturbaba.

- ¡Pues claro, como a cualquiera!

- Te voy a preguntar directamente: ¿has follado ya o eres virgen todavía?

- Eso lo tiene que averiguar usted doctor -me respondió con un tono lascivo y cogiéndome el paquete-. Pero primero termine de masturbarme.

Así lo hice. La corrida fue bestial entre jadeos y contorsiones de la niña. Suerte que las puertas son insonorizadas...

La puse entonces a cuatro patas, me desnudé rápidamente y antes de que se diese cuenta le metí mi rabo en su coñito, aprovechando que estaba tieso lo primero y mojado lo segundo. Entró hasta el fondo con una facilidad pasmosa.

- ¡Tú no eres virgen, preciosa...!

- ¡Acertó! Premio para el caballero. Puede follarme y llenarme de leche... ¡Me encantaaaaa!

La estuve cabalgando un buen rato. Antes de correrme cambiamos de postura. Quería tenerla encima viendo su cara de putilla lasciva y sus tetitas moviéndose rítmicamente con el meteysaca. Cuando ya no aguántabamos más ninguno de los dos, eyaculé salvajemente y el semen fluyó en gran cantidad hacia el interior de su vagina. Aprovechando que a mí se me queda dura un buen rato, se la sacó de su chochito y se la metió en la boca. Tanto rato estuvo chupándola que tuve otra eyaculación, La muchachita se relamía:

- ¡Qué rica está su leche, doctor! Yo quiero una ración diaria como tratamiento.

- De acuerdo, te haré el tratamiento, pero no vengas aquí, te haré visita a domicilio, y así estaremos más cómodos.

Le dí una toallita para que se limpiase la boca y nos vestimos. Abrí la puerta y allí estaba la madre esperando mis explicaciones.

- No se tiene que preocupar de nada. Su hija aún es virgen, pero hay que tratarle ese desenfreno sexual. Voy a ir todos los días a su casa para examinarla y hacerle un tratamiento de shock, que consiste en provocarle orgasmos controlados y provocar en ella una saciedad que la haga olvidarse del sexo.

La madre me apartó del lado de su hija y me dijo al oído:

- Y dígame, doctor, ya que va a ir a nuestra casa, ¿no podría tratarme a mí también? Mi marido no me da todo lo que yo necesito, y tengo que recurrir a los juguetes sexuales. Me gustaría dejar ese vicio y seguro que usted me ayudaría.

- Por supuesto que sí. Deme su dirección y mañana empezamos, una hora con su hija y una hora con usted.

Cuando se fueron, me senté en la sala a esperar a la doctora Solano. Justo a tiempo. Ahí llegaba.

- Perdona la tardanza. Pasa para adentro, que voy a compensarte...