Volada y preñada (final)

No sé cuanto tiempo estuve inconsciente pero algo mojado en mi oído me despertó.
El gordo repulsivo estaba encima de mí lamiendo mi cuello y mi oído izquierdo; yo estaba con la boca hacia abajo, alguien me había volteado. “Ahora vas a sentir como te rompo el culo mamita, esas nalgas blancas y ese huequito cerradito necesitan que los atienda alguien como yo”. El pedir que no lo hiciera era como más excitante para él y en instantes sentí uno de los más terribles dolores que había experimentado. Si bien los siete negros tenían miembros bastante largos, el del gordo y el de otro a quien apodaban “el enano” sobresalían por su grosor. La cabeza del pene del gordo era demasiado gruesa y al penetrarme sentía como me desgarraba…al introducirlo todo, el dolor era casi insoportable para luego comenzar a sentir el movimiento de sacar y meter que realizaba con suma violencia. “quiero que me beses mientras te cojo y quiero ver mi leche mezclada con tu sangre”. Gemía y metía su lengua en mi boca mientras me apretaba los senos, cada vez aceleraba su ritmo y hacía unos ruidos como si fuera un animal hasta que de pronto en un solo y brutal impulso eyaculó en mi ano una gran cantidad de semen caliente. Sentía un gran ardor pero a nadie le importó, todos continuaban excitados como si no hubieran hecho nada. “Ahora queremos cogerte en grupo…uno por delante, otro por detrás y otro en la boca..y tú vas a elegir”… no sabía qué hacer pero cada vez que decía no o no contestaba me golpeaban… finalmente cedí, tal vez ahora podría disminuir el dolor de la penetración anal al seleccionar los penes más delgados pero esto no fue así ya que se turnaban de posición. La sensación de las penetraciones simultáneas era indescriptible y mi temor de enfrentar el pene del “enano” se hizo realidad cuando me penetró sin contemplación. Fueron horas y horas de humillación en las cuales debía decirles como me gustaban y que quería más, trataba de colocar mi mente en blanco pero el dolor me lo impedía. Finalmente me dejaron asearme, estuve un largo tiempo bajo el chorro de agua que salía de una ducha improvisada, al salir me permitieron vestirme y me dejaron ir. “ Aprendiste bien blanquita, ahora eres toda una profesional” decían entre muchísimas groserías y obscenidades.
Me vestí lo más rápido posible y Gustavo me acompañó sin decir una palabra, subí a su camioneta y el aceleró haciendo que las ruedas patinaran en el barro. Comencé a llorar, no podía creer lo que había sucedido… A media hora de camino, Gustavo se salió del camino y estacionó, comenzó a tocar mis piernas. “tuve que ver todo sin poder participar pero de verdad que estás muy buena y yo también quiero gozar tu cuerpo, así que pásate al asiento trasero”… No, tu no, por favor – le dije. “que pasa? No quieres estar con alguien blanco? Solo quieres que te lo metan los negros?”
Me obligo a acostarme en el asiento trasero y procedió a violarme mientras yo lloraba sin poder parar, después de un rato dentro de mi vagina, sacó su miembro y acabó en mi cara, esparciendo con su mano el semen y obligándome a lamerlo. Sin más palabras condujo hasta mi casa y amenazándome con lastimarme si contaba algo me dejó a la puerta de mi casa, al bajarme extendió su brazo y me manoseó las nalgas.
Ha pasado año y medio de lo que me ocurrió y aún siento miedo cuando alguien se me acerca, casi no salgo y diariamente vivo el recuerdo de ese terrible fin de semana que me marcó de por vida y que me dejó un hijo negro del cual no sé quién es su padre.