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Yo pensé que me iba a morir de la vergüenza.

Relato enviado por : narrador el 28/07/2014. Lecturas: 13921

etiquetas relato Yo pensé que me iba a morir de la vergüenza.   Medicos y enfermeras .
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Resumen

Recientemente me sucedió algo increíble, estaba yo en casa de un par de migas mías, disfrutando de unas copas, cuando le confesé a dos de mis más íntimas amigas, lo último que me había sucedido.



Relato

Mi nombre es Sandra, y aunque ya tengo 25 años, aparento ser de menor edad. Yo le estaba contando a mis amigas lo que me había sucedido, que me encontraba en un café, disponiéndome a cenar. Cuando un hombre mayor, elegante, y muy bien vestido, me pidió permiso para sentarse a tomar un café, en la mesa en que yo me encontraba.
De inmediato me pareció reconocerlo, aunque su nombre se me escapaba, sabía que lo había visto en la Tv en un sin número de ocasiones. Una vez que tomó asiento, y cortésmente me sonrió, lo reconocí, como el Ginecólogo, que ocasionalmente colabora en el noticiario, orientando y enseñando sobre el cuerpo de la mujer, así como de las enfermedades o condiciones, más comunes, sus tratamientos, y cualquier otra cosa que se relacione.
Normalmente no soy una persona, que le guste andar molestando a otras, pidiéndole autógrafos. Pero apenas comencé a solicitárselo, sacó un elegante bolígrafo marca Mont Blank, y de inmediato tras preguntar mi nombre, me hiso una muy linda dedicatoria. Yo estaba extasiada, y cuando me preguntó quién era mi ginecólogo, yo le respondí que me veía con la Doctora XXX. Él se sonrió, y me dijo, no es por nada, pero a fulanita, refiriéndose a mi ginecóloga, yo le di clases. Y sería una mejor doctora, sino no fuera que antepone el placer al trabajo. Yo la verdad es que le aclaré que ya llevaba cerca de seis meses, que no pasaba por su consultorio. Fue cuando me dijo, fíjate en la próxima ocasión que ella te vaya a revisar, que justo cuando va a comenzar el examen, le pide a la enfermera que le dé, ya sea un especulo, o cualquier otra cosa. Y justo en ese instante, la enfermera le dice que ya no quedan, pero que de inmediato va al almacén a buscar una caja nueva.
Lo cierto es que aunque no me había detenido a pensar en ello, cada vez que paso a verla, sucede lo mismo. Por lo que mientras regresa la enfermera, la Doctora me hace el examen, usando sus dedos. Después me di cuenta que los dedos de la doctora, mientras hurgaba mi vagina, me hacían sentir una tremenda excitación.
Yo me quedé asombrada al enterarme de eso, pero de momento el Dr., me comentó, yo tengo una teoría, con respecto a la vulva femenina, que consiste en que puedo hasta predecir como se ve, y desde luego como está conformada, nada más de observar detalladamente las manos de una mujer. Bueno a medida que fui comiendo el sándwich que había pedido, y el Dr., se tomaba su taza de café, seguimos charlando. Cuando se me antojó preguntarle, algo sobre mi propia vulva. El Doctor cortésmente me observó las manos, luego las palpó, para finalmente describir mi coño, tanto por dentro como por fuera, sin ni tan siquiera llegar a tocarlo, o verlo nunca.
Bueno casi todo lo que me decía, para mi tenía sentido, hasta que me habló de mi punto G. Indicándome que seguramente contrario a la mayoría de las mujeres, mi punto G se localizaba en el lado opuesto de mi vagina. Yo estaba emocionadísima, eso explicaba muchas cosas, como las insatisfacciones que en ocasiones sufría. Fue cuando el Dr., me sugirió cortésmente, que le permitiera realizarme un corto y pequeño examen vaginal. Mi primera reacción fue desde luego decirle que no, gracias. Pero el hábilmente me manipuló de manera tan, y tan genial, que al final resulté ser yo quien le pidió al Doctor que me hiciera el examen, y cuando me dijo que no tenía tiempo, le propuse que fuéramos al baño de damas, si al fin, y al cabo era una cosa de unos cinco minutos.
Discretamente ambos nos dirigimos al baño de damas, y ya dentro, aunque algo avergonzada, subí mi falda, pero a pedido de él también abrí la blusa dejando mis senos completamente al aire, ya que en esos momentos no estaba usando sostén, mientras el mismo Doctor me bajó las pantis, proponiéndome que me sentase sobre la tapa del inodoro, levantase las rodillas, y separase mis piernas, y apoyase mis pies en las paredes del pequeño baño. Cosas que fui haciendo a medida que el mismo Doctor, me las iba diciendo. Antes de llegar a tocarme, el Doctor se lavó las manos, con bastante jabón, lo que en cierta forma me dio algo de mayor confianza en lo que él hacía. Luego se agachó frente a mí, e introduciéndome uno de sus dedos comenzó a decirme, que a pesar de presentar la rara anomalía de tener localizado mi punto G, en el lado opuesto de mi vulva. Por lo que él podía observar y pallar, me dijo, simplemente que mi coño era perfecto, del color, y hasta del aroma apropiado, que hacía mucho, pero muchos años, que no encontraba entre sus pacientes, un coño como el mío, tan bien formado.
Yo a todas estas con mis piernas separadas, y mis rodillas levantadas, no dejaba de sentir sus dedos, explorando toda mi vulva, al tiempo que las cosas que el Doctor me fue comentando, lejos de seguir sintiéndome avergonzada, comencé a sentirme sumamente excitada, y hasta orgullosa por el sin fin de cosas que me decía, además tanto por lo que me estaba haciendo con sus dedos.
De momento me continuó diciendo, y llevas varias semanas, o hasta quizás más de un par de meses que no mantienes relaciones. Yo quizás un poco más desinhibida, lo único que s eme ocurrió preguntarle fue, ¿y cómo lo sabe? El doctor sin dejar de tocar los labios de mi vagina, e inspeccionar mi clítoris, me respondió de inmediato diciéndome. Lo sé por varios elementos, uno lo es el color de vulva, otro como reaccionas cuando te toco en ciertas áreas sensibles, y además el aroma que expele tu vulva, me lo confirma. Lo cierto es que el Doctor tenía toda la razón, llevaba casi dos meses de haber terminado con mi ex novio, y desde ese día nada de nada. Yo estaba disfrutando al máximo, lo que el amable Doctor me seguía haciendo con sus hábiles dedos, cuando acercó su rostro a mi coño. En lo primero que pensé, o mejor dicho que desee, pero que por vergüenza, no le dije nada al Doctor, fue que besara, mamara, o chupara mi clítoris. Cuando de momento, para mi mayor sorpresa, sentí labios del doctor posándose sobre mi clítoris, y de inmediato como se dedicaba a chupármelo divinamente.
Yo no podía creer, que eso me estuviera pasando a mí. Me encontraba semidesnuda en el baño de un restaurante, sentada en el inodoro, con mis pies apoyados en las paredes, mis piernas bien abiertas, y con el doctor de la Tv, chupándome divinamente mi abierto coño. Fue tanta la excitación que lo que él me hacía me provocó, que en cosa de poco tiempo, he disfrutado de uno de los orgasmos, y clímax, más fuertes que yo jamás hubiera sentido en toda mi vida. Al grado que hasta de mi coño, no sé cómo ni de qué manera, he soltado un fuerte chorro de fluidos vaginales, los que al principio pensé que se trataba de orine. Pero el buen Doctor después me aclaró de qué se trataba.
Pero no conforme con eso el Doctor continuó mamando, chupando, lamiendo y mordisqueando todo mi coño divinamente, produciendo en mi, fuertes oleadas de placer. A medida que el Doctor continuó haciéndome todo eso, yo misma terminé por quitarme la poca ropa que aun cargaba puesta. Y al quedar completamente desnuda, colocando mis manos sobre su calva cabeza, le dije que deseaba que me penetrase de inmediato. No sé como en el pequeño espacio en que nos encontrábamos, yo di la vuelta, ofreciéndole mi coño, para que me penetrase desde atrás.
El Doctor aun con su rostro todo mojado, apenas se bajó los pantalones, y casi de inmediato sentí como su sabrosa y caliente verga penetraba mi húmedo, y bien lubricado coño. Al tiempo que con sus dedos presionaba la pared interna de mi vulva, arrancándome profundos y fuertes gemidos de placer. En mi vida había disfrutado tanto del sexo, y prácticamente con un completo extraño, al que únicamente conocía, si ha bien vamos, por medio de la pantalla de la tv.
El tiempo que permanecimos dentro del baño de damas, yo grite, gemí, suspiré, reí, y creo que hasta lloré del placer que sentí. Tanto que al terminar, y cuando ambos salimos del baño de damas, apenas abrimos discretamente la puerta, unos jodedores comenzaron aplaudirnos, y lanzarnos vivas. Yo estaba que me moría de la vergüenza. Mientras que el Doctor, después de que yo prácticamente salí corriendo del restaurante, él sonriendo, y saludando a todos, sin prisa alguna salió caminando de ese lugar.
Ya en la calle, justo antes de que yo saliera corriendo, jurando que más nunca volvería a ese lugar, el doctor me dio su tarjeta para que lo llamase. Mis amigas a medida que continuamos bebiendo, y a medida que yo fui contando todo lo sucedido entre el Doctor y yo, pienso que se fueron excitando, porque a medida que yo fui contando lo que me pasó con el Doctor, ellas poco a poco me fueron desvistiendo, y cuando terminé de contarles todo lo sucedido, ya me encontraba completamente desnuda, mientras sabrosamente una de ellas me mamaba mi coño, y la otra mis paradas tetas.

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Si te ha gustado Yo pensé que me iba a morir de la vergüenza. vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar Yo pensé que me iba a morir de la vergüenza.. narrador te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:48) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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