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Aleta: Amor, degradación, prostitución y salvación I

Relato enviado por : Cisco el 28/10/2013. Lecturas: 4915

etiquetas relato Aleta:  Amor, degradación, prostitución y salvación I   Gay .
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Resumen
Goyo y Alito, dos compañeros de colegio comienzan a explorar sus deseos sexuales hasta encontrarse con el placer del sexo compartido.


Relato
Antes que nada debo aclarar que este relato es verídico y me lo contó su protagonista para que lo publicara. Sucedió en Buenos Aires entre 1962 y 1978. Lo contaré en primera persona tal cual lo escuché yo.

En 1955, a los cinco años de edad mi papá murió en un accidente automovilístico y mi mamá era una persona que siempre le interesó más, realizarse como mujer y como profesional y no tanto el ser madre. No digo que no me quisiera, pero lo hacía a su manera. En esa época estaba montando su propia galería de Arte lo que la apasionaba y creo que eso fue lo que la ayudó a superar la muerte de mi papá. Estando tan atareada y sin la mínima intención de postergar en nada sus actividades, me puso como pupilo en un colegio católico esperando que los curas me dieran la contención que evidentemente ella no podía. Y debo decir que no se equivocó.
Allí transcurrió casi toda mi niñez y adolescencia, salvo los fines de semana que mi mamá estaba en el país y me llevaba a casa, y hasta puedo decir que fui felíz.
A pesar de ser bastante retraído, tenía buena relación con la mayoría de mis compañeros, aunque algunos me reprocharan ser un" nene de mamá" y con razón. Yo no era culpable, pero resulta que los hijos de familias más acaudaladas teníamos habitaciones de a dos y los otros, habitaciones... comunitarias, con diez cuchetas por sala.
Yo estuve desde el inicio con Goyo ya que teníamos el mismo apellido aunque no éramos parientes, pues el bisabuelo de Goyo había venido a la Argentina desde Uruguay.
Goyo era todo lo opuesto a mí: extrovertido, bromista, desordenado, atrevido (traficaba lo que fuera, según la edad con los alumnos no pupilos), atlético y por supuesto muy seguro de sí mismo. Desde los primeros años del internado había quedado definido por los hechos que en nuestra habitación, él desordenaba y yo ordenaba.
Yo sentía algo muy especial por Goyo (aunque aún no entendía que me atraía sexualmente), pero me parecía hermoso... alto, fuerte, un cuerpo perfecto bien masculino con unos rulos color miel que le caían sobre su cara de ángel y a veces tapaban sus enormes ojos verdes y una piel cobriza (sobretodo en verano). Yo en cambio era delgadito (aunque bien definido) chiquito muy blanco y rubio sin un sólo vello en el cuerpo y con un complejo enorme por tener una cola bastante abultada. Al correr de los años, Goyo se fue poniendo aún más atractivo y cuando pegamos el estirón yo llegué a medir 1,55 cm (y así me quedé hasta el día de hoy) y él me pasaba por más de una cabeza. Por eso en vez de llamarme Ale (Alejandro), me decía Alito hasta que ya todo el colegio terminó por llamarme Alito.
Cuando cuplimos 12 años, las hormonas de Goyo ya estaban revolucionadas y todas las noches se hacía una paja y no le importaba si yo estaba lo veía. Sin comprender por qué y sin poder evitarlo yo lo miraba con los ojos enormes de asombro y sentía un cosquilleo extraño en todo mi cuerpo. Luego de algunas semanas Goyo esperaba a que estuviéramos los dos en la habitación para hacerse su paja y luego más pajas durante el día y siempre procuraba que yo estuviera para mirarlo y hasta terminó por ordenarme que fuéramos a la habitación para que yo mirara cómo se pajeaba. O sea, aunque sólo él actuaba, ya era un acto de a dos, yo era necesario y eso me gustaba...
Una noche apareció con una botella de vino, vaya uno a saber cómo la consiguió (había creado una "empresa" de contrabando) para que tomáramos los dos. Yo sólo había probado el vino de la Misa y me parecía que no debíamos beber. Pero Goyo me miró con esa carita que ponía para conseguir lo que quería y me dijo: ¡por favor, por favor, por favor!... y así siguió hasta que me reí y me dijo: la traje para que la tomemos juntos... es especial para vos... ¿cómo podía negarme?
Cuando ya habíamos tomado más de la mitad, me dijo: hoy pajeáme vos... ¿Qué? respondí...
¡dale, pajeáme!... yo estaba atónito y como no reaccionaba, me tomó la mano y me la llevó hasta su verga que agarré como un autómata siempre mirándolo a los ojos, esos ojos que me hipnotizaban.
Sentir aquella verga entre mis manos fue la gloria, era enorme (según sentí, ya que la mía era diminuta y aún no había tenido ninguna erección) y gorda, venosa... suave... y parecía que me quemaba de tan caliente... Goyo cerró los ojos de tanto placer que le causó ser tocado por alguien más y yo me sentía en el paraíso.
Él me decía qué hacer y cómo y yo obedecía en silencio... quizás algún suspiro después de que Goyo comenzara a emitir algunos gemidos. Después de bajar y subir por su pija, muy tímidamente empecé a tocarle las bolas, eran grandes, pesaban...también quemaban. Su fuego se transmitió a todo mi cuerpo, no entendía qué me pasaba pero adoré ese momento. De pronto me di cuenta que Goyo tenía pelitos sobre su verga y algunos más suaves en sus bolas y los toqué. Goyo decía:¡sí, así...dale más, dale más... besáme la pistola! y yo obedecí. Sentir en mis labios ese calor de la verga de Goyo me dejó como embriagado de sexo y empecé a lamérsela y Goyo me dijo: ¡sí guachito así, qué hijo de puta que sos, cómo me gusta! Estaba muy dura y Goyo, desconocido... movía su pelvis y de repente me tomó por detrás de la cabeza y me metió su verga en la boca hasta la campanilla lo que me provocó arcadas y quise zafar, pero Goyo no lo permitió... yo lagrimeaba. Quería salirme y a la vez quería seguir. Me sentía como poseído por una fuerza extraña que me hacía obedecer a Goyo y chupar aquella verga hasta las últimas consecuencias, las que no tardaron en llegar. Pensé que Goyo me estaba orinando dentro de mi boca, pero sabía dulce... Después vi que era blanca como leche... era su leche y me la había hecho tragar.
Con algunas gotas de su leche chorreando entre mis labios, sentí cómo la verga de Goyo se desinflaba en mi boca y él gemía más ronco, suspiraba y me decía: ¿por qué no lo hicimos antes?
Me tomó mi cara y la acercó a la suya y me besó en los labios y me dijo que desde hoy lo íbamos a hacer siempre así, cada día, cada noche siempre quería sentir eso porque las pajas sólo, ya no lo satisfacían y quería ese placer que yo le había dado...
Yo me sentía felíz por haberle dado tanta felicidad... muchos años después me di cuenta que el placer y la felicidad, no son la misma cosa....
Esas sesiones de masturbarse en mi boca siguieron durante algunos días, pero Goyo siempre quería más y pronto me pidió más y yo se lo entregué.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 19:36) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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