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Algo de brujería.

Relato enviado por : narrador el 26/04/2013. Lecturas: 4809

etiquetas relato Algo de brujería.   Confesiones .
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Resumen


Mi nombre es Úrsula, y no voy a entrar en contarles todos los detalles, que me llevaron a practicar la brujería. Pero hasta hace poco era una chica más del montón, soltera de treinta años, sin marido ni hijos, delgada por no decir extremadamente flaca. De piel más que blanca, pálida. De pocas caderas, y senos pequeños. Pero lo que más le llamaba la atención a mis conocidos era mi nariz, por ser larga y aguileña.



Relato


Un día en mi trabajo le hice de manera desinteresada un favor a una elegante señora, y al resolver su problema ella muy contenta, me invitó a que fuera a su casa. Cosa que yo no pensaba hacer, pero esa noche mientras dormía, como cosa rara soñé que ella me obsequiaba algo. Así que a pesar de que en principio no pensaba ir a su casa, finalmente el viernes en la tarde al salir de las oficinas de gobierno donde trabajo, me dirigí a su casa, o mejor dicho a su gran casona.

Al llegar me recibió un señor como de unos ochenta años, luego mientras esperaba en la sala otro hombre de cómo sesenta, me trajo un refrescante jugo, y se marchó. Mientras esperaba otro hombre algo más joven, como de cuarenta, de manera muy cortes me informó que estaba invitada a cenar, y que si prefería algo en especial, a lo que le respondí que no. No hubieron pasado unos diez minutos cuando la elegante señora apareció, acompañada de un jovencito como de veinte años, al que me presentó como su marido.

Luego a medida que cenaba en compañía de ella, me enteré que todos esos hombres desde el más viejito al más joven eran sus maridos. Yo la verdad que me quedé sorprendida, y fue cuando sin reparo alguno me dijo que ella era una bruja, o preferiblemente hechicera. Como ya les dije no voy a entrar en detalles, pero esa noche ella me enseño un sinfín de hechizos y sortilegios, que apenas pude los puse en práctica.

Uno de los que más me llamó la atención y decidí ponerlo en práctica inmediatamente fue la ensalada para el hombre escogido. Les sonará algo vulgar, sucia, y hasta quizás exagerada, pero la llevé a cabo con el joven licenciado dueño del edificio en que vivo, y esto es lo que ha sucedido. Siguiendo al pie de letra las instrucciones dada por la señora, luego de adquirir un sin número de vegetales, aproximadamente una hora antes de que el dueño del edificio me fuera a cobrar la renta, me dediqué hacerla.

Luego de lavar todo los vegetales y poner a cocinar aquellos que debían ponerse a cocinar, me desnudé completamente, y en el medio de mi cocina, comencé a preparar la especial ensalada. La que a medida que iba haciéndolo, debía ir repitiendo todos y cada uno de los sortilegios que la señora me enseño para ser usados en esos momentos. Con ya todo listo, tendí una sábana blanca en el piso de la cocina, y sobre ella me senté con mis piernas bien abiertas. Lo primero que tomé fue la lechuga, con la que mientras repetía una y otra vez aquellas mágicas palabras en hebreo, comencé azotar mi coño por fuera con sus hojas.

Ya eso en parte me había comenzado a excitar tremendamente, tras lo cual agarré una gran zanahoria la cual había hervido, y aun manteniendo algo de su calor, sin dejar de repetir aquellas palabras, comencé a introducirla completamente dentro de mi vulva. Su calor, y su larga y abultada forma me hicieron sentir un extraño un extraño placer como nunca antes lo había sentido. Lo que si me di cuenta que al sacar finalmente la zanahoria de mi coño, estaba completamente bañada por mis fluidos vaginales. Pero siguiendo las directrices de la señora, la dejé tal como estaba y procedí a cortarla en pedacitos.

Luego agarré los tomates, que previamente había lavado, y nuevamente llevé a cabo el mismo proceso, pero sin cocinarlos, al sacarlos de mi húmedo y lubricado coño, los fui cortando en rodajas, sin dejar de repetir aquellas palabras. Después tomé las cebollas, he hice lo mismo, cortándolas en finos cuadritos. Cuando agarré entre mis manos, los huevos que previamente había hervido, aun se sentían calientes, pero no tanto como para que me fueran a quemar, y uno a uno me los fui introduciendo dentro de mi coño. A diferencia de los vegetales, me debí poner de pie, y a medida que caminaba por todo mi apartamento con ellos introducidos dentro de mi coño, fui repitiendo otras mágicas palabras.

Después de eso regresé a la cocina donde sobre la blanca sábana, agachándome los fui expulsando uno a uno, para luego sin limpiarlos, cortarlos en rodajas. Al igual que hice con la remolacha, y otros vegetales incluyendo unas cuantas bananas. A medida que iba paso a paso haciendo la ensalada, cada vez que me introducía alguno de esos alimentos, sentía un placer inexplicable. No es que nunca, yo misma debido a mi solitaria situación, no me haya auto satisfecho en más de una ocasión. Pero a medida que iba haciendo todo eso, y repitiendo una y otra vez aquellos conjuros, el placer que experimentaba cada vez era más y más fuerte.

Una vez que terminé de hacer todo eso, los serví en una ensaladera, la cual guardé de inmediato en la nevera. Luego puse en el horno de microondas un pescado que ya había preparado para dicha cena, y sin lavar mis manos ni mi coño, me apresuré en vestirme, para esperar al licenciado. Quien puntualmente llegó a mi apartamento, atendiendo la invitación que le hice a cenar.

De hecho la cena se fue desenvolviendo de la manera más tranquila, pero a medida que él se introducía cada uno de los pedazos de esa ensalada en su boca, yo en silencio recitaba nuevamente las palabras mágicas. No fue hasta que le serví el vino blanco, cuya botella de igual manera me introduje un sin número de veces dentro de mi coño, que él comenzó a verme de una manera bien diferente a como me veía normalmente. Cuando en cierto momento vi como de manera discreta al servir el vino, olfateó detenidamente la botella, y de igual manera pasó su lengua sobre ella. En ese instante comprendí que ya el hechizo había comenzado a producir sus efectos.

Aunque el Licenciado seguía actuando de manera muy respetuosa, al terminar de cenar e invitarlo a que se sentase conmigo a conversar en mi sofá, la manera en que mantenía sus ojos clavados en mis pequeñas nalgas, ocultas por la minifalda que usaba en esos momentos. Me hicieron sentir mucho más excitada, y al sentarme en una esquina del sofá, distraídamente dejé mis piernas ligeramente abiertas. Ignacio que es como se llama él, fijó de inmediato su mirada en mí descubierto coño, ya que como parte del hechizo no podía usar pantis, a menos que no fueran blancas y cien por ciento hechas de lino, pero como no pude encontrarlas con esas características, la señora me advirtió que en ese caso mejor era ni usar nada.

Por un breve rato conversamos, sobre las condiciones del edificio, pero a medida que fuimos hablando, yo distraídamente, acariciaba mis coño, frente a sus abiertos ojos. Fue cuando sin decirme nada en lo absoluto, y como impulsado por una mano invisible, Ignacio clavó su rostro sobre mi coño. En cosa de segundos, él comenzó a darme la primera gran mamada de mi vida, haciendo que yo a medida que él continuaba mama que mama todo mi peludo coño, me fuera despojando voluntariamente de la poca ropa que tenía puesta, hasta quedar del todo desnuda frente a él.

Por un largo rato, sentí su lengua, labios y dientes, dándome ese profundo y divino placer, haciendo que en un sin número de ocasiones, yo disfrutara de múltiples y deliciosos orgasmos. Esa noche yo también me dediqué a mamar su verga, la que a medida que el sin detenerse me continuaba mamando o chupando todo los labios de mi vagina, así como mi inflamado clítoris, yo sin soltarle su verga la iba lamiendo desde sus testículos, hasta su colorado glande, para luego introducirla dentro de mi boca y continuar chupándosela, pero con el fin especifico de tragarme todo su semen, mientras que mentalmente iba repitiendo otro de los muchos hechizos que me enseño la señora.

Esa noche el licenciado Ignacio y yo perdimos la noción del tiempo, ya que después de haberme mamado un sin número de veces toda mi vulva, me provocó sentir bien dentro de mi toda su verga. La que después de un buen rato y otras copas de vino comenzó a deslizar divinamente dentro de mí peludo coño. Al despertarnos al siguiente día, Ignacio me veía de una manera muy distinta a como me veía regularmente, casi y no quería salir de mi apartamento, y justo antes de que yo cerrase la puerta, me propuso que nos casáramos.

Cuando entré al baño para asearme, me sorprendí al ver que mis seños como que habían crecido casi el doble de mi talla regular, o sea que de doble A, pasé a ser B+. y con mis cadera pasó otro tanto. Pero la mayor sorpresa me la llevé al ver mi cara en el espejo, mi larga y aguileña nariz se había reducido de manera impresionante, convirtiéndose en una fina y bien perfilada.

La señora me advirtió que a menos que por lo menos una vez al mes no mantuviera relaciones, de la manera en que lo hice con Ignacio, mi cuerpo regresaría a su estado original. Así que por precaución, prácticamente no hay día en que no me acueste con Ignacio u otros hombres o mujeres a los que he sometido al influjo de mis embrujos….



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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:42) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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