Annie

Ahí me tienes, un cantinero de 38 años relegado a la posición de portero. Debería estar tras la barra acomodando cerveza en las hieleras y picando la fruta de la decoración, y desde luego embriagando gente. Pero el gerente sintiéndose dinámico general, director técnico creativo me puso a mí, el barman mejor versado en la cocktelería parado en la puerta cobrando covers. Era un viernes y la asistencia era fantasmal. Solo los típicos personajes que se llenan rapido de ansiedad al no ver a nadie a los alrededores.

El día anterior, jueves, no me tocó ir a trabajar, vino Guille a hacer todas las labores solito. La gran ventaja, fue que platicó muy bien con dos jovencitas de 19 años, con sobrepeso pero según él, bastante guapas, me dijo que regresarían esa noche de viernes. Y esperaba cogerse a una de las dos, la que las diera primero.

Cuando llegaron las reconocí con facilidad, en efecto tenían un cuerpo bastante voluminoso, pero vaya que no eran feas. Ya había ligado con una robusta hermosura con anterioridad, Flor. De cabello rubio y ojos estelares. Estaba tan gorda que no la podría cargar, pero tenía unas tetas tan tersas que mis manos no se le despegaban ni aunque les hicieras palanca con una barra. Volviendo a las de esa noche, eran Annie, la que me cogí la noche siguiente y Esmeralda la que se cogió mi amigo, y era más alta que yo. Annie me quedaba a la altura. Llegaron conmigo, pagaron el cover y entraron. Guille tuvo el privilegio de atenderlas. Algún milagro ocurrió que Annie salió a la puerta a sacarme plática. Me preguntó si era amigo de Guille y por qué no estaba el día anterior.

Ahora, cuando una criatura tan joven se fija en alguien de mi edad es de aprovecharse, no preguntar motivos ni traumas. Entrar en mucho razonamiento las enfría, y las hace recapacitar sus decisiones lo cual es pésimo y triste para uno. Le daba respuestas escuetas a la vez que intencionalmente le sostenía la mirada al escote pálido de matiz vainilla, para que se sintiera deseada por este animal. Se acercó a mí y me tocó el brazo y me dijo algo que me hizo vibrar como nunca en ese año: "Me tengo que ir, pero vamos a regresar mañana. Quiero que me atiendas tú"

Eso último me hizo sentir artículo de prostíbulo, pero se sintió hermoso. Sublime.

La miré irse del brazo de otro muchacho, joven como ella. Esmeralda se quedó con Guille platicando por un poco más de tiempo. Salieron a la puerta y Guille me dijo que Annie se fue porque la procuraban sus padres. Y bueno, estaba jovencita aún, que se le iba a hacer. Pero mañana no se escaparía de ninguna manera.

La noche siguió igual de aburrida que como empezó. Nos fuimos temprano.

Y bueno, el sabado es otra cosa, todos los lugares de la ciudad se saturan a cierta hora y a partir de la media noche empezamos a recibir a los rezagados. Incluso teníamos más personal y vaya que por fin estuve en la barra. Annie y Esmeralda llegaron muy temprano y me dispuse a atenderlas, les servía bebida tras bebida. Procuraba no molestarlas tanto porque tengo el talento de ahuyentarlas con cualquier tontería que se me escape como "platica casual". Le serví una cerveza a Annie, cuando posé la botella sobre la barra sentí su mano, en la mía. Me quedé ahí a platicar con ella. No recuerdo de qué. Solo recuerdo que ver esos labios moverse me encendían la imaginación.

La noche tiene su ciclo, llega una etapa de máxima actividad, ruido y diversión; entonces decrece, lo puedes notar con las baladas suicidas del DJ y el aumento en la iluminación que revela el desorden de las botellas en las mesas, los meseros afuera congregados fumando, el cajero estirando hacia arriba los brazos junto con un bostezo. Las chicas estaban afuera, Guille también como de costumbre. En eso el llamado de la naturaleza me hace salir. Guille me invita a la mesa y me pide que traiga bebidas para las chicas, le contesto con que yo ya estoy cansado. Lo convencí de que fuera él, me acerqué a Annie y la rodeé con mi brazo, compartimos palabras que solo los novios se dicen y nos unimos en un beso tan pasional como el de viejos conocidos. Esa succión era la adecuada, comparable con la mía. Nada de niñas lloronas que pensarían que las asfixiaría. Le puse la mano en el muslo para probar su disposición.

Enseguida fuimos a su coche, nos metimos al asiento de atrás. Me confesó que quería que le quitara la virginidad. Pensé que solo hablaba por la emoción, no porque creyera que en realidad no lo quisiera. Si no porque a mi no me engañaba con el mito de su virginidad. Metí mi mano donde sus senos reposan, eran más grandes que los de Flor, la areola se sentía más amplia también. La tersura la adecuada. Mi pito, hinchado a reventar. Le respondí que le haría el amor, pero tendríamos que marcharnos. En seguida se pasó al asiento del conductor y en cuestión de segundos desaparecimos del estacionamiento rumbo a mi departamento.

La tumbé en mi cama, la puse con el culo empinado hacia arriba, me saqué el pito y se la metí. Fue más facil de lo que me imaginaba que sería. Si dejamos de lado que es gorda, Annie es bastante hermosa, su piel es tan uniformemente tersa, sus nalgas son tan grandes, pero de una manera agradable, el contorno perfecto, solo con un tamaño más grande. Sus tetas no cuelgan, pese a su tamaño se mantienen firmes. Otro mito que me quité de la cabeza, fue el que entraría a una caverna holgada en la que no sentiría nada. Estaba tan apretadita que casi le creo que era virgen. Hasta donde vi, no le saqué sangre.

Luego la volteé, la puse boca arriba, le abrí sus gordos muslos y me coloqué entre ellos. La penetré en posición de misionero, pero sosteniéndome con los puños sobre la cama y los brazos rectos. Miraba como su rostro se perdía en gestos de placer y su boca soltaba gemidos como loba cantandole a la luna. Sus tetas se movían arriba y abajo en un terremoto carnal desenfrenado. Me tomo de los codos para apoyarse, me dijo que me amaba. Y en eso me corrí dentro de ella. Maldita coincidencia. Caí entre sus pechos y los bese compulsivamente, los lamí como fruta de temporada y me quede dormido sobre ella.

Al despertar ya no estaba ella. No supe más de ella. Guille me contó que se hizo novio de Esmeralda, y que Annie ya no iría al bar. Le pegó un ataque de conciencia que le hizo arrepentirse de aquella noche que vivimos.

Moraleja: Las gordas cogen más rico de lo que parece.