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Cogida por el perro, de mi novio…

Relato enviado por : narrador el 23/05/2014. Lecturas: 23673

etiquetas relato Cogida por el perro, de mi novio…   Zoofilia .
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Resumen

Yo desde pequeña siempre fui algo adelantada, al punto que nunca me gustaron los chicos de mi edad, y desde el principio comencé a salir con hombres mayores que yo.




Relato

Recién yo había cumplido los 18 años, cuando mis padres me regalaron un lindo cachorro, razón por la que conocí a Edgardo, quien dentro del ambiente de entrenadores de perros, es bien reconocido.

Al principio la relación fue únicamente profesional, pero a medida que fui asistiendo a las clases de entrenamiento con Lobo, mi perro. El entrenador y yo fuimos conociéndonos, y que él fuera unos quince años mayor que yo, no me importó, como tampoco el sin fin de chismes, o exagerados, y mal intencionados cuentos que giraban en torno a su persona, o por lo menos eso pensaba yo al momento en que comenzamos a salir, como novios.

Lobo se graduó con honores, y desde luego que yo también, ya que más que entrenar al perro en esos cursos, a quienes entrenan es a los dueños de las mascotas. Bueno debido a nuestra cercanía, yo no dejaba de ir casi a diario a su centro de entrenamiento, y aunque en ocasiones Edgardo me hacía chistes pesados, yo como una verdadera pendeja de no dejaba de visitarlo.

Un día comenzó por preguntarme, si en alguna ocasión se me había ocurrido pensar, que yo pudiera llegar a tener sexo con Lobo. La verdad es que le dije que no, ya que hasta ese instante por mi cabeza no había pasado ese tipo de pensamiento. Pero en otra ocasión me volvió hacer esa pregunta, y al principio le iba a decir que no, por la misma razón, pero la verdad es que quise ser sincera con mi novio, y le dije que hasta que él no me lo preguntó, jamás había ni tan siquiera pensado en que eso pudiera ser posible. Pero que después de que me hizo esa pregunta, yo pensaba que no, por muchas razones, como la higiene, y en parte en broma le dije, que para llegar a pensar en hacer eso con un perro, seguramente antes debía haberse acabado todos los hombres sobre la tierra.

Claro que cuando Edgardo tocaba ese tema, al principio me sentía algo incomoda, pero poco a poco, quizás como él prácticamente a diario, tocaba ese tema, en especial cuando nos encontrábamos teniendo sexo en su cama. Debido a eso deje de sentirme incomoda, cuando mi novio me hablaba de eso. En una ocasión me dijo que entrenó a un gran danés de una señora, ya que el perro sin importar donde estuvieran, ni con quien, trataba de montarla.

Así que se dedicó a enseñarle obediencia a la mascota de la señora, pero se dio cuenta de que en ocasiones durante los entrenamientos, le pareció ver que la señora provocaba la situación. Finalmente Edgardo entendió que el perro se encontraba debidamente entrenado, pero como al mes, lo llamó la dueña, bastante ansiosa, preguntando cómo podía hacer ella, en un supuesto caso que su perro la llegase a penetrar por un descuido de ella.

Edgardo le respondió, que si el perro la llegase a penetrar, lo mejor era esperar a que terminase, y no tratar de zafarse, antes de que el miembro del animal regresara a su tamaño normal, de lo contrario podían salir lastimados tanto el perro como ella. La señora le dio las gracias, pero justo antes de que ella colgase el teléfono a mi novio le pareció escuchar el fuerte jadeo de un perro, y a la señora que le decía, tranquilo Brutus, tenemos que esperar a que se te baje esa hinchazón. Claro que al escuchar algo así, no supe ni que decir, pero posteriormente mi novio continuó hablándome de mujeres que él conocía y tenían sexo con sus perros.

Cuando no era que en la cama, o preferiblemente en la parte trasera de su casa, al aire libre, yo completamente desnuda, me ponía en cuatro patas, y él antes de penetrar mi coño colocándose tras de mí, comenzaba a oler y lamer divinamente mi coño, para luego a medida que me iba montando, decirme en broma que yo era su perra. Por lo que yo siguiéndole el juego le ladraba, o dejaba que me oliera y lamiera los muslos. Comportándonos los como si realmente fuéramos perros

Pero un  día me pidió que trajera a Lobo, supuestamente para enseñarle unos cuantos trucos. Debí sospechar algo cuando, me pidió que me quitase mis pantis, y que me fuera a esconder, dentro de un pequeño y retirado cobertizo. Que se encontraba lejos de la casa.

Yo de manera inocente le obedecí, aunque el hacer que le diera mi panti para que Lobo la olfatease, me pareció algo raro, pero aun y así seguí sus órdenes al pie de la letra. Yo quizás llevaba esperando en ese apartado lugar unos cinco o seis minutos, cuando sentí que Lobo de acercaba, y rasgaba la puerta con sus patas delanteras.

Como Edgardo me pidió que, no abriese la puerta, y que permaneciera sentada, en una única silla metálica que se encontraba empotrada en el piso, yo de manera obediente le hice caso. Cuando él propio Edgardo abrió la puerta, y apareció mi Lobo moviendo su rabo intensamente. Casi de inmediato se me acercó y comenzó a bien contento a lamer mis manos, cuando de momento en un descuido mío, sentí como la áspera, pero vigorosa lengua de mi perro, lamió parte de mi coño, ya que me encontraba con las piernas ligeramente abiertas.

Eso aunque fue algo que sucedió muy rápido, me dejó como paralizada, sin saber que hacer no como responder, aparte de tratar de sujetar la cabeza de Lobo para evitar que continuase lamiendo todo mi coño. A todas estas Edgardo se había colocado tras de mí, y sin que yo me diera cuenta de inmediato, me colocó unas esposas, en mis muñecas. Impidiendo de esa manera que yo obstaculizara los intentos de Lobo de continuar lamiendo mi coño.

Sumamente asustada volteé a ver a la cara a mi novio, viéndolo a los ojos, como preguntándole que pasaba, pero sin decir una sola palabra. Fue cuando escuche a Edgardo con un tono de voz firme y fuerte decirle a Lobo. Quieto, de inmediato Lobo retiró su hocico de entre mis piernas, y se sentó con su mirada fija en mi coño.

De inmediato Edgardo se dirigió a mi diciéndome, no es necesario que grites, primero porque aquí nadie te va a escuchar, y segundo porque vas a poner nervioso a tú perro, para él esto no es nada más que un juego. Pero para ti es algo que de seguro cuando terminemos me lo vas agradecer, por el resto de tu vida. No fueron tanto sus palabras, sino la amenazante manera en que me las dijo que me convenció de inmediato de quedarme callada.

Acto seguido, Edgardo  retiro el trozo de mi corta minifalda que ocultaba mi coño, subiéndola hasta mi cintura, luego se dirigió a Lobo diciéndole, lame. Y mi perro de inmediato parándose en sus cuatro patas, y acercando su hocico a mi coño, mientras Edgardo mantenía mis piernas abiertas, comenzó nuevamente a lamer profundamente todo mi coño. Yo al principio me quedé, nuevamente como paralizada, pero poco a poco fui sintiendo como la áspera lengua de Lobo, al entrar en contacto con mi vulva y en especial con mi clítoris, me producía una tremenda descarga de placer.

Edgardo soltó mis piernas, las que yo ya de manera casi voluntaria mantuve abiertas lo más que pude, así que a medida que Lobo continuó lamiendo sabrosamente todo mi coño, Edgardo retiró las esposas de mis muñecas. De momento Lobo trató de pararse en sus patas traseras, acercando su cuerpo más al mío, pero Edgardo le volvió a decir en ese fuerte tono de voz, que había usado antes, la palabra quieto, y Lobo se volvió a quedar sentado, y bien quieto, pero mirando fijamente mi coño sin tan siquiera pestañar.

Edgardo se me quedó viendo, y me dijo en un tono de voz calmado. ¿Janet, que es lo que tú crees que debes hacer ahora? Yo a pesar del miedo que me dio, desde un principio cuando mi novio, me puso las esposas. Sin decir nada, me levanté de la silla, y al tiempo que me quite los zapatos, solté mi falda, y se la entregué a Edgardo, para de inmediato quitarme también la blusa y el sostén que cargaba puestos. Y ya completamente desnuda, dando media vuelta, me agaché en el piso, para luego ponerme en cuatro patas.

Lobo como que hizo el intento de moverse, y Edgardo le volvió a ordenar que se quedase quieto, luego lo vi como le ponía a mi perro unas especies de medias, y cuando se dio cuenta de que lo observaba, me dijo. Es para evitar que te rasguñe con sus patas. Apenas le colocó esas cosas en las cuatro patas de Lobo, sencillamente le volvió a decir. Lame, y Lobo volvió a olfatear y lamer sabrosamente todo mi coño. Al grado que quizás por la misma situación en que me encontraba, disfruté de un profundo, y muy húmedo orgasmo, gracias a la lengua de mi perro. Cuando comenzaron a salir de mi coño, mis fluidos vaginales, mezclados con la babosa saliva de Lobo. Mi perro se detuvo, y dejando de lamer y olfatear todo mi coño y hasta mi culo. Se trepó sobre mi cuerpo. Por unos instantes, hasta temí que la punta rosada que sobre salía de entre sus piernas, me la enterrase por el culo. Pero después de cómo cuatro o cinco intentos fallidos por penetrar mi coño, finalmente acertó.

A medida que Lobo me fue penetrando, fui sintiendo, como su verga entraba dentro de mi coño, como sus patas delanteras me sujetaban con fuerza por mis caderas, y como con sus patas traseras, buscaba empujar más y más dentro de mí coño su rosado miembro. Lobo a todas estas no dejaba de moverse, mientras que yo me entregué por completo, a disfrutar plenamente el placer de ser penetrada por él. Moviendo mis caderas, tratando de contraer mi vagina, para sentir más placer. Pero de momento al abrir los ojos frente a mi cara me encontré con la parada verga de Edgardo prácticamente a la altura de mi boca, por lo que sin tan siquiera pensarlo me dediqué a mamar, al tiempo que Lobo continuaba haciéndome la perra más feliz.

Yo de tanto Edgardo hablarme de sexo entre mujeres, y perros, cuando sentí que dentro de mi vulva, la verga de Lobo como que se recrecía, supe que por cierto rato quedaría abotonada a él, pero ignorando lo placentero que se sentiría, ya que cada fibra de mi vagina fue sacudida sabrosamente por la verga de mi perro. Hasta que después de un sinfín de empellones que le dio a mi coño, sentí el calor de su semen inundando todo mi coño. Yo estaba aun mamando la verga de Edgardo, cuando Lobo, después de haberme hecho disfrutar de un sin número de placenteros orgasmos, se bajó de mi espalda, quedando su rabo pegado a mi culo, hasta que después de otro largo rato de espera, nos pudimos separar.

Casi de inmediato Lobo volvió a dedicarse a lamer mi coño, mis muslos y nalgas, que chorreaban todo su semen. Y lo que nuevamente me produjo un extremo placer. Al tiempo que prácticamente sin darme cuenta, Edgardo acabó dentro de mi boca y garganta, por lo que se puede decir que me tragué todo su semen.

Edgard o yo seguimos siendo novios durante un buen tiempo, y yo por mi parte fui manteniendo sexo con Lobo, y en ocasiones con otros perros que Edgardo gustosamente me proporcionaba. Pero finalmente él y yo terminamos, quizás fue por la gran diferencia de edades, pero en algo en lo que tuvo razón es que siempre le voy agradecer por el resto de mi vida,  todo lo que me enseño.

 

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hola amigos lectores de este espacio virtual mi historia trata de una vez que tube una aventura casi pecaminosa para mi, con mi perro este espacio me parece un lugar ideal y recomfortante para desaogarme o simplenemte contarlo imvito a que ustedes tambien hagan lo mismo lo comprobaran.
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Si te ha gustado Cogida por el perro, de mi novio… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar Cogida por el perro, de mi novio…. narrador te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:07) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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