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Descubriendo el placer

Relato enviado por : sereja el 23/08/2010. Lecturas: 4028

etiquetas relato Descubriendo el placer   Gay .
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Resumen
Yo no sabía que me gustaban los hombres, desde pequeño siempre me juntaba con mis amigos y mis primos, y ya en la secundaria también lo hacía. Las mujeres se me hacían muy complicadas y todos peleándose por ellas como si fueran la gran cosa.


Relato
Descubriendo el placer

Yo no sabía que me gustaban los hombres, desde pequeño siempre me juntaba con mis amigos y mis primos, y ya en la secundaria también lo hacía. Las mujeres se me hacían muy complicadas y todos peleándose por ellas como si fueran la gran cosa.

Hasta ahora supe que era apuesto, pero lástima por ellas, me gustan más los hombres. Así ocurrió mi primera vez, en secundaria. No era amigo mío Bernardo, pero siempre me gustó él. Era delgado, atlético aunque mal estudiante. Eso no me importaba ya que su cara era más hermosa que la de las mujeres del salón de clase, o al menos para mí. Era un poco rubio pero bronceado, y sin duda el más solicitado por todas.

En cierta forma le envidiaba ya que nadie se fijaba en mí, con mi piel pálida y cabello negro, era alguien normal. Un día entré a orinar a los baños después de la salida y justo cuando iba a la mitad entra Bernado y se baja el cierre para orinar también. Yo de reojo volteé a ver a su miembro y lo vi muy grande, tanto que me dio pena y terminé lo más rápido que pude para guardarme mi pajarito y salir corriendo.

Era la segunda vez que se lo veía, pero esta vez fue especial porque ya estaba desarrollado. Muchos de mis compañeros se reunían para pajearse, pero yo no entraba a esos juegos ya que no quería que me vieran, aunque se me antojaba mucho y ya yo en mi casa me encerraba en mi habitación para pajearme antes de la comida. Apenas empezaba a eyacular, pero no me gustaba que los demás me vieran.

Todo cambió cuando un día me quedé esperando en la escuela a que mis padres pasaran por mí a recogerme, pero ya se les había hecho tarde. Me puse a hacer la tarea, y de repente me saluda Bernardo:

-Hola Paco.

-Hola –le respondí tímidamente.

-¿Estás haciendo la tarea? –me preguntó.

-Sí –le contesté-. Es para tener la tarde libre.

Yo sabía que no hacía él su tarea y que me pediría que se la pasara, así que le dije:

-Saca tu cuaderno y te la paso –y no sé por qué dije eso, más bien tenía que ayudarme pero yo no podía negarme a él, era la primera vez que me hablaba.

-Está bien- me respondió con una sonrisa.

Estuvimos juntos apuntando y copiando los resúmenes y yo hacía los ejercicios para que él copiara las respuestas. Estábamos muy juntos y nuestras piernas se rozaban y yo por los nervios hasta la mano me temblaba y las fantasías que tenía sobre él se estaban haciendo realidad. Al terminar me agradeció y me dijo:

-No sé cómo pagarte.

-No te preocupes, para eso son los amigos.

Y desde ese día nos hicimos amigos, pero solo durante las tardes, ya que generalmente siempre pasaban tarde por nosotros. Yo reprimía mis sentimientos hacia él y nunca hablé de sexo con él y él tampoco conmigo, hasta que un día me preguntó abiertamente y sin más:

-¿Te masturbas?

-No –le contesté.

-Vamos, ¡como que no! –respondió sorprendido y sin creerme-. Todos lo hacen.

Guardé silencio y después asentí con la cabeza aunque poniéndome rojo de vergüenza.

-Que no te de pena, vamos al baño.

Guardamos nuestras cosas en la mochila y al llegar al baño con la escuela vacía, Bernardo se baja los pantalones hasta abajo y los calzones después para dejarme ver su aparato en erección total. Yo no podía quitarle los ojos de encima y me pidió después:

-Enséñame la tuya.

Dejé mi mochila en el piso y me bajé el cierre para sacar mi pajarito que estaba también en erección y creciendo. El pantalón me tapaba parte del tronco y me dijo:

-Órale, está grande también -esas palabras me agradaron y me encendieron aún más para terminar diciéndome-, vamos a medirlas. Bájate el pantalón.

Le hice caso, y con todos los nervios del mundo y mi corazón que parecía que se saldría de su lugar, me bajé el pantalón y calzones para enseñársela. La mía era delgada comparada con la suya y con mucho menos pelo, pero era casi tan larga como la de Bernardo.

-La tuya está muy grande y gruesa –le respondí.

Él la movió de arriba a abajo y me dijo:

-Me mide 15 centímetros, y hace un mes medía 14. ¿Cuánto mide la tuya?

No lo sabía así que dijo ante mi silencio:

-Vamos a compararlas.

Mi pene apuntaba hacia arriba y el suyo estaba un poco ladeado, así que nos acercamos y él tomó mi pene con sus manos y lo juntó al suyo. Casi se me sale el corazón y le dije:

-Me gusta tu pene, me gusta cuando me tocas.

Él sonrió y comenzó a masturbarme y yo a él. Nuestra velocidad aumentó hasta que me dijo:

-Vamos a encerrarnos.

Nos metimos dentro de los privados y ahí me quitó la playera y yo le quité la suya y me besó como tantas veces le había visto besar a sus amigas. No soltaba mi pene y yo tampoco soltaba el suyo y sus testículos tampoco, nuestras lenguas se entrelazaban y nuestros cuerpos se juntaban para sentirse hasta que me separé de él al sentir que estaba a punto de venirme.

Disparé tres chorros de líquido semitransparente y él contestó sacando chorros blancos un poco más espesos que mojaron mi estómago y escurrieron por mi pubis. Tomó un papel y me limpió con cuidado, pero después se metió a la boca todo mi pene que aún no perdía la erección. Me dejé tocar y que me metiera incluso un dedo en el ano.

-Te toca –me ordenó.

Le hice caso y lo complací de la misma manera hasta que nos cansamos y me dijo:

-Te invito a mi casa, así podremos tener sexo. ¿Vienes?

-¿Hoy? –le pregunté dudando mientras me acariciaba mis pechos-. No sé, tengo que pedirle permiso a mis papás.

-Les pedimos permiso. Te va a gustar.

Le hice caso y nos vestimos nuevamente para esperar a nuestros padres. Afortunadamente accedieron y me regresé con él a su casa. Al llegar hizo lo mismo que yo hacía, nos encerramos y puso música para después acercarse a mí y probar otra vez de mis labios. Yo me entregué a él y en un santiamén estábamos de nueva cuenta encuerados.

Entonces le pregunté:

-¿Te gustan los hombres? Yo creí que te gustaban las mujeres, siempre estás rodeado de ellas.

-Me gustaban, pero no se dejan que les haga el amor. Además es mejor tener un trozo de carne.

-¿Has hecho el amor? –seguí preguntándole mientras veía su hermosa figura recostada en la cama.

-Una vez con una prima, pero estaba muy espantada. ¿Tú lo has hecho? -Me preguntó aunque era obvia la respuesta.

-No –pero entonces le pregunté-. ¿Y lo has hecho con un hombre?

-Sí, con un amigo mayor.

-¿No es de la escuela? –seguí preguntándole.

-No. Tú eres el primero de la escuela. Me gustaste desde aquella vez que me viste orinar.

-No creí que te acordaras –le respondí acercándome a él.

-No se lo vamos a decir a nadie –me advirtió.

-No, tú tampoco lo vayas a decir.

Y así cerramos nuestro juramento con un largo y jugoso beso, para después hacer el 69 y tragarnos todo nuestro pedazo de carne palpitante. De debajo de su cama sacó un frasco de crema para untarme generosamente en el ano, y así, subió mis piernas y tendido boca arriba, le recibí completamente. Poco a poco pujaba y me la enterraba, yo lamía sus dedos y aguantaba el dolor que poco a poco se transformó en placer. Me besaba y con sus movimientos de cadera me ensartaba cada vez más profundamente hasta que eyaculó toda su leche dentro de mí. Fueron como veinte minutos que parecieron interminables, y así de caliente como me dejó, me pidió que lo follara también.

De la misma manera le unté crema en todo su ano y sus genitales, para ensartársela de la misma manera que él lo había hecho conmigo. Entró con gran facilidad y el sentirle todo su cuerpo nos hizo llevarnos al paraíso. No había zona que no exploráramos y el revolcón que nos estábamos dando era memorable. De algo servían las revistas que habíamos visto clandestinamente o los videos de internet. Probamos cada posición que se nos ocurría, y al sentir que me veía me dijo:

-En mi boca, en mi boca.

Yo la saqué y comencé a masturbarme y le acerqué el glande, el cual probó y yo inmediatamente solté toda mi descarga, la cual saboreó y engullo totalmente. Esa tarde ni comimos, fue únicamente hacer el amor y dormir un ratito, para despertar y fornicar nuevamente hasta que mis padres llegaron por la noche.

Esa fue mi primera vez, y aunque creo que fue la mejor, repetimos otras sesiones de sexo adolescente con otros amigos de la escuela, e incluso, con su amigo mayor de veinte años, cuyo trozo media casi veinte centímetros.

En otra ocasión les contaré cómo me fue con él.

Si te gustó escríbeme artoriusist@hotmail.com

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Comentarios enviados para este relato
ESPECIAL (5 de November de 2010 a las 20:07) dice: MUY BUENO EXELENTE RELATO

javoxta (24 de August de 2010 a las 09:11) dice: me encanto,,, ojala y tuviera un amogo asi,,


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