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DIARIO DE UN JOVEN SALIDO (16)

Relato enviado por : xoel el 29/05/2008. Lecturas: 4109

etiquetas relato DIARIO DE UN JOVEN SALIDO  (16) .
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Resumen
Mi mamá ya había probado lo sabrosa que es una polla rusa. Ahora tendría la oportunidad de probar nuevas y placenteras sensaciones procedentes del Este europeo, en un ambiente de refriega y violencia, sin necesidad de moverse de casa.


Relato
Estoy convaleciente en casa motivado a una gran depresión que cogí tras el incidente del campeonato de natación que ya relaté en la página anterior (capítulo 15), donde pasó de todo y en que fui blanco de la ira y vejaciones de mis compañeros de equipo. El único que no se percató de que yo lo había observado todo desde mi obligado escondite del armario-taquilla fue Vladimir, el entrenador ruso. Por eso es el único que se atreve a venir a mi casa a visitarme con frecuencia ... Yo diría que con demasiada frecuencia. Pero tras las visitas protocolarias hubo más, mucho más, que paso a escribir en mi cuaderno personal y que yo titularía:

LA MAFIA RUSA INVADE MI CASA.

Querido diario:

Una tarde más, después de que mi padre se va al trabajo y mi hermana al instituto, viene a visitarme a casa mi entrenador de natación, que se interesa mucho por mi estado de ánimo tras el fiasco por mi culpa en los campeonatos regionales y, ante mi sorpresa,me trata con mucha amabilidad y me ha ratificado en el equipo titular. Lo recibo en mi habitación, generalmente postrado en la cama cuando estoy más deprimido o navegando por internet cuando estoy más animado. Mi madre se muestra siempre encantada con su presencia y lo obsequia con una taza de té y pastas o con un refresco. (En mi mente todavía está la jodienda que tuvieron ambos en el vestuario, y cómo el ruso la bombeaba mientras ella expulsaba por el coño toda la lefada de los anteriores folladores, para luego acabar vaciándose en la boca de mi madre, que sorbió hasta la última gota de semen, y llamarle puta).

Ahora Vladimir me visita un promedio de dos días a la semana, y hablamos de natación y de cosas intranscendentes mientras mi madre se contornea de delante para atrás mostrando todos sus atractivos. Fue una tarde al notar que, tras tomar el vaso de leche que me traía mi madre como merienda sentía un profundo sopor que me hacía quedar traspuesto y hasta dormido, cuando sospeché que la muy zorra me estaba echando una fuerte dosis de mi medicación de ansiolíticos en la bebida para sacarme de enmedio, así que tomé la determinación de no tomar la leche, que arrojé cuando no me veían en un jarrón que tenía en el cuarto. Así que aquella tarde se confirmarían mis sospechas: tras quedar yo adormilado, mi entrenador y mi madre se iban a chingar al dormitorio matrimonial; algo que ya venían haciendo desde hacía semanas, mientras yo dormía como un angelito.

Aquella tarde me hice el dormido. No tardó en aparecer mi madre y hacerle una seña a Vladimir para que la siguiese hasta su dormitorio. Tan seguros estaban de mi profundo sueño que ni se preocuparon de cerrar la puerta por dentro, que quedó entreabierta. Al poco, me levanté de la cama sigilosamente, en pijama y descalzo para no hacer ruido. Arrimé la cara a la rendija y empecé a contemplar el espectáculo. Ambos estaban desnudos; él sentado en el borde de la cama y mi madre de rodillas chupándole la verga. Nunca había vista a una hembra lamer con tal delectación una poronga: los chorros de saliva se deslizaban desde el capullo hasta los huevos y llegaba a meterse todo de una tacada ¡más de 25 centímetros hasta la campanilla de la boca!

No tardaron en cambiar de postura. Ahora era el entrenador el que le comía la concha. Mamá gemía de placer como una perra en celo cuando sentía aquella hábil lengua excitarle con la punta el abultado clítoris: ¡Vladimir, Vladimir, Vladiiiiiiiii ! - gritaba. Y orgasmeaba una y otra vez. Yo por mi parte, ya enarbolaba mi polla y me disponía a compartir desde mi escondrijo aquel momento mórbido y caliente. Fue entonces cuando sentí que alguien golpeaba con fuerza la puerta de entrada de la casa.

Me recompuse como pude y me dispuse a abrir la puerta. De repente, tres hombres irrumpieron violentamente, me apartaron del medio, y en un castellano con acento ruso me preguntaron:
- ¿Dónde está el hijoputa de Vladimir?
A la mente vinieron los comentarios escuchados en el club de natación donde se rumoreaba que al entenador lo perseguía una mafia rusa por turbios asuntos de dinero o drogas. Lo que estaba claro es que aquella tarde esos tres truhanes lo habían seguido hasta mi casa y venían a pedirle cuentas.
- ¿Dónde está Vladimir? - repitieron.
Yo señalé con un dedo el dormitorio donde la pareja estaba follando, aunque supuse que con el fuerte ruido habrían cesado en sus artes amatorias.

Los tres mafiosos eran un gigantón de unos treinta años, fuerte como un roble, parecido a un ex-militar, que respondía al nombre de Vasili. Luego estaba el que parecía el jefe: otro ex-militar de fuerte complexión de unos 50 años y cara de mala leche, llamado Nicolai. Y, por último, el tío más terrorífico que vi en mi vida: un mongol, calvo y con una trenza colgando, más bien bajo pero también musculoso (Yuri). Cuando entraron en el dormitorio, ya la pareja había escondido su desnudez debajo de la sábana. La cara del miedo se reflejaba en el rostro del entrenador y a mi madre le entró un ataque de pánico y empezó a pedir auxilio. No tardó en recibir un tortazo del jefe y calló de repente.
- ¿Dónde están las joyas y el dinero, Vladimir? - le gritó Nicolai al entrenador.
Algo balbuceó Vladimir en ruso, y no tardaron los cuatro hombres en ponerse a discutir a voces en su idioma, sin que mamá y yo pudiésemos enterarnos de nada. De repente, empezaron a registrar toda la habitación: cajones, armarios, sofás ... Pusieron todo patas arriba. De uno de los cajones de la mesilla de noche cayó el dildo modelo "mandingo", que usaba mamá en sus vicios solitarios. El jefe lo cogió y lo miró con sorpresa; apretó el botón y lo puso en funcionamiento. Aquellos 35 centímetros de polla de látex vibraba en todas direcciones e hizo sonreír a los tres mafiosos.

Con unos pantys de mamá me ataron de pies y manos a una silla, y me amordazaron con un pañuelo. Al pobre de Vladimir empezaron a golpearlo sin piedad en todo el cuerpo, desnudo como estaba. Los peores golpes los recibía en la entrepierna, por lo que el entrenador se doblaba por el dolor en los huevos, pero guardaba completo silencio sobre lo que le preguntaban. Así que los mafiosos cambiaron de táctica. Fueron a por mi madre, que suponían amante de Vladimir, y empezaron a "jugar" con ella. A un gesto del jefe, Yuri se abalanzó sobre mamá y le abrió las piernas. Pensé que iba a follársela pero luego me enteré que el mongol había perdido sus genitales al pisar una mina antipersona en Sudán: pirola y cojones habían salido por el aire, y ahora sólo le quedaba un orificio para mear. Pero el castrado presumía de saber hacer gozar a una hembra, así que gritando repetidamente "¡pussy finger, pussy finger!", que más tarde me enteré que significa "paja femenina" en inglés, introdujo sus dedos dentro de la chucha de mamá y empezó a masturbarla con gran destreza, mientras el gigantón le metía su gran verga en la boca y le magreaba con fuerza las tetas. Mamá se resistió todo lo que pudo, pero al ver que no podía hacer nada, se resignó a dejar que hiciesen con ella lo que quisieran, y me dió la impresión que se corrió varias veces con el "pussy finger" del mongol, pues desde mi posición pude notar cómo los dedos del tal Yuri cada vez se deslizaban mejor dentro del coño. Sí tuvo un clímax cuando con su lengua el mongol se centró en el clítoris, y casi se atraganta porque en ese mismo momento el atlético Vasili se vaciaba en su boca en medio de grandes espasmos.
- Jefe - dijo el mongol dirigiéndose a Nicolai - la mujer está preparada.
Se refería a que mi madre estaba lo sufientemente lubricada para recibir una buena poronga. Efectivamente, la polla del jefe mafioso no tenía nada que envidiar a la reproducción del dildo negro. El muy hijoputa, sin preámbulo algundo, insertó de golpe su miembro largo y grueso. Mi madre lo recibió sin rechistar. En su útero ya había tenido el gigantesco cipote del cubano (capítulo 9), y otras buenas chotas. Aquel bombeo que le llegaba hasta los mismísimos ovarios la recalentó sobremanera. Muy bajito, para que yo no escuchase, le decía a Nicolai: ¡más, más, más ...!, mensaje que sin duda el ruso comprendía. Mamá levantó las piernas encima de los hombros del jefe para sentir más adentro su bombeo. Al poco, el ruso se corrió dentro de ella, y mi madre al sentir aquel torrente caliente inundarle las entrañas, tuvo un ruidoso orgasmo que hizo retemblar las paredes. Al sacar la chota, el semen empezó a deslizarse por sus muslos y quedó extenuada, como ajena a todo lo que le rodeaba.

Vladimir fue de nuevo el centro de atención de los mafiosos. Permanecía tirado a mi lado, ensangrentado por los golpes recibidos. No tardó el trío de malherchores en percatarse de que yo estaba empalmado como un animal por todo lo vivido en aquel cuarto. Mi polla ya salía dura y poderosa por la abertura del pijama, pero como tenía las manos atadas a la espalda, me era imposible disimular la erección. Entonces el jefe le gritó al entrenador:
- ¡Chúpale la polla al muchacho!
Vladimir se negó en redondo. Empezó a gritar en ruso, pero entre Yuri y Vasili lo agarraron y lo arrodillaron ante mí y le obligaron a meterse mi pene en la boca. Lo agarraron por los cabellos y empezaron a marcarle el ritmo de la mamada. Yo empecé a sentir un gusto indescriptible, de lo excitado que estaba. Al poco, mi entrenador ya chupaba con cierta habilidad mi polla, y los mafiosos lo soltaron. Pero ante mi sorpresa, le separaron los muslos y así, de rodillas como estaba y sin darse cuenta de que lo atacaban por la espalda, le introdujeron el dildo "mandingo" en el ano. Vladimir gritó como un poseso ante el dolor recibido en el orto, pero el mongol no se compadeció de él y de un golpe seco le metió los 35 centímetros de consolador; luego, le dió al interruptor y el aparato empezó a vibrar dentro del culo del pobre entrenador. El gigantón le volvió a agarrar la cabeza y le obligó a tragar de nuevo mi verga. Mientras él sufría con el dildo negro en el orto, yo me corrí en su boca ...

No encontrando lo que buscaban, los rusos abandonaron mi casa, llevándose a Vladimir con ellos hecho un cristo. A toda velocidad, mi madre y yo nos pusimos a ordenar la casa, pues no quería que mi padre y mi hermana se enterasen de lo ocurrido. Al acabar con la tarea, nos aseamos, yo volví a mi habitación y mi madre, como si nada hubiese pasado, se puso a preparar la cena familiar.

Vladimir no volvió a aparecer por casa en los días sucesivos ni atendía las llamadas que a su móvil le hacía mi madre para interesarse por su estado ... y para decirle que echaba mucho de menos su poronga rusa. Un mes después leí en la prensa local que había aparecido flotando en el puerto el cadáver de un joven de unos treinta años, de dos metros de altura, ojos azules, pelo claro y complexión atlética ...

XOEL
www.richardanton21@yahoo.es

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:31) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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