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EL CAPITÁN Y SU MARINERO

Relato enviado por : Anonymous el 18/03/2010. Lecturas: 19295

etiquetas relato EL CAPITÁN Y SU MARINERO   Gay .
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Resumen
Un capitán pasa meses sin follar y descubre el placer en el trasero de un joven marinero


Relato
EL CAPITÁN Y SU MARINERO

Imagínate que eres el capitán de un barco. Tu tripulación y tú han estado navegando durante nueve meses sin tocar tierra. Se percibe en el ambiente el deseo de hombres calientes de sexo. Ya estás harto de pajearte sin cesar. Tienes ganas de culear, de meterle el pico a alguien, aunque sea a uno de tus marineros. Te sorprendes con tal pensamiento, pero lo ves como una posibilidad de descargarte de tanto fuego acumulado. Le das vuelta a la idea cada noche, en tu camarote, cuando te palpas la verga dura y te entregas a la masturbación como un desenfrenado. Es entonces cuando piensas en los traseros de tus veinticinco marineros. Te sorprendes en las duchas mirándoles los culos y el pico se te para sin que te des cuenta. Intentas evadir este pensamiento. No eres un homosexual, pero sientes deseos de las nalgas de tus subalternos. De pronto observas que entre los marineros nuevos, hay un muchacho de unos 19 años, bastante amanerado, que evita bañarse con la tripulación. Casi no habías reparado en él. Lo habías visto dando vueltas por la cubierta en sus labores diarias, pero jamás te habías fijado en su cuerpo. Averiguas que es hijo de un sargento bastante ordinario y que su padre lo obligó a realizar este viaje para que se hiciera hombre. Tiene un culito parado, gordo y redondo, que se le marca bastante con los pantalones blancos y apretados que suele usar. Lo observas detenidamente cuando está en cuatro patas limpiando la cubierta del barco. Se te para el pico cuando lo miras balancear su trasero mientras friega los pisos. Entonces comienzas a fantasear con él. Te lo imaginas desnudo, chupándotelo, ofreciéndote sumisamente su trasero virgen. Te pajeas imaginando que le partes el culo con el pico grande y grueso que te gastas. Te gustaría comprobar si es capaz de comértelo todo, hasta que tus cocos golpeen sus nalgas. Pasas semanas observándolo. Lo sigues en sus rutinas diarias. Le inventas tareas de aseo sólo para verlo sacudir su culo. Al cabo de unos cuantos días de ponerlo en tus fantasías nocturnas cada vez que te pajeas, decides culeártelo sin que nadie se entere. Lo vigilas y descubres que tiene un camarote que no comparte con nadie. Diariamente es el último en bañarse. Lo sigues a su camarote y entras sin que se dé cuenta. Lo sorprendes mientras se viste. Está de pie, de espaldas a la puerta, sólo con un minúsculo calzoncillo.
-¡Atención, marinero! -le ordenas con voz masculina.
Él te obedece quedándose quieto, sin voltear. Cierras con seguro el camarote y sientes cómo el pico se te empieza a endurecer. Te acercas lentamente y te paras justo detrás de él. El chico intuye lo que deseas. Desde hace días te ha observado cómo lo miras, cómo detienes largamente tu vista en su trasero. Desde el anonimato, ha sabido complacerte sin que te des cuenta. Ha movido su culo más de la cuenta ante tus ojos para que te excites. Comienzas a decirle palabras degeneradas al oído, las palabras más morbosas que se te vienen a la cabeza. Notas que se ha puesto nervioso, que tirita un poco. Lo tomas de la cintura y lo aprietas contra tu paquete. Sigues hablándole. Le muestras lo duro que tienes el pico, apretándolo contra ti. Continúas empujándolo fuertemente contra tu paquete con lentos golpeteos agarrado a su cintura. Él tiembla, se le acelera la respiración, pero permanece quieto. Le tomas la mano y la llevas a tu paquete.
-¿Sientes lo duro que lo tengo? ¿Sientes lo grande y grueso que es? -le dices mientras recorre con su mano para que sienta la dureza, para que sienta lo grande y grueso que lo tienes.
El chico aprieta un poco, con timidez, pero percibes que comienza a gustarle. Le bajas lentamente el calzoncillo hasta hacerlo caer al piso. Continúas hablándole sucio, diciéndole las palabras más degeneradas que el muchacho haya escuchado en toda su vida. Le metes un dedo en la boca y le ordenas que lo chupe. Luego le metes dos y luego tres. Cuando sientes que tus dedos están llenos de saliva, los llevas hasta su culo y se los metes lentamente. Primero uno, luego dos y luego tres. Sientes cómo le gusta, cómo se queja suavemente, cómo echa su cuerpo hacia atrás para que se los metas más y más adentro. Eso te encanta. Le tomas las manos y lo obligas a que te desabroche el pantalón y te saque el pico. Tú dejas caer tus pantalones hasta el piso y le metes tu pico duro entre sus piernas. El muchacho emite un susurro de placer. Está que arde de calentura, desea que te lo culees cuanto antes, ya no aguanta más. Le agarras el pico y compruebas que también lo tiene duro: está gozando como una perrita caliente. Eso te enciende más tu propia calentura por culeártelo. Tú no dejas de insultarlo al oído. Le haces ver quién es el macho, le dices morbosamente cuanto placer le vas a dar, le ordenas que tendrá que ser muy sumiso, que deberá comportarse como una verdadera putita caliente, ansiosa de pico. Él te responde con la cabeza, apenas puede decir “sí”, porque la respiración entrecortada por el placer le impide hablar. Le ordenas que con sus manos se separe las nalgas y te ofrezca el hoyo. El muchacho obedece inmediatamente. Notas cómo está caliente por pico. Acomodas la cabeza de tu verga en la entrada de su culito virgen y empujas con todas tus fuerzas. Él se quiere escapar un poco por el dolor que le has provocado, pero tú lo detienes y lo obligas a apegarse más contra tu cuerpo. Le muerdes el cuello, le chupas las orejas y le ordenas que se quede quieto, o si no, no lo harás gozar como él quiere. Ante el temor de no ser tu putita, el chico se queda quieto, aunque continúa el dolor. Tú no bombeas, se lo has metido, pero no te mueves. Esperas a que el dolor desaparezca lentamente y se convierta en placer. Lo masturbas un poco y notas cómo comienza a relajarse, dichoso de tener tu grueso pico metido en su culo. Cuando el dolor ha desaparecido, sientes cómo el muchacho comienza a apretar el culo para sentir la dureza de tu gruesa verga. El chico tiembla de placer, tiene los ojos cerrados y echa su cabeza hacia atrás, como toda una minita caliente. Abre la boca y se queja. “¡Qué rico¡”, dice de pronto, y eso te impulsa a empujarlo violentamente sobre la cama. El muchacho cae como una pluma y se queda quieto, aguardando que lo montes como una perra caliente. Tú le ordenas que se separe nuevamente las nalgas y te muestre su hoyo húmedo de saliva. Te agachas y se lo escupes varias veces. Vuelves a meterle un par de dedos, haciendo que el chico se retuerza de placer. Ahora lo obligas a suplicar, le ordenas que te ruegue para que te lo culees. Y el muchacho, sumiso y caliente como a ti te gusta, comienza a suplicar:
-“Culéame, por favor, métemelo hasta el fondo, hazme gozar, por favor”.
Y esas palabras te calientan más todavía. Te gusta verlo ahí, en la cama, con el culo listo, con las nalgas abiertas, sufriendo por tu pico. Y comienzas a insultarlo otra vez, tal como al chico le gusta, lo tratas de puta caliente, de perra, de maraca buena para el pico. Le haces ver que tú eres su macho, su hombre, y él es tu hembra, tu mujer. El muchacho lo único que dice es “Sí, sí, sí, sí...”, sumisa y caliente, como tú quieres. Entonces, te subes a la cama de rodillas. Obligas al muchacho a darse vuelta y a que te lo chupe con fuerza, que te lo huela, que te lo muerda, a que se pase tu pico por la cara, adorándolo. El muchacho obedece a todo lo que tú le ordenas, se convierte en la putita sumisa que tú querías. Te agarra el pico con ambas manos y lo besa incansablemente, se lo mete a la boca hasta la garganta, lo saca lleno de saliva y se lo vuelve a meter, te lo muerde, lo huele como tú le ordenaste, y te ruega una vez más para que se lo metas. Tú estás más caliente cada vez, pero te encanta como lo chupa el muchacho, y quieres que siga haciéndolo hasta que se lo ordenes. Te tomas el pico y lo golpeas en la cara, se lo refriegas, y se lo metes con fuerza a la boca hasta que se ahogue. Cuando ya no das más de caliente, le ordenas que se dé vueltas y se ponga en cuatro patas, tal como cuando friega la cubierta del barco. El chico te obedece y pone su culo parado, deseoso de que se lo partas a cachas. Tirita de lo caliente que está, se retuerce en la cama y te suplica que se lo metas fuerte y profundo. Él solo se ha abierto las nalgas y te ofrece su hoyo. Tú le escupes el agujero del culo. Se lo metes con fuerza, hasta los cocos, y comienzas a culeártelo como si fuera una puta. Lo insultas, le golpeas las nalgas y lo empujas de las caderas para que tu verga entre más adentro aún. El chico tiembla de placer, se retuerce como una loca y grita:
-“Más, más, más adentro, lo quiero todo, papá”.
Eso te gusta y se lo clavas con fuerza. Se lo sacas todo para luego volver a metérselo, una y otra vez, una y otra vez. Te gusta ver cómo tu pico se pierde en el hoyo lampiño del muchacho. De pronto se lo sacas y lo obligas a ponerse patitas al hombro. Al muchacho le fascina esta posición y te obedece de inmediato. Lo agarras de los tobillos y le separas las piernas. Se lo pones en el agujero otra vez y se lo clavas sin asco. El chico chilla como una perrita en celo, quiere más adentro, está ansiosa de pico, se muere de placer por que la hagas gozar como tú sabes, con tu experiencia de macho. A ti te encanta culear, tenías muchas ganas, hace meses que querías sentir un hoyo caliente y húmedo sólo para ti. Te gusta ver cómo tu pico entra y sale incesantemente de ese culito virgen. Lo miras a la cara y ves cómo el muchacho está gozando como maraca caliente y eso te gusta mucho. Lo insultas otra vez, vuelves a decirle palabras degeneradas, lo haces hablar, pedir, suplicar, rogar por más y más pico. No te importa que los otros hombres de tu tripulación puedan oír, es más, te gustaría que los marineros estuvieran pegados en la puerta del camarote pajeándose. Te gustaría que entre ellos estuvieran culeándose también, calientes por las palabras degeneradas que le dices a tu putita. Le ordenas al chico que abra la boca y lo escupes, le echas tu saliva dentro de su boca y le mandas a que se la trague. Al muchacho le fascina beberse tu saliva, la saliva de su macho, del único hombre que lo ha hecho sentir puta, mujer, como siempre había soñado. El chico traga y traga, experimentando un placer nunca antes vivido con otro hombre. Y tú te siente orgulloso de ti mismo, sabes que eres un verdadero semental, que culeas como un profesional, que tienes una verga deliciosa que haría feliz a cualquier putita o a cualquier putito como éste. Ahora se lo sacas. El muchacho te mira extrañado y te pide más, suplica porque le sigas dando placer. Pero tú quieres cambiar de posición. Te acuestas de espaldas sobre la cama y le ordenas que se siente en tu pico. El chico, feliz y obediente, separa sus piernas y se sienta a horcajadas sobre ti. Él mismo moja de saliva su culo, te agarra la verga con fuerza y se va sentando lentamente sobre tu pico duro. A ti te gusta su decisión y lo premias empujando con fuerza hacia arriba para que tu herramienta gruesa entre hasta el fondo. El chico ahora está en la gloria. Puede pajearse al mismo tiempo que siente tu verga en lo más profundo. Sube y baja como un balancín. De vez en cuando empuja su culo con fuerza y lo retuerce sobre tu verga. Está como loco de placer. Se acaricia y te acaricia también el pecho. Juega con tus pelos como una putita. Cierra los ojos y aprieta su culo para hacerte gozar más. Tú estás con las manos detrás de tu nuca, en una posición casi indiferente, te gusta observarlo y sentir que es una maraca gozando con su macho. El muchacho está a punto de acabar, es demasiado el placer que le estás dando, es infinito su gusto por tu pico, así que está masturbándose frenéticamente, ha perdido el control y salta y salta y salta como perra sobre tu pico. De pronto, el chico lanza los primeros chorros de semen sobre tu pecho, y luego otros y otros. Queda exhausto después de acabar. Tú no has acabado, aguardas el momento exacto para hacerlo sobre la cara del chico. Obligas al muchacho a limpiarte el pecho con su lengua, le ordenas que se beba todo su semen. Y, como siempre, el chico obedece porque no quiere defraudar a su amo. Se inclina sobre tu pecho y con su lengua bebe todo su semen, dejándote el pecho limpio y húmedo. Ahora le ordenas que se acueste y se lo metes en la boca. Lo obligas a que te lo mame hasta que tú logres acabar también. Pero quieres hacerlo en su cara y en su boca. El chico aún está caliente. Le gustaría meter al camarote a toda la tripulación y ofrecerles el culo a cada marinero para que se saquen las ganas de sexo. Te agarra el pico como si fuera su razón de vivir y te lo muerde, te lo chupa incansablemente. Tú ya estás a punto de acabar por lo bien que lo mama esta putita. El chico también ha estado con sus deseos acumulados por tantos meses. Pero deseos de macho, de pico, de cocos, y no de mujeres como los demás hombres. Acabas de una manera explosiva, los chorros de tu semen inundan la cara lujuriosa del muchacho. El chico goza por último las gotas calientes de tu leche y las esparce por su cara, su cuello, su pecho... Está disfrutando los últimos instantes con su hombre. Luego que ha acabado el placer, le ordenas al chico que se vista y que no mencione esto con nadie más. Si te obedece, tendrá tu pico cuando quiera...

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Comentarios enviados para este relato
kriztianjmm (31 de October de 2010 a las 17:00) dice: otra parte ke de awevo... mmmmmm... mmmm...

humbost (3 de December de 2010 a las 03:04) dice: buenísimo, me tiene a mil....

ageloso (23 de July de 2010 a las 21:17) dice: buen marinero

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:40) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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