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El casamiento de Silvita

Relato enviado por : mariodinero el 27/01/2014. Lecturas: 3236

etiquetas relato El casamiento de Silvita   Amor filial .
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Resumen
El anuncio de la boda de Silvita sorprendió a toda la familia. Iba a ser al año siguiente pero el comienzo de los cursos de verano en la Universidad de Oxford, en que iba a entrar a estudiar su Javier, y el deseo de viajar juntos a Inglaterra, precipitó los acontecimientos


Relato

EL CASAMIENTO DE SILVITA



El anuncio de la boda de Silvita sorprendió a toda la familia. Iba a ser al año siguiente pero el comienzo de los cursos de verano en la Universidad de Oxford, en que iba a entrar a estudiar su Javier, y el deseo de viajar juntos a Inglaterra, precipitó los acontecimientos. Las dos familias, además de ser adineradas propietarias de tierras en la provincia de Buenos Aires, son muy tradicionales y no podían concebir que los novios viajen juntos sin casarse.

Ella vino a Córdoba para compartir unos días, antes de la boda, con sus primos de acá. Estaba hermosa, con sus 19 años llenos de ingenuidad y dulzura, su alta y esbelta figura formada en la danza clásica, sus ojos almendrados color miel, su alegría por la aventura de casarse y comenzar su  nueva vida en Europa.

Era el día de su regreso y a mí me encargaron buscarla en la casa de tía Mabel, en Jesús María,  que está a una hora de Córdoba, y llevarla al aeropuerto. Teníamos mucho tiempo, y por eso nos paramos en Colonia Caroya a comprar los famosos salames de allí, que quería llevar para la estancia.

Al llegar al aeropuerto nos dimos con que el avión estaba carreteando en la pista de despegue. Silvi se había confundido con la hora de embarque y recién en tres días era el próximo vuelo...

 A ella se le llenaron los ojos de lágrimas y yo, que me sentía un poco culpable por no haber chequeado la hora en su pasaje, me decidí a anticipar mi viaje y llevarla de una vez en mi 4X4. Su suspiro de tranquilidad me hizo sentir justificado por el trabajo que me tomaría.

Entre que comimos algo, recogí mis cosas y salimos, nos agarró la noche llegando a Rosario, en la mitad del camino. Veníamos distendidos, escuchando a Sabina en el estéreo, cantando, haciéndonos confidencias con la empatía que siempre tuvimos desde que ella era chiquita y yo, doce años mayor, la cargaba en mis hombros.

-“Decime Silvita, ya se acuestan con Javier?”

-“Ja ja!   No!!, qué te crees…?”

-“Bah, me cuesta creerlo prima…en serio son tan santitos?”

-“Bueno, tan santos no somos…Algo hemos avanzado, ja ja!

-“Se tocan,  al menos…?”

-“Siiiiii!   Ay Edu, no me hagas acordar que hace dos semanas que no nos vemos, ja ja!”

-“¿Y qué partes del cuerpo se acarician los santos como ustedes?,  ¿los codos, el cabello…?”

-“Nooo bastante más! …Las caricias llegaron hasta acá…ja  ja”

-“Hasta donde???, no puedo ver…”  (yo iba manejando…)

-“Acá…, ja ja.” (Silvita tomó mi mano derecha que estaba en el volante y me la puso en la unión de sus piernas. En seguida hizo fuerza para volver mi mano al volante, pero yo la mantuve un momento sobre su bajo vientre, haciéndole una leve caricia.)

-“Sí, prima, se siente sensible esta zona, ja  ja ja.  “Bueno, menos mal…¿y también hubo besitos allí?”

-“Mirá lo que decís, ja”.   “…¡Ay, Edu, la verdad, no sé qué onda con eso!...”  “Es que me da cosa… que se yo…”  “La Mariana me dijo que soy una tonta, ja ja ja!”

-“Ja ja, Eso te dijo mi hermana? ¿Y no te dió clases para sacarte de tontita?…

-“Nooo!!!”

-“Bah, decime…”

-Ja, ja, ja  No!  En serio…ja ja ja!!!.

A todo eso llegamos a Rosario y decidimos descansar en un buen hotel y seguir a la madrugada. Pedí para ella la suite con Jacuzzi (-“Quiero mimarte para que en Londres no te olvides de Argentina”, le dije) y yo me sumergí en una habitación single decidido a dormir un rato.

Estaba viendo un poco la TV tirado en la cama cuando recibí el mensajito de texto: -“Estoy en el Jacuzzi, está divino!!”

-“Que bueno, la verdad Silvita que te envidio…”

Pasaron como 15 minutos, estaba durmiéndome y recibí otro : -“Tenés un bóxer para meterte? “Si querés vení un ratito, te metés  y después te vas a dormir. Si venís me vas a ver en pijama, ja  ja.

Yo sentí en ese momento una  inquietud erótica excitante que no me había animado a imaginarme que podía sentir con mi prima a punto de casarse. No era que ella me estuviera proponiendo nada. Sabía que no pasaba siquiera por su cabeza engañar a su amado Javier y menos aún siendo que era virgen y estaba por casarse. La situación, sin embargo, resultaba delicadamente hermosa. Era como que los ángeles me deparaban un momento inquietante…

Mi prima me abrió la puerta con un pijama de seda italiana de dos piezas de su ajuar de novia. La parte de arriba era un saquito corto que marcaba las puntas paraditas de los pezones, que se destacaban más por su elegante delgadez.

Abajo se veía el ombligo perfectamente circular, reinando en la leve protuberancia al centro del vientre. La otra parte del pijama era un short cortito, que acusaba su colita respingona, pero  que se abría como en pollerita en unos amplios y sugestivos huecos entre la tela y sus piernas.

Corrió a meterse bajo la sábana, pudorosa, mientras yo me acercaba a la tina del jacuzzi, de redondeado mármol  y llena de agua tibia con sales de baño que desprendían un vapor perfumado de entre las burbujas de los chorros laterales. Yo estaba con la bata encima de mis calzoncillos bóxer.

-“Y…? metete de una vez!!!”.  “¿O viniste a ver el agua nomás?”

-“No Silvi, me da cosa meterme mientras vos miras…”

-“Bueno, no te miro, dale, metete…”

-“No, dejá…mejor me vuelvo a la cama…!”

-“Bueno, dale, me meto con vos…¡¡No me mirés!!!, ja  ja”

En un instante se metió con pijama y todo al jacuzzi y yo me saqué la bata y entré también. Estábamos sentados primero,  tentados de la risa. Nos relajamos y nos estiramos acostándonos en la larga tina oval, uno frente al otro, tratando como podíamos de estirar las piernas que se nos superponían.

Ella, al estirar una pierna , sin querer, rozo a lo largo la mía.

-“Que piernas peludas, primo!!!”  “¡Ugh, qué asco!

-“Ja ja, no me digás que tu Javi no tiene pelos en las piernas!”

--“No se, no se las ví ché!...”,   “…Pero no creo, él es hermoso… No como vos, ja!”

- “Bah, vos también tenés pelitos …SSíii!”

-“Noo, ja ja. Estás loco!.  ¿Dónde?” dijo mirándose preocupada.

Estiré mis pies rozando suavemente sus entrepiernas desde las rodillas hacia arriba, hasta jugar con el borde de su short de seda.

-…“ tenés pelitos por aquí…”

-“Salí!!!, no!! Ja  ja  ja!!!!”      “Salí, que me haces cosquillas…!!!

-“Sí!, tenés unos pelitos más feos que los míos…!”

Le decía eso mientras empezaba  a pasarle apenas los dedos de mi pié derecho en su entrepierna sobre la seda de su short y después a metérselos un poco  por entre la pierna y el short para tocar apenas, en el costado de su ingle, el comienzo de los sedosos pelitos.

Ella se retorcía, riéndose, abriendo y cerrando compulsivamente las piernas.

.”J a ja ja.!!”   “No son pelos, son vellitos, malvado!”

-“Tenes pelitos!,  pelitos de novia!”  le decía yo mientras en un acto de audacia y como si fuera un juego de chicos jugando a pelearse, metí mi pie por el costado de su short y le apreté suave, directamente la vagina.

 Y moví mi pié buscándole cosquillas,  desde abajo hacia arriba, recorriendo parte de su cola y subiendo suavemente por su rajita hasta llegar al  pubis.

Silvia pasó de las risotadas a gemir suavemente y me miraba como un perrito asustado:

-“Salí, no me hagas eso, tonto!!!!!”

 Pero el brillo de sus ojos, los temblores de su voz, decían que estaba sintiendo cosas que la superaban.

Yo saqué mi pié entrometido, me incorporé y con las manos empecé a subir por sus piernas, como si tocara el piano:

-¡”Quiero tocar esos pelitos, a ver si son tan feos como los míos! “

Llegaba ya a la parte de arriba de sus piernas cuando me puso sus dos manos en la cara, con dulzura, mientras me decía:

-“No Eduardito, acabála bebé…”

  Silvia  me miraba a los ojos  y me pareció que todo su ser me estaba pidiendo, al mismo tiempo, dos cosas opuestas: …que por favor me detuviera y que por favor siguiera…

-“No tengas miedo Silvita, yo te re quiero y respeto…”  “Nomás estamos jugando , ja  ja..”  “Son como las caricias santas que se hacen con tu novio sin llegar a nada, ja  ja!”…

Mis manos ya estaban bajo su short, tocando como al descuido sus nalgas, rasguñando  como sin querer en medio de ellas… Ella me escondía la cola apoyándola en las paredes del jacuzzi pero a ratos me dejaba entrar nuevamente bajo su short como si no se diera cuenta. En una de esas me lancé y empecé a jugar a que la enjabonaba y lavaba deslizando los dedos cada vez más hacia adentro de las cuevitas que se abrían y cerraban entre sus piernas.

Ella tenía la cabeza echada hacia atrás, toda estirada en la tina del jacuzzi y mirando hacia un costado con la boca entreabierta, como si estuviera concentrada en algo que pasaba en la otra esquina de la pieza, como si no se diera cuenta de lo que estábamos haciendo.  Empecé a entreabrirle apenas esos suavísimos pliegues, y dejarlos cerrar nuevamente, sintiendo de a poco el terciopelo húmedo del interior que comenzaba a palpitar. Llegué entonces con la punta  del índice  hasta entrar en contacto con una pequeña superficie granulada que empecé a tocar y abandonar haciéndole suaves caricias que la hacían estremecerse en saltitos de su cola.

Fui ascendiendo hacia arriba y afuera. Cuando llegué al clítoris lo supe por su ahogado grito, aún antes de que mis dedos se dieran cuenta de que estaban palpando el  botoncito. Lo tomé entre el pulgar, el índice y el mayor, lo reconocí desde su base hasta la punta y empecé a rodearlo,  apretando y disminuyendo después la presión hasta solo un leve roce. Silvia se sonreía ahora, con toda la boca abierta. Sacudía la cabeza como si no pudiera creer lo que estaba sintiendo. Era un espectáculo de goce inocente y  de alegría. Abrí el saco de su pijama y, a las carcajadas los dos, me puse a morderle las costillas y los limones blancos de su pecho y  los rozados pezones.

Subí hasta su boca y empezamos a jugar como chicos a darnos narizasos, a mordernos  y meternos las lenguas donde podíamos sin dejar de reírnos y llenarnos mutuamente de salivas que se mezclaban y nos corrían por toda la cara.

Ella había empezado a pasarme la mano, en una torpe caricia, por la panza. A pellizcarme el ombligo buscando que yo gritara, y de pronto se encontró con mi verga parada que se había salido del bóxer. Apartó la mano y se quedó paralizada, pero reaccioné rápido:

-“Por favor, Silvi, agarrálo que se me escapa, ja  ja!

Ella me siguió el juego:

-“Ja  ja, Estate quieto palito fiero!”

-“¿Palito? Lo estas ofendiendo, ja  ja!!,  “¡tiene un buen tamaño!”

En ese momento sonó su teléfono celular. Silvia pareció despertar de un sueño, salió de la tina y corrió a la mesita de luz:

-“¡Hola Javier! Hola mi amor!!!”

Mi prima hizo ademan de sentarse y se dio cuenta de que estaba chorreando agua. Me acerque callado y rápidamente le bajé el short de su pijama a puras cosquillas mientras ella me hacía desesperados gestos silenciosos. Yo la molestaba divertido mientras ella trataba de disimular contándole a su novio que estaba bañándose en el jacuzzi del hotel y que lo extrañaba mucho…

Le decía que yo la había salvado llevándola en mi camioneta después de perder el vuelo, y que, muy cansado de manejar  dormía como un lirón en mi pieza. Me hizo tanta gracia su historia que me acerqué por atrás y le mordí fuerte la oreja.

-“Ay!” gritó

-“¿Qué te pasa, mi amor?”   se preocupó Javier del otro lado de la línea.

-“Me golpee un dedo contra la pata de la cama!” Te necesito para que me consueles!”

Había agarrado una sábana y se tapaba como podía, sentada en la cama. Me miró enojada haciéndome gestos de que me fuera de la pieza.

Le contesté con una mueca y fui a buscar mi toalla, secándome mientras caminaba hacia la puerta.

En eso la escuche llamarme:

-“Shhhhhist, tonto! No te vayas así!!” 

 Dijo mientras apretaba el teléfono contra la cama para que Javier no escuchara.

Me hizo una mueca con la cara y le contesté con otra haciéndome el monstruo mientras volvía para sentarme en la otra esquina de la cama.

Ella tenía el teléfono en una mano y con la otra sostenía la sábana contra su cuello.  Pero con tantos movimientos le había quedado una teta al aire. Una línea curva descendía de su largo cuello y se continuaba en la circunferencia de un seno turgente que temblaba con los movimientos de sus hombros.

Cuando se dio cuenta movió rápidamente la mano con la sábana cubriéndolo, pero la consecuencia fue que quedó al descubierto el otro seno. Yo me tapaba la boca para que no se escuchara mi carcajada y ella, siguiendo el juego, siguió pasando la sábana de un lado a otro de su pecho mientras sus tetas saltaban como cabras.

Dejo de moverse un rato, concentrándose en la charla con su prometido, que le proponía el color de las tarjetas de invitación y si serían diferentes las invitaciones a la ceremonia religiosa de las invitaciones a la fiesta…. Yo la miraba con cara de aburrido y entonces hizo algo que me sorprendió:

Mientras en el teléfono decía

–“Si, amor, tenés razón, mejor dos tarjetas diferentes…”

Me miró a los ojos y, haciendo a un lado las sábanas, abrió las piernas mostrándome los pelitos castaños de su intimidad. Muriéndose de risa repetía ahora el juego de taparse y destaparse que había hecho antes con sus pechitos.

Volvió a concentrarse en la conversación con el novio mientras yo me acerqué por atrás y empecé a hacerle cosquillas en los oídos, a mordisquearla en la nuca, mientras ella le contaba del viaje y él le hablaba de lo atareado que estaba encargando las flores para la capilla, el coche antiguo con cuatro caballos que los llevaría a la ceremonia…

Silvia casi no le contestaba, porque yo  estaba en ese momento le mordía las rodillas por todos lados y a ella le costaba seguir el hilo de la conversación.

Apoyé mi cara entre sus piernas. A centímetros de mis ojos las dulces piernas de la prometida de Javier confluían en la leve protuberancia del pubis.  Desde allí,  enmarcados en la rubia matita de pelos, se entreveían los labios vaginales que emanaban un perfume de virgen recién salida del baño.

Estaba por tocarlos con mi boca cuando ella, instintivamente, cerró las piernas y después, por llevarme la contra jugando, las apretaba mientras yo me empeñaba en abrírselas…

-“De qué te reís?”  Le debe haber preguntado Javier, porque ella contestaba:

-“De felicidad, mi amor, porque te voy a ver mañana.”

Se dio vuelta, como para negárseme  y, sin querer,  me ofreció su grácil espalda que se adelgazaba en la cintura donde abajo, como una blanca amapola, florecía su blanca cola, su redondez adolescente, armoniosa, tiernamente cálida.

Silvia se removía contra las sábanas, ignorándome y hablando entre risitas con Javier

Empecé a morderle las nalgas y luego a recorrer en toda su extensión, con la lengua, la hendidura de ese culo inexplorado por nadie. Sentí que, de a poco, ella iba aflojando las piernas, sentí que elevaba un poco el trasero, hacia mi boca que lo estaba hipnotizando a lamidas que a ratos eran apenas con la punta de la lengua y a ratos audazmente profundas, buscando sus cuevitas color canela.

Silvia suspiró de pronto, la escuche que decía, siempre hablando por teléfono: -“Ahhh, mi amor…!” En ese momento sus piernas dejaron a mi cara entrar hondamente, más debajo de sus nalgas, hasta la cavidad vaginal cuyos labios  y la miel que destilaban se mezcló de pronto  con mi saliva, hasta ser una confusión de labios y placeres.

En ese momento ella estaba acostada hacia abajo, pero sus piernas, levemente abiertas, se erguían unos centímetros sobre las rodillas ofreciéndose a mis exploraciones y juegos.

Su cuerpo era como una flor entreabierta. Me aparte un poco, para mirar su larga figura desnuda extendida sobre las sábanas, con los cabellos derramados sobre la espalda. Me incliné de nuevo entre sus piernas soplándole mi aliento y, estremeciéndose,  volteó la cabeza mirándome mientras le repetía a su novio en el teléfono –“Mi amor, mi amor, mi amor…”

Con mucho cuidado la di vuelta para que quedara boca arriba. Ella me dejaba hacer, y no dejaba de mirarme mientras hablaba con Javier –“No te duermas por favor Javi, contáme a donde me vas a llevar en Europa…”  le decía mientras me interrogaba con la mirada porque yo había dejado de tocarla y darle placer.

Empezó a tocarme la cabeza con su mano libre mientras le decía a su novio por teléfono –“Si Javier, ya no veo la hora de que hagamos todas esas cosas…”

En ese momento la penetré. Estaba muy lubricada por mis caricias y después de tres empujones atravesé su himen y entré hasta el fondo. Estuvimos bombeando largo rato y volvimos a acoplarnos una y otra vez hasta el amanecer. No sé en qué momento terminaron la conversación telefónica con su novio, pero sí recuerdo que fue larga y amorosa.

El resto del camino hasta Buenos Aires fue divertido aunque llegamos muertos de sueño. La fiesta en la estancia fue espléndida. La novia derramaba felicidad.

En las sábanas de hilo de Holanda del hotel  de Rosario quedó una mancha rosada de la desfloración de Silvita. Le tomé una foto con el celular como recuerdo.

Los flamantes esposos viajaron a Europa dos días después de la fiesta.


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:35) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:16) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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