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EL CASAMIENTO DE SILVITA

Relato enviado por : Tarija el 22/08/2012. Lecturas: 14116

etiquetas relato EL CASAMIENTO DE SILVITA   Infidelidades .
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Resumen
La pérdida de su vuelo me obligó a llevar a mi prima Silvita a Buenos Aires tres días antes de su casamiento. Ella es una de las chicas más inocentes y puras que he conocido, pero algo sucedió en ese viaje..


Relato
EL CASAMIENTO DE SILVITA

Amigos, esto lo viví hace 3 años y lo cuento para guardarlo de algún modo. Solo he cambiado algunos nombres. En todo lo demás, la historia es tal cual sucedió.
El anuncio de la boda de Silvita sorprendió a toda la familia. Iba a ser al año siguiente pero el comienzo de los cursos de verano en la Universidad de Oxford, en que iba a entrar a estudiar su Javier, y el deseo de viajar juntos a Inglaterra, precipitó los acontecimientos. Las dos familias, además de ser adineradas propietarias de tierras en la provincia de Buenos Aires, son muy tradicionales y no podían concebir que los novios viajen juntos sin casarse.
Ella vino a Córdoba para compartir unos días, antes de la boda, con sus primos de acá. Estaba hermosa, con sus 19 años llenos de ingenuidad y dulzura, su alta y esbelta figura formada en la danza clásica, sus ojos almendrados color miel, su alegría por la aventura de casarse y viajar a Europa.
Era el día de su regreso y a mí me encargaron buscarla en Jesús María, en la casa de tía Mabel, que está 30 minutos de Córdoba, y llevarla al aeropuerto. Teníamos mucho tiempo, y por eso nos paramos en Colonia Caroya a comprar los salames que quería llevar para la estancia.
Al llegar al aeropuerto nos dimos con que el avión estaba carreteando en la pista de despegue. Silvi se había confundido con la hora de embarque y recién en tres días era el próximo vuelo...
A ella se le llenaron los ojos de lágrimas y yo, que me sentía un poco culpable por no haber chequeado la hora en su pasaje, me decidí a anticipar mi viaje y llevarla de una vez en mi 4X4. Su suspiro de tranquilidad me hizo sentir justificado por el trabajo que me tomaría.
Entre que comimos algo, recogí mis cosas y salimos, nos agarró la noche llegando a Rosario, en la mitad del camino. Veníamos distendidos, escuchando a Sabina en el estéreo, cantando, haciéndonos confidencias con la empatía que siempre tuvimos desde que ella era chiquita y yo, quince años mayor, la cargaba en mis hombros.
-“Decime Silvita, ya se acuestan con Javier?”
-“Ja ja! No!!, qué te crees…?”
-“Bah, me cuesta creerlo prima…en serio son tan santitos?”
-“Bueno, tan santos no somos…Algo hemos avanzado, ja ja!
-“Se tocan, al menos…?”
-“Siiiiii! Ay Edu, no me hagas acordar que hace dos semanas que no me acaricia, ja ja!”
-“¿Y qué partes del cuerpo se acarician los santos como ustedes?, ¿los codos, el cabello…?”
-“Nooo bastante más! …Las caricias llegaron hasta acá…ja ja”
-“Hasta donde???, no puedo ver…” (yo iba manejando…)
-“Acá…, ja ja.” (Silvita tomó mi mano derecha que estaba en el volante y me la puso en la unión de sus piernas. En seguida hizo fuerza para volver mi mano al volante, pero yo la mantuve un momento sobre su bajo vientre, haciéndole una leve caricia.)
-“Sí, prima, se siente sensible esta zona, ja ja ja. “Bueno, menos mal…¿y también hubo besitos allí?”
-“Mirá lo que decís, ja”. “…¡Ay, Edu, la verdad, no sé qué onda con eso!...” “Es que me da cosa… que se yo…” “La Mariana me dijo que soy una tonta, ja ja ja!”
-“Ja ja, Eso te dijo mi hermana? ¿Y no te dió clases para sacarte de tontita?…
-“Nooo!!!”
-“Bah, decime…”
-Ja, ja, ja No! En serio…ja ja ja!!!.
A todo eso llegamos a Rosario y decidimos descansar en un buen hotel y seguir a la madrugada. Pedí para ella la suite con Jacuzzi (-“Quiero mimarte para que en Londres no te olvides de Argentina”, le dije) y yo me sumergí en una habitación single decidido a dormir un rato.
Estaba viendo un poco la TV tirado en la cama cuando recibí el mensajito de texto: -“Estoy en el Jacuzzi, está divino!!”
-“Que bueno, la verdad Silvita que te envidio…”
Pasaron como 15 minutos, estaba durmiéndome y recibí otro : -“Tenés un bóxer para meterte? “Si querés vení un ratito, te metés y después te vas a dormir. Si venís me vas a ver en pijama, ja ja. “…Pero yo confío en vos, Edu…”
Yo sentí en ese momento una premonición placentera y excitante que no me había animado a imaginarme con mi prima a punto de casarse. No era que ella me estuviera proponiendo nada. Sabía que no pasaba siquiera por su cabeza engañar a su amado Javier y menos aún siendo que era virgen y estaba por casarse. La situación, sin embargo, resultaba delicadamente erótica. Era como que los ángeles estaban preparándonos, a mi prima y a mí, el escenario para una excitación que no nos atrevíamos a admitir pero que estaba allí, rodeándonos…
Mi prima me abrió la puerta con un pijama de seda italiana de dos piezas de su ajuar de novia. La parte de arriba era un saquito corto que marcaba las puntas paraditas de los pezones, que se destacaban más por su elegante delgadez.
Abajo se veía el ombligo perfectamente circular, reinando en la leve propuberancia al centro del vientre terso como el de un bebé. La otra parte del pijama era un short cortito, que acusaba su colita respingona, pero que se abría como en pollerita en unos amplios y sugestivos huecos entre la tela y sus piernas.
Corrió a meterse bajo las sábanas, pudorosa, mientras yo me acercaba a la tina del jacuzzi, de redondeado mármol y llena de agua tibia con sales de baño que desprendían un vapor perfumado de entre las burbujas de los chorros laterales. Yo estaba con la bata encima de mis calzoncillos bóxer.
-“Y…? metete de una vez!!!”. “¿O viniste a ver el agua nomás?”
-“No Silvi, me da cosa meterme solo mientras vos miras…”
-“Bueno, no te miro, dale, metete…”
-“No, dejá…mejor me vuelvo a la cama…!”
-“Bueno, dale, me meto con vos…¡¡No me mirés!!!, ja ja”
En un instante se metió con pijama y todo al jacuzzi y yo me saqué la bata y entré también. Estábamos sentados uno frente al otro tentados de la risa. Ella estiró una pierna y, sin querer, toco la mía.
Se puso a rozarme la pierna con las afiladas garritas de sus uñas del pie:
-“Que piernas peludas, primo!!!” “¡Ugh, qué asco!
-“Ja ja, no me digás que tu Javi no tiene pelos en las piernas!”
--“No se, no se las ví ché!...”, “…Pero no creo, él es hermoso… No como vos, ja!”
- “Bah, vos también tenés pelitos …SSíii!”
-“Noo, ja ja. Estás loco!. ¿Dónde?”
Estiré mis pies rozando suavemente sus entrepiernas desde las rodillas hacia arriba, hasta jugar con el borde de su short de seda.
-…“Hum, me parece que tenés pelitos ahí…”
-“Salí!!!, no!! Ja ja ja!!!!” “Salí, que me haces cosquillas…!!!
-“Sí!, tenés unos pelitos más feos que los míos…!”
Le decía eso mientras empezaba a pasarle apenas los dedos de mi pié derecho en su entrepierna sobre la seda de su short y después a metérselos un poco por entre la pierna y el short para tocar, ahora sí, los mas suaves y sedosos pelillos que nadie pueda imaginarse…
Ella se retorcía, riéndose, Abriendo y cerrando compulsivamente las piernas.
.”J a ja ja.!!” “No son pelos, son vellitos, malvado!”
-“Tenes pelitos!, pelitos de novia!” le decía yo mientras entre mi pie por el costado de su short y le apreté suave, directamente la vagina.
Después empecé a moverlo despacito, como buscándole cosquillas, desde abajo hacia arriba, recorriendo parte de su cola y subiendo suavemente por su rajita hasta llegar al pubis.
Silvia paso de la risa a gemir suavemente y me miraba como un perrito asustado:
-“Salí, no me hagas eso, tonto!!!!!”
Pero el brillo de sus ojos, los temblores de su voz, decían que estaba sintiendo cosas que la superaban.
Yo tomé con mis manos sus pies, jugando con ellos y empecé a ascender, como si estuviera tocando el piano en sus piernas, mientras le decía:
-¡”Quiero ver esos pelitos, a ver si son bonitos o tan feos como los míos! “
Llegaba ya a su entrepierna con mis manos cuando me puso sus dos manos en la cara, con dulzura, mientras me decía:
-“No Eduardito, acabála bebé…”
Silvia me miraba a los ojos y me pareció que todo su ser me estaba pidiendo, al mismo tiempo, dos cosas opuestas: …que por favor me detuviera y que por favor siguiera…
-“No tengas miedo Silvita, yo te re quiero y te respeto…” “Nomás estamos jugando , ja ja..” “Son como las caricias santas que se hacen con tu novio sin llegar a nada, ja ja!”…
Mis manos ya estaban bajo su short, tocando como al descuido sus nalgas, rasguñando como sin querer el agujerito en medio de ellas… Ella me escondía la cola apoyándola en las paredes del jacuzzi pero a ratos me dejaba entrar nuevamente bajo su short como si no se diera cuenta. En una de esas me lancé y empecé a jugar a que se lo enjabonaba y lavaba cuidadosamente por dentro, metiendo y sacando el meñique en el calentito orto que palpitaba rodeándome el dedo como una boquita tímida a la que le dan y le quitan un caramelo. Llegó un momento en que cada vez que lo deslizaba hacia el dulce orificio, percibía como que lo abría, gozosa, a mi dedo.
Dejé su agujerito y empecé a pasarle una y otra vez, muy suavemente, los dedos por los sutiles labios mayores de la conchita. Ella tenía la cabeza echada hacia atrás, toda estirada en la tina del jacuzzi y mirando hacia un costado con la boca entreabierta, como si estuviera concentrada en algo que pasaba en la otra esquina de la pieza, como si no se diera cuenta de lo que estábamos haciendo. Empecé a entreabrirle apenas esos suavísimos pliegues, y dejarlos cerrar nuevamente, sintiendo de a poco el terciopelo húmedo del interior que comenzaba a palpitar. Llegué entonces con la punta del índice a hasta que, bien adentro, entre en contacto con una pequeña superficie granulada que empece a tocar y abandonar haciéndole suaves caricias que la hacían estremecerse en saltitos de su cola.
Fui ascendiendo hacia arriba y afuera de su conchita, cuando llegué al clítoris lo supe por su ahogado grito, aún antes de que mis dedos se dieran cuenta de que estaban palpando el botoncito. Lo tomé entre el pulgar, el índice y el mayor, lo reconocí desde su base hasta la punta y empecé a rodearlo, apretando y disminuyendo después la presión hasta solo un leve roce. Silvia se sonreía ahora, con toda la boca abierta. Sacudía la cabeza como si no pudiera creer lo que estaba sintiendo. Era un espectáculo de goce inocente y de alegría. Abrí el saco de su pijama y, a las carcajadas los dos, me puse a morderle las costillas y los limones blancos de su pecho y los rozados pezones.
Subí hasta su boca y empezamos a jugar como chicos con nuestras lenguas, a chuparnos y mordernos ferozmente, y meternos las lenguas hasta la garganta sin dejar de reírnos y llenarnos mutuamente de salivas que se mezclaban y nos corrían por toda la cara.
Ella había empezado a pasarme la mano, en una torpe caricia, por la panza. A pellizcarme el ombligo buscando que yo gritara, y de pronto se encontró con mi verga parada que se había salido del bóxer. Apartó la mano y se quedó paralizada, pero reaccioné rápido:
-“Por favor, Silvi, agarrálo que se me escapa, ja ja!
Ella me siguió el juego:
-“Ja ja, Estate quieto palito fiero!”
-“¿Palito? Lo estas ofendiendo, ja ja!!, “¡tiene un buen tamaño!”
Me lo empezó a cachetear, siguiendo el juego y repitiendo –“¡Palito feo, palito tonto…!”
En ese momento sonó su teléfono celular. Silvia pareció despertar de un sueño, salió de la tina y corrió a la mesita de luz:
-“¡Hola Javier! Hola mi amor!!!”
Mi prima hizo ademan de sentarse y se dio cuenta de que estaba chorreando agua. Me acerque callado y rápidamente le bajé el short de su pijama a puras cosquillas mientras ella me hacía desesperados gestos silenciosos. Yo la molestaba divertido mientras ella trataba de disimular contándole a su novio que estaba bañándose en el jacuzzi del hotel y que lo extrañaba mucho…
Le decía que yo la había salvado llevándola en mi camioneta después de perder el vuelo, y que, muy cansado de manejar dormía como un lirón en mi pieza. Me hizo tanta gracia su historia que me acerqué por atrás y le mordí fuerte la oreja.
-“Ay!” gritó
-“¿Qué te pasa, mi amor?” se preocupó Javier del otro lado de la línea.
-“Me golpee un dedo contra la pata de la cama!” Te necesito para que me consueles!”
Había agarrado una sábana y se tapaba como podía, sentada en la cama. Me miró enojada haciéndome gestos de que me fuera de la pieza.
Le contesté con una mueca y fui a buscar mi toalla, secándome mientras caminaba hacia la puerta.
En eso la escuche llamarme:
-“Shhhhhist, tonto! No te vayas así!!”
Dijo mientras apretaba el teléfono contra la cama para que Javier no escuchara.
Me hizo una mueca con la cara y le contesté con otra haciéndome el monstruo mientras volvía para sentarme en la otra esquina de la cama.
Ella tenía el teléfono en una mano y con la otra sostenía la sábana contra su cuello. Pero con tantos movimientos le había quedado una teta al aire. Estaba hermosísima. Una perfecta línea curva descendía de su largo cuello, luego invertía su circularidad en la circunferencia de un seno de princesa que temblaba con los movimientos de sus hombros.
Cuando se dio cuenta movió rápidamente la mano con la sábana cubriéndolo, pero la consecuencia fue que quedó al descubierto el otro seno. Yo me tapaba la boca para que no se escuchara mi carcajada y ella, siguiendo el juego, siguió pasando la sábana de un lado a otro de su pecho mientras sus tetas brincaban como cabritas.
Dejo de moverse un rato, concentrándose en la charla con su prometido, con quien estaba discutiendo el color de las tarjetas de invitación y si serían diferentes las invitaciones a la ceremonia religiosa de las invitaciones a la fiesta…. Yo la miraba con cara de aburrido y entonces hizo algo que me sorprendió:
Mientras en el teléfono decía
–“Si, amor, tenés razón, mejor dos tarjetas diferentes…”
Me miró a los ojos y, haciendo a un lado las sábanas, abrió las piernas mostrándome la boca entreabierta de su conchita, con sus rozados labios que se insinuaban entre los pelitos castaños y el pequeño botoncito del clítoris asomando por arriba. Muriéndose de risa repetía ahora el juego de taparse y destaparse que había hecho antes con sus pechitos.
Volvió a concentrarse en la conversación con el novio mientras yo me acerqué por atrás y empecé a echarle aliento en los oídos, a besuquéarselos, a mordisquearla en la nuca, mientras ella le contaba del viaje y él le hablaba de lo atareado que estaba encargando las flores para la capilla, el coche antiguo con cuatro caballos que los llevaría a la ceremonia…
Silvia casi no le contestaba, porque yo estaba en ese momento acariciándole las piernas y se estremecía y ya no podía seguir casi el hilo de la conversación.
Desde sus rodillas levanté la mirada y tuve por primera vez ante mis ojos, de cerca, el espectáculo más bello de la creación: las dulces piernas de la prometida de Javier, que confluían en la leve protuberancia del pubis. Desde allí, enmarcada entre unos alborotados pelitos castaños, descendía el comienzo de la rajita sonrosada de la que emanaba un encantador perfume de virgen recién salida del baño.
Estaba por tocarla con mi boca cuando ella, instintivamente, cerró las piernas y después, por llevarme la contra jugando, las apretaba mientras yo me empeñaba en abrírselas…
-“De qué te reís?”
Le debe haber preguntado Javier, porque ella contestaba:
-“De felicidad, mi amor, porque te voy a ver mañana, y porque voy a ser tu mujer.”
Se dio vuelta, como para esconder el pubis y, sin querer, me ofreció su grácil espalda que se adelgazaba en la cintura para que abajo, como una blanca amapola, floreciera en todo su esplendor el culo perfecto, su inmaculada y suave piel, su redondez adolescente, armoniosa, tiernamente cálida.
Silvia se removía contra las sábanas, apretando la cola como si me ignorara y hablando entre risitas con Javier
Empecé a morderle las nalgas y luego a recorrer en toda su extensión, con la lengua, la hendidura de ese culo inexplorado por nadie. Sentí que, de a poco, ella iba aflojando las piernas, sentí que elevaba un poco el trasero, hacia mi boca que lo estaba hipnotizando a lamidas que a ratos eran apenas con la punta de la lengua y a ratos audazmente profundas, buscando sus cuevitas marrones.
Silvia suspiró de pronto, la escuche que decía, siempre hablando por teléfono: -“Ahhh, mi amor…!” En ese momento sus piernas dejaron a mi cara entrar hondamente, más debajo de su culito, hasta la cálida cavidad de su vagina, cuyos labios y la miel que destilaban se mezcló de pronto, ávidamente, con mi saliva, hasta ser una confusión de labios, de jugos, de placeres que iban y venían.
En ese momento ella estaba acostada hacia abajo, pero sus piernas, levemente abiertas, se erguían unos centímetros sobre las rodillas para ofrecer enteramente la cola y la vagina a mis exploraciones y juegos.
Su cuerpo era como una flor entreabierta. Me aparte un poco, para admirar sus cabellos derramados sobre la espalda desnuda y me incline de nuevo bajo su culo para soplar mi aliento sobre los pelos de su conchita. Tuvo un estremecimiento y en ese momento dio vuelta la cabeza hacia mí y me miro fijamente mientras le repetía a su novio en el teléfono –“Mi amor, mi amor, mi amor…”
Con mucho cuidado la di vuelta para que quedara boca arriba. Ella no dejaba ahora de mirarme mientras hablaba con Javier –“No te duermas por favor Javi, contame a donde me vas a llevar en Europa…” le decía mientras me interrogaba con la mirada porque yo había dejado de tocarla y darle placer.
Empezó entonces a acariciarme la cabeza con su mano libre mientras le decía a su novio por teléfono –“Si Javier, quiero ser tuya, quiero que me hagas tuya…”
En ese momento, de pronto, empecé a penetrarla. Estaba muy lubricada por mis caricias y después de dos empujones atravesé su himen y le enterré la verga hasta el fondo. Estuvimos bombeando largo rato y volvimos a ensartarnos una y otra vez hasta el amanecer. No sé en qué momento terminaron la conversación telefónica con su novio, pero sí recuerdo que fue larga y amorosa.
Jugando, mientras hablaba, me empezó a apretar el pito entre el teléfono y su boca y a morderlo y terminamos en un 69 lleno de entusiasmo, risas, jadeos y lengüetazos.
El resto del camino hasta Buenos Aires fue divertido aunque llegamos muertos de sueño. La fiesta en la estancia fue espléndida. Estuvo, el Geo del Diario La Nación, con sus fotógrafos de sociales y lo mejor de la sociedad de Buenos Aires.
En las sábanas de hilo de Holanda del hotel de Rosario quedaron unas manchitas rosadas de la desfloración de Silvita. Les tomé una foto con mi celular como recuerdo de su boda.
Los flamantes esposos viajaron a Europa dos días después de la fiesta.

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Comentarios enviados para este relato
Santoos27 (7 de September de 2012 a las 02:09) dice: Excelente vato, buen regalo le diste a la primita.

katebrown (18 de October de 2022 a las 22:00) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:32) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

camadedu (1 de September de 2012 a las 01:09) dice: genialllllllllllllllll siempre hay un primo angelical que te hace un regalo de esos impagablessssssssssss


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