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El taxista espía

Relato enviado por : grillolibra el 23/07/2012. Lecturas: 13422

etiquetas relato El taxista espía   Infidelidades .
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Resumen
En mi taxi acompaño a una vecina que sospecha que su marido le es infiel y vieran lo que descubrimos...




Relato
EL TAXISTA ESPIA

Hola amigos de esta página en todo el mundo. Soy colombiano y por razón de la situación económica que vive actualmente el país, me ha tocado conducir un taxi, ya que perdí el empleo de profesional que tenía en una entidad pública. Mi trabajo es bastante pesado, aunque tiene sus compensaciones, como la situación que me tocó vivir hace unos meses y que voy a tratar de relatarles de la mejor manera posible.

En la ciudad donde vivo y trabajo me gané el aprecio de los vecinos, ya que en varias ocasiones accedí a prestar el servicio de transporte con el taxi, incluso a altas horas de la noche, en casos de urgencia. Hace unos meses, en horas de la noche y cuando ya había guardado el taxi en el garaje, llegó al lugar donde vivo Julia, una vecina muy querida y simpática, preguntándome si podía prestarle un servicio al día siguiente, para el cual debía salir de la ciudad. Al pedirle más detalles me dijo que me explicaría, pero si me comprometía a guardar la información como algo confidencial. Yo accedí y entonces ella comenzó a contarme.

Me relató que era casada desde hacía aproximadamente quince años con Oscar, quien tendría unos 40 años, cinco más que ella. Al principio, como se casaron bastante jóvenes, llevaban una vida sexual muy activa, que se prolongó hasta que llegaron los hijos. Por las múltiples ocupaciones, tanto de Oscar como negociante como de ella en el cuidado de los dos niños que tenían, las relaciones se habían enfriado a tal punto que a veces pasaba hasta un mes en que Oscar ni la tocaba siquiera, a pesar de que como podía ver, todavía conservaba algo de sus encantos. Vaya si los conservaba!! Era una simpática mujer de unos 1.60 cms, con un cuerpo espectacular, lleno de curvas y con un culo respingón que hacía suspirar a todo el que lo veía, unos ojazos negros muy expresivos y un cabello bien cuidado, largo e intensamente negro, que le llegaba casi a la cintura. En fin, era una mujer bastante atractiva e interesante a sus 35 años.

Pero continuemos con su relato. Me dijo que estaba convencida de que Oscar estaba teniendo una aventura con otra mujer, ya que últimamente había incrementado sus viajes fuera de la ciudad, luego de los cuales llegaba desganado y solo pensaba en dormir, contrario a lo que ocurría antes, cuando al llegar de sus viajes no la dejaba dormir la primera noche, de tantas veces que le hacía el amor. La sospecha principal se debía a que todos los viajes del último semestre los había hecho a la misma ciudad, que quedaba relativamente cerca de donde vivíamos, a pesar de lo cual no regresaba nunca antes de los tres días, generalmente los fines de semana, cuando precisamente no había despacho en muchas de las oficinas donde él debía adelantar diversos trámites. Por todo lo anterior había decidido ir hasta esa ciudad a ver qué podía averiguar, incluso pensaba hacerle un seguimiento personal, aprovechando que Oscar viajaba al día siguiente y que ella sabía más o menos los lugares donde solía ir. Me dijo que no contrataba una firma especializada en esta labor, ya que no quería escándalos, ni que la sobornaran más adelante con la información que ella suministrara. Finalmente me pidió que si le podía hacer el viaje expreso a esa ciudad las veces que fuera necesario hasta que lograra salir de la duda, para lo cual estaba dispuesta a pagarme los gastos y una buena suma cada vez que la acompañara. Me dijo que por plata no me preocupara que en realidad en ese aspecto no tenía queja de Oscar, quien le daba suficiente para los gastos, lo que precisamente la motivaba aún más para proteger el patrimonio familiar de la intervención de una tercera persona.

De más está decir que acepté y quedamos de salir al día siguiente muy temprano, ya que ella dejaría los niños al cuidado de dos empleadas, que eran de su absoluta confianza. En este primer viaje no ocurrió nada extraordinario, ni fueron muy exitosas las averiguaciones que hicimos en la ciudad donde estuvimos. Quizás las personas a quienes Julia averiguaba por Oscar desconfiaban un poco al verla tan elegante, ya que inmediatamente se daban cuenta que venía de otra ciudad. Durante el viaje de regreso comentamos esta situación y decidimos cambiar de estrategia para la siguiente ocasión. A la semana siguiente nuevamente Julia requirió mis servicios y desde que la vi me llené de optimismo frente a los resultados de nuestra labor de espionaje, ya que vestía de manera mucho más informal.

Durante todo el viaje de ida a la ciudad donde se encontraba Oscar desde el día anterior, comenzamos a planear la forma de averiguar los sitios donde se hospedaba, los restaurantes que frecuentaba, las discotecas, etc. Utilizando la estrategia de los taxistas, antes de entrar a esa ciudad me detuve a colocar gasolina al vehículo y comencé a preguntarle al encargado de la estación que cuál era la discoteca y el sitio de moda en la ciudad, que llevaba una turista que podía darle tanto a él como a mí una buena propina por la información. A la voz de propina el muchacho comenzó a hablar hasta el cansancio y al final nos entregó varias tarjetas, en una de las cuales anotó inclusive su nombre, pidiéndole al encargado del sitio, un lujoso hotel, que nos atendiera de manera muy especial, ya que íbamos de su parte. Nos despedimos y le pedí a Julia que le diera una buena propina al astuto muchacho por la valiosa información que nos había proporcionado. Llegamos al hotel recomendado y aunque parezca increíble, tan pronto presentamos la tarjeta del empleado de la estación de gasolina, el encargado de la recepción del hotel nos brindó un cálido recibimiento y nos ofreció la mayor colaboración durante nuestra estancia en esa ciudad. Tomamos dos habitaciones, una doble para Julia y una sencilla para mí. Para ese entonces ya Julia me trataba con mucha confianza, lo que me hacía sentir muy bien.

Una vez instalados en el hotel comenzamos nuestras indagaciones, utilizando la abundante información que nos brindaron tanto el bombero, como el amable recepcionista del hotel. Estuvimos todo el fin de semana en esa pequeña ciudad y logramos averiguar que Oscar se hospedaba en un hotel cercano al nuestro, que normalmente iba en las noches a una discoteca donde trabajaba un amigo del recepcionista de nuestro hotel, etc. Como la mayor parte de esta información la obtuvimos el último día en que Oscar estaría en esa ciudad de acuerdo a lo que le había dicho a Julia al despedirse, pues no nos quedó otra que devolvernos también nosotros y esperar a un nuevo viaje para ver si lográbamos descubrir las andanzas de Oscar.

La oportunidad se presentó como al mes, cuando Julia me hizo programar un nuevo viaje. En esta ocasión Julia vestía un ceñido jean en el que se marcaba perfectamente una diminuta tanga, y una blusita corta que dejaba ver sus medianos y hermosos senos y el coqueto ombligo, en el cual terminaba una delgada línea de vellos, que ascendía desde su pubis. Esta visión me puso a mil y durante todo el trayecto no dejaba de mirar de reojo su bonito cuerpo. Me contó que desde antes del viaje anterior Oscar no la tocaba siquiera y que ahora sí estaba segura de que le era infiel, ya que había descubierto en su billetera una tarjeta con un nombre de mujer y un teléfono, al lado del cual aparecía anotada la frase "te amo". Como empezó a gemir yo traté de consolarla diciéndole que no se apresurara a sacar conclusiones, que podía ser la tarjeta de una amiga imprudente, etc., etc. De algo sirvió lo que dije, ya que Julia comenzó a reírse y entonces me dijo con picardía que "todos los hombres nos tapábamos con la misma cobija".

Esta vez sí tuvimos suerte en nuestra investigación. Tan pronto llegamos al hotel en que nos habíamos hospedado, el empleado de la recepción que nos había atendido la vez anterior nos contó que un señor con la descripción que le habíamos dado en esa ocasión, acababa de registrarse precisamente en ese mismo hotel acompañado de una mujer joven y que habían tomado una suite en el último piso. Inmediatamente observé la cara de disgusto y desilusión de Julia cambié de tema y para que el empleado del hotel no fuera a sospechar nada, le pedí que antes de registrarnos nos llevara una bebida al bar y que nos acompañara, que queríamos proponerle algo. Una vez en el bar, le comentamos que en realidad trabajábamos como investigadores privados y que estábamos haciéndole un seguimiento al esposo de una cliente que sospechaba que su marido le era infiel y que nos estaba pagando muy bien por la información que obtuviéramos, con la condición de que le lleváramos pruebas contundentes. Le mentimos diciéndole que ese señor era Oscar y que estábamos dispuestos a compartir una buena parte de nuestros honorarios si nos ayudaba a conseguir un video o varias fotos de Oscar con su amante, pero que según las instrucciones de su esposa debían ser absolutamente comprometedoras. Al principio se mostró reacio, diciendo que podía llegar a perder su empleo, pero ante la insistencia y una buena oferta económica, nos dijo que aceptaba la oferta y que una vez Oscar saliera de su habitación se encargaría de preparar todo para que en la noche pudiéramos filmarlo o tomarle unas fotos como las necesitábamos.

Durante el día aprovechamos con Julia para conocer los alrededores de la ciudad y para comprar una cámara fotográfica, con el ánimo de hacerle creer al empleado del hotel con quien habíamos llegado a un acuerdo, que efectivamente le íbamos a tomar fotos a Oscar y a su amante. Pasamos un día increíble con Julia, quien a ratos sollozaba por el engaño de su esposo y a veces renegaba con una furia casi incontenible, diciendo que ya arreglaría cuentas con ese sinvergüenza. Todo el día estuvimos tomando cerveza enlatada, para calmar la sed que hacía por el agobiante calor, de tal manera que cuando llegamos al hotel estábamos bastante entonados y eufóricos. Nuestro amigo y cómplice nos hizo señas de que todo estaba preparado y nos sugirió que debido a la hora era conveniente que nos metiéramos en una habitación para que Oscar no se encontrara con nosotros y nos fuera a reconocer por el seguimiento que le habíamos hecho en ocasiones anteriores (afortunadamente no sospechaba siquiera que Julia era la esposa de Oscar), que él nos avisaría cuando llegara la hora. Yo me quedé mirando a Julia, esperando que ella decidiera si se alojaba en el hotel o si prefería ir a otro lado y me quedé sorprendido y excitado cuando pidió una sola habitación, doble y registrada a mí nombre. Sin demoras nos metimos a una inmensa y lujosa habitación, con una gran cama doble y una sencilla, seguramente para parejas con niños. Tan pronto entramos Julia me dijo que no aguantaba las ganas de orinar debido a la gran cantidad de cerveza que habíamos tomado y se encerró en el baño, mientras yo observaba la vista a la calle desde la ventana del cuarto. Al momento comencé a escuchar el chorro de orines de Julia y pegué mi oreja a la puerta del baño para escuchar mejor, ya que siempre me había excitado oír este ruido. Creo que estuvo por lo menos un largo minuto derramando, al principio un potente chorro y al final un débil chorrito, seguramente por lo mucho que había aguantado, lo que le impedía evacuar rápidamente la vejiga. Esto me excitó en forma enorme y cuando me tocó mi turno, era tal mi erección que casi no puedo orinar y terminé demorando casi igual que Julia.

Cuando salí del baño encontré a Julia recostada en la cama viendo televisión, me hizo señas de que me recostara y así lo hice, al otro lado de la gigantesca cama. Como no había nada interesante en la televisión, sacamos la bebida que había en el mini bar de la habitación y la fuimos consumiendo mientras hablábamos de mil tonterías. Julia me decía que cuando llegara el momento de ver a su esposo en brazos de otra mujer, prefería estar tomada. Yo le insistía que me dejara ir a mi solo y que luego ella vería las fotos, que evitáramos un escándalo. Casi a la media noche sonó el teléfono interno de la habitación. Era nuestro amigo cómplice para avisarnos que Oscar había llegado con su amiga y que ya iban rumbo a la suite. Quedamos de encontrarnos con él en cinco minutos al frente de los ascensores. Hice prometer a Julia que no haría escándalos y luego nos encontramos con nuestro amigo cómplice, quien nos metió a la suite que quedaba al lado de la que era ocupada por Oscar y su amiga María Eugenia. Sin hacer mucho ruido abrió un closet y corrió un pequeño cajón, dejando al descubierto un discreto agujero, que permitía ver con lujo de detalles la mayor parte de la suite vecina e incluso escuchar lo que decían o hacían los que la ocupaban. Nos dijo que este era un secreto que guardaba con una de las camareras que arreglaba las habitaciones, con quien había descubierto accidentalmente este defecto de construcción, que solo utilizaba en contadas ocasiones, especialmente para espiar parejas de recién casados, cuando se prestaban las circunstancias. Nos dijo que para poder cumplir lo que acordamos había tenido que decir que esta suite estaba en reparaciones, ya que otra pareja había tratado de tomarla, y además, cambiar a Oscar y a su pareja precisamente a la suite que quedaba al lado. Después de sus explicaciones nos dejó solos, pidiéndonos que le avisáramos tan pronto saliéramos.

Tan pronto quedamos solos, nos acomodamos de la mejor manera con Julia y comenzamos a observar por turnos lo que ocurría en la suite vecina. Yo comencé y pude ver a Oscar y su amiga bailando alegremente la música que sonaba en el equipo de sonido que tenía la suite. Se notaba que estaban bastante bebidos, ya que tropezaban constantemente y se reían el uno de la otra y viceversa. Oscar era un hombre de buena presencia y buen cuerpo como me lo había descrito Julia. María Eugenia era una muchacha bastante joven, de unos 20 años, bonita, de piel trigueña y bonito cuerpo, especialmente se veían muy bien sus piernas largas y torneadas y un culo espectacular, redondo y paradito. Se notaba que Oscar tenía buen gusto, pues Julia tampoco se le quedaba atrás, como ya la describí. Julia observaba por momentos sin hacer comentarios, se notaba que estaba bebida, pero no ocultaba su desengaño. Le dije que nos iríamos cuando ella quisiera, pero ella me detuvo y me dijo que todavía quería observar, que eso sí, no le interesaban las fotos, aparte de que el ruido de la cámara nos podría delatar. En una de mis turnos pude observar que Oscar y María Eugenia comenzaron a bailar mucho mejor, cuando la música cambió a una más suave. No se miraban pero se sentían en cada poro. El estaba muy excitado, ya que se podía notar un enorme bulto entre sus piernas.

El vestido de María Eugenia era de lycra suave y además llevaba unas panty medias sin bombacha debajo, así que su vagina dejaba fluir sus jugos directamente sobre el nylon de las medias. Ella movía suavemente las caderas con las de él. Su estatura lo permitía, pues él le llevaba alrededor de diez centímetros. En una vuelta sus sexos quedaron tan pegados que él le apretó una mano y le susurró algo al oído, seguramente que la deseaba, que quería hacerle el amor. Ella le dijo que sí, mientras no dejaba de acariciarlo. El la tomó de las manos y se las puso sobre la cabeza, al tiempo que le decía que no se moviera, que lo dejara disfrutar del momento a su manera. Empezó besando sus manos, bajó por sus brazos y buscó sus axilas. Luego, por encima del vestido le besó el cuello y arremetió contra sus pechos. Hizo presión para que abriera las piernas y metió su cara entre sus tetas. Las besaba, las chupaba, le decía que era lo más hermoso que había probado en mucho tiempo y eso estaba calentando cada vez más a María Eugenia. Se enredaron en un beso de bocas abiertas, de lenguas buscando, entrelazadas en una lucha para ver quién sacaba más placer del otro. Ella bajó las manos y le tomó la cabeza para profundizar más esa delicia, pero no soportaba su ropa así que empezó a quitarle la camisa. El la ayudó con los pantalones y en unos minutos estaba desnudo. Entonces metió sus manos en la chocha de María Eugenia, que entonces detallé con cuidado, notando que era bastante peluda para ser una muchacha tan joven, la tomó con fuerza y vi como sus dedos temblaban. Los toqueteos en su entrepierna la obligaban a querer más, a quitar cualquier estorbo de su cuerpo y, como pudo, se sacó las medias.

Le agarró la verga, que estaba increíblemente dura y al contacto de su mano se endureció aún más. Allí estaban uno frente al otro, dándose placer con sus manos. La chocha de María Eugenia se adhería más a su mano, así que también le rogó que la tomara de las nalgas. El no dudó y le enterró un dedo bien profundo en el culo. Estaba ensartada. Buscaba la posición adecuada para hacer la caricia más íntima mientras ella lo masturbaba más rápidamente. Ambos estaban que reventaban. Gemían y él al escucharla se ponía más tenso, la penetraba más con sus dedos. El estaba haciendo estragos. De repente ella lo soltó para que la aprisionara más contra su cuerpo y le diera con todo. El corazón parecía que se les iba a salir del pecho. Ella gemía sobre sus labios diciéndole las palabras que le dictaba la calentura, hasta que empezó a acabar como una loca. Mientras sus espasmos se iban calmando empezó a notar la tensión de él y entonces cayó de rodillas, le agarró la verga y empezó a mamársela como una ternera sedienta, mientras él la tomaba de la nuca y meneaba salvajemente las caderas.

La mano de María Eugenia variaba la presión que ejercía a lo largo de su verga hasta que en un esfuerzo descomunal se la metió completamente en la boca. Le acarició las bolas con fuerza, sin dejar de chupar y darle toda la lengua que pudiera a tal delicia. María Eugenia se había excitado aún más, y eso aumentó la furia de su mamada. Cuando él sintió la rigidez de su verga, tomó a María Eugenia por las axilas y la llevó con él, sin dejar de besarme y restregarse, hasta la enorme cama nupcial. La sentó sobre la cama y la abrió de tal forma que podíamos ver perfectamente su chocha y el hilo de líquidos que para entonces le llegaba ya hasta el agujero del culo. Ella lo empujó sobre la cama y se le subió. Agarró su miembro y se lo restregó por toda la vulva. Cuando en un momento su cabeza quedó besando el clítoris, ella no pude evitar un grito de placer. Después de eso él se la enterró con violencia hasta el fondo. Oscar subió la cabeza y tomó entre sus labios un pezón tenso y agrandado de tanta excitación, mientras que con las manos se dedicaba a acariciar el otro pezón. Sus manos no paraban, iban desde las tetas hasta las nalgas, las acariciaba y sobaba. Ella se dedicó a disfrutar y a subir y bajar a lo largo de su verga. Lo cabalgaba con fuerza y endemoniado frenesí, como si estuviera domando un caballo salvaje. De repente Oscar agarró sus caderas y marcó un ritmo cada vez más rápido. En cada bajada las nalgas de ella chocaban con las bolas de él como queriendo metérselas también adentro. Ella estaba a punto de tener otro orgasmo, así que gritó al acabar una vez más y esa fue la orden para que Oscar ahogara su chocha con la descarga. Mientras él la sacudía con cada chorro de leche, ella acababa con mayor intensidad, gritando sin parar. Pronto los chorros de leche desbordaron la encharcada chocha de María Eugenia y comenzaron a escurrir por la verga de Oscar, llegando en un delgado pero continuo hilillo hasta el cubrelecho de la cama. Luego del intenso orgasmo quedaron exhaustos, ella acostada sobre él. El le acariciaba la espalda, le besaba la cara, le refregaba su hirviente verga, empapada de los líquidos mezclados de ambos, contra el cuerpo tembloroso de ella.

Julia me dijo casi llorando que era suficiente, que ya no quería ver más, que la llevara a la habitación y que al otro día a primera hora volveríamos a nuestra ciudad, donde pediría el divorcio del sinvergüenza del Oscar. Yo bajé con ella, abrazado, tratando de consolarla, pero se notaba a las claras que además de su terrible desencanto y furia contenida, ambos estábamos bastante excitados con lo que habíamos visto, especialmente con la última escena, donde observamos la tremenda venida de Oscar.

Al entrar a la habitación que ocupábamos le avisamos a nuestro amigo cómplice de la recepción, que ya habíamos hecho el trabajo y a mí se me ocurrió decirle que para celebrar nos trajera una botella de champagne. Mientras llegaba el servicio a la habitación Julia repitió la escena de la entrada al baño, solo que esta vez no cerró la puerta del baño. Con la excitación que teníamos era una tentación muy grande, pero sin embargo me logré contener. Cuando llegó la botella de champagne, por tratar de animar a Julia le propuse un brindis por nuestra amistad y por el negocio que comenzaríamos a partir de ese momento: investigadores privados. Ella soltó una carcajada y entonces me ofreció un brazo, que observé excitado, ya que era muy suave y además bastante velludo, cosa que me encantaba por cuanto me hacía presentir una chocha bien peluda. Debo confesar que me encantaban las mujeres velludas. Esa era una de mis debilidades. Después de consumir media botella de champagne me dijo que se sentía un poco mareada y que se iba a dar un baño. Por molestar le dije que si la acompañaba. Ella respondió: ¡al fin te lanzas, qué timidez por Dios! Pensé que no te ibas a dar cuenta que me tienes a mil. Además, creo que Oscar se merece que le ponga los cuernos y quién mejor que tú para hacerlo!

Entonces se abalanzó sobre mí besándome por todo el cuerpo, al tiempo que nos íbamos desvistiendo aceleradamente. Cuando estábamos completamente desnudos casi se desmaya al ver el tamaño que tenía mi verga: fácilmente llegaba a los 22 centímetros y goteaba líquidos como una llave a medio cerrar. No pudo contener la emoción y casi sin darse cuenta cayó de rodillas a mis pies buscando ese pedazo para metérselo en la boca. Pese al esfuerzo solo la cabeza entró en su paladar. Lo masturbó con las dos manos mientras yo me quedaba quieto. Percibí la furia de su mamada, ella sentía la dureza del venoso aparato y mientras lo chupaba yo le miraba la cara y vi que experimentaba un placer enorme. Ahora, mientras apoyaba una mano en mí trasero, sostuvo la verga con la boca y con la otra libre se tocó la chocha. La tenía empapada, estaba casi chorreando de la calentura. Se puede decir que ya estaba bien lubricada para recibir la descomunal verga. Yo también estaba muy excitado por la mamada. Ella cerró los ojos y siguió chupando, sintiendo como crecía mi verga cada vez más.

Cuando abrió los ojos palideció al notar su tamaño y grosor. Mi pene erecto, que parecía el palo de una bandera, con una cabeza enorme, botó frente a su cara. Mis bolas estaban inmensas, seguramente repletas de leche. Me dijo que nunca se había imaginado que estuviera tan bien provisto. Me agarró el tronco por la base y con la punta de su nariz comenzó a subir por aquel falo rozándolo muy suavemente desde los huevos, inmensos y pesados, hasta el glande. Echó su piel hacia atrás y le dio un besito en la enorme cabeza. Yo di un pequeño gemido y le agarré la cabeza enterrándole nuevamente la verga hasta la garganta, entonces lancé un chorrito de crema hirviendo y antes de que pudiéramos reaccionar, una verdadera catarata de semen espeso y pegajoso le inundó la boca. Como yo no le soltaba la cabeza a ella no le quedó otra alternativa que comenzar a tragar para no ahogarse, pero era tal la cantidad y la fuerza con que salía que la leche empezó a salirse por la comisura de sus labios mojándole el cuello y resbalándole hasta las tetas. Cuando terminé de venirme le pedí perdón por no haberle avisado, pero le dije que llevaba fácilmente seis meses sin hacer el amor. Además, le confesé que desde que arrancamos el viaje me tenía completamente excitado y más con su última entrada al baño, que había sido una tentación demasiado difícil de resistir, al punto que si no hubiera deseado estar conmigo me habría tenido que masturbar. Ella reconoció que aunque hacía mucho tiempo no recibía una venida en la boca, ya que no se lo permitía a su esposo, le había encantado el sabor a macho, la fuerza y abundancia de la venida y además, la halagaron mis comentarios. Sin embargo, me dijo que seguía con una calentura enorme, ya que no había logrado alcanzar el orgasmo y sentía la chocha hinchada y escurriendo líquidos.

Entonces me dijo: te perdono, pero ahora me toca a mí y por favor apresúrate que no aguanto más. Con toda la calma la llevé a la cama y la fui acostando mientras la acariciaba y finalmente me arrodillé ante ella, me acerqué y puse la cara a unos centímetros de su húmedo sexo. Por poco me vengo en ese momento! Qué coño tan espectacular! Mis sospechas quedaron confirmadas: tenía una chocha salvajemente peluda, pero eso sí muy arregladita. Los pelos no solo subían hasta el ombligo, sino que bajaban hasta el culo, donde se arremolinaban en una selva impresionante. Lo más aterrador era el tamaño, fácilmente 15 centímetros los más largos, solo que por el peso de su humedad no se levantaban. No terminaba de contemplar esa visión cuando Julia agarrándome por la cabeza me clavó de narices en su encharcada selva. En ese momento me di cuenta que no iba a resultar muy difícil hacerla venir, por cuanto de su coño ya manaban líquidos como de un manantial. Con la lengua empecé a abrirme paso entre esa maraña de pelos hasta alcanzarle el clítoris. Cuando le pasé la lengua por encima antes de comenzar a chupar, pegó un gemido y cerró las piernas alrededor de mi cabeza, haciéndome perder el aire. Empecé a chupar y a chupar, respirando con dificultad, hasta que en menos de un minuto me inundó la boca con una venida copiosa. Jamás pensé que una mujer se viniera de esa forma: parecía como si estuviera orinando. Si no comienzo a tragar, me hubiera ahogado con tal cantidad de leche, que tenía un sabor agradable, aunque se notaba que hacía un buen tiempo que no se echaba un polvo, por cuanto era bastante espesa y pegajosa.

Un poco más calmados, me levanté y traje el resto de la botella de champagne. Puse música romántica en el equipo de la habitación y continué acariciándola, mientras hacía brindis con largos tragos de champagne a cada rato. Poco a poco nos fuimos poniendo en ambiente y excitándonos nuevamente con largos besos y caricias. Además, no podía dejar de pensar en que faltaba la prueba más importante y seguramente la más placentera, que era meterle la verga en lo más profundo de la chocha. Poco a poco fue haciéndome parar la enorme verga a punta de caricias, hasta que sin poder resistir un minuto más se quedó mirándome con los ojos casi desorbitados por la excitación. Allí estaba yo, tumbado sobre la cama, completamente a su merced y esperando que ella actuase. Entonces ella se subió a la cama y se puso de pie, se contoneaba acariciando sus caderas y apretándose los pechos con sus manos, al tiempo que mojaba sus labios. Aquel espectáculo me gustaba y empecé a masturbarme. Ella se agachó y cambió mi mano por la suya haciéndome un lento masaje en la piel del pene. Me abrió las piernas y con las tetas empezó a rozar mis pies, los muslos, me rozó suavemente la verga y subió con sus pezones dibujando mi cuerpo hasta ponerme las tetas en la cara. Después sacó la lengua y, empezando por la frente, fue de vuelta hacia abajo lamiendo mi cara, mis labios, mi cuello, mi pecho, mi ombligo, el interior de mis muslos hasta llegar a mis tobillos, de regreso acarició mis huevos, que lamió suavemente y recorrió mi verga con su lengua hasta llegar al frenillo donde su lengua dio unos golpecitos y sus labios me besaron el cabezón. Después rodeó la cabeza de la verga, abriendo su boca al máximo, con sus labios apretados fue bajando lentamente hasta tener casi la mitad dentro de su boca, algo que resultaba casi imposible dado su gran tamaño. La cabeza le llegaba hasta la garganta y le quitaba el aire, por lo cual se la sacaba lentamente. Subía y bajaba sus labios observando mi cara que era muy expresiva pues, con los ojos cerrados, me retorcía, gemía y hacía muecas de todo tipo. Le decía que no aguantaba el dolor en los huevos, los cuales me pesaban ya como sacos de plomo. Le dije que sentía que se me iban a explotar las bolas. Me imagino que ese dolor era producido por la gran cantidad de leche que había vuelto a acumular por las caricias y el prolongado periodo de abstinencia sexual, durante el cual escasamente había recibido, sin poder aguantar mucho, la mamada que Julia me había pegado recién llegamos a la habitación, por lo cual me preparé para regalarle una verdadera inundación, pero ojalá esta vez dentro de la chocha.

Estaba disfrutando intensamente de su mamada, ya que manaba jugos como un manantial. De vez en cuando ella se sacaba la verga de la boca, absolutamente embarrada de saliva y jugos mezclados, los cuales me llegaban hasta los huevos, y la pasaba entre sus pechos, volviendo después a la operación de chuparla lentamente, con ganas, con ternura. Estaba muy excitado y mi cuerpo se tambaleaba. Cuando observó que estaba muy cerca del orgasmo, paró por completo todas sus operaciones separándose de mí, poniéndose en pie de nuevo. Me dijo que no estaba dispuesta a que me vaciara por fuera de su chocha, ya que sentía un deseo enorme de sentirla hasta el fondo, de probar cómo se sentía disparando en lo más profundo de su vagina.

- ¿Qué haces?, le pregunté alarmado.
- ¡Chssssss!, me contestó llevando su dedo índice a los labios.

Se colocó de pie con las piernas abiertas, sobre mí, a los dos lados de mi cintura, su mata de pelos encima, y comenzó a hacerme un baile sensual agachándose hasta casi rozar mi enorme aparato, pero sin tocarlo, cosa que me volvía loco, pues estaba deseoso de clavarle la verga. Sudaba y temblaba con una enorme excitación. Se colocó en cuclillas sobre mí, me agarró por la base del pene y con la punta hizo dibujos entre sus muslos. Yo cerraba los ojos y le suplicaba.

- Quiero culiarte. Vamos, vamos, quiero metértela ya..., deja que te la clave, por favooor...

Ella me hizo rabiar un poco más y volvió a levantarse. Se dio la vuelta y, con las piernas abiertas como antes, bajó ofreciéndome la espalda y con su culo rozó mi verga. Con sus afiladas uñas arañaba suavemente mis muslos. Yo me iba calentando más y más. Se volvió de nuevo sobre mí y lentamente acercó la enorme cabeza de mi verga a su chocha siguiendo por su abundante vello púbico, por sus ingles... Era el momento de la penetración, pues yo estaba desesperado y mi cuerpo se arqueaba. Mi cara y mis palabras lo suplicaban, le repetía una y otra vez que me iba a morir del dolor en los huevos. Puso mi tenso miembro, que ardía, a la entrada de su peluda y empapada raja y lentamente, arrodillándose con suavidad, se la fue introduciendo por completo, sintiendo cómo el enorme aparato, que quemaba como una brasa, iba dilatando al máximo su vagina. Parecía que no iba a llegar a su fin y ella empezó a palidecer del placer y cierto temor, cuando de pronto me gritó que sentía cómo la enorme cabeza le empujaba el útero y yo a su vez sentía cómo mis inmensas bolas chocaban contra su culo. Los dos gemimos y yo incluso solté un pequeño grito. Ella se quedó quieta, esperando que su vagina se acoplara a mi enorme aparato, dejando que sus jugos la bañaran por completo para facilitar lo que venía. Después de un largo minuto, durante el cual sentía cómo palpitaba mi verga en lo más profundo de su cueva, tomó aire, puso sus manos sobre mis hombros y, flexionando las caderas con suavidad, empezó a meter y a sacar la verga dentro de su chocha.

- ¡Qué verga, qué enorme, qué gusto...! - decía ella una y otra vez.

Yo solo alcanzaba a abrir los ojos de vez en cuando para ver cómo el gigantesco miembro se colaba en su húmeda chocha y salía embarrado hasta los huevos de su crema mezclada con mis abundantes líquidos, previos a una venida que se adivinaba iba a ser descomunal. Sus tetas botaban al compás de aquel magnífico polvo...

Mojó sus labios, pues su garganta se quedaba sin saliva. El ritmo se fue acelerando poco a poco. El cabezón de la verga casi salía por completo de su cueva y de repente volvía a entrar hasta el fondo. Su culo chocaba contra mis muslos. Nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos y mi verga entraba y salía con un ritmo más acelerado dentro de su chocha. Ya su madeja de vellos púbicos estaba completamente empapada y los jugos le corrían libremente por la ingle y los muslos. Se paró de pronto y nos dimos la vuelta, poniéndose ella debajo de mí. Me abrazó la cintura con sus piernas y yo clavé mi pelvis contra su sexo, perforándola de nuevo. Me aterraba que a pesar de la calentura lograra aguantar mi venida, pues ya llevábamos casi veinte minutos desde que le metí la verga. Mis duras embestidas no tardaron en darle un nuevo orgasmo, llegando a insultarme como válvula de escape por el gusto que le estaba dando. Al oír sus palabras le grité que me iba a venir, que se preparara. Le clavé una estocada final hasta el fondo de la vagina y pude sentir cómo se me comprimían los huevos y cómo se hinchaba el enorme aparato de la base a la cabeza, al arrojar el primer chorro, el cual quemaba como el fuego y le inundó completamente la vagina. Pero ese era solo el primero… Mis huevos seguían revolviéndose y la verga soltaba y soltaba potentes chorros de leche, uno tras otro.

Notaba como salía y salía semen y no podía creerlo. El semen hirviendo chocaba contra las paredes de su vagina rebosándola por completo. Empecé a sentir como salía a borbotones de su chocha y le mojaba los muslos, la ingle, el culo y se depositaba en el cubrelecho de la cama. Aquello parecía no tener fin, chorro tras chorro seguían saliendo sin parar. Creo que pasó como un largo minuto cuando por fin en medio de temblores sentí cómo depositaba en lo más profundo de su cueva los últimos chorritos que salían de mi verga. Nos quedamos abrazados unos minutos y unidos, hasta que mi verga se desinfló por completo y las gigantescas bolas volvieron a colgarme completamente flácidas. Permanecimos en reposo durante un rato, durante el cual ella me dijo que sentía como brotaban y brotaban jugos de lo más profundo de su vagina.

Nos quedamos dormidos un rato y al despertarme me sentí sobresaltado, miré la hora y eran las 6 de la mañana. La desperté y le dije que nos teníamos que ir. Ella me dijo que se sentía mareada y que no resistía el dolor de cabeza. Entonces le dije que nos diéramos el baño que habíamos aplazado desde la noche anterior, que con seguridad eso le sentaría bien. Así lo hicimos y aprovechándome de su estado le acaricié las tetas, el culo y la chocha hasta encenderla nuevamente, tras lo cual con el cuerpo completamente enjabonado la hice agachar y comencé a pasarle la verga por la chocha hasta que estuvo completamente embarrada de crema y entonces cuando Julia pensó que se la iba a meter por la chocha nuevamente, de una sola estocada la ensarté por el culo, algo que según me contaría después, no le había permitido ni a su esposo. Ella pegó un grito de dolor, pero yo no la solté y por el contrario me afirmé mejor y comencé a meterla y a sacarla con mayor velocidad. Poco a poco el dolor desapareció dando lugar a unas oleadas y gemidos de placer que la hicieron desfallecer, en un orgasmo múltiple que le hizo perder el sentido momentáneamente. Calculo que le estuve dando verga por el culo unos 15 minutos, hasta que no pude aguantar más y entonces me vine dentro de su culo en un corto pero intenso orgasmo.

Después de cumplir lo prometido con nuestro amigo cómplice y de pagar el hospedaje, nos devolvimos a nuestra ciudad. El viaje fue un poco triste, pero logré convencer a Julia que no se separara de su esposo, quien seguramente estaba viviendo una aventura pasajera. Ella me agradeció los consejos y me pidió que le sirviera de desahogo mientras continuara el abandono por parte de su esposo, lo que acepté de mil amores. Cuidado no, con semejante mujer!! Y en esas estoy, hasta la fecha. Espero que les haya gustado mi relato.



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Comentarios enviados para este relato
camadedu (31 de July de 2012 a las 07:23) dice: sencillamente maravilloso, los felicito a los dos,en serio,solamente genial, en realidad lo correcto seria que ella quedara embarazada de vos y logico se lo encaje al boludo que se cree piola, suerfte felicitaciones a los dos

TANTAN (27 de November de 2012 a las 21:25) dice: SIGUELA COGIENDO AMOGO Y EMBARAZALA PARA QUE EL OTRO CREA QUE ES DE EL Y SIGAN DISFRUTANDO DE SUS COGIDAS SOBRE TODO POR EL CULO QUE ES LO MEJOR.

katebrown (18 de October de 2022 a las 22:05) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:38) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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