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Infidelidad consentida

bareta Relato enviado por : bareta el 29/04/2013. Lecturas: 17940

etiquetas relato Infidelidad consentida   Infidelidades .
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Resumen
Al tener mi esposo una pequeñez de miembro, aceptó verme follar con un pie grande, sin imaginar que me estaba convirtiendo en una tremenda zorra


Relato
Una tarde, relajados y serenos en la sala de casa, Oscar, mi esposo, me preguntó:
-Lulú, ¿Qué es lo que no te ha gustado en el año que llevamos de matrimonio?
-¿Quieres la verdad y sin que te enojes?
-¡Si, claro!
-Ya sabías que no era virgen ni mojigata cuando nos casamos.
-Sí, estaba bien enterado y sigo consciente de ello.
-Pues a mis 23 añitos, me encanta y me fascina coger, en este año solo lo hemos hecho unas cuantas veces.
-Es que…, me imagino que te comiste buenas vergas y yo… con mi cosa tan chiquita, me siento incómodo.
-Pues yo me sentaría en lo que sea, con tal de que me satisfagan, pero te quiero aunque la tengas cortita.
-¿Te gustaría una grande de vez en cuando?
-¡Sí!, mucho.
-¿Y la mía?
-Hay tontito, sabes que te quiero mucho, pero también me gusta follar, la tuya sería como botana y luego un aperitivo.
-¿O sea que te puedes echar tres palos en un rato?
-¡Me echaba hasta más! Si tenía muchas ganas.
-¿Y cómo andas ahorita?
-Pues ansiosa y urgida, ¡Si hace dos meses que me la metiste!
-¿Te gustaría comerte una grande?
-¡Claro!, pero no ando pregonando mi necesidad por todos lados ni quiero coger con quien sea.
-Mario viene al rato, te animas con él.
-¿El compadre?, ¡Como crees!, está bien que es soltero pero…
-Así le decimos, pero sabes que no somos compadres, sería la oportunidad para que bautice tu chiquito.
-¿Él?, pero…
-Se le cae la baba por ti, siempre se te queda viendo con ganas, aparte calza grande.
-¡No!, es que…
-¿Te animas o no?
-¿Me dejarías? ¿Y tú qué haces?
-¡Pues ver como gozas! Y a lo mejor te hacemos sándwich.
-Me estaaaaaas calentaaaaaaando.
-¿Más de lo que andas?
Sonó el timbre, mi marido se levantó hasta la puerta, observó por la mirilla y antes de abrir, en susurro dijo:
-¡Es él!, ¿vas a quieres?
Indecisa, pero con el conejo húmedo y ardiente, tras breves segundos, respondí palpitante:
-¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!, ¡Si queres!
-¡Pero arréglate!, ¡Quítate esas trapos!
Corrí a la recámara, un baño y una rápida recortada de coño, en lugar de las enormes pantaletas que traía, una diminuta y sensual tanga, un escotado y ajustado vestido con tirantes en los hombros y sin brasier, solamente me arreglé los ojos, me miré en el espejo, vi una despampánate y calenturienta hembra, cuando llegué a la sala, estaban parados y recargados en la barra de nuestra pequeña cantina, saludé a Mario quien prácticamente me comió con todo y vestido, Oscar preguntó:
-¿Quieres algo?
-¿De tomar?, un poco de agua simple con mucho hielo, estoy muy caliente.
Mientras Oscar preparaba la bebida, Mario me acercó un alto banco propio de la cantina, el sentarme hizo que se me recorriera un poco hacia arriba el vestido por lo apretado en las caderas, mostrando difusamente el color de mi tanga, por más que lo estiré, seguí enseñando gran parte de mis muslos, a Mario de inmediato se le formó un enorme bulto bajo su bragueta y a mí se me hizo agua la saliva. Pasamos un corto rato platicando, luego Oscar dijo:
-En lo que pongo el radio, sirvan otros vasos y corten más queso.
Entre al estrecho espacio entre la cantina y la pared y pregunté qué estaban tomando, Mario tras de mí, me indicó la botella, sin doblar las rodillas me agache para tomar un refresco y el “compadre”, pudo disfrutar del espectáculo que le proporcioné, el ajustado vestido expuso la tanga así como mí inflamado e hinchado conejo, para rematar, me recorrí un par de pasos hacia atrás, topando con Mario y sintiendo en mi trasero la dureza de su entrepierna, solo exclamé:
-¡Hay perdón!
-No te preocupes comadre, respondió, pero en voz baja escuché:
-¡Pero qué rico sentí!
Mario me ayudó a preparar sus bebidas, el agua y a partir el queso, Oscar se sentó en el lugar que yo ocupaba, al ver que nos quedamos parados tras la cantina, nos pasó los respectivos bancos, Mario y yo muy juntos, seguimos platicando, de repente sentí que posaba su mano en mi rodilla discretamente, al voltear a ver, apenado la retiró, yo tenía mi vaso en una mano, con la otra tomé la suya y la coloqué, parte en mi muslo y parte en los pliegues del vestido y abrí lo que más que pude mis piernas, tragó saliva y dio un sorbo a su vaso pero no movió la mano de su lugar, segundos después, casi escupo un trago de agua, al sentir el delicioso meneo de su dedo meñique en mí panocha sobre la tanga, con el pretexto de acomodarme en el asiento, quitó su mano y me acerqué más a él, me subí el vestido y me senté separando mis piernas y dejando mis nalgas sobre el banco, Oscar no veía más abajo de mis senos, por lo que volví a poner la mano de Mario ahora sobre la tanga, segundos después sobaba plácidamente mi coño notando la humedad entre mis piernas, ansiosa, en un descuido de Oscar, tomé el cuchillo del queso y corté mi tanga, ya estaba toda mi rajada a su disposición, Mario no tardó en meter sus dedos en mi agujero, ya estaba bien caliente y deseosa, mis mejillas coloradas y mi corazón latiendo apresuradamente, busqué su bragueta y saque un hermoso, rico, gordo y endurecido pito, no podía ver todo lo largo, pero lo que asomaba, eran como 20 centímetros, lo empecé a sobar, en ese momento, Oscar dijo:
-Voy al baño.
En cuanto Oscar se perdió de vista, Mario se paró, se inclinó hacia mi coño y empezó a mamarlo maravillosamente, ya no aguantaba, lo alcé, me paré, puse mi vientre en el banco y le ofrecí el trasero, se movió y pensé que se bajaba los pantalones, separó mis nalgas se recargó en mi espalda y lentamente me fue metiendo la verga por el coño, estábamos tan absortos en la rica cogida que no nos percatamos de Oscar, que calladamente se volvió a sentar en su banco viendo el vaivén de la espalda de Mario. Trabajosa pero deliciosamente estaba disfrutando de la suculenta verga, cuando Mario dijo:
-¡Hay comadre! ¿De verdad querías que te cogiera?
- ¡Sí! ¿Por qué? Respondí entre gemidos.
-Pues no le creí a Oscar cuando me dijo que te cogiera.
-Bueno, si él te lo pidió, sígueme dando tu enorme y rica verga.
Continuó dando fuertes y deliciosos tallones, era más el placer que el dolor y de repente sentí un placentero y rico orgasmo, empujándolo, nos enderezamos y vimos que Oscar estaba tranquilamente bebiendo de su vaso y escuchando nuestros comentarios a escasos centímetros, nos salimos de concentración por unos segundos y Mario sacó la verga de mi coño, viendo a Oscar, solo dije:
-Mi amor, que rica verga tiene Mario.
-¿Te gusta?
-¡Me encanta!
-¡Pues ahí están muy incómodos!, ¡Cojan en otro lado!
Mientras llevaba a Mario a la sala, me quité los tirantes de los hombros y me bajé la parte superior, la inferior la enrosqué hacia arriba y las enredé en la cintura, Oscar sonrió al ver mi tanga convertida en tapa rabo, ni siquiera intenté quitarla, empujé la mesa de centro y me acosté en la alfombra, abrí mis piernas y brazos invitando a Mario, cohibido se acercó a mí, cuando Oscar expresó:
-¡Pero quítate la ropa, pinche compadre!, ¡Apoco te la vas a coger vestido!
-Mario se desvistió totalmente y pude contemplar desde el suelo, los 23 o 24 centímetros de exquisita y gruesa verga, se abalanzó a besar y chupar mis pechos, yo me reacomodé y lo forcé a realizar un delicioso 69 y cada uno comenzó a mamar lo que tenía junto a su boca, ya bien ensalivados, se encimó en mi cuerpo, apuntaló su pito en mi ansioso coño y con tres empujones entremezcló nuestros vellos, sus bolas pegaron en mi culo, entre gemidos de placer mis piernas se subieron a sus muslos y mis brazos rodearon su cuello, entre sus tallones yo movía mis nalgas disfrutando y haciendo que la cogida fuera más profunda, clamando -así papito, así-, -que rica verga tienes papá-, -dame, dame más-, -mete toda la verga mi rey-, hasta que empecé a gimotear –así, asiiiiiii, asiiiiiíiiiiiiiiiiiiii, a…, a…, a…siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-, por el extraordinario orgasmo provocado, aflojé todo mi cuerpo, pero Mario seguía frotando mi fogoso coño, se giró y quedé acostada sobre su dorso, ahora era yo la que restregaba mi intimidad contra su pelvis, con un frenético sube y baja de nalgas, tuve otro orgasmo, con un -Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuyyyyyyyyyyyy-, jadeante me recosté en el pecho de Mario, de repente apreté la deliciosa verga con mi coño y fruncí el culo, al sentir que me chupaban el agujero trasero, me volví a perder al pensar que mi maridito se agasajaba con mi ano, mientras me recreaba lentamente con la introducción vaginal, Oscar acomodó su pitito en mi culo y acercándose a mi espalda lo encajó hasta el fondo de mi hoyo trasero diciendo:
- ¡No pensaba que mi vieja fuera tan puta y cogelona!, ¿Te gusta estar así?
-¡Sí!, ¡Sí!, ¡Me enloquece!
Minutos después Oscar soltó sus mocos dentro de mi culo y se zafó, mientras mi lengua se agitaba con la de Mario, cuando la presión disminuyó en mi espalda, me levanté sacándome la verga del “compadre”, miré a Oscar y solicité:
-Mi vida, Mario ahora si ya es nuestro compadre, ya gozó mi chiquito, ¿me puede coger por atrás?
-¿Lo quieres? ¿Y a poco lo vas a soportar?
- ¿Me dejas probar?
Mario se levantó del suelo y rogó:
-¿Sí compadre?, ¡todavía no me vengo y quiero llenar su culito con mi leche!
-¡No se lo vayas a romper piche compadre, es con lo único que me aprieta!
No esperé más, me hinque en un sillón , con mi trasero bien parado y mis brazos apoyados en el respaldo, Oscar se paró frente a mí y me tomó de las manos, sentí como Mario me abría las nalgas y acomodaba la recia punta de su pito en mi culo, mi ano emanaba semen de Oscar, por lo que la verga de Mario, aunque me estaba floreando y con dolor, sujetando y apoyándose en el envoltorio del vestido en mi cintura, empezó a deslizar lentamente su garrote, me mordí los labios y solté un leve quejido de -Huuuuuummmm-, y Oscar me preguntó:
-¿Te duele Lulú?
-Un…, -oh-, un… poquitooo, pero… -oh-, me… guuuusta, respondí quejumbrosa.
-¿Quieres que te lo saque?
-¡Noooo!, ¡quiero… -uh-, que lo… -uh-, meta… todoooo.
En otro empujón, Mario me acabó de ensartar, mi cuerpo se arqueó hacia atrás, apreté los ojos y abrí desmesuradamente la boca con un lastimero -Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh-, tenía una formidable verga incrustada en el culo como nunca me la habían dado, lentamente Mario empezó a sacar y meter, el dolor menguó poco a poco y me empezó a invadir un agradable calor, mi cuerpo se aflojó y recargué mi barba en el respaldo del sillón, frente a mí quedó el tronquillo parado de Oscar que comencé a mamar, ya no había dolor atrás y ligeramente inició mi estremecimiento de placer, metí una mano entre mis piernas y acaricié dulcemente mi clítoris, sentí como se impregnaban mis dedos con mis jugos al tener otro orgasmo, en seguida Mario se agitó y me anegó el culo con su delicioso y cálido néctar, me propinó dos fuertes nalgadas gimiendo:
-¡Qué rico culo!, ¡Qué buena está la putita!, ¡Que sabroso coges, Lulú!
Cuando se salió, se tumbó en otro sillón todo despatarrado, su verga embadurnada de su crema aún estaba erecta, se la quise chupar pero mis piernas no respondieron, me senté en el sillón y me dolieron las nalgas, rápidamente me levante, Oscar me abrazó para evitar que me cayera por mis temblorosas piernas y me quitó el vestido y el religo de calzón diciendo:
-¿Satisfecha?
-Cariño, ¿Nos esperamos un ratito?, los dos me rellenaron el culo, pero mi almeja está ansiosa de leche.
-¡De verdad que eres bien puta y no tienes llenadero!, contestó sonriente.
Pasaron quince o veinte minutos y después de haber refrescado nuestros agitados y encuerados cuerpos, fui a la mesa por unas servilletas, al voltear, Mario estaba junto a mí y dijo:
-¡Comadre!, ¡Porque ya eres mi comadre!, y como pediste, ¡Le voy a dar leche a tu chiquito!
Me recostó sobre la mesa dejando mis nalgas en la orilla, acomodó dos sillas y subió mis pies en ellas, abrió mis piernas y contempló mi panocha, y riendo expresó:
-¡Pues de verdad ya está chiquito y cerrado, pero ahorita lo abrimos con una buena cogida!
Se agachó sobre mi rajada, mordisqueando mi clítoris dilató mi chocho, apuntaló su estaca y agarrando fuertemente mis chiches, de un empujón sepultó un buen pedazo de carne en mi biscocho, me detuve de los lados de la mesa para soportar la feroz pero celestial arremetida, empezó a jugar con lo que me había metido, miré a Oscar, que tranquilamente observaba como se follaban a la puta de su querida mujercita, Mario se detuvo cuando escuchó que pregunté::
-¿Oscarín, te gusta ver como disfruto cuando me están cogiendo?
-¡Pues con mi pitito, me complace ver cómo te revientan y abocardan tus agujeros!, ja, ja ,ja, ja.
-A mí también me gusta que jodan mi panocha con un buena verg… ¡ahhhhhhhhhhh!
No terminé la frase, porque Mario hundió su pito hasta el fondo diciendo:
-¡Ya carajo!, ¡Pinche compadre, luego platican!, ¡Deja terminar de joderme y follar a la puta de Lulú!
Mario me miro fijamente y continuó:
-¿Verdad putita?, y empezó a forcejear en mi interior.
Los fuertes y ricos empellones que me daba, me hicieron balbucear:
-Siiii…, hum, papi… ahhh, sí… soy,,, uhhh, tu pinche… ohhh, putita, ummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm.
Sentí como de mi interior emanaba una fuerte y copiosa cantidad de jugo, con el orgasmo apreté los brazos de Mario, mirando a Oscar y entre cerrando los ojos de placer gimoteé:
-Oscarín, mi amor, ¡Me gusta coger!, ¡Que jodan mucho mi panocha!, ¡Que me follen duro!, ¡Me encanta ser una putita!
Separé más mis piernas y zarandeando mi trasero, provocando sentir agradablemente en movimiento del duro tronco en lo más profundo de mis entrañas, mis contracciones, estimularon al mismo tiempo de otro rico orgasmo, que Mario se agitara y arrojara y depositara una fuerte y tupida cantidad de impetuosa leche en el fondo de mi agradecido hueco.
Agotada, adolorida y magullada, me fui a dormir, al despertar amanecí abrazada por mi marido y por el recién padrino de mi mí muchachito, mientras seguían durmiendo me di un baño, me estaba secando y me alcanzó mi esposo, aún mojada me folló por el culo, luego me vestí y despedimos a Mario, estando de nuevo solos, satisfecha, complacida y bien cogida, le dije a Oscar:
-Mi vida, como dejaste que otro entrara y me jodiera magníficamente mis hoyos, te prometo que voy hacer lo mismo por ti.
Una semana después, le pedí a Mario que me repitiera la labor que me había otorgado, rogando que me esperara en la casa sin decirle nada a Oscar, cuando llegué acompañada de una chica de 18 años, a mi marido se le fueron los ojos y le aclaré:
Papacito, Rosy viene a que la disfrutes cogiendo y le estrenes sus hoyitos mientras el compadre folla en los míos, después tú decides, si dejas que Mario la abocarde o lo nuevo y apretadito te lo quedas para ti solo, pero ambas estamos dispuestas a ser sus putitas y hacer lo que nos digan.
Al rato después, recreándome por tener a Mario incrustado en mi culo, miraba a Rosy gimiendo y gozando la cogida que le daba Oscar, luego en un confuso amasijo, entre mamadas, besos, chupadas y lambidas que nos pusieron a darnos a Rosy y a mí poniéndonos al 100% de calientes, Oscar explicó:
¡Haber compadre!, las dos viejas están muy buenas y son bien putas, pero Rosy aún tiene sus agujeros chiquitos y los llenos bien, pueden mamarse lo que quieran, pero no te la vayas a coger, a mi mujer la haces aullar, pero sigo teniendo el derecho a meterle mi pitito cuando quiera, ¿estás de acuerdo?
-¡Sí compadre!, ¡Lo que digas!
Tres meses después, en las envolventes y bacanales cogidas que nos dábamos, Mario terminó perforando y ensanchando por todos lados a Rosy, ahora, cada vez que nos juntamos a follar, tengo que llevar, aunque con dificultad un novato botoncito para Oscar, pero los cuatro seguimos disfrutando de unas fantásticas cogidas hasta cuando hacemos un nuevo quinteto, perdón, hasta cuando Oscar se chinga un nuevo quintito.
Que nadie se apunte para nuestras orgias, Oscar y Mario aclararon que nuestros hoyos son solo para ellos, si entra otro hombre, primero pasa por la verga de Mario, a lo que Rosy y yo estamos de acuerdo, esa, solo la disfrutamos nosotras.

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