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La cascasa

Relato enviado por : Trapecista el 07/07/2010. Lecturas: 2157

etiquetas relato La cascasa   General .
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Resumen

Me gusta mucho pasear por la montaña.

Este año el invierno ha sido especialmente duro así que las posibilidades de escapada han sido menores que otros años hasta la llegada de la primavera. No obstante la parte buena de la historia es que precisamente por la acumulación de tanta nieve y tantos días de mal tiempo los ríos y arroyos vienen repletos de agua procedente del deshielo.



Relato

Me gusta mucho pasear por la montaña.

Este año el invierno ha sido especialmente duro así que las posibilidades de escapada han sido menores que otros años hasta la llegada de la primavera. No obstante la parte buena de la historia es que precisamente por la acumulación de tanta nieve y tantos días de mal tiempo los ríos y arroyos vienen repletos de agua procedente del deshielo.

El viernes pasado tuve fiesta y aproveché para darme un buen paseo por el monte. Hacía bastante calor y tras una dura ascensión de más de 4 horas bajo la solana hasta coronar el Pico que me había propuesto, decidí darme un buen baño en un pequeño salto de agua que conozco en uno de los barrancos de bajada.

Tenía los pies hinchados y la espalda empapada de sudor por el contacto con la mochila así que tenía ganas de llegar hasta el arroyo. El lugar de la cascada es muy poco conocido y de muy difícil acceso por lo que raramente hay alguien, especialmente en un día de labor. En esta ocasión, sin embargo, al superar el pequeño montículo rocoso antes de iniciar el escarpado descenso hacia el riachuelo, observé como un hombre de unos 45 años, muy robusto, se estaba dando un baño en una de las pozas que se forman a unos 50 metros curso abajo del lugar de la cascada.

Aproveche la relativa distancia de mi posición para hacer una alto en el camino, sacar unos pequeños prismáticos de mi mochila y observar desde lo alto a mi recién descubierto compañero.

Se trataba de un hombre realmente hermoso, fornido, muy moreno. Tenía la cabeza totalmente rapada, una espesa barba de dos días y bastante vello en sus axilas, en su pecho, en sus potentes piernas. Se estaba bañando en calzoncillos bóxer blancos que, mojados como estaban, dejaban entrever sus poderosos atributos.

Cuando quise darme cuenta mis labios estaban entreabiertos, mi corazón latía con más fuerza y una fuerte presión en la entrepierna delataba mi incipiente excitación ante las vistas.

Siempre me ha excitado mirar y que me miren así que, tras deleitarme un buen rato con “el cuerpo,” casi sin pensarlo decidí lanzarme cuesta abajo a probar suerte.

Actué como si no me hubiese percatado de su presencia y al llegar a la zona de la cascada me situé bien a la vista y muy despacio comencé a desnudarme.

Cuando por fin me quité el ajustado calzoncillo tuve que colocarme de tal forma que mi erecto pene no delatase lo que soñaba mi cabeza.

Avancé hacia la cascada con la agradable sensación de que, quizá, unos ojos me observaban y me sumergí despacio en el torrente sintiendo el agua correr de arriba abajo; estaba helada y tras unos segundos de masaje todo mi cuerpo se puso tenso, reactivado por el por el frío.

Me di la vuelta apoyando mi espalda sobre el musgo, el agua resbalaba, abrí los ojos para comprobar si me observaban pero no vi a nadie.

Aunque el masaje era agradable la decepción y el frío hicieron su efecto, así que salí del agua, extendí la toalla y me tumbé boca abajo, desnudo como estaba bajo el sol.


Enseguida volví a sentir la agradable sensación del cuerpo tibio. Separé ligeramente las piernas y me acomodé el pene y los testículos de tal forma que no quedasen aprisionados bajo el cuerpo para que también pudiesen ser calentados por los rayos. Extendí los brazos y separé un poco más las piernas hasta casi dejar mi sensible ano rosa al descubierto y entonces noté como nuevamente mi sangre bullía acalorada hacia mi pene que poco a poco se hinchaba más y más hasta presionar contra la piedra.

Cundo la erección fue completa la incomodidad no me facilitaba permanecer mucho más tiempo en esa posición por lo que, comprobando previamente que no había nadie, me di la vuelta y apoyando los brazos en la nuca observé como asomaba de la punta de mi glande una gota de deseo.

Tomé la gota transparente con los dedos, me la llevé a la boca y con los ojos cerrados disfruté de su suave sabor salado y de su aroma de almizcle. Me ensalivé bien los dedos y muy lentamente comencé a acariciarme. El sol calentaba mi cuerpo y mi pene brillante y húmedo parecía a punto de estallar.

Ocupado como estaba en mi tarea no me di cuenta que efectivamente me observaban. Oí el crujido de una rama e instintivamente me cubrí con una toalla. Instantes después veía aparecer a aquel hombretón fornido a mis espaldas y tras un breve saludo comprobé como procedía a extender su toalla a pocos metros de donde yo estaba.

Tras acomodarse, sacó un libro de su pequeña bolsa y se puso a leerlo tras unas gafas de sol oscuras que me impedían saber qué es lo que realmente miraba. Resultaba evidente, no obstante, que se había situado demasiado cerca habiendo tanto sitio disponible como había.

Nuevamente mi corazón parecía a punto de estallar, totalmente excitado, con la respiración nuevamente entrecortada, los labios húmedos y ardientes y mis ojos que no podían dejar de observar a mi recién llegado compañero. El pensamiento de que seguramente había estado espiándome todo el rato me ponía a mil.

Me incorporé un poco para observarlo mejor y enseguida me di cuenta de que él también estaba alterado. Tan solo llevaba puesto un pequeño pantalón corto que se había puesto sobre el bóxer todavía mojado. Su tórax grande, ancho como el de un búfalo, se inflaba y desinflaba como un globo. Gotas de sudor resbalaban por su pecho y aunque mantenía un libro entre sus manos todo parecía indicar que me miraba.

Me incorporé un poco y la toalla que apenas me cubría se movió ligeramente dejando la punta de mi glande erecto al descubierto. El efecto fue inmediato, segundos después observe como poco a poco se le hinchaba la entrepierna, como separaba ligeramente sus muslos y como se desabrochaba el único botón de su calzón, del que brotaba, poderoso, su instrumento.

Dejó el libro a un lado, se quitó las gafas y se incorporó dándome la espalda y lentamente, regodeándose en la belleza de su imponente y musculado cuerpo, se quitó primero el pantalón corto y a continuación el calzoncillo y los dobló con parsimonia antes de introducirlos en la mochila.

Aproveché la ocasión para retirar totalmente la toalla dejando al descubierto mi erección y el resto de mi palpitante cuerpo.

Por fin se dio la vuelta, me miró despacio, me sonrió como dando el visto bueno a lo que veía, me hizo un gesto para que me acercase y me esperó.

Su pene no desmerecía el resto de su cuerpo, grande, ancho, trufado de venas hinchadas, oscuro, casi negro, con el glande totalmente al descubierto por la excitación y de color más azulado por la sangre, testículos también grandes y pegados al cuerpo y pelo, abundante pelo muy rizado y negro.

En cuanto estuve a su lado me ordenó que me arrodillase.

Su pene, a tan solo unos centímetros de mis labios entreabiertos me pareció aún más hermoso y deseable. Una gota transparente de líquido preseminal asomaba por el pequeño orificio de su punta. Saqué la lengua y con delicadeza lamí el líquido salado muy despacio, solo con la punta.

Mi amante cerró los ojos y emitió un gruñido de placer que endureció aún más su verga temblorosa.

Tras un par de minutos acariciando y lamiendo con la lengua y con los labios el frenillo y la parte externa de su pene, la más sensible, la gran vena palpitante, sus imponentes huevos negros, su perinero, inspirando profundamente sus vapores, el olor a sudor limpio de macho en celo... no pudo más, me agarro la cabeza con sus manos y comenzó follarme por la boca.

Sus violentas embestidas y el tamaño de su pene me asustaron y traté de retenerlo como pude agarrando su cadera con mis manos pero su deseo era más fuerte. Tras unos primeros instantes de agobio acompasamos nuestros ritmos y me esmeré en disfrutar y hacerle disfrutar con la mamada. El duro trozo de carne caliente entraba y salía de mi boca, empapado de saliva y de sus jugos.

Mientras mi amante me follaba comencé como pude a masturbarme. Comenzó a gemir. Primero suave y acompasadamente para ir poco a poco subiendo el tono. Yo intentaba hacerlo pero su cipote en mi garganta lo impedía mientras con mi mano derecha me acariciaba cada vez más rápido mientras pasaba mi mano izquierda por su tripa musculada y sudorosa, por su pecho, por sus piernas, por su glúteos duros como piedras, introducía mis dedos en su ano...

Miré hacia arriba como pude. Me miraba agradecido y sudoroso, resoplaba. Abrazado como estaba entre sus piernas noté como empezaba a temblar todo su cuerpo.

Sacó su enorme verga de mi boca y comenzó a agitarla violentamente con sus su grandes dedos mientras con su mano izquierda me agarraba de los pelos para evitar que la siguiese con mi boca.

Pude sentir como todo su cuerpo se contraía, como las venas de sus piernas, de su torso, de su cuello se inflamaban ante los primeros espasmos de su orgasmo. Un primer chorro de semen caliente y denso me manchó el lado derecho de mi cara y resbaló sobre uno de mis hombros y mi pecho.

Inmediatamente después me permitió por fin abalanzarme con la boca abierta sobre el geiser. Rodeé su verga con los labios y la lamí como pude con la lengua mientras él movía suavemente su pelvis hacia dentro y hacia fuera emitiendo gemidos al compás de cada uno de sus abundantes borbotones.

Tragué y tragué cuanto pude pero la abundancia de su semen provocó que parte del mismo rebosase y se escapase por la comisura de mis labios.

Chupa cabrón, sigue chupando, trágatelo todo zorra, no pares...me ordenó.

Obedecí extasiado de placer sintiendo en mi boca sus últimos espasmos.

Tras esos instantes que me parecieron cortos, con la boca, la garganta y la cara rebosantes de su leche, escuché por fin un último gemido de placer y sentí como se inclinaba hacia delante hasta apoyarse, agotado, sobre mis hombros.

Segundos después retiró lentamente su aparato ya más blando de mis labios, me miró, me dio las gracias limpiando los restos de semen de mis labios y mi cara con sus dedos y me los ofreció, embadurnados de crema blancacomo estaban, para que terminase de lamelos.

Toma mamoncete, todavía quedan restos.

Abrí nuevamente la boca y comencé a darles lenguetazos suavemente mientras aceleraba el ritmo de mi pajote.

Pringado como estaba de su lefa, excitado como un perro, comencé a temblar y a gemir como una puta y un potente chorro de mi semen cubrió gran parte de mi pecho, de mi tripa, de mi ombligo...

Con el cuerpo totalmente en tensión por la fuerza del orgasmo me derrumbé hacia atrás arqueando la espalda como un junco hasta apoyar la parte trasera de mi nuca contra el suelo.

Continué agitando más despacio mi cipote facilitando la salida de abundantes ráfagas de crema, que arrodillado y tumbado de espaldas como estaba se esparcieron por mis muslos y mi huevos.

Espasmos de placer recorrían, eléctricos, mi cuerpo que se agitaba sin control como perdido.

Medio desmayado de placer por fin me tumbé sobre la espalda mientras mi compañero, arrodillado, masajeaba y esparcía por mi cuerpo con sus manos los restos de mi lefa y ofrecía sus dedos, pringosos, a mi boca.

Tras unos minutos tumbados descansando nos metimos en la cascada helada y nos lavamos.

El agua fría relajó y reactivo nuestros cuerpos y a continuación juntamos nuestras toallas y nos tumbamos boca abajo a tomar el sol.

Cuando el calor secó nuestras espaldas nos dimos la vuelta y aproveché para apoyar mi cabeza sobre su tripa. Permanecimos en esa posición varios minutos. Él me acariciaba la cabeza, el pecho y los pezones en silencio y yo jugueteaba con el vello de sus piernas. Giré levemente la cabeza y observé, a tan solo unos centímetros, el hermoso trozo de carne oscuro y relajado. El agua y el sol habían hecho bien su efecto y ya sentía revivir el cosquilleo del deseo en la entrepierna. Abrí levemente la boca y comencé a lamerlo con cariño. Siempre me ha encantado sentir como va creciendo, muy despacio, como van hinchándose las venas, como se transforma en piedra ardiente de deseo.

Cuando por fin estuvo listo se incorporó y me comentó que esta vez me follaría.

Nos besamos y acariciamos como perros. Me convertí en un muñeco entre sus brazos, en su esclavo. Me mordió la nuca y una respingo de placer recorrió toda mi espalda. Me ordenaba todo tipo de posturas y caricias y yo, sumiso, obedecía.

Cómeme los huevos, chupa mis axilas, méteme el dedo por el culo, date la vuelta, ponte así, cómeme acá...

Volvíamos a sudar y a gemir como rameras.

Por fin me puso a cuatro patas, me separó los glúteos con las manos y beso y chupó mi ano rosa dejándolo dilatado y suplicante con su lengua.

Le rogué que me follara y muy despacio aproximó su enorme trasto a mi agujero y lo introdujo con cariño, sin violencia.

A pesar de estar totalmente dilatado el tamaño de su verga hizo que mis primeros gemidos fuesen de dolor.

Acompaso su movimiento y la sensación de tener una estaca caliente y dura en las entrañas enseguida transformó el dolor el un placer inmenso. Me agarró por la cadera y acelero su bamboleo, podía sentir como sus huevos chocaban con los míos a cada impulso y como todo mi cuerpo se movía en la embestida. Mordí la tela de la toalla para evitar en lo posible los gemidos y cerré los puños clavando mis uñas contra el suelo…así estuvimos un buen rato...no sé cuanto..

Justo antes de correrse retiró su verga decidido dejando mi año abierto y húmedo de jugos, se tumbó boca arriba y me ordenó que me subiese.

Me arrodille con las piernas bien abiertas en su tripa y apoyando una de mis manos en su pecho peludo y sudoroso agarré su miembro con la otra y me lo metí despacio por el culo.

Comencé a montarlo, a moverme como un loco pellizcando con una mano sus pezones y su lengua y masturbando con la otra mi cipote. Él se dejó hacer hasta que empecé a sentir las primeras contracciones. Me ordenó parar me parara para evitar que me corriese, me inclinó hacia su pecho y me mordió el cuello como un perro mientras me levantaba levemente el culo y comenzó entonces él sus movimientos.

Enseguida por su ritmo, respiración y sus bufidos pensé que iba a ser él quien finalmente se corriese pero entonces también paró.

Saco su verga de mi culo dejándolo vacío, abierto y palpitante, me volteó como a un juguete, me tumbó sobre la toalla, me separó las piernas y me metió nuevamente su mojada tranca por el culo. Entro muy fácilmente; elevé las piernas y las acomodé sobre sus hombros para que la penetración fuese profunda. Con una de mis manos en su pecho trataba de detener en lo posible la violencia de su impulso mientras que con la otra me acariciaba mi verga temblorosa.

Aceleró el ritmo y se inclino hacia delante apoyando sus fuertes brazos en el suelo besándome y mezclando su saliva con la mía.

Desencajé como pude mis piernas de sus hombros facilitando su postura y entonces le brotó una especie de mugido de búfalo encelado y un enorme chorro de leche caliente me reventó en las entrañas...yo me tocaba cuanto podía aprisionado por su peso, por sus músculos tensados y entonces, casi al tiempo, sentí como me iba...una abundante mancha húmeda y viscosa se extendió por mi barriga y nuestros pechos.

Aaaaggg, agggg, agggg, gemíamos a gritos…me corro, puta, me corrooo....agggg...fóllame, sigue, sigue, siggueeee, no pares, folla, folla…

Cuando terminaron los espasmos y sacó su enorme verga de mi culo un grumo abundante, denso y blanco resbalo de mi ano palpitante y dilatado mojando de semilla nuestras toallas.

Casi aplastado por su peso, pringosos de lefas y sudores permanecimos unos minutos abrazados hasta que por fin pudimos separarnos. Fueron los orgasmos más intensos de mi vida.

Desde entonces nos consolamos muchas veces...

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:26) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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