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LA DUNA

Relato enviado por : Anonymous el 17/05/2010. Lecturas: 4118

etiquetas relato LA DUNA   Gay   playas .
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Resumen
Encuentro sexual anónimo entre las dunas de la playa.


Relato
La duna

Como cada día que tenía libre, aquella mañana del mes de mayo salí a correr un rato por los alrededores de mi pequeño refugio de vacaciones.

Aunque el calor no era todavía sofocante tras los primeros kilómetros el sudor hizo aparición en mi fibroso cuerpo y la sensación de estar liberando toxinas me puso de buen humor.

Completado en recorrido habitual, antes de volver a casa, hice un último esfuerzo y a buen ritmo me alejé del camino entre los pinos y me dirigí al mar, a la playa de la gran duna. Era día de labor y a esa hora, aproximadamente las 12 de la mañana, la playa estaba desierta y el mar tranquilo, brillante bajo el sol.

Ya en la orilla me quité despacio la camiseta sudada, las zapatillas de deporte y el pantalón corto y, poco a poco, tensionado por el agua helada, me sumergí en el mar y comencé a nadar.

Tras unos minutos en los que me habitué al frío salí del agua. Mi cuerpo completamente desnudo estaba duro, colorado por la sangre en circulación, mis pezones erguidos, mi pene y mis testículos apretados en busca de calor.

Me dirigí a la zona seca de la playa, protegido de la brisa y me tumbe en la arena caliente de cara al sol. La caricia del sol relajó mi cuerpo y permanecí con los ojos cerrados un buen rato hasta que la intuición de hizo dirigir mis ojos hacia el mar.

A cierta distancia todavía, un hombre joven, de unos cuarenta años, se acercaba hacia la playa en un kayak. Remaba con fuerza y su comportamiento me hizo suponer que no me había visto, relativamente oculto tras unos arbustos como estaba.

Llevaba una camiseta blanca de tirantes que el agua del mar había mojado y que se ajustaba como una segunda piel a su imponente pecho musculado.

Ya en la playa levantó como una pluma su embarcación para alejarla del alcance de las olas, recogió de su interior una pequeña mochila, se acercó caminando a tan solo unos metros de donde yo estaba, extendió una pequeña toalla y comenzó a desnudarse.

Primero se quitó la camiseta y después el bañador, iba descalzo. Su ancha espalda morena sus brazos musculados, sus piernas fuertes y velludas, su culo perfecto, su cuello ancho como el de un toro, su cráneo hermoso y rapado me parecieron perfectos. Intenté apartar la vista de su cuerpo pero no pude. Si haberme dado cuenta tenía la boca seca, el corazón acelerado y el pene erecto y duro como una piedra.

Se tumbó boca abajo por lo que no pude ver sus atributos. Estuvo así tumbado unos minutos, con los ojos cerrados. Una película de sudor empapó su espalda, unas gotitas de sudor resbalaron por sus glúteos. Ante la relativa seguridad de mi escondite me incorporé un poco para verlo y entonces se giro y me vio.

Me tumbé boca abajo tan rápido como pude y cerré los ojos pero ahora pienso que ya entonces pudo ver mi excitación. No conseguí estar mucho tiempo sin saber lo que pasaba y enseguida entreabrí nuevamente los ojos y pude comprobar que de había incorporado y que me miraba fijamente. Abrí los ojos e inclinó levemente la cabeza y con sus ojos me indicó que me dirigiese hacia la duna

Era ya un autómata, el se levantó primero con sus cosas en la mano sin girar la cabeza y yo lo seguí a cierta distancia.

Conocía el camino, sin duda no era la primera vez que lo transitaba. Al otro lado de la duna, entre los arbustos y dunas más pequeñas se acomodó la espalda en un árbol algo más grande y me esperó. Me acerqué a él sin respirar y me ordenó que me arrodillase, obedecí.

Entonces, por fin, pude comprobar el tamaño de su cuerpo, de su pene, de sus testículos.

Alrededor de un metro ochenta y cinco y más de 80 kilos de músculo apretado, abundantemente velludo, con alguna cana en su pecho y brillante de sudor y sal marina.

Su pene, a tan solo dos centímetros de mis labios estaba semierecto. No me permitió que lo tocase con las manos.

Abrí la boca, saqué la lengua y suavemente chupé su punta. Muy rápidamente note como crecía entre mis labios, como se hinchaba, como una enorme vena impulsaba sangre caliente hasta inflamarlo. Cerré los ojos para concentrarme en las sensaciones y respiré su olor a sudor limpio y a salitre y noté en la punta de mi lengua sus primeros jugos de placer. En erección no era especialmente largo pero si ancho, hermoso.

Agitó su respiración, separó un poco más sus piernas y acomodó su espalda aún más en el tronco del árbol en el que se apoyaba.

Con un gesto me permitió, por fin, que lo tocase con las manos. Comencé a masturbarlo suavemente, arriba y abajo, aprovechando con los labios y la lengua para lamer el glande cada vez que quedaba al descubierto. Me lo metí entero en la boca, le chupé los testículos de mulo, el perineo, deslicé mi lengua suavemente por la superficie de su ano.

Comenzó a gemir, me agarro con sus fuertes manos la cabeza y empezó a follarme por la boca. Primero lentamente, enseguida más y mas rápido. Yo, agarrado a sus muslos duros como columnas, a sus glúteos, trataba de frenar sus embestidas.

Un primer chorro de semen caliente y denso se estrello en mi paladar acompañado de un profundo bufido de placer. Enseguida vinieron más y más oleadas de placer, convulsiones y temblores.

A pesar de mi interés mi boca no daba a basto para tragarse tanto semen.

Cuando por fin dejó de eyacular y sacó en pene de mi boca me lleve las manos a mi pene, y muerto de deseo, comencé a masturbarme.

Por primera vez me hablo. Me dio las gracias mientras con sus dedos limpiaba mis labios, mi barbilla chorreante, me los metía en la boca para que se los chupase y me pedía que me esperase que también él sabría consolarme.

A pesar de que estaba a punto de estallar obedecí y le seguí en su camino hacia el mar.

El baño, el agua helada no consiguió despejarme la cabeza del deseo pero sí hizo un efecto rápido y revitalizante en mi recién conocido compañero.

Todavía mojados nos tumbamos en su toalla tras la duna, uno junto al otro, para comenzar enseguida nuevamente a acariciarnos.

Yo soy más delgado, aproximadamente 70 kilos por 175 centímetros de altura, sin apenas vello, con una piel suave, blanca, aunque también fibrado, deportista y de 37 primaveras.

El nuevo asalto comenzó muy suave. Pegados y desnudos bajo el sol y sobre la mullida y maleable arena caliente comenzamos a besarnos y acariciarnos.

Enseguida estuve nuevamente en erección y nuevamente experimenté el gran placer de sentir crecer en mi boca el pene carnoso y ancho de mi compañero hasta convertirse en un garrote. Esta vez, sin embargo, no estuvo tan pasivo y en cuanto estuvo preparado tomo el mando.

Me convertí en un muñeco entre sus brazos, me mordía la nuca, me besaba los glúteos, me acariciaba, me guiaba la cabeza para que le besase las axilas, los pezones, aquí y allá.

Temblaba de placer y de deseo. Mi espera del orgasmo anterior se sumaba a mis nuevos deseos y obedecía a mi instructor sin rechistar.

Por fin me puso a cuatro patas, con la cabeza apretada sobre la toalla y con el culo levantado y abierto comenzó suavemente a acariciarme mi pequeño ano azul con sus enormes dedos morenos. Ensalivó mi abertura, embadurnó de aceite para el sol su ancho y hermoso pene y muy suavemente me lo metió hasta bien adentro.

Los primeros instantes fueron dolorosos pero poco a poco el dolor se fue transformando en placer. Mi gemido inicial de dolor fue transformándose rápidamente en súplica de más y más y más...

Sudábamos, podía sentir sus embestidas en mis entrañas con más y más fuerza, sus testículos chocaban con los míos cuando estaba dentro, babeaba y mordía la toalla para evitar los gemidos sin control...

Traté, tal y como estaba de comenzar nuevamente a masturbarme y correrme de una vez pero en cuanto se dio cuenta de que lo hacía se detuvo y saco su verga de mi culo dejando mi año abierto y palpitante del que resbaló un hilo deseo húmedo que cayó sobre la arena

Me volvió a meter su enorme miembro en la boca, me besó, me chupo, abusó de mi como si fuese un muñeco...

Finamente me tumbó boca arriba, separó mis piernas y las colocó sobre sus hombros y volvió a introducir su miembro hinchado y palpitante en mi trasero. Comenzó a moverse. Primero lentamente. A medida que aceleraba el ritmo yo me agarraba con mi mano izquierda en su brazo robusto, en su cuello y trataba de besarlo mientras con mi mano diestra me masturbaba sin control. Las gotas de sudor caían de su frente sobre mi cara, sus ojos inyectados me miraban, su aliento, sus gemidos se fundían con los míos...

Aceleró espasmódicamente su ritmo y emitió un mugido de búfalo lanzando simultáneamente un primer chorro de semen a mis tripas al que luego siguieron varias y más lentas y profundas oleadas.
Segundos después repetía yo un tremendo espasmo, un grandioso orgasmo que casi me hace perder el sentido.

De después y entre temblores ya solo recuerdo a mi amante derrumbado sobre mi, ambos pegajosos por los restros de nuestros jugos corporales y muy nítidamente la sensación de vacío cuando su pene abandono despacio mi dilatado ano y un enrome grumo blanco se disolvió sobre la arena.

Ni que decir tiene que tras semejante encuentro nos volvimos a ver muchas veces, en la duna y en muchos sitios más, pero esa ya sería otra historia...

marquezmendoza@yahoo.es


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Comentarios enviados para este relato
palito530 (21 de August de 2010 a las 22:42) dice: Excelente, me hicistes calentar mucho

katebrown (18 de October de 2022 a las 21:48) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:22) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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