LA VERDULERIA DE DON JULIO

Escribo por primera vez, y espero que, a la hora de valorar el relato tengan ello en cuenta.
Las anécdotas, son reales, aunque las exagero un poco.

Cabe aclarar que ocurrieron hace varios años, cuando mi hermana, Susana, tenía 14 ó 15 años, mientras yo era dos años menor.
Quizás, porque nuestros padres tenían una mentalidad muy anticuada, no nos permitían salir a jugar con otros chicos del barrio, así que debíamos conformarnos jugando entre nosotros.
Imagino que, esa fue la razón principal por la que terminamos siendo muy unidos, y prácticamente no había secretos entre nosotros; tal es así que nos bañábamos juntos, hecho que dejó de ocurrir cuando a ella se le empezaron a desarrollar las tetitas.
En épocas de receso escolar, y si bien era algo que hacíamos normalmente, debíamos ayudar a nuestra madre con los quehaceres domésticos, y en algunas oportunidades nosotros hacíamos las compras sencillas, siempre de acuerdo a lo que ella nos escribía en una nota.
Es así que íbamos a la panadería de don Antonio, a la carnicería de José, al almacén de Francisco o a la verdulería de Julio.
Fue este último quien empezó a mirar a mi hermana con ojos lascivos, siempre tenía algún elogio hacia ella que rozaba la grosería, aunque Susana no se molestaba, al contrario, respondía con una tibia sonrisa.
Susana era bajita, delgada, como dije antes con tetas pequeñas, del tamaño de un limón, pero su culo y sus piernas eran impresionantemente hermosas.
Ella gustaba de provocar miradas, y normalmente usaba vestidos o faldas bien cortas, y arriba no usaba nunca sujetador, por lo que si usaba remeras se notaban los pezones, y si usaba camisas, dejaba varios botones sin abrochar.
Recuerdo que una mañana fuimos al local de don Julio, a comprar las frutas y verduras que nuestra madre había escrito en una nota; no había mucha clientela, pero don Julio le pidió a Susana que le entregara la lista para que él la preparara en cuanto se desocupara un poco, y que pasara después del mediodía, a recoger el pedido.
Llegado el mediodía, inevitablemente fuimos juntos a la verdulería y vimos que Julio estaba cerrando sus puertas, por lo que apuramos el paso y, al advertir nuestra llegada, nos invitó a pasar, aunque a mí casi me deja afuera.
Le comentó a Susana que había olvidado de preparar el pedido, y agregó:

- Acompañame al depósito, así preparamos el pedido juntos, y hacemos más rápido.

Abrió la puerta de un cuartucho que no debería medir más de dos metros por tres, con techo de chapas y el piso de tierra, que estaba lleno de cajones con frutas y verduras, y agregó:

- Pasa tranquila que yo ya voy, quiero asegurarme de haber cerrado bien la puerta.

Claro que yo fui detrás de Susana, pero Julio me llamó para decirme:
- Vos quédate acá, en un ratito llegará la vecina de enfrente, la señora Antonia ¿la conocés? – A lo cual asentí, y continuó diciéndome: - Bueno, decile que su pedido ya se lo cruzo.

Dicho esto, se volvió para el depósito, y sin dudar un instante, apenas cerró la puerta me acerqué hasta allí, y sentí cuando Julio ponía llave a la puerta del cuartucho, mientras le decía a Susana:

- Te sugiero que te quites la ropa, porque vas a ensuciarla mucho, y no creo que a tu madre le guste verte con esa facha cuando vuelvas a tu casa.

No pude escuchar la respuesta de mi hermana, ni tampoco qué estaba haciendo, pero la voz de Julio me hizo notar que se estaba quitando el vestido que llevaba puesto.

- Ahhh, no – dijo Julio – tenés bombachita blanca, se te va a ensuciar también, sacatela.

Imagino que Susana no estaba cumpliendo con la indicación del verdulero, porque instantes después le dijo:

- Vamos niña, tengo una hija un poco mayor que tú, y la he visto en más de una ocasión desnuda, no tengas vergüenza de mí, que podría ser tu padre. ¿Acaso nunca viste a tu padre desnudo?

No escuchaba la voz de Susana, ni tampoco podía saber qué estaba haciendo, al único que escuchaba hablar era a Julio y su vozarrón:

- O sea que nunca viste a tu padre desnudo- continuó hablando el verdulero – Bueno, pero a algún otro hombre ¿Sí? Le interrogó.

Por lo bajo se escuchó la voz de mie hermana que le decía:

- Si a mi hermano, cuando nos bañábamos juntos.

Lo que generó una carcajada por parte de Julio.

- No hija, tu hermanito no cuenta ¿Querés ver un hombre desnudo?

Nuevamente el silencio se adueñó del lugar.

- Vamos a ser parejos, así como vos estás desnuda, yo me desnudo, así ves un hombre desnudo y después me decís si soy igual a tu hermano ¿Te parece?

Sus palabras me molestaron, porque evidentemente, para él, no contaba como hombre, si no como un niño.

Pocos minutos después, Julio siguió diciendo:

- ¿Me vas a decir que tu hermano tiene una pija como la mía?
- ¿La querés tocar?
- Vamos, no seas tímida, somos amigos, y nadie sabrá lo que hacemos aquí dentro; tu hermano está en la puerta esperando a alguien que nunca va a aparecer.
- Bien, así ¿Te gusta? ¿Por qué no te la ponés en la boca? Como en las películas porno ¿O nunca viste una?

Ya parecía un monólogo, hasta que escuché a mi hermana decir tímidamente:

- No

Y Julio siguió hablando:

- Bueno, sentate ahí, para que estés más cómoda y separá las piernas, yo te enseñé mi verga, y ahora quiero conocer tu conchita, aunque con tantos pelos que tenés ahí abajo, voy a tener que adivinarla.

- Dale, ponetela en la boca y empezá a chupar…. Como si fuera un helado ¿Entendés?

- Bien, así… Muy bien… Usá la otra manito para tocarte la conchita…. Dale, que vas bien… Si, así… Ohhhh

Desde afuera, yo no entendía lo que pasaba en el cuartucho, porque ya Julio no hablaba, solo emitía sonidos guturales, hasta que por fin habló de nuevo:

- Ahí sale, no te asustes y tragá todo lo que salga de mi verga.

Apenas dijo eso, continuó diciendo:

- Bien, muy bien, así putita, trágate toda la leche que Julito tiene para vos… Ahhhh, muy bien.

Y luego volvió el silencio al lugar, pero fue por pocos minutos, ya que Julio volvió con sus monólogos:

- Bueno, este es el pedido que estaba en la lista; esta vez no te voy a cobrar, pero déjame tu bombachita de recuerdo ¿Te parece bien? Dale, vestite que se hace tarde.

Mintuos después, se volvía a abrir la puerta del depósito, para ese entonces, yo había vuelto a la puerta de la calle,y vi salir a Susana con las bolsas del pedido.

Ya en la calle, y dado que no me decía una palabra, le pregunté porque se había demorado tanto, y me dijo:

- Quería que le diera mi opinión sobre su banana.



FIN