MADEMOISELLE-CHAN

Toño, era ante todo un hombre disciplinado, por lo que incluso tras de concluidas sus clases, permanecía varias horas más entrenándose y ensayando, siendo casi el último en salir... casi. Invariablemente, cuando abandonaba el local cada noche, veía el sutil cuerpo de Lorena, moviéndose frente al espejo, enfundada en el leotardo rosa de ballet. Ella tenía unos 19 años, pero quien la viera, seguramente no lo podría suponer, la férrea disciplina del ballet había moldeado su cuerpo delicadamente, de modo que prácticamente lucia como una niña.

El la veía a diario, y usualmente solo le sonreía y agitaba la mano a través de la ventana, recibiendo de ella misma, amable pero distante, respuesta. Ella era una de las alumnas mas aventajadas de ballet, y solo por eso la reconocía. Pero fuera de eso, eran prácticamente extraños. No era que a Toño no le interesara acercarse, pero él era un hombre virtualmente casado con las artes marciales, eran su vida, y el no podía ver ninguna distracción... o cuando menos eso creía.

Fue un martes en la noche, el lo recuerda muy bien. Lorena giraba sobre las puntas de sus pies en forma vertiginosa, totalmente hipnótica. En esos momentos, el ni siquiera se despedía, pues era obvio que su concentración era absoluta. Pero el movimiento era tan perfecto, tan bien realizado, que no pudo evitar detenerse unos segundos a ver.

Lorena apoyo ligeramente el pie, y se catapulto como un resorte en el aire. Describió un arco gracioso y elegante, antes de caer. Desafortunadamente, su tobillo no fue tan firme como debiera, haciéndola caer de bruces sobre la duela. Para Toño, la reacción fue más un reflejo que una decisión. Corrió hacia la puerta a grandes zancadas, llego junto a ella y se arrodillo solicito.
-¿Esta usted bien?- pregunto en el tono solemne y atento que solía tomar en esos casos.
-Estoy bien- respondió, mas avergonzada que adolorida -no se rompió nada, afortunadamente.
Toño supo que no hubo malicia en su movimiento. Sus dedos fueron hacia su tobillo y lentamente con firmeza, recorrieron el musculo, palpando la pantorrilla cuidadosamente. El llevaba años en ese trabajo, por lo que fue obvio que realmente no hubo nada serio.
-Si, parece que no hay nada de qué preocuparse. Permítame que le ayude a levantarse.
La tomo firmemente del brazo y la fue levantando lentamente. Por un segundo, sus miradas se cruzaron y no pudieron separarse. Los ojos de Lorena eran inocentes e infantiles, contrastando con la serenidad y dureza de las pupilas orientales de Toño. Se hizo un silencio pesado, que fue roto segundos después por Lorena.
-Gracias- musito algo apenada.
Toño acerco su rostro ligeramente, pero se detuvo. Lorena sonrió, adivinando sus intensiones y le beso los labios ligeramente, para luego reír con nerviosismo. No fue necesario decir más.

Los labios se unieron de nuevo, mientras los dedos de los dos comenzaron a moverse con agilidad sobre cada uno de los cuerpos. No cruzaron palabra, como si los dos supieran exactamente qué hacer. Tras de una sesión de besos y caricias que se antojaron eternas, la ropa comenzó a caer, pronto ya no eran más, que un montón de telas multicolores que se amontonaban al lado, mientras que los cuerpos desnudos quedaban casi unidos, aun entretenidos en el mutuo tocar y los largos besos que se intercambiaban. Toño no había entrado aun en ella, y los dos se comportaban como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Lo cual en cierta forma así era.

El lugar estaba vacío, por lo que incluso los leves chasquidos de los labios al besarse y la respiración que comenzaba a gritarse en ambos, eran perfectamente audibles. La madera del piso se convertía en un lecho suave, tibio, en donde los dos se fueron reclinando, lentamente, hasta que la espalda de Lorena quedo apoyada en el piso. Ella sonrió, en una mezcla entre picara e inocente, lo miro a los ojos fijamente. Él le acaricio el rostro despacio, mientras acomodaba la cadera entre sus piernas. En ese momento, el dudo. Lucia tan frágil, tan indefensa. Sin embargo, fue una breve vacilación, entro en ella lentamente. Lorena abrió los ojos enormemente, también la boca para tomar una gran bocanada de aire. El cerró los ojos, dejando que las sensaciones fueran las que dirigieran todo el momento. Se mantuvo inmóvil unos segundos, sintiendo solo las pequeñas y delicadas manos acariciando sus brazos. Fue tras de unos cuantos minutos que volvió a abrir los ojos, su cadera inicio un movimiento de ligero vaivén, con las piernas largas de ella rodeando su cintura. Era obvio que el ballet había hecho maravillas en ella, pues ante su aparente fragilidad, pudo sentir la firme presión de sus muslos. Sin embargo, eran sus ojos los que llamaban mas su atención, clavados en los suyos, brillantes, profundos, diciéndole todo sin necesidad de proferir palabra.

Sin ningún aviso, Lorena le tomo los hombros firmemente y con un movimiento inesperado, se giro sobre sí misma, hasta terminar montada sobre él. Fue todo tan rápido, que Toño solo se dio cuenta cuando ella estaba ya encima, moviendo sus caderas en un suave vaivén circular. Con una sonrisa mucho mas picara, paso las uñas muy levemente sobre el pecho de su pareja, mostrando apenas la punta de la lengua en un gesto inconfundible infantil. Toño respondió casi de inmediato, tomando con firmeza sus senos, y masajeándolos con calma. El norme espejo de la pared, que usualmente reflejaba a las alumnas durante los ejercicios, ahora capturaba los dos cuerpos en movimiento, mientras que las paredes encerraban la respiración de ambos, más rápida y agitada a cada momento. Lorena boquiabierta, respiraba realmente rápido, mientras lo veía. La respiración se torno en gemido, leve al principio, para entrar en un crescendo que culmino en un profundo alarido. Para Toño, eso fue demasiado. Sus dedos se crisparon alrededor de los hombros de la chica y sintió como su orgasmo la llenaba totalmente, con una intensidad que no recordaba haber experimentado nunca.

Lorena cayó a su lado, exhausta. Paso sus manos levemente por su barbilla, mientras lo miraba con fijeza. Durante todo el acto, no se cruzaron ninguna palabra. No había sido necesario.
-¿Sabes?- dijo Lorena, rompiendo el silencio al fin -no pensé que esto fuera a pasar, pero me alegro de que ocurriera.
-Yo pienso lo mismo. Espero que esta no sea la última vez.
-Bueno, yo siempre me quedo a practicar hasta tarde...
Toño sonrió. De repente, tenía un buen aliciente para quedarse a entrenar hasta tarde.