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MARZO (4 DE 4)

dulces.placeres Relato enviado por : dulces.placeres el 06/09/2016. Lecturas: 3574

etiquetas relato MARZO (4 DE 4)   General .
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Resumen
Don Alberto me ayudó a incorporarme, mi mano en su bulto lo tomó por sorpresa, al fin lo vería, el bajó entonces sus pantalones, abrí los ojos, no era tan grande como lo había imaginado aquel día, pero si lo suficientemente grande como para despertar mi admiración, por cierto bastante más grande que la de Mauro


Relato
MARZO
Parte 4 de 4


El sábado no empezaría bien el día, estaba nublado y ventoso, era nuestro último día ya que el domingo retornaríamos a nuestra ciudad para volver el lunes a nuestras rutinas acostumbradas.
Por la mañana preparamos nuestras valijas con la esperanza que mejorara el tiempo hacia la tarde, cosa que no sucedería, dejamos apenas unas prendas para lo que quedaba de nuestras vacaciones.
Luego de almorzar, Mauro tuvo una idea, se le antojó hacer una excursión al viejo faro que en sus días ayudaba a los navegantes y hoy solo era un paraje obligado de quienes quisieran hacer alguna excursión.
Empezamos a discutir, puesto que no era de mí agrado, tengo vértigo a las alturas y nos enredamos en una tonta discusión de niños inmaduros, traté de persuadirlo para aprovechar las horas de mejor manera, me puse una sugerente minifalda, más corta de lo imaginable, al punto que me costaba evitar que se descubrieran mis glúteos con las mismas botas bucaneras que había comprado días atrás, pero Mauro suele ponerte terriblemente terco en situaciones como estas y yo suelo ponerme peor que el…
Se fue solo, me dejó sola…

Puse la radio, encontré algunos temas que me recordaban a él, me puse triste y melancólica, estaba sensible, tal vez por el embarazo que en ese momento no sabía que nacía en mis entrañas, aspiré profundo y salí a tomar fresco, me senté en el césped que Don Alberto cuidaba con recelo, con mucho cuidado, ya que no era fácil tapar mi intimidad con la corta falda que tenía, una fresca y húmeda ventisca pegaba en mi rostro y mis fosas nasales se llenaban con el aire sabor a mar.
La mirada del viejo me sorprendió a través del ventanal, con ternura peinaba dulcemente los cabellos de su esposa, ella ero solo un objeto inanimado, una macabra sombra de lo que alguna vez había sido una bella mujer, la postal me dio demasiada ternura, y si algún día yo corriera la misma suerte? cómo reaccionaría Mauro? Suspiré imaginando un futuro tan armonioso como el que veía en esos viejos…

Don Alberto abrió la puerta invitándome a pasar

- Venga joven, hace demasiado frío, no se vaya a resfriar

Con una sonrisa agradecida fui hasta la casa del viejo, me senté a la mesa y me trajo una humeante taza con te.
Luego llevó a la esposa a la habitación contigua, le encendió la radio y volvió a mi lado a sentarse en la silla contigua.
Comenzó a contarme su vida, de su día a día con su mujer, como la dejaba en compañía de la música que tanto le gustaba, aunque ya no pudiera oírla él estaba convencido de que tal vez…
Me contó como la habían peleado codo a codo, los problemas que tuvieron que sortear y como ella se había venido abajo en poco tiempo.
Luego narró también sobre su infancia, como vino a Argentina a mediados de los sesenta, cuando él era aún un niño, como su hermano mayor enfermó en el transatlántico y falleció antes de llegar a puerto.

Don Alberto había puesto como si fuera un padre su mano sobre mi rodilla, acariciándola en pequeños círculos mientras sus ojos vidriosos se perdían en la nada de sus recuerdos.
Sentí sus dedos callosos sobre mi piel y puse mi mano sobre la suya como aprobando el momento, respiré confundida, hice que subiera un poco su mano sobre mi muslo, entonces me miró como recobrando la conciencia del presente, acaricié sus blancos cabellos y sentí mayor presión sobre mi pierna, comenzó entonces a acariciarme como hombre, en círculos más prolongados por el interior de mis piernas, yendo cada vez un poquito más arriba.
No quería hacerlo, tampoco quería evitarlo, me relajé, relajé mis piernas, lo imaginé desnudo, fue entonces bien arriba hasta llegar a la tanga que ocultaba mi sexo, me mojé como una catarata, levanté una pierna hacia el costado como si fuera una puta paga, dándole permiso para pecar.

Las cartas estaban echadas, el viejo me tomó dulcemente por la cintura haciéndome levantar para sentarme nuevamente, ahora sobre el borde de la mesa mientras él se acomodó en la silla al medio de mis piernas, la pollera se había levantado lo suficiente como para que no quedaran obstáculos, acarició la seda de mi tanga, sentía mi clítoris latir bajo la misma, me recosté, cerré los ojos y me entregué, sus dedos recorrieron mis caderas hasta enganchar los elásticos de mi prenda interior, la sacó tirándola a un costado, no podía solo imaginarme lo que estaba por venir…

Al fin sus bigotes hicieron cosquillas en los labios depilados de mi vagina, al fin, al fin iban a chuparme la concha, que deseos reprimidos que tenía, cuanta frustración…
Don Alberto me regaló minutos preciosos, su lengua calzaba justo en cuanto recoveco le ofreciera mi vagina, lo sentí hurgar en lo profundo de mi mojada caverna, deseosa y caliente, pasó por mis labios, por mi clítoris, fue de un lado a otro con total calma, con todo el tiempo del mundo, se pegó a mi pequeño botoncito como una sopapa para lamerlo con ritmo constante, perfecto, así, así, así, así…
Estaba toda abierta para él, me acaricié los pechos, mi corazón latía con fuerza, me encorvé descontrolada

- Ayyyy!!! ayyyy!!! ayyyy!!! ayyyy!!! ayyyy!!! ayyyy!!!

Gemí en forma perdida mientras tenía un terrible orgasmo…
Las lágrimas caían de mis ojos, lágrimas de placer, lágrimas de culpa, lágrimas de venganza, lágrimas de pecados que nunca confesaría y me llevarían al infierno…

Don Alberto me ayudó a incorporarme, mi mano en su bulto lo tomó por sorpresa, al fin lo vería, el bajó entonces sus pantalones, abrí los ojos, no era tan grande como lo había imaginado aquel día, pero si lo suficientemente grande como para despertar mi admiración, por cierto bastante más grande que la de Mauro.
El viejo hizo que me parara, girara y recostara mi torso sobre la mesa. Pateó sutilmente mis piernas para que las abriera, mi concha estaba sedienta de su verga, tomó mis cachetes entre sus manos y su pija caliente comenzó a refregarme sin penetrarme, entonces tomó un papel dominante y comenzó a hablar.

- Qué hermoso culito que tienes… todo apretadito…

No respondí, solo seguí escuchando

- Seguro es virgen, no es cierto? Se nota que nunca te la dieron por el culito- sus dedos ensalivados comenzaron a acariciar mi esfínter
- No Alberto! Que hace? Por la cola no Alberto- protesté tratando de sonar convincente, era cierto, mi cola era virgen
- Ahora vas a sentir un macho! este viejo aún tiene cosas para enseñar, te va a gustar…- si no lo detenía pronto iba a hacerme el culo
- Basta Alberto! Dije basta!- pero mi cuerpo no decía lo que mis labios decían, con facilidad me podría haber liberado del viejo, pero no tenía voluntad para hacerlo
- Vas a ver hermosa, así tendrás algo nuevo para contarle a tu esposo, o no es lo que buscaste desde que llegaste, o no te gustaba que te viera coger con él todas las noches, o que te escuchara gemir como una puta, me equivoco?

Mientras el viejo hablaba sentía como su pene comenzaba a trabarse en mi esfínter, como poco a poco un dulce dolor, desconocido para mí se apoderaba de mi cuerpo, como su glande se abría paso, respiraba tratando de relajarme, lo sentía avanzar, que rico, que hermoso, al fin cedí a su presión, enterrándomela hasta el fondo, arrancándome un grito de placer, un nuevo placer…
Don Alberto tomó una de mis manos doblándola tras mi espalda y con la otra agarró con fuerza mis cabellos, de manera de someterme por completo, en la habitación se mezclaba un rítmico chasquido de su pene entrando y saliendo de mi culo, mis cachetes rebotando en su cuerpo, mis gemidos acompasados y la respiración de dos cuerpos endemoniados…
No podía creer que ese viejo al fin me estuviera dando su verga por el culo, jamás se me hubiera siquiera imaginado de no ser por la mente perversa de mi marido.

Mi celular estaba sobre la mesa a medio metro de mi cara, de pronto empezó a sonar y a vibrar, de reojo pude ver en la pantalla la foto de Mauro identificando quien llamaba, me puse nerviosa, Don Alberto detuvo por un segundo su empuje de locomotora, también entendió quién era quien me estaba llamando, entonces dijo:

- No lo vas a atender?- preguntó casi inmóvil aún con su pija en mi culo
- No! no podría…- respondí con la voz entrecortada por la respiración agitada
- Dale nena, me quedo quieto, promesa…-
- No! Alberto, no podría…- dije casi implorando, recordando lo que mi esposo me había dicho acerca de una posible infidelidad

El viejo estiró su brazo, tomó el celular, abrió la comunicación y me lo extendió, mis ojos se abrieron como increpándolo por la acción, no tuve más remedio que atender

- Hola? Hola?- reclamaba al otro lado Mauro
- Hola mi amor…- contesté con voz pausada tratando de sonar normal
- Estás enojada todavía conmigo?
- No… pero después hablamos, te parece?- tratando de cortar el diálogo lo antes posible.

A todo esto, para mi pesar, don Alberto no cumplía su promesa y empezaba a moverse otra vez en mi culo, estaba acorralada, y su pija generosa volvía a excitar mi dilatado esfínter, por otro lado trataba de disimular con Mauro que se ponía meloso, imaginen la situación, este viejo haciéndome el culo y mi esposo al otro lado, no podía con ambos al mismo tiempo, pronto empezaron a escapar gemidos rítmicos de placer, no podía evitarlo, y mi esposo evidentemente escuchó lo que pasaba

- Amor… que son esos quejidos? estás con alguien?- preguntó un tanto molesto
- No… mmmm… como se te ocurre…?- tratando se sonar convincente
- Y entonces?- repreguntó intrigado
- Es que… mmmm… me dejaste… mmmm… solita y me… mmmm… estoy más… mmmm… turbando…- fue lo primero que se me ocurrió.
- Qué rico! y piensas en mi ó en la pija del viejo?, quiero que me lo digas!
- Y eso que mmmm… importa… tonto, mmmm… pienso en mmmm… ti!

Las palabras de Mauro me ametrallaban y me costaba coordinar respuestas, ser convincente en mis mentiras, pero la pija del viejo no cesaba de hacerme la cola y por la presión de sus dedos en mis glúteos adivinaba cuanto lo excitaba esta situación.
Lo cierto es que me sentí sorprendida a mí misma, puesto que me descubría caliente con esta infidelidad, con caminar al borde del precipicio, con la posibilidad de dar un paso en falso y ser descubierta.
El pene de Don Alberto comenzó a inflarse de pronto, mis gemidos fueron en aumento en consecuencia, lo sentí explotar en mi trasero, su semen caliente llenó mis intestinos y la evidencia de mi placer fue tal que al otro lado Mauro exclamó

- Mi amor! que orgasmo! De veras estás solita?
- Si… con quien voy a estar, solita, esperándote…- respondí mientras trataba de recuperar el aliento.

No hablamos mucho más, tenía que cortar la comunicación lo antes posible, el viejo Alberto había sacado su pija de mi culo y todo un caballero acomodaba la tanga en su lugar, deslizándomela entre los cachetes hasta apretar mi adolorido esfínter.
El me miró y creo que se sintió muy macho en ese momento, casi como habiendo sacado partido de tanta provocación. Sentí una terrible vergüenza entonces, no pude mirarlo a los ojos, me sentí sucia, me sentí puta, las cosas habían cambiado.

Por la noche Mauro y yo volvimos a hacer el amor, fue la última noche antes del regreso, y estuve sumamente recatada, a él le sorprendió que casi lo obligara a hacerlo bajo las sábanas y que no le permitiera encender la luz en ningún momento, es que el problema estaba en mi cabeza, en mi conciencia, imaginaba mi trasero todo abierto, todo dilatado, chorreando semen, cada tanto, disimuladamente me tocaba para comprobar si todo estaba bien, pero eran solo mis sucios pensamientos, mis pecados ocultos…

Nos levantamos temprano para emprender el regreso, mientras acomodábamos las maletas Don Alberto nos observaba a corta distancia, paciente, con las manos en sus bolsillos, mi marido intercambiaba palabras con el anciano, un tanto en bromas acerca de las vacaciones que terminaban y el hastío de volver a la rutina.
Por mi parte hice las cosas lo más rápido posible, en silencio, mirando al piso, rogando que no saliera a la luz nada de lo ocurrido, pero nada sucedió.
Cuando arrancamos el viejo nos saludó con una mano en alto, Mauro hizo el último comentario al respecto mirando de reojo por el retrovisor

- Buena gente este don Alberto… buena gente…

Hoy escribo esta historia que tendré guardada de por vida, con un hermoso embarazo producto de mi amor con Mauro, mirando por la ventana de mi cuarto, imaginando la silueta de Don Alberto, acariciando los cabellos de su esposa, con la vista perdida en el mar…

FIN

SOLO MAYORES DE EDAD
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dulces.placeres@live.com
Gracias

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:19) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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