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Me levanté un putito en la disco II

Relato enviado por : elsablesagrado el 16/12/2010. Lecturas: 9720

etiquetas relato Me levanté un putito en la disco II   Gay .
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Resumen
Segunda parte de mi anécdota, y de lo que hicimos pi mariquita y yo en el hotel.


Relato
Apenas cerramos la puerta del cuarto lo arrinconé contra ésta y seguimos la franela un buen rato, durante el cual nos comimos las bocas y dimos rienda suelta al manoseo. Me acariciaba la espalda y de allí sus dedos subían para perderse en mis cabellos en un masaje suave y a la vez fuerte, en tanto me dediqué a magrearle a gusto las nalgas, encontrándolas chiquitas, redondas y turgentes, imaginándome que en breve mi humanidad estaría entre ellas para placer mutuo.
Al cabo de unos minutos una de sus manos me tanteó el bulto, hallándolo duro, hinchado, y fue cuando hábilmente y sin dejar de besarme se ocupó de profanarme la bragueta y desprenderme la ropa hasta que los pantalones y el boxer cayeron hasta debajo de mis rodillas, entonces se puso en cuclillas y se zampó mi verga en la boca, regalándome una chupada tan magistral que desee retardar cuanto pudiera la acabada para gozar.
Apoyé una mano en la puerta para mantener el equilibrio y usé la otra para tomarlo de la cabeza y así empujarlo para que la pija le entrara más de lo que él se la metía, así fue que noté la resistencia que ofrecía para manejar la penetración y evitar ahogarse, pero igual oía sus arcadas. Mis ojos, cerrados hasta entonces, lo miraron y vi que el trolito se ahogaba eventualmente ante lo mucho que le encajaba la poronga, sacándosela para respirar y luego volver a comérsela. En esas salidas intermitentes pude ver que su boca chorreaba la saliva espesa que le provocaba lo profundo que le entraba, pareciendo que era la leche que aún no le había largado. Además vi que también él se había bajado los pantalones para masturbarse mientras, sacudiéndose un pequeño pene que estaba duro. Me sobrecalentó su calentura, pues mi excitación siempre ha pasado por ver la de quien me llevo a la cama.
- Así, bebé, qué bien lo hacés, chupá, mi amor, chupale la pija a papi, así… así…
De él sólo oía gorjeos, gemidos y suspiros ahogados, al tiempo que me succionaba con más frenesí.
Pasados algunos minutos disfrutando de esa boca volví a embestir y a meterle la verga tanto como su resistencia me lo permitiera y me abandoné al orgasmo. El putito lo sintió venir y aceleró su paja, pudiendo ver que su leche saltaba al piso en el instante que a mí también me salía.
- Tragate la lechita –le pedí y ordené-, comete mi queso, bebé mi yogurt… así… así…
Y la sensación fue fantástica. Mi pija escupía esperma que el chico deglutía de inmediato, y cuando dejó de salirme y él ya más calmado, continuó chupándola hasta dejármela limpia de todo rastro de semen, pero impregnada por la abundante saliva con que me había bañado la pija.
Cuando se puso de pie levantó sus pantalones y me miró con una sonrisa llena de picardía.
- Qué rica verga, machote, ¿vamos a seguir?
- Por supuesto que vamos a seguir. Deja que me recupere que me quiero meter en tu culo.
Sin más se fue al baño, mientras yo terminaba de desnudarme y miraba por primera vez la suite. No era más que un cuarto grande, de techo alto y paredes cubiertas con un papel viejo y roto en varios sectores. La luz de la que nos habíamos valido era la de la calle, que bastaba, pero me pareció interesante armar un clima un poco mejor. Con lo que había sólo me vi limitado a encender una lámpara de pie, sobre la que coloqué el mantel azulado de una pequeña mesa que estaba frente a la ventana. Luego vi que en la pared, junto a la vieja cama de acero, había unos potenciómetros empotrados, al accionarlos descubrí que eran los controles del equipo de radio. Evidentemente el hotel había conocido mejores épocas y aquello era un resabio de ellos. Busqué una estación que pasara música y así oí una conocida balada cuyo nombre nunca supe.
Con claridad oí el ruido del bidé, dándome cuenta de que el putito estaba lavándose el culo para mí, calentándome al imaginarlo con los dedos bien adentros para entregármelo en las mejores condiciones.
Lo aguardé desnudo y fumando, al cabo de unos instantes apareció, vistiendo sólo un boxer ajustado. Su cuerpo era precioso, carente totalmente de vello, delgado y con muy buena piel.
- Parecés una pendeja de doce años –le dije, sonriendo.
Es que lo parecía, más con la penumbra de la habitación, reflejándose en su piel el ambiente azulado y dándole una apariencia andrógina en la que su femineidad predominaba. Caminando en puntas de pie para levantar la cola y resultar más felino, el trolito llegó hasta la cama y tras subir se acercó gateando a mí, hasta besarme la boca mientras yo le abrazaba y nuevamente mis manos volvían a su trasero para masajeárselo. A pesar de haber eyaculado minutos atrás, mi palo volvía a inquietarse y a dar señales de querer seguir la juerga, pero decidí darle un poco más de descanso y entretenerme con algo que había prometido.
Tras colocar las dos almohadas apoyé sobre ellas el vientre de Adrián, con lo que su asentaderas quedó elevada a mi gusto. El putito se acomodó para disfrutar de lo que vendría y así fue que abrió sus piernas, mostrándome un agujerito bien cerrado y oscuro, en el que no vi señal de vello alguno. Sé que hasta al más homofóbico de los heterosexuales le habría resultado imposible resistirse y me hubiese imitado. Con ambas manos le separé lo más que pude los glúteos y cargando mi lengua con saliva le pinté con ella toda la raya, desde el final de su columna hasta el hueco. Esa curva quedó tan baboseada que brillaba. Luego, con mis labios casi rozando, soplé con suavidad y sentí y vi que la piel se le erizaba, al tiempo que liberaba un leve gemido de placer.
- ¿Te gusta la cola de tu putito, papi? –me preguntó, con vocecita sexy.
- No debe haber un culo más hermoso que el tuyo, putito mío –le respondí.
Y entonces zampé mi boca al encuentro de aquel upite oscuro y cerrado y le di unos chupones que provocaron suspiros intensos en el chico, que luego gimió cuando al endurecer la lengua comencé a penetrarlo. Primero me costó un poco, pero tras unos instantes de intento ya le estaba lamiendo el recto y ensalivándole en abundancia su canal interno, lo que me provocó una erección tremenda, pues pocas cosas me gustan tanto como darle besos negros a un lindo marica, y Adrián era uno de los más sensuales que me llevara a la cama.
Su calentura se hizo presente al momento, pues otra vez comenzó a pajearse y a gemir como una hembrita en celo, y mi excitación creció tanto que pronto me encontró mamándole el orto con tanta desesperación como si en ello me fuera la vida. Qué rico culo, qué sabor más afrodisíaco, qué placer intenso me daba chuparle el ano a marica tan ardiente. Mi saliva parecía haberse reproducido en el interior pues pujaba por salirse, pero mi lengua volvía a metérsela. Por primera vez me toqué la verga desde que le hacía aquello, y la encontré durísima, con las venas marcadas y los huevos inflados y los pelos erizados. Tomé el profiláctico que había dejado preparado en la cama y me forré la chota, para luego echarme sobre él y apoyarle la cabeza en el agujero.
- Qué culazo que tenés, maricón, te lo chuparía todos los días.
- Creí que me sacarías caca, hijo de puta, me chupaste tan fuerte que me hiciste doler la argolla.
- Es que no sabés, tenés un orto riquísimo, pendejo.
- Es tuyo ahora –me dijo, con voz temblorosa por la calentura-. Partímelo, haceme mierda, abrime el hueco, hijo de mil puta, haceme tu puta.
Me calentaba lo bocasucia que el otrora delicado putito se ponía cuando le despertaba la líbido, creo que eso fue que le enterrara la verga en un solo embate, de lo que por un momento me arrepentí, pues cuando toda la carne le fue taponando el recto lo sentí retorcerse al tiempo que gritaba.
- ¡Ay, basura, hijo de puta, malparido, me estás rompiendo!
- ¡Y te gusta! –respondí, al sentir que mis huevos se apretaban contra sus nalgas- ¡Te gusta ser mi puto!
- ¡Pará… pará… sacámela que me duele!
- ¡Tarde!
De verdad le dolía, pues no paraba de gemir, y hasta le vi lágrimas, pero yo estaba desbocado y lo empecé a cabalgar. Mi verga se convirtió en un pistó dentro de aquella lustrosa y caliente camisa que era su upite, y tan alzado estaba que no tuve conciencia para la piedad, por lo que lo seguí culeando y culeando, mientras él gemía y la cama crujía. Con más ganas lo bombee al oír que sus quejidos se convirtieron en jadeos, y que también se movía a mi ritmo. Me esmeré mucho para no acabar enseguida, tarea difícil debido a la calentura que me tenía poseído, pero logré pasar finalmente la barrera tras la cual uno controla el orgasmo y decidí estar adentro del putito tanto como me diera la gana.
Al cabo de un rato se la saqué y me acosté boca arriba, para que se sentara sobre mi verga y fuera él quien me cabalgara, y lo hizo con un deleite impresionante, mientras yo le ayudaba a mantener el equilibrio tomándolo de la cintura. Lo hizo de espaldas a mí, también de frente. Cuando estaba en esta última posición me moví hasta sentarme, y sin sacársela me puse de pie, obligándole a que me rodeara con sus piernas. Caminando con el trolito empalado a mi verga llegé hasta un sillón, en el cual me dejé caer, y así seguimos culeando mientras nos comíamos las bocas en terribles besos de lengua.
- Qué rica garcha, papi, soy tu puto, soy tu marica, cogeme toda la vida –me decía entre besos, y yo le correspondía agitando mi pelvis y golpeándole el fondo del culo con la cabeza de mi pija.
También lo puse sobre la mesa de la que había quitado el mantel, y con sus piernas en mis hombros volví a hundirle una y otra vez mi manguera, encantándome la manera en que su argolla estaba estirada y cómo mi tronco desaparecía en su hueco.
Otra cosa que me gustó fue hacerlo caminar por toda la habitación con mi pija adentro. Se le fruncía el ocote al hacerlo y me apretaba la garcha, lo que me fascinaba, y él se veía obligado a andar en puntitas de pie por la diferencia de estatura.
Lo culee frente al enorme y arruinado espejo, para vernos bien las caras y descubrir la excitación de ambos en nuestros semblantes. Lo culee sobre la alfombra… lo culee en el baño… lo culee en el balcón, mirando las luces de la gran ciudad desde la invisibilidad que nos daba la penumbra de aquel cuarto… lo culee… lo culee…. Lo culee hasta regresar a la cama, donde volví a echarme encima de él y mi bombeo se tornó más violento aún. Miré el reloj que había en la pared y calculé que ya hacía dos horas que estaba dándole matraca, lapso en el que él había volcado otra vez, manchando con su leche cada uno de los puntos de la habitación donde nos habíamos detenido. Ambos estábamos sudados y agitados, casi casi exhaustos, por lo que decidí dejar de dominarme y echarle el segundo polvo, lo que me llevó a sacudirlo con tal energía que volvió a quejarse de dolor. Estaba ya a punto de eyacular cuando me dijo.
- ¡Dámela en la boca… en la boca!
Y no me hice rogar. Le saqué la garcha de un tirón, lo que provocó un ruido similar al descorche de una botella, y me retiré el forro. El putito se acomodó desesperado y me agarró la pija, mandándosela a la boca y chupándomela con tanta fuerza que me hizo doler un poco, pero me gustó. No pudo evitar los peditos que se le escaparon por lo abierto que le había dejado el culo, lo que me excitó más todavía y aceleró mi acabada. Entonces mi pija volvió a escupir leche, que Adrián fue tragando, hasta que se completó mi orgasmo.
Ambos quedamos tendidos sobre la cama, cansadísimos. Nuestra respiración fue calmándose hasta hacerse normal. No sé cuánto pasamos así, pero en un momento nos dio un poco de frío y nos cubrimos con las sábanas y abrazados dormitamos un rato.
Cuando desperté, el putito estaba sobre mi pecho, acariciando mis vellos. Eran las cinco de la mañana.
- Tendría que ir volviendo a mi casa –me dijo, dándome un dulce beso en los labios.
- Bañémonos antes –le propuse, acariciándole la carita.
De la mano fuimos al baño y abrimos la ducha, metiéndonos bajo ella y enjabonarnos mutuamente. Pronto comenzamos a franelear y la calentura no tardó en apoderarse de nosotros. Por suerte había dejado otro profiláctico sobre el lavabo, por lo que allí volví a clavarme al hermoso mariquita, que se hizo su tercera paja mientras yo me daba el gusto adentro de su culo. En esa ocasión no pidió tragarse mi leche, pero le hizo un nudo al forro para llevarse mi acabada de recuerdo.
- Te voy a hacer una brujería, para que quieras volver a estar conmigo –bromeó.
- No hace falta –le dije, sincero-. Ya ansío volver a encamarme con vos.
- Cuando eso pase a lo mejor me dejo culear sin forro.
Adrián cumplió. Algunas semanas después en mismo hotel y la misma habitación nos recibía para una segunda noche de sexo, donde nos sometimos a la confianza mutua de hacerlo a pelo. Eso me gusta, dejarle la leche adentro de los putitos. No siempre lo hago, soy cuidadoso, por mí y por ellos, pero es tan rico mancharle las entrañas a un mariquita con el semen de uno que… bueh, pero esa es otra historia.
elsablesagrado@gmail.com


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Comentarios enviados para este relato
boyczm (31 de December de 2010 a las 05:17) dice: wow me has dejado totalmente excitado me duele la verga de lo dura que esta y he babeado wow excelente espero leer otro relato tuyo muy pronto

rafalectosex (26 de March de 2011 a las 02:02) dice: es excelente tu relato y muy excitante

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:30) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

elsablesagrado (18 de November de 2011 a las 16:38) dice: Gracias, amigos!


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