Mi historia sexual

Mi niñez fué un torbellino. Yo era muy inquieta, curiosa, callada cuando estudiaba lo que me rodeaba y alborotada cuando descubría algo que me gustaba. Desde muy corta edad tuve curiosidad por el sexo y todo se inició al ver la diferencia en la desnudez de mis padres. Recuerdo que una vez cuando estaba en la ducha con mi padre, apunté con mi dedo tocándole el pene y le dije: ¿Porqué eres distinto a mi mamá ahí?
Y él se sentó conmigo en el agua tibia que llenaba la bañera y me hizo la historia de cuál era la función de su miembro y el de mi madre.
Fué suficiente para que siempre le pusiera atención a esa parte del cuerpo de cuanta persona conocía.

A los 7 años descubrí a mis padres haciendo el amor por primera vez sin que ellos se percataran de mi presencia. Ya a esa edad, buscaba sentarme en las rodillas de los hombres que llegaban a casa y hasta cuando jugaba con mis primos los hacía acostarse en el piso y yo me subía a “caballito” con las piernas abiertas y presionando en el lugar de su miembro. Así encontré la diferencia de tamaños y jugando con mi padre en su cama un domingo de mañana, ya con 16, me subí de la misma forma y le pregunté lo que había notado. Él me explicó del crecimiento de niño a hombre y luego de lo que era la excitación. Y lo sentí por primera vez. Se excitó mientras me explicaba porque yo no paraba de moverme encima de él. A los pocos minutos me abrazó por la cintura y me apretó más contra la pija y acabó eyaculando en la cama evitando que yo viera lo que pasaba, pero al poco tiempo deduje lo que le había sucedido. Me abrazó y para que no preguntara más nada, me dijo:
- Ve a vestirte que vamos a ir a desayunar con tu madre.
No sé si llamarle a esto “mi primera experiencia sexual” porque sentí nada más que era algo excitante y me hizo sentir contenta. Eso fue todo.
Una semana más tarde volví a hacer lo mismo, pero al sentarme él me pidió que me bajara y me sentí algo rara de no poder obtener el mismo resultado.

Pasaron unos meses, cumplí mis 17 años y nos invitaron a pasar unos días en la casa de campo de la hermana de mi padre. Ella estaba casada con un hombre de 47 años, bastante mayor que ella. Mi prima tenía tres años más que yo. Por supuesto que cuando lo veía sentado en el sillón del living buscaba sus rodillas para sentarme y sentir, lo que siempre hacía con los hombres pero él –a diferencia de los demás- me seguía “el juego” y me ayudaba a acomodarme hasta tenerlo en el mismo medio de mi entrepierna. Al segundo día me senté de frente a él y me recosté en su pecho. Si alguien pasaba por allí me acariciaba y me hacía un cuento para disimular. Pero en cuanto se iban me tomaba por la cintura, me levantaba la falda para que mi ropa interior quedara sobre su pantalón y me acompañaba en mis movimientos. Nunca hablábamos una palabra. Era como un ritual. Creo que fué una de mis primeras “excitaciones” si así se le puede llamar. Sentía cómo le crecía y se ponía más dura de lo normal.
El día anterior de regresarnos a la capital, en un momento que todos estaban afuera preparando asado para el almuerzo, sucedió algo nuevo para mí.
Como lo hacía a diario, al verlo en el living donde él esperaba que yo fuera, me senté sobre él una vez más para hacer “el juego” que se había hecho costumbre entre los dos cuando nadie estaba alrededor. Sentí que su mano se movía entre el short y mi calzoncito y cuando sacó la mano tenía su pija pegada a mi sexo. La había metido por el costado de mi ropa interior y sentía su piel directamente conectada a la mía. Me encantó! Me moví más que nunca y él me apretaba y me ayudaba en mis sacudones. Sentí la cabezota de su pija presionarme la entrada de mi sexo más de una vez. Yo recostada y abrazada a su pecho me dejaba llevar sin saber qué hacer. Solo disfrutaba del momento. Me metió la mano por la camiseta y me acariciaba toda la espalda y el frente. Por un momento se quedó quieto con su cabeza tan apretadita a mi entrada abriendo un poco los labios de mi vulva y me entró apenas un poquito y a los pocos segundos empezó a mojarme con su leche. Al mojarse, mi concha cedió un poco más finalmente y la cabeza entró hasta donde pudo, frenando por el himen y mi tío hizo un esfuerzo por aguantar el resto de la embestida. La eyaculación seguía! A los pocos segundos, sacó la pija y sentí cómo su leche volvía a salir de dentro mío. Me quedé en éxtasis, me encantaba todo lo que estaba pasando y me quedé moviendo por la resbaloza pija que se hacía más suave al subir y bajar de mi concha. Cuando se calmaron nuestros movimientos, rompí el ritual por primera vez y le pregunté:
-Te hiciste pipí?
Y me explicó lo que era.
Así fué que descubrí lo que le había pasado a mi padre hacía unos meses, pero mantuve el silencio. Me pidió que no hablara de este asunto con nadie y le dije que por supuesto no iba a hacerlo nunca.
Fuí a lavarme como me pidió y me quedé con el calzoncito puesto mojado de agua hasta que se secó.

Así fué mi primera vez.