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Mi jefa me obligó a montarla ( CON fotos)

Gus20XXX Relato enviado por : Gus20XXX el 03/04/2015. Lecturas: 11823

etiquetas relato Mi jefa me obligó a montarla ( CON fotos)   Confesiones .
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Resumen
Para ser sincero me quedé bastante abochornado por la situación. Normalmente manejo esas tentaciones de otra manera pero esta vez la situación se me escapó de las manos, y lo peor, ella se dio cuenta. Traté de concentrarme en mis cosas pero por ratos volteaba a verla y era imposible no verle las tetas....


Relato
La historia que relataré ocurrió hace unos años en una empresa en la que laboré. En ese entonces empezaba mi actividad profesional y requería con urgencia un trabajo pues el dinero escaseaba en casa. Luego de una ardua búsqueda por encontrar oportunidades, me llamaron de una empresa para una entrevista. Así pues, me presenté el día pactado y a la hora indicada estaba en las oficinas de la organización. Era un día de mucho calor y fue una tremenda agonía llegar hasta la oficina. Finalmente pude dar con ella y pasé las pruebas iniciales. Quedando pactada una nueva entrevista esta vez con la que sería mi jefa.

El día de la entrevista, salí bien arreglado y sobre todo habiendo repasado un poco algunos temas que podían preguntarme. Eran las 10 de la mañana y luego de esperar en recepción me indicaron que podía pasar a la oficina de la Sra. Paredes. Era una señora que tan solo verla me causo gratísima impresión, pues me recibió con una sonrisa muy acogedora y demostraba mucha clase. Tendría sus 50 años pero se conservaba bastante bien, y aunque era algo llenita, destacaban sobremanera sus enormes tetas y buen culo.

En la entrevista me preguntaba algunas cosas sobre mi experiencia profesional y me contaba sobre las actividades de la empresa, pero notaba que por ratos me miraba la entrepierna a través de la mesa de vidrio, cosa que me daba cierta intriga. Luego de unos 20 minutos, terminamos la entrevista y quedó en llamarme si era seleccionado.

En la noche, cerca de las 8 sonó mi celular. Era ella, para darme la gran noticia: había sido contratado. Como suponen mi casa se llenó de júbilo. Todos me felicitaban y auguraban un futuro prometedor. Pasado ése fin de semana me alisté para empezar mi primera semana de trabajo con todo el entusiasmo del mundo. El día siguiente llegué temprano a la empresa y me indicaron donde estaría mi oficina. Mi jefa ocupaba el escritorio principal y frente a ella estaba mi propio escritorio, con su laptop y útiles respectivos. Era bastante amplia y bonita.

Ella me recibió con mucho cariño y me dio algunas indicaciones iniciales. Luego me llevó a otras oficinas y luego de haberme presentado a todos, regresamos a nuestro lugar. Aproximadamente a las 12 del mediodía me hizo una indicación para almorzar y le hice la venia respectiva. Almorzamos juntos y fuimos conociéndonos un poco más. De lo principal que me dijo, estaba separada del marido hace unos años pero tenía un hijo que radicaba en el extranjero. Vivía con Doggie, su perro y era aficionada al yoga. Por mi parte le conté algo de mi familia, de la experiencia en la universidad y de mi última relación amorosa que me dejó algo decepcionado.

Recuerdo claramente cuando me dijo: Acá te vas a olvidar de todo lo malo, yo me encargaré. Lo que no sabía era la "forma" en que se iba a "encargar".

Así transcurrió la primera semana, en que nuestra confianza fue aumentando. Sin duda me sentía feliz pues el lugar era muy cómodo y me llevaba bien con todos. Cada día conocía algo nuevo y me inspiraba a seguir mejorando y volcando lo que aprendí en las aulas. La Sra. Paredes era muy amable e incluso se daba la molestia de dejarme mensajes en mi escritorio diciéndome cosas como: ¡lo estás haciendo muy bien! o ¡buen trabajo!. Así fueron pasando algunas semanas.
Un día de ésos llegue temprano al trabajo y mi jefa aún no se encontraba. Prendí la laptop y me puse a revisar unos pendientes cuando sentí claramente su perfume por detrás de la puerta. Era un perfume subyugante que me hizo poner especial atención a su entrada. Me llevé tremenda sorpresa cuando al ingresar vi que usaba una falda con pliegues bastante más corta en comparación a las que solía usar. Se sacó el saco argumentando que hacía mucho calor y lo puso en el espaldar de su silla. Al girar hacia mí se inclinó para darme un beso en la mejilla y pude percatarme del tremendo escote que lucía. Tal fue mi asombro por esas enormes tetas, que se me fueron literalmente los ojos. Ella se percató y se incorporó sonriéndome. Se sentó en su sitio y empezó su rutina acostumbrada.

Para ser sincero me quedé bastante abochornado por la situación. Normalmente manejo esas tentaciones de otra manera pero esta vez la situación se me escapó de las manos, y lo peor, ella se dio cuenta. Traté de concentrarme en mis cosas pero por ratos volteaba a verla y era imposible no verle las tetas.

Luego del almuerzo, todo el personal se dirigió al auditorio. Era el cumpleaños del gerente del general y al mismo tiempo aniversario de la empresa. La Sra. Paredes, sin embargo, pretexto ausentarse pues había que acabar un tema, y yo como su asistente la acompañé a la oficina. Apenas entramos ella se desabotonó un botón de la blusa pues en verdad hacía mucho calor. Esta nueva abertura no solo dejaba ver sus senos. Incluso sentado en mi escritorio claramente distinguía sus pezones y mi ansiedad por ellos iba en aumento. Luego, sin ningún reparo ella me miró y me dijo: Gustavito veo que no dejas de verme los senos… ¿no quisieras tocarlos?.
Como es de suponer me quedé lelo. Era como si no asimilara sus palabras y necesitara que vuelva a decirlo. Ella insistió: !anda, tócalos!, si eso quieres.

Yo no podía articular palabra alguna. Sonreía avergonzado y no podía decir absolutamente nada. Mis ojos estaban hipnotizados por esas enormes tetas, por esos pezones infernales que me seducían sobremanera y me provocaban lamerlos. Pero seguía en silencio.

Entonces ella vino a mí, puso seguro a la puerta, cogió una de mis manos y la puso en uno de sus senos, diciendo: ¿Ya ves?, no te costaba nada. Haz lo que te plazca.

Como si mi mano hubiera cobrado vida por sí sola le apreté la teta como si se tratara de una pelota. Al mismo tiempo me levanté de mi asiento y con mi otra mano le saqué la otra por encima de la blusa. Una vez que las tuve afuera empecé a lamerlas con extrema voracidad. Como si fuera un cruel lactante dispuesto a succionarle el alma. Ella levantaba la cabeza y me colocaba entre sus senos. Eran tan grandes que sentía que me ahogaba en ellos.

Pasaron unos minutos en las que sinceramente me engolosiné como un niño, hasta que de pronto ella me separó de sus tetas y me dijo: ¡Bájate el pantalón!

No tenía que decirlo pues sabía que esto tenía que acabar con una buena enculada. Como un niño obediente me desabroché la correa y me bajé el pantalón. Ella misma se encargó de sacar mi pene por encima de mi ropa interior. Volteó y me dijo: ¡Que buena verga eh!, y continuó luego con una soberbia mamada que hizo que me ponga aún mas cachondo.

No podía desaprovechar la ocasión para meter mi verga entre sus tetas y sentir que era la mejor masturbación de mi vida. Sin embargo esto recién empezaba. Le levanté la falda que llevaba y vi que solo usaba una tanguita. Decidí no sacársela y solo la arrimé a un lado mientras le colocaba mi pene en su vulva peluda, completamente húmeda. No hubo tiempo para más, el tiempo apremiaba y era momento de expresar todas esas ganas contenidas que tenía, la puse sobre su escritorio y levantando sus piernas sobre mis hombros le di una furibunda cogida. Ella gemía de placer pero se contenía de algún modo pues lo hacía bajito, en mis oídos, mientras me pedía que la penetre más y más. Estoy seguro que debo haber introducido parte de mis testículos dentro suyo, pues era tal la fuerza que apliqué que incluso a mí me dolía. Un poco cansado de esa posición decidí bajar sus piernas y ponerla de espaldas con el culo levantado, luego coloqué mi verga en su vagina para penetrarla. Al hacerlo, casualmente rocé su ano y esto hizo que me indique que no lo haga por ahí. Corregí la dirección y esta vez estaba nuevamente en su vagina, ávida por más verga.

Luego de 10 minutos penetrarla sin piedad, al fin sentí ganas de venirme. Saqué mi verga para un lado y apunté todo mi semen a una inocente plantita que crecía en una maceta al lado de su escritorio. Cuando volvimos a la normalidad ella estaba con una sonrisa de complacencia total. Yo en cambio, tenía una mezcla de sensaciones. Por un lado estaba muy satisfecho por el buen polvo que nos dimos, y por el otro bastante confundido pues nunca imaginé que eso podría pasar con mi jefa.

Lo hecho, hecho estaba. No había marcha atrás. Sin embargo recobré algo de cordura y mentalmente me prometí que solo sería un desliz. Una vez que recuperó el aliento, ella se dirigió primero a la puerta (a quitar el seguro) y luego vino a mí diciendo: ¡Que rico lo hiciste Gustavito!, creo que lo pasaremos muy bien.

Ya con más confianza le dije: Señora… esto que pasó no sé cómo se dio pero creo que no debió ocurrir. La verdad es que nos dejamos llevar pero no puede volver a pasar. Usted es una señora y mi jefa, no quisiera tener problemas.

Ella sonrió y me dijo con un tono severo: Pues ni crees que te escaparás de mí. Ahora que conozco esa verga que te manejas harás lo que a mí me plazca. Si no diré que me faltaste el respeto o algo parecido. No quieras tenerme como enemiga, sentenció.

La falta de cordura me había puesto en esa situación. Lo que hace instantes fue pura pasión se había convertido en un vil chantaje. Estaba aterrado de perder el trabajo, y lo peor, que sea de una forma que me perjudique en adelante pues sería una mancha terrible en mi hoja de vida profesional. No tenía otra alternativa. tenía que hacer lo que ella quisiera. Le dije entonces: será como quiera, señora.

Me contestó irónicamente: me dices señora y acabas de montarme como a tu puta. Basta de eso papito, ahora quiero que me llames por mi nombre: Johana. Solo para el resto seré Sra. Paredes. Y ahora en la tarde, después que todos se vayan, quiero mi segundo round. Voy a decirle al gerente que tenemos que quedarnos para terminar el proyecto, que para mi suerte ya lo acabé, así que ve alistando esa verga que más tarde la voy a dejar seca. Me dio un beso en la boca y salió de la oficina.

Quedé bastante preocupado. Esta tía me estaba usando como si fuera un puto. Incluso hacía planes con mi tiempo y con mi cuerpo. Por suerte aproveché su salida para llamar a un primo mío y explicarle lo sucedido. Mi primo, más ducho en estas lides me dijo: Primo pero que problema te haces, si la tía quiere verga, métesela hasta por el culo. Invierte la situación y tenla como perra a tus pies. Cuando eso pase recién zafas de ahí. Yo que tú le reviento el culo lo más que pueda y vas a ver como tú serás el que controle la situación.

Un poco tenso pero ya con las ideas más claras, decidí hacer caso al consejo de mi primo. Tenía razón, debía seguir adelante y si lo que quería era un hombre que la haga sentir, pues le iba a dar eso y más. Salí un momento de la empresa pretextando ir a la farmacia de la esquina a comprar una pastilla y lo que compré fue una gran cantidad de condones y unos lubricantes anales.
A las 6 de la tarde ya se habían ido todos. Solo estaban los vigilantes en la puerta del edificio y un señor de limpieza. Finalmente este último se despidió y estábamos nuevamente solos, mi enferma jefa y yo.

Esta vez tomé la iniciativa. Mientras ella se fijaba si ya se había ido aquel señor, aparecí detrás suyo y sin dudar empecé a besarle el cuello, al mismo tiempo que frotaba mi verga erecta en su trasero. Nos besamos apasionadamente sin cambiar de posición. Mis manos se encargaron de abrir su blusa y en corto tiempo ya eran dueños de esos enormes globos cuyos pezones estaban erectos y calientes por cómo los frotaba. Rápidamente le levanté la falda y le quité la tanga, al mismo tiempo que sacaba mi pene por la abertura de mi pantalón. Levanté su gran culo y lamí su vagina como un vil enfermo, con una intensidad que no le daba tregua y la hacía gemir como la perra que era. Le lamí también el ano y eso le produjo aún mas placer pues metía prácticamente toda mi cara entre sus nalgas. Era una vorágine de placer, un intenso aluvión que reflejaba la parte más sórdida de mí.

Con la boca llena de sus fluidos vaginales me levanté y coloqué mi verga en su vagina. Mientras la penetraba a placer iba sacando de mi bolsillo los preservativos que compré y el lubricante. Saqué un momento mi pene de su empapada vagina y le eché en el ano el líquido que me permitiría llegar a lo más profundo de sus entrañas. Ella no dijo nada. No podía hacerlo porque estaba siendo totalmente dominada por mi gran ímpetu sexual, por el ritmo infernal que solo le daba tiempo de gemir de placer.

Una vez que estuvo bien lubricada, coloqué mi verga en su culo y se la metí hasta el fondo. Dio un grito de dolor y me pidió que se la saque, pero ella ya no tenía el control. Había logrado volverme un animal y tenía que atenerse a las consecuencias. No paré de destrozarle el culo. Con malicia, con rigor. Solo por momentos disminuía el ritmo solo para darle unas tremendas nalgadas o para frotar sus pezones y apretar sus tetas, que ya en ese momento estaban rojas de tanta presión. Ella no podía más. Gemía y hacía las más extrañas caras de dolor y placer mientras yo no calmaba mi frenético ritmo y le perforaba el recto.

Finalmente me vine dentro de su culo y debo reconocer que fue de los mejores polvos de mi vida. Preso de un deseo inconmensurable y una sed de revancha, ya en ese momento cobrada. La dejé tendida con el cuerpo encima del escritorio y el culo totalmente abierto, pero también con unas satisfacción en el rostro que estaba seguro nunca olvidaría.

Se levantó aún con dolor en el culo y me dijo: eras más terrible de lo que pensaba. Me dejaste hecha añicos, me dijo. Mientras caminaba un poco agarrándose la espalda me acerqué a ella y le dije al oído: aún no he terminado contigo! Ella se volvió a mí y nos besamos apasionadamente. Me quité la ropa entera y le dije ordené que también lo haga . Ella se reía de la forma como la trataba pero obedeció hasta quedar totalmente desnuda. Luego de volver a besarnos me senté en mi escritorio y le ordené que me la chupe. Lo hizo como si tuviera un postgrado en mamar vergas, con sutileza y desesperación combinadas. Luego, cuando mi verga estuvo dura de nuevo, la senté en mí y le di otra memorable cogida, esta vez por la vagina. Acabó unas 5 veces hasta que la última fue coincidiendo conmigo, bañados en sudor y casi sin fuerzas para hacer algo más.

No sé cuanto permanecimos así. Con ella sentada encima de mí, penetrada aún con mi verga para ese entonces ya flácida, y con la concha llena de semen, pues me vine dentro. Luego de asearnos se me ocurrió ponerle algo más de picante al asunto, saqué mi celular y le tomé algunas fotos desnuda, a lo que ella respondió mejor de lo que imaginé pues posaba como todo una zorra.

Luego salimos juntos del trabajo, simulando que nos despedíamos en la entrada, pero encontrándonos a unas cuadras en el auto de ella. Llegamos a su casa y no recuerdo cuantas veces más lo hicimos. Lo que sí recuerdo es que tuve que llamar a mi mamá y decirle que era cumpleaños de un amigo y que me pasaría del trabajo a su casa. Sin duda que esa noche le metí verga por delante y por atrás hasta que no me salió más semen, y la dejé tan exhausta que me levanté temprano para trabajar y ella aún seguía durmiendo.

Desde ese entonces encontré otro sentido para el trabajo y me volví inesperadamente adicto a mi jefa y todas las barbaridades que le hacía. Aun así, tenía espacio para mi vida y otros proyectos pues esta vez era yo quien ponía las condiciones…



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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 19:29) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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