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Mi querida primita: la primer mujer de mi vida.

Relato enviado por : Jorge el 21/01/2005. Lecturas: 10117

etiquetas relato Mi querida primita: la primer mujer de mi vida. .
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Resumen
Los separan tan solo tres años, sin embargo eso no va a impedir que desaten la pasión que poco a poco se ha cultivado en ellos.


Relato
Desde que yo tenía unos 12 años mi prima Maritza había estado viviendo en nuestra casa, ya que para ese entonces mi madre tambien había tenido que buscar trabajo, porque con sólo lo que mi padre ganaba no era suficiente, y ya que mis dos hermanos menores eran mi responsabilidad, a mi prima le tocaba los quehaceres domésticos como cocinar, lavar la ropa, planchar, etc.

Para ese entonces mi prima era una muchacha de casi 15 años, de piel clara, cabellos negros y ojos café claro.

La verdad es que aquella decisión de enviar a mi prima a vivir en nuestra casa tenía un doble propósito. No era solamente para tener a alguien cuidando de nosotros, sino que también estaba el hecho de mantener a mi prima alejada de su villa natal, en donde había andado con un tipo con el que incluso dijeron que había convivido unos dias, pero que luego las cosas se pusieron feas y mejor decidieron sacarla de aquel lugar.

Por aquel entonces mis hormonas ya tenían muchos meses de estarme inquietando, y ahora con la presencia de aquella hermosa joven, y nada menos que prima mia, con un pasado sexual que para mi resultaba más que deliciosamente morboso, hacía que mi atención se centrara en ella, en especial cuando mis padres no se encontraban en casa.

Durante los siguientes dos años la relación entre ella y yo no tuvo mucho de interés, sin embargo mi atención sobre ella crecía más y más. A veces urgaba en sus cosas, tratando de encontrar algo excitante acerca de ella, sin embargo no había nada más que su ropa interior, que por cierto era escasa y se veía con poco uso, lo cual me indicaba que no la usaba. Esto último lo pude comprobar al notar que casi nunca usaba sostén, y al agacharse, cuando el borde de sus pantalones bajaba, no se miraba que llevara pantaletas.

En ocasiones se ponía algunos de mis pantaloncillos cortos, que a mi me quedaban holgados pero a ella le quedaban justos, y hacían que su figura se viera súper, con aquellas nalgas, pequeñas pero firmes y juvenilmente frescas, con sus piernas, un tanto delgadas pero bellas. Junto con mis pantaloncillos usaba alguna remera un tanto gastada, en ocasiones sin sostén, lo que yo aprovechaba para contemplarla, en especial cuando se encontraba trapeando el piso, ya que con algunos movimientos la remera se pegaba por completo a sus pechos y entonces podian verse los pezones y hasta las aureolas. Muchas veces, despues que ella se iba a bañar y dejaba la ropa en el cesto, iba y olía mis pantaloncillos, los cuales quedaban impregnados en la entrepierna con su inconfundible olor a sexo. El sexo de mi prima tenía un olor natural, salvaje y tierno, completamente cautivador.

En un par de ocasiones me pilló en su cuarto, con mis pantaloncillos en mis manos, a lo que yo le decía que estaba buscando algo que había olvidado en los bolsillos. También me había pillado contemplándola mientras hacía sus quehaceres, me miraba y se sonreía conmigo, mientras yo la devoraba con los ojos, viendo el sudor correr por su cuello, humedeciendo la remera, sus piernas exhibiéndose en diversas poses, sus pies descalzos. A veces jugábamos de manos, quizás yo le daba una nalgada o ella a mi, y entonces correteabamos por la casa hasta que uno alcanzaba al otro, entonces empezaba un forcejeo en el cual yo aprovechaba para manosear con disimulo sus pechos, sus piernas, sus nalgas. En una ocasión me dejé dominar para que ella se pusiera a horcajadas sobre mi, aprisionando mis brazos con sus piernas. Ignoro si ella lo hizo a propósito, pero esa vez se acomodó para quedar con sus rodillas a la altura de mis hombros, apresando mis manos con sus pies, y dejando su sexo a escasos centímetros de mi cara. Su rostro mantenía una sonrisa que poco a poco estaba dando lugar a otra expresión, misma que no pude ver porque casi de inmediato, con no queriendo que yo lo notara, se levantó y siguió con sus deberes.

Lo que ocurrió entre nosotros no fue algo repentino, sino que vino creciendo poco a poco, a través de una serie de sucesos que lentamente fueron nutriendo el deseo y las ganas de ser atrevidos. A veces ella llegaba a verme mientras me duchaba, sin decir nada, solo contemplandome. En otras ocasiones, cuando por las tardes ella ya había terminado con sus tareas, y se encontraba viendo alguna telenovela, yo llegaba por atrás y me ponía a acariciar sus hombros, su cuello y su cabello. Unas cuantas veces, por la madrugada, cuando mi padre ya se había ido al trabajo y mi madre apenas estaba duchándose, yo iba a su cuarto y me metía en la cama con ella, pegándome completamente a su cuerpo. Podía sentir sus nalgas a través de la tela de su bata de dormir, que no era otra cosa que una remera muy grande. Solía ponerme erecto con sentirla asi conmigo, en los últimos minutos de oscuridad antes que el sol saliera, y asi erecto me pegaba a ella, a sus nalgas, seguro de que estaba despierta y que me estaba sintiendo. Ella nunca dijo nada, ni nunca trabó la puerta de su cuarto, con lo cual bastaba para dejarme fuera.

Fue una de esas madrugadas, teniendo yo ya 14 años y ella casi 17, que comenzó nuestro viaje por el placer del sexo furtivo. Como siempre lo hacía, llegué a su cuarto y me acosté muy pegado a ella, a sus espaldas, tomándola por la cintura. Esa vez quise ser atrevido y con la sangre agolpándose en mis venas, con el corazón palpitando a mil por hora, y con una erección férrea, me atreví a subir mi mano, y en lugar de tomar su cintura, abracé sus pechos. Los sentí suaves, cálidos. Por unos instantes estuve disfrutando la sensación de estar acariciando los pechos de mi prima. Repentinamente ella tomó mi mano y se incorporó en la cama. Crei que iba a gritarme o a llamar a mi madre o algo asi, pero en lugar de eso, volvió a acostarse, esta vez de cara a mi. Con una mano acariciaba mi pene a todo lo largo de mi erección, mientras su boca se posaba en la mía, regalándome mi primer beso. Obviamente ella tenía mucha más experiencia en aquello, asi que yo me encontraba nervioso, sin saber que hacer, quieto, con mi boca respondiendo torpemente a aquel beso. Mi nervio era tal que tenía mis dientes apretados, de forma que inconscientemente estaba impidiendo que la lengua de mi prima entrara en mi boca, a pesar de que sentía que ella buscaba una forma de entrar. Por un instante ella se separó de mi y me susurró al oido "abre la boca", lo cual hice cuando ella conectó sus labios a los mios nuevamente. Mi corazón seguia palpitando a mil por hora, y su mano seguia masturbando delicadamente mi pene. La exitación crecía aceleradamente, y cuando ella introdujo su lengua en mi boca, no pude soportar más y eyaculé explosivamente en ese momento, con mi respiración agitada y mis quejidos apagados en la boca de mi prima. No se por cuanto tiempo estuve asi, en otro mundo, recuperándome de aquel orgasmo que no tenía comparación con ninguna de las patéticas masturbaciones que antes me habia hecho. El roce de la mano de mi prima, su lengua en mi boca, la sensación de su aliento cálido en mi oido, diciéndome que abriera la boca, habían sido los boletos que me habían transportado a otra dimensión.

Cuando por fin recobré el sentido, cuando finalmente volví a la realidad, ella estaba abrazándome, respirando acompasadamente, como si durmiera. Creo que en realidad dormía, solo que su abrazo era uno lleno de cariño, algo que no quería que se acabara, razón por la cual opté por quedarme asi, bien quieto en sus brazos, compartiendo mi calor con el suyo, adormeciéndome con el compás de su respiración.

Al romper los primeros rayos del sol, ella se levantó e inició sus labores de siempre. Antes de salir del cuarto, se acercó a mi y me dió un sonoro beso en la boca, acompañado de una caricia muy tierna de su mano en mi mejilla. Luego se fue al baño, pero esta vez trancó la puerta. Me dediqué a atender a mis dos hermanos, los lavé y vestí, les di de comer, mientras mi prima hacía su parte de sus quehaceres. Todo iba como cualquier otro dia.

Cuando me estaba duchando, mi prima entró pero esta vez no se quedó viéndome nada más. Se desnudó y entró conmigo a la regadera. Por unos segundos me quedé contemplando la belleza de su cuerpo desnudo. Sus pechos armoniosos, su sexo cubierto de vellos negros, una hilera de finos vellos que corrían desde sus pechos, pasando por su excitante ombligo, hasta llegar a la mata mayor que cubría el tesoro de su entrepierna. Como por sincronía, nos regalamos sonrisas y nos abrazamos, sintiendo el agua correr en nuestros cuerpos. Para ese entonces yo ya tenía la misma estatura que mi prima, aunque todavía ella llegaba a ser más desarrollada que yo. Sin embargo el abrazo se sentía como el nirvana. Sentía el calor de su cuerpo pegado al mio, sus brazos rodeándome, su sexo frotándose con el mio, algo que ella estaba haciendo deliberadamente, sintiendo mi erección que se había manifestado desde el momento en que ella se había empezado a desnudar.

Nos besamos, esta vez yo dejé que su lengua explorara mi boca libremente, para despues yo hacer lo mismo en la suya. Era fantástico sentir su cálido aliento en mi boca. Mis manos ya estaban recorriendo su espalda y sus nalgas, pero aun con temor de tocar más allá. Talvez fue sintiendo eso en mi que ella se dio media vuelta y pegó su espalda a mi, frotando con sus nalgas mi erección mientras tomaba mis manos y las colocaba, una en su pecho y la otra en su sexo. Aquello era la invitación que yo necesitaba y la tomé. Exploré con mis manos todo su frente, tomando sus pechos y estrujándolos delicadamente, para luego bajar torpemente a su sexo y acariciarlo. Ella volteó su cabeza buscando mi boca para besarnos. Eventualmente me dijo "con calma, hazlo despacio" refiriendose a mis caricias. Fue asi que me dediqué unos minutos a sus pechos, dándole atención especial a los pezones, porque había notado que ella gemía muy bajito cuando los acariciaba. Mientras ella no se quedaba quieta, ya que había tomado mi pene y lo tenía entre sus nalgas, frotándolo rítmicamente. Yo había tratado de orientarlo hacia su culo, buscando penetración de alguna forma, pero ella me lo impidió las veces que lo intenté, y siempre lo volvía a acomodar entre sus nalgas para seguirlo masturbando.

Echó la cabeza a un lado y me dijo "bésame el cuello", al tiempo que lo dejaba expuesto a mi boca. Yo lo hacía, posando mis labios unicamente, hasta que ella me dijo "dame chuponcitos suaves, muy suaves". Asi lo hice y ella suspiraba y gemía un poco más alto cada vez que lo hacía. De pronto mi pene estalló una vez más. Sus movimientos nunca habían cesado y al oirla ahora suspirando y gimiendo en mis brazos, con el roce de sus nalgas torturando dulcemente a mi verda, no pude aguantar más. Toda mi leche se regó por sus nalgas, escurriendose por sus piernas. Yo gemía mientras ella seguia moviendose, sacándome hasta la última gota de aquel segundo orgasmo. Durante unos instantes nos quedamos quietos, en silencio. Luego ella tomó mi mano derecha, puso su dedo índice sobre mi dedo medio y lo dirigió a tu sexo, colocando mi dedo justamente a la entrada de su gruta, para luego empujar hacia adentro. Se volteó hacia mi, quedando los frente a frente de nuevo y me dijo casi en un susurro "metemelo", lo cual hice inmediatamente. Ella cerraba los ojos, teniendo mi dedo dentro de su sexo. Habia separado sus piernas lo suficiente para permitir que mi mano tuviera libre acceso a su vagina. Con su mano guiando la mia, sacaba mi dedo de su rajita para luego volverlo a meter. Hizo esto unas diez veces hasta que me dejó a mi hacerlo solo, mientras me abrazaba y besaba mi cuello y mi boca, suspirando y jadeando. En un momento me dijo "para que te chorreaste, cabrón!". Yo seguí masturbándola mientras ella seguía diciendo cosas como "y con lo rico que te ves" o "pinche dedo de mierda" o "seguro que tu eres más rico". Finalmente la sentí cambiar, sentí que aceleró su respiración, que sus quejidos eran muy altos, casi como de dolor, la sentí ponerse tensa, a la vez que me daba un tremendo beso en el cuello con el cual sus gemidos quedaban ahogados. Con su mano me indicó que me quedara quieto, lo cual hice. Su respiración estaba agitada todavía, y poco a poco se normalizaba. Cuando ya estaba tranquila, me miró a los ojos y me sonrió. Luego se lavó, mientras yo la contemplaba y antes de irse me dio un rico beso con lengua y me dijo "aguantate más para la próxima, vas a ver qué rico!". Y asi, desnuda y con su cuerpo cubierto de gotitas de agua, salió y se fue a su cuarto, llevando sus ropas en las manos.

Para cuando salí de mi cuarto, ella ya estaba preparando el almuerzo. Los gemelos estaban llorando, asi que fui a ver que pasaba con ellos. Tuve que lavarlos nuevamente porque habían estado jugando con la tierra de un tiesto con flores. Los vestí nuevamente, les di de almorzar y luego de eso jugaron un poco hasta dormirse.

Maritza estaba en plenas faenas, limpiando las cortinas de las ventanas del frente de la casa. Por último, cuando ya había terminado con todo en aquella parte de la casa, cerró la puerta principal con llave, cerró las ventanas también, y se acercó a mi. Me besó, apasionadamente. Eso bastó para que mi verga saltara una vez más para hacerse de piedra. Hacía apenas dos horas y más que habíamos estado juntos en la regadera, y ya estaba como si nada de aquello hubiera pasado, con la agitación y la emoción del momento como si fuera la primera vez. Sin embargo ella se fue a la parte trasera de la casa, y me dejó ahi, erecto y encendido.

Un par de minutos despues decidí ir a buscarla. La encontré lavando la ropa en el lavadero de granito. Llevaba uno de mis pantaloncillos y una franela vieja, que ya estaba mojada en la delantera. Los movimientos que hacía al fregar la ropa me estaban calentando. También me calentaba muchísimo cuando iba a tender un trapo y al levantar los brazos, la franela se le pegaba a los pechos, dejándolos ver casi por completo. En una de tantas, cuando estaba de nuevo en el lavadero, fregando una prenda, me acerqué a ella y pegué mi verga erecta a su culo. Ella seguía fregando, fingiendo que yo no estaba ahi, mientras yo abrazaba su cintura y me pegaba más a ella. De pronto tuve la inspiración y tomé sus pechos, uno en cada mano. Con eso ella se quedó quieta. Rápidamente busqué sus pezones y los acaricié por encima de la franela húmeda. Después de unos diez segundos de hacerlo ella dejó escapar un sensual "ahhhh!". Podía escuchar que estaba respirando por la boca, suspirando, jadeando. Esta vez era yo quien frotaba mi verga erecta por encima de su trasero. Ella seguía quieta, dejándose hacer, sintiendo como una de mis manos bajaba por su plano vientre hasta llegar al frente del pantaloncillo, para deshacer el cierre y abrirlo lo suficiente para meter la misma mano y alcanzar su conchita. Sentí como ella con sus manos aflojó y bajó un poco el pantaloncillo para darme mucho más campo de acción. Mi mano alcanzó su sexo que ya estaba anegado. No era humedad por el agua del lavadero, era una humedad viscosa, densa, que definitivamente era de ella, de su vagina. Estuve como por un minuto acariciando su conchita, haciéndola suspirar profundamente cada vez que la apretaba con mi mano a la vez que empujaba mi verga erecta contra su culo, para luego dejar escapar un "ahhhh!" cuando dejaba de hacer presión. Nuevamente presionaba, ella suspiraba y al final otro "ahhhh!". Aquello se repitió una y otra vez, logrando que la humedad de su raja aumentara mucho más.

Ella se volteó a mi, y acto seguido se quitó la franela, quedando con sus bellos pechos al aire, justo frente a mi. Yo los contemplé sin atinar qué podía hacer, hasta que ella me dijo "chupalos". Instintivamente me apoderé de un pezón y lo introduje en mi boca. Lo chupé, recuerdo claramente que lo chupé tres veces consecutivas, y por cada vez que lo chupé, escuché un profundo "ahhhhhhhhhh!". Fueron tres veces, mis primeros tres chupetes a la teta de una mujer (y no, mi madre no cuenta, cabrones!), y a cada uno le acompañó un profundo y sensual "ahhhhhhhhhh!". Me incorporé para ver su rostro, en el cual estaba plasmado el placer en vivo. Fue entonces que me dijo "ahora el otro". Lo hice, nuevamente tres chupetes y tres nuevos "ahhhhhhhhhh!". Entonces me deje llevar y comencé a chuparlos y a mordisquear levemente los pezones, con lo que ella gemía, jadeaba, temblaba y se contenía para no gritar. Pero no podía impedir que salieran aquellos "ahhhhhhhhhh!"… "ahhhhhhhhhh!"… "ahhhhhhhhhh!"… "ahhhhhhhhhh!"…

Todo aquello surtió el efecto de esperar, asi que me tomó de la mano y me guió a su cuarto. En el camino nos aseguramos que los gemelos estuvieran dormidos y que todo quedara seguro y sin riesgos de que alguien llegara a entrar a la casa repentinamente.

Al entrar a su habitación, ella cerró la puerta, y luego nos abrazamos y besamos con todo el morbo que nos consumía. Nos desnudamos en tiempo récord, y antes de acostarnos en la cama ella me dijo "hoy si no te escapas, cabroncito!" al tiempo que sujetaba mi pene y lo apretaba con su mano.

La vi que tomó algo que dejó cerca de la cama, no vi que era pero no le puse atención. Luego nos acostamos y nos acariciamos mucho más de lo que hicimos en la regadera. Ella estaba encima de mi, frotando su sexo contra mi verga erecta. Sentía la humedad de su raja, y los labios deslizandose sobre mi verga. Esta vez me controlé un poco y no permití que me volviera loco en unos segundos, tal como había ocurrido en las otras dos ocasiones. Sentía que cada vez ella se elevaba más, que cada vez la punta de mi verga estaba más cerca de la entrada de su vagina. Me estaba exitando un poco cuando de repente ella se detuvo, y tomando mis pezones, uno en cada mano, los pellizcó con fuerza, haciéndome gritar de dolor, un dolor que a la vez extrañamente iba mezclado con placer. Habiendo captado toda mi atención, me dijo muy seriamente "si te chorreas, te mato!". La expresión de su cara era muy severa en ese momento, y todo lo que pude decirle fue "OK". Luego de eso ella siguió con sus movimientos, y mientras me daba un beso, sentí como su humeda raja ascendía hasta dejar la punta de mi verga justamente a la entrada de su concha. Luego se acomodó un poco y descendió, ensartándose la punta en un movimiento rápido, al cual coronó con un gemido fuerte, para luego seguir bajando lentamente, hasta que mi verga estaba totalmente dentro de ella.

Se quedó asi, conmigo dentro de ella, quieta, con los ojos cerrados y jadeando. Luego abrió los ojos, me miró y empezó a moverse, subiendo y bajando rítmicamente, con lentitud, sin dejar de mirarme, como analizándome. Poco a poco fue aumentando el ritmo, hasta que llegó el momento en que ya no me miraba, sino que estaba con su cara escondida en mi cuello, o bien besándome. Yo estaba ya exitado de nuevo, y mucho. Mi respiración estaba acelerada, y la estaba abrazando con fuerza mientras ella forcejeaba conmigo, ensartándose mi picha una y otra vez en su concha.

Ella me hablaba, a veces no le entendía, y decía cosas como "cabrón, que rico que estás!", o "movete, desgraciado, culeame! Culeame!", o "me encanta tu picha!". El cuarto se había llenado de un olor a sexo, un olor que casi se podia cortar por lo denso. La cama crujía con cada movimiento nuestro, crujidos que eran acompañados por gemidos nuestros, tan altos que casi eran gritos. Nuestros sudores estaban ya mezclados, tanto como nuestros cuerpos, su saliva cubria mi boca y la mia cubría la suya. Sentía sus dedos en mis brazos, crispados. A veces se incorporaba un poco y apoyaba sus manos en mi pecho, luego se dejaba caer sobre mi, me besaba el cuello o la boca, siempre sin parar, siempre moviendose, hasta que finalmente la sentí tensa, tal como cuando estábamos en la regadera. Escondió su cara en mi cuello y gimió y gritó, mientras su orgasmo se desarrollaba. Respiraba con mucha más fuerza, y al parecer al estar con su cara oculta en mi cuello, no podia respirar lo suficiente, asi que se incorporó con sus manos en mi pecho, con sus palmas en mis pezones, moviéndose, frotando involuntariamente mis pezones con cada movimiento que hacia para ensartarse más y más profundamente mi verga. Aquello era el fin para mi. Un segundo después yo tambien estalle, inundando su rajita con mi leche, jadeando, gimiendo y gritando tanto como ella. Por un instante ella abrió los ojos para verme. Yo también habia abierto los mios, y ambos eramos testigos fieles del orgasmo del otro. Ambos podiamos ver al placer, a la lujuria y a la pasión por la carne, personificarse en el otro. Poco a poco nuestras fuerzas nos fueron abandonando, hasta que ella se derrummbó por completo sobre mi. Los dos estábamos exhaustos, con las respiraciones agitadas, totalmente cubiertos de sudor, sudor que se mezclaba para aportar a la densa atmosfera de aquel cuarto, que fue testigo mudo de mi primera vez con mi encantadora primita.

Nos quedamos asi, por varios minutos. Incluso el sueño nos venció y nos dormimos asi, yo con mi verga dentro de ella, que eventualmente se salió al volverse fláccida. Ella sobre mi, acomodando más tarde su cabeza sobre mi pecho, con una expresión que reflejaba placer y satisfacción infinitas.

Quizás dormimos por unos cuarenta minutos. Al despertarnos, nos abrazamos y besamos. Ella se levantó y salió a la cocina para regresar con un vaso con agua. Supuse que tendría sed, pero despues la vi tomar algo de su mesita de noche. Fue entonces que vi que se trataba de una pastilla, misma que habia colocado ahi antes que empezáramos a batallar en la cama. La vi tomarla y cuando vio mi extrañeza, me explicó que era para no salir embarazada. Que era un anticonceptivo muy potente, que evitaría que concibiera. Fue entonces que me asusté. Me había olvidado por completo de las posibilidades de embarazar a mi prima, sin embargo ella, teniendo mucha más experiencia, se había adelantado en ese paso.

Durante los siguientes dos años, mi prima y yo vivimos un romance de lo más intenso. Se hacía mucho más exitante por el hecho de que mis padres podían llegar a enterarse, asi que hacíamos locuras incluso cuando ellos estaban en casa. Llegamos a disfrutar de los placeres del sexo oral, y en muchas ocasiones, mientras mi madre estaba afuera, en el jardín y Maritza, parada junto a la ventana de la cocina, aparentaba estar de lo más tranquila, siguiendo la conversación, yo la tenía desnuda de la cintura para abajo, con uno de sus pies apoyado en un asiendo, dejando asi su conchita completamente disponible para mi boca, dándole unas chupadas largas y delicadas en toda su velluda vulva.

Finalmente, llegó el dia en que Maritza fue enviada de nuevo a su casa. Creo que ya mis padres sospechaban algo. Por otro lado, los gemelos ya empezaban a decir cosas que resultaban muy difíciles de explicar o camuflar, como que habían visto a su "hemano glande con Yitza en el baño", entre otras cosas. Además pillé a mi madre en un par de ocasiones, urgando en la basura, como si buscara algo, alguna prueba con que confirmar sus sospechas.

Hoy en dia, Maritza está felizmente casada con un desgraciado al que más le vale que la trate bien. Tienen ya un niño y está embarazada de gemelitas que nacerán dentro de poco. Realmente es feliz, y eso me hace feliz a mi también.

Despues que ella se fue, nunca volvimos a repetir nada de nuestro apasionado romance, sin embargo ambos sabemos que nunca nos olvidaremos del otro. En especial yo, ya que ella fue la primera mujer de mi vida.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:16) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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