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Mis primos cachondos

Relato enviado por : Sereja el 10/09/2009. Lecturas: 36014

etiquetas relato Mis primos cachondos   Gay .
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Resumen
Una velada no planeada en un viaje familiar


Relato
Yo era normal, a pesar de que ya estaba en la prepa seguía siendo muy inocente. Apenas había descubierto la masturbación y no podía dejarla. Me hacía una paja en la mañana mientras me bañaba y en la noche antes de dormir. También si tenía muchas ganas, me encerraba en el baño de la escuela y le dedicaba unos cinco minutos para autocomplacerme.

Con mis amigos veíamos fotos de mujeres desnudas, pero las que más me gustaban y sentía una especial predilección por ellas, eran las que mostraban a las chicas en acción, siendo penetradas por hombres de grandes miembros. Así mismo veía el esperma y parecía que a mí me salía poco comparado con ellos.

Mis hormonas estaban totalmente desatadas y yo sin novia a quien montar, así que ni modo, tenía que seguir con mi fiel manita que podía ayudarme cuando yo quisiera.

Todo cambió cuando nos fuimos de fin de semana con unos tíos que vivían en Cuernavaca, a los cuales yo no conocía. A mi me enojaba tener que ir con familia que ni siquiera conocía, pero así es mi mamá, siempre le gusta socializar con sus primos que nunca ve.

Yo soy el segundo hermano de cuatro, así que al menos no me la pasaría tan mal. Solo esperaba que estos tíos tuvieran una casa decente y sus hijos no fueran unos idiotas. Mi mamá estaba emocionada porque conoceríamos a nuestros primos, pero yo no los consideraba así. Para mí serían unos completos desconocidos.

Al llegar a su casa después de dos horas de carretera, hastiados por el calor y por el tráfico provocado por un accidente, fuimos recibidos calurosamente por ellos. Su casa no era una residencia como de las que escuchaba hablar a mis amigos, más bien era una casa normal con una alberca que más bien parecía chapoteadero y un pequeño jardín.
ía. Mis hermanos pequeños inmediatamente se quisieron meter a nadar, pero los dos mayores no queríamos. Además de que estaba fría, era muy pequeña. Nos recibieron también estos dos primos, los cuales eran menores que yo en edad, pero mayores que mis hermanos pequeños. Parecía que debían estar en secundaria porque se veían pequeños, pero con las primeras pláticas descubrí que eran uno y dos años menores que yo.

Ellos venían de jugar futbol, y estaban sucios y sudados. Los dos eran un poco rubios pero bronceados y se veían fuertes.

-¿No quieren nadar? –nos preguntaron a los dos mayores.

-No, mis hermanos ya están en el agua y no cabemos tantos.

Claro, si queríamos nadar como en una alberca olímpica no se podía, pero para chapotear y refrescarse era más que suficiente.

-Vamos niños –nos decía mi mamá-, hace calor… ya métanse y no sean penosos.

¿A quién no le daría pena quitarse la ropa y ponerse el traje de baño frente a estos desconocidos? Yo no era exhibicionista, y aunque no me consideraba atlético, no quería que me vieran ellos.

Finalmente después de tanto insistir, mi mamá nos dio nuestros trajes de baño y dijo:

-¡A nadar Paco y Gabriel!

No sé por qué tanta insistencia, así que estos primos nos llevaron a su habitación la cual compartían y nos dijeron a mi hermano y a mí:

-Vamos a pasarla bien.

Sacaron pistolas de agua y una pelota y a continuación comenzaron a desvestirse sin ninguna pena. Mi hermano Paco ya estaba en el baño cambiándose y yo quedé solo con ellos viendo como se quitaban la playera, los shorts y los calzones para finalmente quedarse solo con las calcetas. También se las quitaron y al agacharse me dejó ver el menor de ellos su ano completo.

Casi se me para el corazón y mi pene comenzó a crecer casi como si fuera un resorte. Eran lampiños, aunque cuando se voltearon dejaron ver que ya tenían una buena mata de pelos, sobretodo el mayor de ellos que se llamaba Juan.

-Vamos, ¿no te quieres cambiar? –me preguntó Esteban con su voz que apenas le estaba cambiando.

-Estoy esperando a que salga mi hermano –les contesté.

Ellos dos se rieron y mientras se ponían los trajes de baño, salieron de su habitación y me dejaron solo. Rápidamente me desabroché el cinturón y me bajé los pantalones y me quité los tenis, pero se me hicieron bolas los nudos de las agujetas y con el pantalón.

-Maldita sea - exclamé en voz baja.

Cuando lo logré, me senté en la cama y me quité la playera y me bajé los calzones para ponerme el traje de baño, y en ese preciso momento entran los dos y ven todo mi pene semierecto. Ya no podía ni cubrirme ni nada, solo lo contemplaron y ya sin disimular, me subí el short y les dije:

-Listo.

Las miradas de estos dos primos me desconcertaron un poco, pero no importó, pues ya en la alberca fría, mi pajarito se achicó hasta un tamaño minúsculo. Jugamos con la pelota, nos aventamos agua y algunos clavados, pero en general nos las pasamos bien. Principalmente estos dos primos eran unos exhibicionistas, se la pasaban presumiendo sus habilidades y se sentían muy fuertes, cosa que entre mi hermano mayor y yo les acabamos por demostrar que no era así, que nosotros éramos mejores. Era obvio puesto que les llevábamos dos años en promedio.

Comimos y en la tarde jugamos más futbol en unos campos baldíos que estaban atrás de su casa, y lo importante no fue quién ganó o quién perdió, sino que los cuatro intentábamos demostrar que éramos mejores. Hicimos mucho ejercicio y al atardecer regresamos cansados, sedientos y hambrientos.

Nos metimos a la alberca así todos sucios como estábamos ya que nuestros papás estaba dentro de la casa, y como no nos habíamos quitado los trajes de baño, podíamos hacer lo que queríamos. Mis primos tenían razón, nos la pasamos bien, pero había algo en ellos, un espíritu de competencia que no me terminaba de gustar. A la noche, cuando llegó el momento de despedirnos insistieron estos primos en coro:

-¡Quédense a dormir!

-No podemos –respondió mi mamá-, no traemos cosas para quedarnos.

-Ándenle –sugirió su prima-, les prestamos ropa y también las habitaciones. Nos sobra una y ahí pueden acomodarse.

-Por favor quédense –volvió a sugerir Esteban.

-Tengo tarea para el lunes –les dije a mis papás, pero como que ellos no hicieron caso.

-Ya es noche, mejor mañana con calma se regresan –le dijo a mi papá su nuevo compadre.

-Está bien, nos quedamos –dijo mi mamá.

A ninguno de nosotros nos pareció esa decisión, pero ni modo, ahora había que padecer apretujones. Los seis que éramos no metimos a la habitación, en la cual había una cama matrimonial, a la cual le bajaron el colchón y ahí dormiríamos todos. Era obvio que no cabríamos, así que al ver que pasaría una noche incómoda, me apresuré a ganar un lugar en el colchón que estaba en el suelo.

La tía al ver ese hacinamiento sugirió:

-¿Por qué no se duerme uno de tu hijos con los míos, así cabrán mejor?

Ninguno de los cuatro quería dormir con unos extraños, así que ni modo, lo dejamos a la suerte entre mi hermano y yo, y por desgracia (o más bien fortuna) perdí. Mis hermanos se despidieron de mí y me dieron sus condolencias y ya sin protección, me entregaron a estos primos.

Mi traje de baño aún no se secaba, así que pedí una pijama.

-No tenemos, hace tanto calor que no usamos –dijo Esteban, quien parecía ser el más risueño.

-¿Entonces como duermen?

-En calzones.

Yo negué con la cabeza, pero al ver mi negativa, me dieron un short y una camiseta. La tía me preguntó:

-¿Donde quieres dormir?

-En la cama de la izquierda –le respondí eligiendo esa ya que era la que estaba más pegada a la ventana.

-¿Por qué no mejor juntamos las camas? –sugirió Juan.

-Buena idea –dijo su mamá.

Las juntamos y al cerrar la puerta nos dijo:

-Buenas noches.

No apagó la luz, me quedé solo con ellos, así que me metí a su baño y me cambié. No quería volver a mostrarme desnudo frente a ellos. Al salir del baño, los dos estaban dentro de la cama y medio tapados.

-¿En medio o en la esquina? –me preguntó Juan.

-En la esquina –le respondí.

Me metí a la cama y me tapé con la sabana cuando apagaron la luz. Inmediatamente comencé a sentir un terrible calor, y no era mi calentura, era simplemente calor, y lo peor de todo era que no podía conciliar el sueño.

-¿Tienes calor? –me preguntó Esteban quien era el que dormía junto a mí.

-Si –le respondí.

-Por eso dormimos sin nada –me dijo.

-¿Sin nada? –les pregunté-. Tiene puestos sus calzones.

-No, ya no. Así se duerme más rico.

Me levante para verlos y los dos me veían con risitas. Me quité la camiseta aprovechando la oscuridad de la noche, pero lo que nunca haría sería quitarme el short.

Pasaron como treinta minutos seguía sin conciliar el sueño, y lo peor de todo era que la erección que traía no me dejaba en paz. Si de pronto prendían la luz, seguramente se vería tremenda carpa de circo, así que como podía, la ocultaba con mis manos o con los pies. Me volteaba a veces de costado y otras boca arriba, pero no podía dejar de pensar en eso.

De pronto, mientras estaba desprotegido, Esteban mueve su mano mientras estaba dormido y cae completamente sobre mi pene, el cual estaba resguardado dentro del short.

No sabía qué hacer, si quitarle la mano o dejar que se despertara, suponía que al darse cuenta de su error, quitaría su mano, pero no fue así, la dejó con su palma tocando toda mi grandeza y sin querer, comenzó a palpitar mi pene. Esteban reaccionó sobando mi pedazo.

Ahora me daba cuanta que no estaba dormido, quería manosearme y tocarme hasta que finalmente se presentó su oportunidad. Lentamente comenzó a desabotonarme con sus dedos y se escuchaba como se comenzaban a desajustar los botones y los movimientos de las sábanas eran muy sospechosos. Al liberar mi pene de su prisión, este saltó y fue sujetado por sus dos manos.

Yo tenía los ojos cerrados, me dejaba hacer lo que esteba quería y lentamente moví mi mano a su entrepierna para sentir su pene. Fue delicioso y altamente erótico sentirle con mi mano izquierda, pero de pronto siento que alguien más toma mi mano.

Era Juan que le estaba haciendo un trabajo a su hermano y al abrir los ojos, vi a Esteban junto a mi. Respiraba profundamente y su aliento era delicioso, su calor era envidiable y su piel se sentía muy suave. La luna lentamente salía e iluminaba la habitación, y en medio de esas figuras fantasmales, vi como Juan se cambiaba de lugar y con su boca buscó mi pene que cada vez crecía más.

Esteban acercó sus labios a los míos y comenzó a besarme. Su lengua buscaba entrar a mi boca, y al sentir la lengua de Juan en mi glande, suspiré dándoles permiso de hacer conmigo lo que quisieran. Jugueteamos con nuestras lenguas y abrí mis piernas para dejar que me quitaran los restos del short y que pudieran tocarme todo cuanto desearan.

Con suavidad acariciaba Juan mi pubis y mis muslos mientras Esteban acariciaba mis pechos y besaba la cara y el cuello.

-Estás riquísimo Gabi –me dijo Esteban.

Yo no le respondí, solo dejé que me siguiera besando hasta que yo tomé su pene y lo empecé a masturbar. Era un tremendo pedazo el que sostenía y se sentía como si fuera el mío, pero no lo era, era de alguien más, y mi primo se incorporó y me acerco su pene a mi boca. Con cuidado encendió la luz del buró, y esa luz era tan débil que no nos deslumbró e iluminó todo el espectáculo.

Sin dudar, engullí ese pedazo y me di cuenta que era enorme y con pocos pelillos. Le tocaba sus nalgas carnosas y lo acercaba hacia mí mientras intentaba emular los movimientos de Juan y su boca para propinarle el máximo placer a Esteban.

Mi pene estaba a punto de explotar, y conforme el cosquilleo aumentaba, más rápido movía mis caderas hasta que agarré como pude la cabeza de Juan y lo aprisioné. Dejé de mamar a esteban y les advertí:

-Me vengo.

-Entrégame tu leche –dijo Juan.

Con fuerza descargué una primera carga, pero la segunda fue mucho más abundante y la tercera también. La cuarta y la quinta bajaron en intensidad y la sexta apenas salió algo. Mi pene estaba supersensible y por pena no gemí aunque me hubiera gustado hacerlo.

-Ahora dame tu leche Esteban –le dije y comencé a mamar como becerro.

Juan se dedicó a limpiar las gotas de semen que me seguían saliendo, y al terminar, se acerca a su hermano y del cajón sacó una crema y se la embarró generosamente en el ano y también en su respectivo miembro. No sabía de qué tamaño la tenía Juan hasta que se la vi. Sin duda era tan grande como la de las revistas, y con esa grandeza, se la metió a su hermano, el cual suspiró de placer. La cama rechinaba y prácticamente Esteban estaba trepado en el buró ya que no cabía muy bien en la cama, pero no nos queríamos mover ya que no queríamos interrumpir estos momentos tan mágicos.

La velocidad con la que Juan follaba a su hermano era asombrosa, y a cada empujón hacían que más adentro tragara su pedazo.

Esteban comenzó a gemir como niña y no dejé que se me saliera su chorizo de mi boca. Agarré sus huevos y por atrás sentí el miembro de su hermano entrando entre sus nalgas. Ahora me explicaba por qué estaba tan abierto cuando me lo enseñó en la mañana.

Mi primo comenzó a eyacular chorros calientes pero no eran abundantes. Todo lo tragué y lo dejé limpio, justo como a mí me habían dejado. Me salí de debajo de sus piernas y vi esa escena salida de una película porno. Juan posesionado de su hermanito y metiéndole todo lo que tenía hasta que comenzó a eyacularle dentro y fuera de su cola.

Mi pene estaba erecto otra vez, listo para más acción, a la cual accederían mis primos.

-¿Quieres que te coja? –me preguntó Juan.

-¿No duele? –les pregunté.

-Mejor comienza con Esteban, él es más pequeño. Si te gusta, yo te monto y después tú me montas. Quiero sentir un pene grande dentro de mí –me respondió Juan.

Después se acercó a mí y tomó mi pene y dijo sorprendido:

-Eres tan grande como yo.

A decir verdad yo no sabía que tenía el pene grande, nunca lo había comparado con alguien más y tampoco me había masturbado con alguien. Ahora estaba a punto de perder mi virginidad por ambos lados y lo más extraño de todo era que lo deseaba ardientemente.

-¿De perrito me pongo? –les pregunté.

-No, usaremos otra posición. Es para principiantes respondió Juan.

Me acostaron boca arriba y me levantaron las piernas y las doblaron, como si estuviera en cuclillas y Esteban comenzó a untarme crema en mi agujero. Me tía un dedo y después intentaba meter otro, pero me dolía y les dije:

-Duele.

-Así es al principio, deja lo dilatamos más.

Juan tomó el lugar de su hermano y con sus dedos más grandes comenzó a sobarme y a dilatarme mi ano hasta que le entraron dos dedos, los cuales movía de arriba abajo hasta que todo quedó perfectamente lubricado.

Esteban entonces se embarró crema en su pene erecto y con cuidado lo colocó en mi entrada. Con suavidad lo empezó a presionar hasta que su glande se comenzó a abrir paso a través de mi esfínter. Inició su trabajo de bombeo mientras que con cada movimiento me la enterraba más. Yo cerraba los ojos porque se sentía muy extraño, a veces dolos, a veces placer hasta que me dijo con orgullo:

-Ya la tienes toda adentro.

Yo no podía ver mucho, pero si sentía sus huevos como tocaban mis nalgas.

-Dale hermano –dijo Juan.

Entonces Esteban comenzó a darle velozmente. Mis ojos se abrieron grandemente y me quedé inmóvil mientras este muchachito se acercaba más y más a mí hasta que comenzó a besarme. Fue mágico el momento. Con nuestras lenguas entrelazándose y nuestras respiraciones agitadas, terminó Esteban más rápido de lo que creí mientras su hermano tomó una foto con todo y flash.

-Para el recuerdo –me dijo.

Me dejaron en la cama tirado, con todo mi sexo expuesto y le dije a Juan.

-¿Quieres ahora ser penetrado?

Sin pensarlo dos veces, se colocó de rodillas en la cama y me dijo:

-Entra ahora.

Seguí sus mismos pasos, lo lubriqué y se la metí de un solo movimiento. Noté que ellos lo hacían muy rápido, pero conmigo costó trabajo. No tendría piedad de un agujero dilatado. Bombé tan rápido como podía mientras Esteban tomaba fotos de nuestro acto sexual.

Lo tomaba del pecho y acariciaba su pene y a ratos lo masturbaba. Se sentía como si lo poseyera completamente y mientras más se la metía, más gemía Juan. Nuestras carnes chocaban y la cama cada vez hacía más ruido, pero no nos importaba, gozábamos profundamente de nuestra juventud hasta que comencé a eyacular sin control dentro de su esfínter y no lo saqué hasta que estuvo flácido nuevamente.

-Te dije que nos la íbamos a pasar bien –me dijo Esteban.

Yo no estaba listo para una noche de tanta acción. Ni en mis más grandes calenturas había soñado con esto y los dos se prestaron para que me los cogiera y ellos a mí.

El siguiente acto que intentamos fue un trío donde yo cogería a Esteban y Juan a mí, pues sentía que ya estaba listo para su aparato.

Los tres de ladito nos ensartamos y así estuvimos. Nuestros movimientos fueron lentos y así estuvimos gran parte de la noche, conectados y acariciando nuestros juveniles cuerpos hasta que caí dormido, y dormí tan plácidamente como pocas veces.

A la mañana siguiente las sábanas estaban todas almidonadas, con restos excremento y un olor medio fétido. Nos metimos a bañar juntos y nos enjabonamos y nos hicimos una paja matutina. Nos besamos y nos despedimos prometiendo que nos volveríamos a ver.

Desgraciadamente ya no regresamos y cuando los volví a ver años más tarde, ya estaban muy grandes y no eran para nada esos jovencitos que conocí. De las fotos no volví a saber y ni se las quise pedir. Con mi novia repetí el conocimiento dado por mis primos y aunque me faltaba un pene que me ensartaran por detrás, los dedos de mi novia eran suficientes para hacerme gozar.

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Comentarios enviados para este relato
adolescente15 (7 de February de 2011 a las 16:55) dice: Definitivvamente mi relato favorito

vito4 (27 de October de 2009 a las 22:31) dice: Es uno de los mejores relatos que he leido en esta pagina. Soy un lector nuevo y realmente me ha gustdo tu relato. Felicitaciones. Sigue!!

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:39) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

BGCock (13 de May de 2010 a las 03:20) dice: Me hiciste exitarme como no tienes idea, muy buen relato, sigue adelante

farachimbank (11 de January de 2011 a las 02:09) dice: ahora tengo 60 primaveras,pero tu relato me ha retrasado a mis 15,mi paso lo mismo,y eso me hizo feliz leer este relato,gracias


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