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Mis recuerdos.

Relato enviado por : Anonymous el 25/08/2010. Lecturas: 4121

etiquetas relato Mis recuerdos.   Gay .
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Resumen
Mi historia.


Relato
Mis recuerdos.

Una tarde, cuando nos quedamos exhaustos con César, después de hacer de todo y gozar de nuestros cuerpos como lo hacíamos habitualmente, él me preguntó de pronto :
—Ché, decime, contame como fué que te hiciste puto.
—Porqué querés que te cuente? —le pregunté.
—Por curiosidad, simplemente, me gustaría que me cuentes como fué que comenzaste.
—El primero que me cogió y me enseñó muchas cosas, las primeras, fue el cura de mi barrio, el cura Martín. Era un hombre joven, no sé si tendría treinta o treintaidós años y mi mamá me mandaba a la iglesia porque ella decía que se sentiría orgullosa si yo llegaba a ser un monaguillo y ayudara al cura en las misas y en todas sus tareas. Yo tenía por ese entonces once o doce años y comencé entonces a ir a la iglesia todas las tardes después de la escuela a ayudar al cura y él me ayudaba a hacer los deberes y me explicaba cosas y a mí me iba muy bien en la escuela. De a poco, comencé a quererlo, porque era bueno conmigo, me regalaba chocolatines y refrescos y un día, como al descuido, cuando salía del baño, todavía con la sotana recogida, vi que tenía el miembro en la mano. Yo miré su verga y él me miró a mí preguantándome:
—Sabés lo que es esto?
Yo sentí que allí comenzaba algo nuevo, desconocido, lindo, emocionante, que había llegado el momento de enterarme de cosas de adultos y por fortuna para mí de la mano de una persona que yo quería mucho, porque el curita se había ganado mi confianza.
—No! —alcancé a balbucear, pero con un entusiasmo infinito que se escaparía por mis ojos, que no se apartaban de su verga. No tuve miedo, no, nada de eso, por el contrario me gustaba que el cura me confiara aquellas cosas. Creo que lo debo haber mirado en forma desafiante, porque él se animó y dijo:
—No tenés que decirle ni una sola palabra de esto a nadie —agregó mirándome severamente— este va ser un secreto entre vos, yo y dios.
Muchas veces he pensado si fué allí cuando me hice puto y que fue Martín el que me indujo a ello, o si yo ya lo era antes, mucho antes, porque había algo mistrioso que me atraía con una fuerza tremenda hacia las pijas, hacia los hombres, ya en aquellos momentos frente al cura y ese sentimiento no era el mismo respecto a las mujeres que por lo contrario nunca me interesaron, nunca tuve ni sentí la menor curiosidad por el sexo con una mujer.
En aquél instante comprendí porqué hacía ya un buen tiempo que él me venía preguntando si yo sabría guardar un secreto, si yo era capaz de no contarle a nadie las cosas que veía o lo que hacía o lo que aprendía que él me enseñaba con reserva. Así comenzó todo, me enseñó a masturbarlo hasta que su leche se derramara en mis manos. Después a chuparle la pija y tragarme el semen, fué el primero que me chupó el culo y me inició en las delicias que produce una lengua acariciando y tratando de introducirse por allí. Era muy delicado y me trataba con mucha consideración. Siempre antes de metérmela, me lubricaba el ano a veces con manteca o con aceite de oliva o con esas cremas que él simpre tenía a mano. Creo que entre los doce y los catore años, me cogió casi diariamente, eran raros los días que yo faltara a la cita y a veces porque todavía quedaba gente en el recinto y él no podía quedarse solo conmigo, yo me daba cuenta que se ponía de muy mal humor, furioso, razón por la que las mujeres que andaban merodendo en la sacristía se retiraban asustadas para no soportar su enojo. Hubo en esos días polvos a las apuradas, rapiditos, como él me enseñó que se llamaban, que él había aprendido en el seminario jugando con otros muchachos. También había días en los que nos quedábamos hasta una hora y más, entregados a nuestros placeres. En mi casa no sospechaban siquiera lo que estaba sucediendo y a mí me gustaba mucho aquella situación ya que tenía permiso para permanecer en la iglesia todo el tiempo que quisiera. Si se me hacía la noche, yo regresaba diciendo que ya tenía los todos deberes hechos y todo el mundo tranquilo. Existía un pacto de confianza entre el cura y yo y eso me gustaba mucho. También, para no despertar sospechas, yo me mantuve y lo hago hasta hoy, sin adquirir costumbres o amaneramientos de marica. Nunca me gustaron los besuqueos y los besos de lengua, en la boca, se sobreentiende porque en el culo me fascinan. Luego, de a poco, me fuí como aburriendo de la situación y creo que el curita ya se cogía a otro muchacho que comenzó a venir diariamente a ayudar. Me fuí como desinteresando de ir a la iglesia pero me faltaba el sexo que tanto me gustaba. Comencé a mirar a otros hombres pero tenía pánico de meterme en un lío, así que me mantuve un tiempo masturbándome y metiéndome verduras en el culo, yo que sé, zanahorias, pepinos, bananas, hasta que un buen día respondí las insinuaciones que me hacía el hijo del dueño de la panadería donde comprábamos el pan de cada dia y Manuel, que tenía como cuarenta años empezó a cogermme asiduamente en el depósito de bolsas de harina. Era medio cerdo porque le gustaba muchísimo comerse su propia acabada que me succionaba del culo después de sacar la pija. Era un loco, un dia tenía preparado un embudo de ésos para decorar tortas lleno de dulce de leche y después de cogerme y acabarse, me introdujo la punta de goma en el culo y me llenó con dos o tres cucharadas de dulce de leche que acto seguido me sacaba del ano chupando con fuerza y apretándome la barriga con los brazos. Hacé fuerza, hacé fuerza, me ordenaba. Se tragaba todo, el semen, el dulce y algo de mierda que simpre salía entreverada. De verdad era muy cerdo porque incluso llegó a pedirme que no me limpiara el culo antes de venir a verlo. Yo acostumbraba por entonces meterme un poco de agua tibia, con una pera de goma para tener el intestino limpio pero a él no le gustaba que hiciera eso. Quiero sentirte el sabor y el olor, me decía, eso me recalienta. Con Manuel se armó lío el dia que su mujer nos encontró revolcándonos entre las bolsas de harina y él me tenía ensartado hasta el mango. Creo que había comenzado a eyacular pero la mina le cortó el chorro a los gritos, puteándonos a ambos. Ni te cuento el lío que tuve en mi casa, porque obviamente se enteraron y tuve que hacer mil volteretas para que me creyeran que yo sólo había estado ayudándolo a limpiar el depósito y que me había sacado el pantalón para sacudirle las manchas de harina.
Nunca supe si me creyeron.
A partir de aquél día las cosas cambiaron dramáticamente, porque los vecinos, que se habían enterado por boca de las chismosas de siempre me miraban con una mezcla de lástima y desprecio, como si yo fuera algo diferente, yo que sé, especial y comencé a cuidarme mucho para no darle otro disgusto a mis padres. Estudiaba para ser el mejor y lo lograba, en el liceo me iba de maravillas con los estudios y con mi sexualidad porque entonces conocí y me enamoré de Paco, un camarada que me inició en los deleites del sexo grupal. Él formaba parte de una cofradía que se reunía discretamente algunos días para dar rienda suelta a nuestros deseos mas desenfrenados. Alli no había parejas fijas, cualquiera podía acostarse con cualquiera, se podía cambiar de hombre en el transcurso de la noche y se podía tener sexo simultáneo con varios la vez. Paco me invitó a participar porque un día me mostró una colección de fotos de una de aquellas fiestas, donde varias parejas de hombres desnudos disfrutaban de la reunión haciendo de todo lo que te puedas imaginar. Como atuendo algunos tenían antifaces y otros pelucas, algunos aparcían con la pija parada y otros comían o bebían, es decir una orgía con todas las de la ley. Las fotos me encantaron.
El requisito imprescindible para ser invitado era estar dispuesto a que te coja o te chupe cualquiera, tanto uno solo como varios a la vez y vos también podés hacer lo mismo. No se puede decir que no. Cuando no quieras mas, simplemente te vas. En esas condiciones, querés venir? Obviamente respondí que sí y entonces me invitaron. Yo estaba enamorado de Paco y prefería coger con él como lo hacíamos cuando yo iba a estudiar a su casa pero en aquellas reuniones conocí las delicias de que me cogieran a la vez que yo le chupaba la pija a varios machos que me rodeaban esperando que el que me tenía ensartado se acabara para metérmela una vez llegado su turno. Era la locura. Una noche, creo que me cogieron como veinte veces. El semen que tragué, no está escrito. Cada vez que iba a una de aquéllas reuniones aumentaba como medio kilo.
César me escuchaba atentamente.
—Siempre hablás de como te cogieron o como te acabaron o como les hiciste la paja, pero y vos?
—Yo soy requetepasivo. Tanto, que casi nunca tengo una erección. Toda mi sensibilidad esta en el culo, en los esfínteres, en la boca, en las papilas gustativas, en los dedos, en la nariz, en la piel y mis orgasmos son una sensación indescriptible, lenta, profunda, visceral, que comienza en el periné y se va hacia arriba a lo largo de mi espalda, sacudiéndome como una corriente desenfrenada, como un torrente incontenible, salvaje. Muchas veces lo logro antes que mi ocasional amante llegue a eyacular. Entonces disfruto en grande.
—En glande —dijo el chistoso, haciéndose el chinito.




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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:06) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

lidiabi (12 de September de 2010 a las 16:03) dice: muy bueno, excitante


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