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Por mi esposa ya no se lo que soy.

Relato enviado por : Oscar Verica el 08/03/2011. Lecturas: 11777

etiquetas relato Por mi esposa ya no se lo que soy.   Confesiones .
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Resumen
Tengo quince años de casado, mi esposa es una mujer muy guapa, ojos verdes, un culo tremendo, busto de buen tamaño, y cara de inocente. Sin embargo, sus perversiones extremas las oculta de maravilla.
No sé, si lo hizo a propósito, pero nuestras relaciones sexuales pasaron a un nivel muy diferente en los últimos cinco años. Hasta hace unos años cuando regresaba del trabajo me daba un tratamiento de relajación muy especial, me acostaba en la cama, me desenfundaba los pantalones y me hacía un mamada deliciosa, empezó blandiendo mi pene y diciendome que debería probarlo que me gustaría mucho. Finalmente lo hice, y hoy acabo de limpiar con mi lengua el semen ajeno que inundaba su orificio chico.



Relato
Hace algunos años, mi amada esposa le gustaba lamerme la verga de una forma especial, le daba vueltas al tronco, me lengueteaba los huevos, pero por mucho que le rogara no tocaba la cabeza. Lógicamente ello me ponía a mil, y las sesiones eran larguísimas ya que no conseguía tener un orgasmo. A cambio de de chupar la cabeza de mi polla le gustaba comerme el culo, me soplaba abajo de los huevos y le pasaba la lengua con mucha suavidad hasta llegar a la orilla de mi ano, despues lo besaba tiernamente y terminaba metiendo la lengua a tope y mordiendolo... Sí, mordiéndolo. Yo no lo hubiera creido si me lo hubiesen contado, pero mordía mi culo completo, se metía con fuerza entre mis nalgas y lograba morderlo como se hace con una manzana, aquellas sesiones de sexo que mantuvimos por años, primero me llevaron a sensaciones completamente nuevas y después a una necesidad de aquel tipo de caricias, sentía una necesidad tremenda caricias entre las nalgas.
Cuando estaba muy excitado me incorporaba y le enzartaba la verga en el agujero que tuviera al alcance pero después de un par de embestidas me venìa con cántaros de sémen en sus entrañas; ella se quedaba insatisfecha, y empezó a insinuar que deberíamos incorporar a otro caballero en nuestras relaciones, lo solía enfadarme en silencio, no reclamaba nada por lo agradecido que estaba por aquellos maravillosos momentos de placer extremo.
Después de una buena lamida de cola, se sentaba en posición de yoga entre mis piernas y ante mis ruegos accedía a chuepetearme el glande de mi pene, pero sólo si la dejaba que metiera el dedo de su pié en mi ano; bueno, pues como no acceder, a esas alturas yo prácticamente lo estaba pidiendo a gritos.
No tengo un pene muy grande, pero 16 cm han sido suficientes para casí todas las mujeres con las que me he acostado, pero ella cuando lo tenía en sus manos no perdía oportunidad para blandirlo y decirme que eso era lo que yo necesitaba, que me pondría loco y muy feliz de tener uno entre mis nalgas o en mi boca, en algunas ocasiones cuando estaba a medias tintas lo doblaba hacia atrás y lo pasaba por mi agujero diciendo mira que rico lo que vas a probar algún día.
Yo empece a cambiar un poco, cuando veíamos películas porno me empece a fijar en la pinga de los actores, y para ser franco, en más de una vez se me vino la baba al ver a las chicas hacer un buen mamey; también tenía sueños humedos en los que me veía chupando el falo de algún desconocido.
No obstante lo que me estaba sucediendo, me rehusé a tener ese tipo de ideas y decidí que todo sería entre nosotros dos, al cabo eramos una pareja de casados y entre nosotros todo podíamos hacer sin problema alguno.
Para paliar la situación fuí a una tienda de artículos de sexo, le compre un poco de lencería, unas pelís, unas cremas comestibles, lubricante y también un arnés con una pichola plástica de regular tamaño pero que parecía muy real. Aquello, no fué una buena idea, por el contrario encendió más nuestras tergiversadas pasiones. La novedad duró como ocho días, se puso todas las prendas, hicimos el amor de mil formas, usamos todas las cremas, la penetré por todos lados y también ella penetró como posesa mi semi usado culo. Debo decir, que disfruté aquella sensación a tope, ya que después de una lamida y mordida de ojete y nalgas, la necesidad de penetración me calaba los huesos.
Te gusta verdad nene, a mi excita mucho que te guste la verga, me decía. Maridito lindo no voy a morir sin ver que te metan una verga de verdad y que te topen unos huevos más grandes con los tuyos, eran sus palabras diarias. Se volvió una maravillosa rutina, me hizo comprar una verga plástica más grande aún y ella se la metía, mientras me cogía con el arnés en su pelvis, también me metía la grande y me decía que me quería ver eyacular solo puyandome atrás. El problema era que ya no me dejaba que la penetrara, la rutina era bajarme los pantalones, me comía el culo por media hora y después me penetraba otro tanto igual hasta que descargaba la leche, me volvía a lamer y le gustaba que yo hiciera lo mismo, mientras se masturbaba con nuestros falos de juguete. Por un par de años hicimos lo mismo y tal vez la penetré un par de veces por año, ante mi insistencia de sentir a mi esposa poseida y el deseo de hacerla mía, pues a esas alturas me sentía de ella. Me sentía dominado, deliciosamente anulado como macho.
Fuimos a comprar juntos mucho equipo sexual, esposas, antifaces, un pequeño látigo, mucho lubricante, analgésicos anales en crema, etc. En las fiestas y reuniones a las que asistíamos, cuando bailábamos o tenía oportunidad se me acercaba al oido y me decía, "hoy te voy a coger riquisimo cabrón", "Te voy a romper el culo", o "Mira aquel chavo musculoso, ese es el que te escogí hoy para que te quiebre las nalgas", "sos un maricon", "te gusta la verga", "me gustaría que se la mames a aquel chavo", etc.
Mi mente ya no estaba igual, ya no erá el Oscar que siempre le vía las nalgas a las mujeres en las reuniones, o que me excitaba al ver un poco de carne en un buen escote; se me atravesaban otro tipo de pensamientos que me esforzaba en reprimir.
Pués en una oportunidad en la que fuimos a una fiesta en la playa nos hospedamos en un hotel junto al mar, la fiesta fué al medio día y terminó como a las cuatro de la tarde, regresamos al hotel a bañarnos, ponernos cómodos y a dormir, desperte como a las ocho de la noche un poco desorientado, y ví sobre la mesita de noche una nota escrita por Susan que decía: estoy en el restaurante del hotel, en cuanto despiertes baja y me encuentras.
Me lave la cara, me coloque unas bermudas y baje al restaurante, pero no estaba ahí, le pregunté al camarero y al describir a mi esposa, me indicó que fuera al Discobar del hotel que ella se había movido para allá.
Con las luces de colores y la penumbra propia de las discotecas, no veía muy bien, pero en cuanto se me acomodaron los ojos la distinguí, estaba parada en el bar, hablando con un chavo alto y fornido, me acerqué muy seguro de mi mismo para juntarme con ella, pero cuando me acercaba ellos dieron unos pasos a la pista de baile y empezaron a danzar. Tomé el lugar que ella tenía en el bar y pedí una cerveza, no se por qué el cantinero me sirivó un Dry Martini, sin alegar lo tomé y le dí un sorbo mientras miraba a Susan bailar con aquel galán, ella parecía que ya llevaba varios drinkes adelante, pues bailaba muy sensualmente, yo aproveché y me tome tres martínis, que a propósito estaba de maravilla.
Aquel joven moreno la tomaba por la cintura mientras ella restregaba su cuerpo contra él, era una especie de lambada. Susan llevaba un vestido de algodon strapless que se le subía al comienzo de las nalgas cuando el joven la tomaba por la cintura y la mecía en sus brazos, era una escena muy bonita y yo la veía sin morbo y sin celos, simplemente estaba contento de ver que mi esposa estaba disfrutando la velada.
Después de unas cinco piezas y de tantos martinis de mi parte, ambos regresaron al bar y pidieron tres cervezas, yo protesté a Susan diciendo que me habían servido martini porque ella estaba tomando martinis y ahora cambiaba la receta, y me dijo: Sí, los martinis estan delicosos pero hemos sudado mucho con Jorge, aaaah te lo presento." No dimos la mano, terminé de golpe mi martini, tome una cerveza y chocamos las tres. Parecía que aquel joven era nuestro amigo de hace tiempo, y me llamó por mi nombre, mira Oscar tengo una mesa allá en la esquina sentémonos. Encogí de hombros y caminos a la mesa, en el camino mi esposa me tomo de la mano y me llevó a bailar, la tome en mis brazos y me sentí muy bien teniéndola conmigo, pensando es mí mujer.
En baile se me acercó al oido y me dijo, estoy muy excitada por ver como te cojen. Aquellas polabras detuvieron mi baile, pero ella me sacó del estupor halándome con fuerza y abrazándome al ritmo de la música, no podía decir palabra, pero ella sí que podía, y empezo a hablarme al oido. Me decía, te amo tanto y me gustaría verte gozar de verdad, yo quería responderle que siempre he gozado de verdad a su lado, pero antes de decir algo, me venía con otros susurro: "Quiero que le toques la verga, verás como la tiene de grande", "no te preocupes yo lo pongo a punto". Antes de poder responder me llevó de la mano a la mesa y me sentó de un lado y ella se fué del otro lado con aquel jóven, me sentí incómodo y me iba a levantar, pero ella me llamó sobre el. Acerqué mi rostro para oír lo que me querría decir, pero lo que hizo fué tomar mi mano y bajarla a la entrepierna de jorge, sentí un bulto enorme y ella con su mano encima de la mía hizo que le frotara el pene sobre el pantalon. Aquello era algo nuevo para mí, me chocaba pero me estaba excitando. Susan con una habílidad y descaro tremendo le abrió la bragueta y le sacó ahí mismo su herramienta, yo la empece a sobar. Ni pensarlo lo estaba masturbando.
En cuanto la música cambió, Jorge nos detuvo y nos dijo que si queríamos seguir era mejor que le llevaramos a nuestra habitación, que subiría con Susan para no despertar sospechas y que yo los siguiera en unos instantes. Me quedé con la sensación de tener una pelota en el estómago, y ellos subieron a nuestra habitación. Yo caminé para el bar pedí una cerveza más y la cuenta, me demoré un poco, no se cuanto tiempo, pero cuando llegué a la habitación aque moreno estaba sin ropa acostado sobre la cama y mi querida esposa le estaba lengueteando los huevos, esa es mi receta pensé.
Ella se incorporo, me tomo de la mano y me llevó a la cama, yo caminaba como zombie, me desvistió y me sentó a la par de Jorge, a quien ya se le empezaba a bajar el temple.
Susan tomó mi mano y la llevó al pene de Jorge, diciendome mira como se siente, no es maravilloso, agachate huele, es una verga de verdad, en aquel momento deje salir lo que estaba en mi interior, fuí directo a su pene y la empece a chupar, nos vimos a los ojos con Susan y ella sonrió picaramente, me pasaba la lengua en mis labios mientras recorrian la verga de Jorge, mientras yo hacia aquello comenzó a morderme las nalgas, cogió una toalla humeda y me quitó todo el sudor de mi culo y huevos, así que, mientras yo le mamaba el pene a Jorge ella me daba una lamida de culo tremenda, Jorge protestaba un poco porque quería tocar a Susan pero ella estaba lejos de él.
Era la que comandaba la situación, me puso a horcajadas sobre Jorge y yo me dejé caer lentamente metiéndome aquel trozo de carne. Realmente tenía razón mi mujer, es una sensación diferente, cerre los ojos y estaba disfrutando cada centímetro de carne que entraba en mí, de pronto sentí un beso apasionado, era ella que estaba sentada sobre la cara de Jorge que le comía toda la panocha, se oía el srlup de su lengua en los jugos de Susan, yo me mecía sobre su verga y no quería que aquello terminara, lo mas lindo es que abrazaba a mi esposa, la besaba, la acariciaba; aunque de una forma muy especial y un poco grotesca, estabamos gozando a una tercera persona, que por lo que se veía no la pasaba nada mal.
Despues de unos minutos Susan me pidio que me pusiera a gatas para que Jorge me penetrara bien, ella se metió abajo de nosotros y dirigio el tolete a mi agujero, me narraba como se veían los huevos de Jorge topar contra los míos, después de unos minutos me chupó la punta del pene y me vine a chorros en su cara, Jorge me desenvainó y se dirigió a Susan, quien de inmediato se puso en cuatro, aquel hombre ya no quería panocha, la enzartó en el culo y Susan dió un respingo y los ojos se le saltaron levemente, ahora era yo quien me había metido debajo de ambos, había gozado, había eyaculado, había tenido un orgasmo muy intenso, pero la líbido la tenía intacta.
Vi las contracciones de los huevos de JOrge cuando le descargó la leche a Susan, con la verga aún metida a tope Susan me dijo, lameme el culo, limpia mi culito con la lengua y así lo hice, puse mi lengua abajo de la verga de Jorge, de tal manera que cuando salio medio flácida me quedó en la boca, le dí unos cuantos chupones y empece a lamerle el culo a mi mujer, comiéndome la leche que le rebalsaba del ojete. Bueno, esa fué la vez que subimos de nivel, de cualquier forma, ahora mi culo no descansa, sigo amándo a mi esposa, pero la verdad ahora me gustan las vergas tanto como los orificios de mi Susan. Diganme que soy, hetero, gay, bi, o que? Creo que ¿O que?










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Por eso dedica 30 segundos a valorar Por mi esposa ya no se lo que soy.. Oscar Verica te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
papichulo28 (8 de March de 2011 a las 21:38) dice: para mi eres bixesual ya que te sigue gustando penetrar a tu esposa

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:08) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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