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Rosa, mi dulce hermana

Relato enviado por : andreselcordobes el 10/08/2014. Lecturas: 9117

etiquetas relato Rosa, mi dulce hermana   Amor filial .
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Resumen
Quince años de fantasías con mi hermana se llegan a concretar.


Relato
Llegué sobre las once de la mañana, aparque en la primera sombra que vi y abandoné el horno rodante que, ya a aquella hora, tras 300 km de viaje era mi coche. No tenía intención de detenerme allí, pero como mis padres me acababan de decir que no llegarían a casa hasta el mediodía, me pareció que desviarme 20 minutos para visitar a mi hermana no sería una mala idea; ahora solo faltaba que no estuviese en casa y tras un sábado en la carretera mi costumbre de avisar de todo en el último momento me costase dos portazos en las narices.
Toque el timbre, una vez…dos..tres…¡mierda! Me disponía a darme la vuelta y marcar su teléfono en mi móvil cuando la puerta se abrió. Mi hermana, con cara de sorpresa, se arrojó a darme dos besos y recriminarme por mi incapacidad para avisar a nadie de nada.
- ¿Qué hacías que has tardado una hora en abrir?- pregunté una vez formalizado el saludo y la reprimenda de rigor y ya dentro de casa a unos evidentes 10 artificiales grados menos que en el exterior.
- Nos íbamos a meter en la piscina ¿traes calor?- contestó Rosa guiándome por el pasillo hacia el patio trasero mientras se desprendía del ligero vestido de gasa floreada que la hacía parecer más mayor.
- Figúrate, no me funciona el aire acondicionado, pero creo que traigo aún más ganas de mear- era verdad, aunque realmente la sensación se había multiplicado por diez con el respingó que dio mi polla al ver contonearse su culo delante de mí, cubierto solo por la minúscula braga del bikini y su estampado de flores rojas y amarillas.
- Menos mal que te llevas el bañador, si no ibas a tener que hacer nudismo, porque con uno de Antonio te podrías hacer una tienda de campaña…bueno tú mea yo me voy afuera, ya te saco yo una toalla, que chanclas y bañador traes tú ¿no?- la pregunta era retórica ya que mi hermana desapareció la fondo del pasillo recogiendo una toalla del estante.
Me planté delante del wc y tome conciencia de lo empapados en sudor que iban bañador y camiseta. Liberé mi polla, morcillona por la visión y lancé una potente meada al agua del fondo. De repente la visión del culo de mi hermana me asaltó de nuevo y comencé a sobarme los huevos en una especie de éxtasis, conforme tomaba conciencia de que no recordaba haberla visto nunca antes en bikini. Me abstraje del mundo con mi visión mientras apuraba las ultimas gotitas de la punta de mi cipote, y proseguí con una paja absolutamente inconsciente, con las visiones de mi adolescencia junto a mi hermana y sus enormes tetorras de matrona. Paré antes de que la cosa fuese a más y salí fuera con una kamikaze satisfacción por la evidente tienda de campaña de mi entrepierna.
Una bofetada visual me saludó al salir al patio. La que estaba junto la diminuta piscinita desmontable, en la que apenas cabrían tres personas sentadas, no era mi hermana sino mi sobrina Janette. En aquel preciso instante, su tío amantísimo, tomó conciencia de que la niña que acunaba se acababa de convertir en una hermosa quinceañera, de abdomen plano, piernas largas, culito prieto que se tragaba un minúsculo tanga rosa y tetas grandes y erectas que parecían querer taladrar con sus duros pezones los diminutos triángulos del sostén. Me sentí mal un instante por tener esa visión de ella, pero mi polla creciendo bajo el bañador me consolaba.
- ¡Tiito!- me saludó Janette arrojándose a mi cuello y mojando mi ropa con su piel húmeda mientras sus pezones se clavaban en mi pecho, tan cristalinos como me habían parecido.
Me quité la camiseta y me metí ne la piscina, el efecto refrescante era de agradecer, pero mi polla no pareció notarlo ante la visión a mi derecha de mi sobrina de pie de espaldas a mí, pareciendo querer sacar brillo con agua a su jugoso culito, y mi hermana sentada frente a mí con las piernas abiertas y dejando ver algunos pelillos rebeldes en el lateral de la braguita y su cara casi a la altura de mi polla semierecta, con la boca entreabierta bajo sus ojos cerrados y el cuello ligeramente echado hacia atrás.
- ¿Y Antonio?- pregunté mientras me sentaba sin perder de vista las enormes tetazas de mi hermana que insinuaban dos pezones del tamaño de galletas bajo la tela mojada (una 115, puedo acreditar por mis años de exploración en su ropa interior).
- Trabajando…como siempre…- me contestó con desinterés
Me acomodé apoyando mi polla casi erecta sobre la pierna de mi hermana y llevando mi pie con descaro a su cálida entrepierna, que llenó la planta de un calor relajante y pastoso. Mi sobrina, mientras tanto se repantingó pasando su pierna izquierda sobre mi polla y la derecha sobre el pie que oprimía el coño de su madre y exhibiendo distraída sus ingles impolutas y el minuto triangulo de tela que dejaba a las claras la inexistencia de vello de tipo alguno, y la presencia de unos labios exageradamente grandes y húmedos que parecían querer absorberlo.
Así pasamos media hora, casi dormitando, en la banalidad de una conversación sin substancia, mientras yo disfrutaba de mi impune erección ante la visión del cuerpo de diosa incipiente de aquella niña.
Un claxon deshizo el éxtasis y Janette salió corriendo. Había quedado con unos amigos para pasar el día en la piscina municipal. Mientras se alejaba, me asaltó una sensación de celos al pensar que algún adolescente salido se pasaría el día restregándose en ella y que quizá antes de volver a casa, se comería con deleite algún pollote en el asiento de atrás de un coche. Mi preocupación no tuvo más síntoma evidente que una erección ya nada disimulada que había permitido a mi polla superar la fofa telilla interior del bañador y que amenazaba con permitir mostrar mi capullo hinchado por el extremo de la pata. Mi hermana por su parte parecía no inmutarse, sin embargo comprimió los músculos del interior de sus muslos, arrojando a mi pie un calor descomunal que mi olfato llegó a identificar y moviendo su pie derecho hasta instalarlo cómodamente sobre mi polla, completamente dura ya, con un movimiento de masaje casi imperceptible al ojo, o a algo que no fuesen las terminaciones nerviosas más sensibles del cuerpo de un hombre.
Fue su voz la que rompió mi paraíso:
- Aquí hace calor ya, además me voy a arrugar como una pasa, ¿te vienes para adentro? Yo creo que voy a comer algo, hoy no he desayunado y cuando cierro los ojos veo churros..jajaja- me dijo mientras salía pasando su coño oloroso a dos palmos de mi cara.
- Pues si, yo tampoco he desayunado, entre que quería viajar temprano por el calor, que estoy acostumbrado a madrugar y que anoche trasnoché y encima por las noches con este calor no se pega ojo…no he desayunado y encima me caigo de sueño.
- Tres cuartos de lo mismo me pasa a mi, jajaja, si quieres almorzamos y nos echamos la siesta, que yo esta noche no he dormido ni dos horas- mientras hablaba, Rosa, se despojaba de la parte superior del bikini, la colgaba en el tendedero y se secaba con el enorme toallón, amasando sus gigantescos pechos que asomaban en cada giro sus pezones entre el blanco algodón como jugando con mi mirada.
- Pues por mi si, en serio te lo digo, y si no te la echas tú yo creo que si, porque si no hoy voy a estar muerto- empezaba a hablar como un robot hipnotizado por el movimiento de los pechos de mi hermana, mientras me libraba del bañador para ponerlo en el tendedero, sin problema por exhibir mi polla erecta ya en sus 19 cm mientras me secaba con parsimonia el resto del cuerpo.
- Pues no se hablé más- contestó Rosa, mientras se sujetaba la toalla por encima del pecho a modo de minivestido y se desprendía de la braguita para dejarla en el tendedero, con absoluta despreocupación por dejar su culo absolutamente expuesto ante su hermano que a menos de dos metros se secaba la polla erecta.
Rosa se puso a despachar en la encimera, con velocidad inusitada dos montados de jamón, dándome la espalda y cubierta tan solo por aquella toalla que rodeaba su pecho y que caía hasta la altura mínima para cubrir su coño (siempre y cuando se mantuviese erguida y no hiciese movimientos bruscos) y que por la espalda me exponía la mitad de unas nalgas jugosas de cuarentona. Yo acabé de secarme y me puse la toalla a la cintura, con meticuloso cuidado de hacer coincidir el corte sobre mi polla, que completamente empalmada amenazaba con abrirlo con una escandalosa tienda de campaña.
Nos comimos el bocata de pie con nuestra charla boba y no eran aun las doce cuando mi hermana decidió que nos fuésemos a la siesta.
- ¿Dónde te vas a echar tú?- preguntó Rosa.
- ¿Y tú?
- En mi cama, es la más amplia, la más fresca y la que tiene aire acondicionado ¿Te acuestas en la cama de Jannette?
Por un segundo pasó por mi cabeza mi fetichista adicción a hurgar en los cajones de ropa interior y me imagine desnudo, sobre la cama de mi sobrina, poniéndome un diminuto tanga de la niña, y pajeándome hasta llenarlo de lefa para devolverlo al cajón. Era tentador, pero decidí posponerlo para otro día cuando mi hermana acabó de recoger la cocina y colocó un plato en el estante más alto empinándose y exponiéndome la totalidad de su culo desnudo.
- Claro que espabilada, yo me la echo contigo, con el airecico.
Mi hermana no encontró ningún problema y ambos nos dirigimos a su dormitorio. Rosa bajó la persiana casi por completo, y encendió el aire acondicionado. Yo me tiré sobre la cama, sin importarme que la toalla se abriese casi por completo y mostrase mi polla mirando al techo, mientras Rosa buscaba en el armario un camisón de finos tirantes completamente transparente. Dejó caer la toalla al suelo sin cuidado, mostrándose de espaldas completamente desnuda ante mí, era la primera vez que la veía así sabiendo ella que yo lo hacía (o eso creo) y estando yo a menos de 10 metros de ella (a un par en este caso). Se puso el camisón, del mismo largo que la toalla, pero absolutamente transparente y con unos finos tirantes que le dejaban la espalda completamente desnuda a la mitad y un escote que caía hasta un par de centímetros encima de sus enormes y negruzcos pezones. Colocó la toalla en el perchero del galán y se giró hacia mí. Ahí estaba, prácticamente desnuda, mostrándome su coño con un mínimo trabajo de depilación, negro y misterioso y aquellas tetas que tanto espié en mi adolescencia inmensas con sus pezones de 5 cm de diámetro en la aureola y gordos e hinchados hasta erigirse 2 centímetros de su pecho.
- Dame la toalla anda que vas a dejar las sábanas chorreando- me dijo.
La obedecí sin que pareciese que ninguno de los dos reparásemos en mi polla a punto de explotar. Colocó mi toalla para que se secase y se tumbó a mi lado, sobre su costado derecho, dándome la espalda. Puse mi mano izquierda en su cuello y pregunté:
- Alguna vez te han dado un masaje
- ¿Tú sabes?
- Por supuesto pequeña- me pavonee ante mi hermana diez años mayor que yo.
- Venga, a ver- me invitó poniéndose boca abajo.
Me coloqué a ahorcajadas sobre ella, bajé sus tirantes a los hombros y comencé a masajear su cuello lo mejor que sabía (reconozcámoslo, no lo hago mal para no ser un profesional), y con la presión de mis manos llegaron sus gemidos y sus suspiros rítmicos. Mis manos fueron bajando sin oposición el camisón hasta su cintura, recreándome en la musculatura de su espalda y sin darme cuenta mi polla, absolutamente pétrea, se había alojado ya entre sus hermosas nalgas y notaba como se apretaban para masajear mi verga leve pero rítmicamente. Decidí cambiar mi zona de acción y arrugando en su cintura la totalidad del camisón, y al ritmo de sus nalgas y sus gemidos, comencé a masajear su culazo. Mi corazón se puso a mil cuando la punta de mi polla comenzó a rozar pelos, y a sentir el calor de un líquido espeso que corría por el muslo. De repente Rosa, hizo un movimiento brusco, como instintivo, empinó el culo, se desplazó hacia atrás, abrió las piernas, y en una décima de segundo note que mi polla taladraba su interior, como un cuchillo caliente la mantequilla. No se si eran 15 años de ansias reprimidas, la excitación del momento o qué, pero me dio la impresión de ser el coño más caliente, húmedo y absorbente que me había follado, casi me corro en la primera embestida. Después comencé a follar rítmico y lento, acelerando poco a poco, recuperando la compostura, endureciendo las embestidas, apretando sus nalgas hasta clavarle mis dedos, arrancándole gemidos cada vez más intensos, convirtiendo sus gemidos en aullidos, ayudándola a incorporarse, a ponerse a cuatro patas, como una perra, sin sacársela ni un segundo, sin dejar de embestirla; agarrándola ahora de sus enormes tetas, disfrutando sus pezones en mis palmas, sus bamboleos entre mis dedos con cada embestida, viendo esa enorme pasa colgando deforme de su pecho, imaginando que la ordeñaba y derramaba su leche sobre mí. Cada vez más duro, cada vez más rápido, mis caricias se convierten en azotes, sus aullidos en alaridos:
- ¡Fóllame! ¡ fóllame! ¡fóllame!
Me corrí, hincando mis dedos en sus tetas, mordiendo su espalda, empujando mi leche hasta lo más profundo de sus entrañas, al tiempo que todo su interior se contraía eléctricamente, y arrojaba un grito que debieron escuchar los vecinos del chalet más cercano (30 metros):
- ¡¡Córreteeeeeeeeeeeeeeee!! ¡¡lléname de lecheeee!!¡¡préñameeeee!! ¡¡me cooooorrooooooooo!!!!
Caímos prácticamente rendidos, sudando, sin aliento, ella tumbada sobre su lado izquierdo mirándome al pecho, yo boca arriba intentando mantener los ojos cerrados. A mi mente volvía una y otra vez aquella palabra “préñame”… “préñame”… pero en vez de generarme pavor, empezó a despertar en mí una erección, nueva rápida, intensa…y antes de que me diese cuenta noté la mano de mi hermana acariciando mi tronco, su boca cálida y chorreante de saliva engulléndola, mi capullo llegando a su garganta….
- Dámela- fue lo único que dijo liberando mi polla de sus labios por un segundo, para volver a engullirla.
Comenzó a succionar como una loca, apretando mis huevos con su mano, creo que no tardé ni un minuto en arrojar una tras otra andanadas de leche a su garganta, gemí respiré, caí rendido y noté su lengua dulce y delicada limpiando hasta la última gota de semen que recorría el tronco de mi polla. Abrí los ojos, mi hermana se levantaba, recomponía su camisón, se relamía con mirada lasciva, y recomponiéndose como si nada me dijo:
- Venga levanta que tengo que cambiar las sábanas. A mí la siesta me ha abierto el apetito ¿te vas a casa de mamá o prefieres que te vuelva a hacer la comida, Janette no vuelve hasta las 8?


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Si te ha gustado Rosa, mi dulce hermana vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar Rosa, mi dulce hermana. andreselcordobes te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:43) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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