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Salvaje

Relato enviado por : Alguien el 05/10/2005. Lecturas: 7265

etiquetas relato Salvaje .
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Resumen
La historia de cómo por no fallarle a una amiga terminé teniendo un encuentro distinto en la cama, con un hombre que me trató como a una verdadera puta.


Relato

relatos eroticos | video porno

S A L V A J E

Hacía unos días que había recibido aquella llamada de mi querida Claudia. Después de una cierta ausencia por vacaciones en la facu el teléfono volvió a sonar y la escuché otra vez, pero como si no hubieran pasado más que días, amigas y putas como siempre. Llamó para decirme que había alguien interesado en acostarse conmigo. La propuesta me agarró tan desprevenida que casi pensé que era una broma, pero ella hablaba en serio.

Empecé a indagar un poco y resultó que era un chico de la universidad, que ya sabía como era ella en sus costumbres y que una vez nos había visto hablando en un pasillo y desde ese momento no había tenido la oportunidad de acercárseme. Hasta sabía lo de Luciana y yo, de aquellas noches que pasamos juntas y de varias ocasiones en las que fui la mujer de varios hombres... todos mis gustos. No supe que decirle y le pedí de vernos en un café de por acá cerca de mi casa para hablar mejor. Según ella no había demasiado más de qué hablar, era otra oportunidad más de pasar un muy buen rato (supongo que remarcar esas palabras significa que ella ya lo había probado), pero aún así aceptó porque hacía mucho que no nos veíamos.

Una hora y cuarto después estábamos en una mesa de una confitería conocida frente a Plaza Flores, muertas de curiosidad las dos de saber por qué el tipo quería llevarme a la cama sólo a mí. Por lo que Clau me dijo parece que vivía caliente conmigo y recurrió a ella por no estar seguro de cuál sería mi reacción ante la propuesta, y conociendo él la forma de ser de mi amiga no tuvo inconvenientes en decírselo bien frontalmente. Ella le prometió mi respuesta para este fin de semana y acá estábamos ahora, pensando en eso café de por medio. No podía creer que otra de mis amigas me estuviera entregando tan fácilmente a un hombre con el que había hablado una o dos veces o cursado una materia juntos como mucho.

Pero bueno, no sé si fue por no defraudarla a ella por las crecientes ganas de coger que empezaba a sentir, pero terminé aceptando. Se sonrió amplia pero no menos maliciosamente como ella suele hacer, mientras repetía por lo bajo lo putas que somos y que tal vez hasta me haría unos pesos. Y como no podía ser menos, nos quedamos un buen rato chusmeando en susurros sobre sus atributos de hombre, que como bien supuse, ella ya había probado en todo sentido.

Así pues, antes de irnos le dije que fuera a hablar de nuevo con este tal Mariano, que así se llamaba, para contarle que acepté y que me llamara al celular para ver cómo lo hacíamos.

Pasó la semana y el jueves al mediodía recibí su llamado. Hablamos medio cortadamente (la verdad era que casi no nos conocíamos) pero luego de unos minutos entramos un poco más en confianza y quedamos en vernos en mi departamento el viernes después del trabajo, tipo medianoche. Llegó la noche deseada al fin, y al volver de la oficina muerta de calor, me saqué el saco y los zapatos y descalza fui a abrir la puerta del balcón al aire tibio de la noche. Diez y cuarenta. Sentir la brisa en la cara fue un alivio, pero todavía necesitaba descargar tensión. Llevé mis cosas a mi habitación y terminé de desvestirme, quedándome sólo con la bombacha.

Ni me molesté en encender las luces; el tenue resplandor azulado que entraba por el balcón desde la calle me alcanzaba para ver lo que hacía. Me paré a pensar en lo que pasaría en unas horas y sonreí. Del armario saqué una botella de whisky que Néstor usaba siempre que venía a ‘cobrarse’ el alquiler conmigo como al él le gusta (y confieso que a mí más que a él) y ya en la cocina me serví un vaso generoso con lo poco de hielo que me quedaba.

El sólo recuerdo de quien inevitablemente me poseía una vez al mes en concepto de pago por el alquiler me hizo estremecer de gusto, lo que pude sentir y ver en mis pezones, que junto con mis enormes pechos desnudos y el resto de mi torso descubierto se reflejaban en el cristal. Fui al balcón y tras recostarme en una reposera cerré los ojos para disfrutar del momento y sonreí en silencio. Todavía sentía mis pezones endurecerse y no pude evitar tomarlos y amasarlos con los dedos, llegando casi a retorcerlos. Otro sorbo de whisky me hizo sentir más acalorada que antes. Una idea confusa tomaba idea débilmente en mi cabeza mareada, pero en el fondo sabía lo que era y me sonreía de picardía por eso. Empecé a pasarme el vaso frío por el cuerpo: el cuello, los pechos, la cintura... y finalmente la entrepierna.

No me había dado cuenta de lo mojada que estaba hasta que al acariciarme allí noté la bombacha muy húmeda y pegajosa. Con un brazo rodeé mis rechonchas tetas por debajo, juntándolas y abultándolas cerca de mi cuello mientras sentía el frío del vaso sobre la pelvis, excitándome todavía más. No me aguanté, y al meter un poco los dedos por debajo empecé a tocarme suavemente la vulvita y a colarlos en mi cueva. El último sorbo de whisky... Lo terminé, y luego agarré un cubito y fui hundiéndolo lentamente en mi vagina hasta que desapareció, sintiendo como empezaba a entibiarse y hacerse agua dentro de ella para caer como un hilito y besar mi ano. Mi deseo iba en aumento y al ver en mi despertador todo el tiempo que había pasado a solas pero tan a gusto, me sobresalté. Quedaban apenas unos veinte minutos antes de la hora pactada, por lo que me apuré a cambiarme.

Después de una ducha rapidísima seleccioné cuidadosamente la ropa, aquellas prendas que te hacen sentir como una reina y que transforman al cuerpo femenino en un mortal e irresistible deseo para el hombre.

Un body de lycra con portaligas blanco sin breteles que a duras penas lograba ocultar o sostener mis senos, una tanga blanca muy finita y transparente que se perdía entre mis nalgas al bajar, unas hermosas ligas blancas de lycra con encaje... y para terminar, sandalias de taco aguja, blancas también.

Sólo con las luces necesarias prendidas, dejé arreglado mi dormitorio para el encuentro, y para hacerlo todavía más interesante dejé mi consolador en la mesita de luz, aquél que me supe ganar en el sex shop de la galería.

Ya era la hora del encuentro, así que me puse mi batita y me senté a esperarlo. Estaba muerta de nervios, era la primera vez que estaba atendiendo en mi casa como una puta y eso me hacía hervir la sangre de la emoción. Sentada en mi comedor con las piernas cruzadas pero hábilmente cubiertas por la bata, esperé hasta que escuché un débil timbrazo. Le pedí que pasara y al entrar cerró la puerta tras de sí, en silencio. Se acercó a mí y yo me levanté para ir a su encuentro, dejando entreabrirse mi bata para que su vista se perdiera en lo que había debajo. Sin perder tiempo, fue dejando sus cosas en la mesa y se desvistió, pero me impidió hacerlo cuando yo me quise sacar la bata.

Me quedé así hasta que él terminara, y al fin fue sacándome prenda por prenda. Con la bata en el suelo, se agachó para desprenderme cuidadosamente los ganchitos del portaligas y así poder sacarme la tanga sin quitarme las medias ni las sandalias, y al terminar se paró, apuntando ambas manos directamente a mis tetas medio descubiertas, para agarrarme del body y bajármelo hasta sacarlas del todo. Cayeron mansamente por su propio peso, mostrándose con los pezones rosados y erectos, cuan grandes y rechonchas son. Las tomó como pudo en sus manos y tras disfrutar en silencio de un generoso apretón que disfrutamos los dos, las juntó y hundió la cara entre ellas.

Muerta de excitación le apreté la cara aún más contra mis pechos mientras empezaba a estimularlo despacito por debajo del pantalón, donde ya se podía percibir una buena erección de algo grande.

Con una de sus manos aprisionando fuertemente uno de mis pechos, su boca mordía y succionaba vorazmente mis pezones, primero uno, luego el otro, haciendo que su miembro se ponga cada vez más duro. Me dio vuelta de repente y al darle yo la espalda me agarró las dos tetas por los pezones, erectos de tanta succión, y retorciéndolos con los dedos me levantó las tetas hasta donde pudo, al tiempo que me mordía el cuello con un beso. Las dejó caer libremente como dos enormes bolas de carne y al rebotar, no contento con eso, las agarró fuertemente otra vez para juntarlas y amasarlas con sus terribles manos. Me dolían los pechos, pero no dije nada porque sin ponerme colorada admito que era la primera vez que disfrutaba de algo así; en muchas ocasiones diferentes hombres me tocaron y manosearon antes de ir a la cama, pero nunca nada que se le parezca a esto.

Mientras él estaba ocupado estrujándome las tetas a su entera satisfacción, yo a penas pude aguantarme tan excitante manoseo y sin poder evitarlo empecé meterme los dedos en mi cueva húmeda y medio abierta. Sacaba mis dedos más grandes llenos de flujo que no podía parar de chupar y los volvía a meter en mi agujero, para hacerlo de nuevo. Repentinamente me di vuelta me agaché delante de su cintura, viendo cómo el slip se le había abultado de una manera increíble, amenazando con salirse de ahí en cualquier momento.

Me adelanté a eso bajando el slip lo necesario como para poder meter mis dedos y agarrar una pija que, al verla, supe que era la tentación de cualquier hembra, y mi que hablar de una puta como yo...

Lo saqué con huevos y todo y la vista de todo en su conjunto me hizo babear como loca. Era bien grande; con un largo superior al normal, ideal para aquellas penetraciones que tanto me gustan y lo suficientemente gruesa como para pensar en un poco de lubricación.

Su cabeza, colorada y grande era la terminación de un gran tronco venoso y rígido del que pendían sendos testículos, gordos y duros, preparados para darme su carga.

Aún sin poder rodearlo del todo con mi mano, esa tremenda verga se erectaba desafiante hasta su máximo a escasos centímetros de mi boca pintada. No pude con mi genio y cerrando los ojos fui abriendo la boca y acercándomela a ella hasta que mis labios se posaron en esa gorda cabezota y al entrar en mi boca fueron acariciando lentamente todo ese manjar, centímetro a centímetro hasta haberla engullido por completo.

La disfruté en silencio por unos segundos, alojada en mi garganta, mientras sostenía sus huevos en mi mano, para luego empezar a chupar con todo mi arte y despacito esa fenomenal verga.

Desde la cabeza hasta la mitad, o quizás un poco más, o toda, chupaba sin parar pero sin prisa mirándolo a los ojos con mi carita más inocente, mientras Mariano me agarraba un pecho y con la otra mano me tomaba de la cabeza, siguiendo mis movimientos. Se ponía como loco y yo me babeaba cada vez más de chupársela de esa manera, hasta que empecé a acelerar el ritmo, movida por el gusto de chupar algo así. Mostrando la misma excitación que con mis pechos unos minutos antes, me agarró de la cabeza y empezó él a movérmela para que se la chupe, haciéndome tragarla por la fuerza. Le gustaba verme comérsela de esa manera casi mecánica y escuchar el ruido de mi garganta al engullirla en cada entrada, hasta que en un momento me agarró de la nariz y me la hizo tragar tan profundo que mi cara se pegó a su vientre por unos segundos, tras lo cual me soltó. Enseguida regurgité un poco de saliva que tenía acumulada y que cayó en mis tetas y tras toser tomé aire de nuevo y sin saber por qué me reí.

O más bien sí sabía por qué. Me estaba tratando como a una puta y me gustaba. Me gustó tanto que lo miré sin decir nada pero pidiéndole por más y me entendió. Y nuevamente me agarró de la cabeza para mamársela como él quería hasta que me agarró de nuevo de la nariz y al comerla toda entera me dejó unos segundos más así. Al soltarme me cayó aún más saliva y no pude contener la risa del placer que me daba eso a mi también. Fue entonces cuando se acercó a mi y yo levanté y junté mis dos enormes y gordas tetas llenas de saliva ofreciéndoselas.

Las separé un poco para que pudiera poner su tremenda pija entre ellas y al apoyarla ahí las junté de nuevo, ocultándola entre medio, dejando sólo la colorada cabeza sobresaliendo. Enseguida sintió el calor y la abundancia de mis senos y creí sentir como su verga crecía un poco más o se estremecía del placer al tiempo que Mariano se la fregaba hacia arriba y hacia abajo sin parar ni dejar de gemir.

Estuvimos así unos minutos hasta que me levantó del suelo y rápidamente me llevó a la cama.

Cuando se terminaba de bajar el slip pude ver como le brillaban los ojos al notar mi consolador en la mesita de luz, y tras ver que lo esperaba en la cama abierta de piernas, tocándome groseramente la vulva y metiéndome los dedos, no se aguantó. Supe lo que él quería. Se subió a la cama y se me tiró encima, pero se dio vuelta para quedar de cara a mi vagina abierta y darme toda su verga, que no perdí tiempo en meterme en la boca de nuevo. Mariano, también sin perder tiempo, pasó los brazos por debajo de mis piernas y tras aferrarse a ellas hundió la cara en mi entrepierna ya toda empapada y entregada. Fue lamiéndome la vulva despacito, haciendo jugar su lengua entre mis labios y acariciándome el clítoris de una manera que encontré sencillamente enloquecedora, hasta que al fin encontró mi agujero y su lengua entró hasta donde pudo. La sensación que me provocaron esas lamidas tanto por dentro como por fuera no la olvidaré jamás, como así tampoco olvidaré la manera en que al subir, empezó a comerse mi clítoris con mi vulva dentro de su boca.

Me estaba haciendo gozar como la cerda que soy mientras su pija no paraba de entrar y salir de mi boca, aprovechando a veces para chupar esos testículos que parecían agrandarse más cada vez. A tientas agarré el consolador y se lo di. No paraba de chupar, y de pronto sentí la cabeza ir fregándose en mis labios hasta abrirse paso entre ellos y encontrar mi agujero. Tenía el pulso acelerado de los nervios, y sin dejar de sentir su lengua vagar por mi entrepierna, me metió bruscamente el consolador casi hasta dejarlo oculto dentro de mi vagina, salvo por una pequeña parte para poder agarrarlo. Largué un grito, ahogado por la enorme verga que me llenaba la boca y lo escuché reírse por lo bajo haciendo un comentario que no escuché bien ni comprendí. Enseguida empezó a meterlo y sacarlo de mi sistemáticamente mientras seguía chupándome. Permanecimos así hasta que decidió sacarme

el consolador de la concha para empezar a acariciarme el culo, al tiempo que yo chupaba sus gordos huevos. Empezaba a meter apenas la puntita, subía, bajaba, trataba de entrar de nuevo... Al fin, dejó mi consolador a un lado y al levantarse me corrió para ocupar mi lugar en la cama, boca arriba y con el pito tremendamente erecto. Me subí sobre él, agarrando en mi mano su pijota y apoyando la cabeza hinchada en mi ano medio abierto empecé a bajar, lentamente, sintiéndola dilatarme el esfínter al entrar, hasta que al llegar más o menos a la mitad me tomó de la cintura y me hizo bajar bruscamente hasta quedar por completo sentada, toda su verga dentro de mi culo y las grandes bolas apretadas por mi entrepierna.

Suspiré del placer por aquella penetración y enseguida empecé a subir y bajar, con ritmo y velocidad, metiéndomela más y más con cada bajada mientras Mariano me apretaba las tetas con ambas manos siguiendo sus marcados saltos. Era un pito sensacional el de él, durísimo y grueso parecía llegar hasta el fondo de mi culo en cada entrada, haciéndonos gozar como locos a ambos. En un momento decidí metérmela entera y menear las caderas mientras me inclinaba hacia delante, dejando caer mis tetas bien cerca de su boca hambrienta para disfrutar de nuevo de ese apetito voraz comiéndome y chupándome los pezones otra vez, y así fue. Succionaba con fuerza y de vez en cuando me mordía para volverme loca de gusto, a la vez que desde esa posición yo reanudaba mis movimientos, ahora más marcadamente.

Su pito nos hacía delirar de placer con cada movimiento y al escucharme gemir me tomaba de la cintura para cogerme con más fuerza, dándome sonoras palmadas en las nalgas hasta dejarlas coloradas. Con sus fuertes manos amasándome las caderas estuvimos así hasta que sin aviso me quitó de encima suyo. Pensé que iba a acabar ahí mismo, pero en cambio me tumbó boca abajo en la. Así lo hice y al momento lo sentí subirse arriba de mis caderas, acomodarse y al separarme las nalgas me la clavó bien adentro y sin detenerse, arrancándome toda clase de gritos, mezcla de placer y de un poco de dolor. No contento con haberme penetrado de semejante forma, empezó a avanzar hasta sentir sus bolas completamente pegadas a mi ano, y volviendo a juntar mis nalgas con las manos empezó a bombear cuan fuerte y profundo pudo.

Yo más que penetrada me sentía atravesada; y él, casi sentado sobre mis caderas, me daba sin parar haciendo caso omiso de mis gritos, sean de lo que fueren.

No pasó mucho hasta que, gritando y gimiendo ambos, se inclinó sobre mi espalda y acelerando el bombeo notablemente me agarró de las tetas para estrujarlas a medida que su placer iba en aumento.

Ahora si empezaba a molestarme un poco su rudeza, y sus continuos enviones se hacían tan profundos como dolorosos, pero para cuando me quise acordar, me acabó. Sus gritos de placer se combinaron con un presión terrible en mis tetas y una estocada final en culo que culminó en un abundante chorro de leche espesa y caliente, seguido por otro no tan espeso pero igualmente copioso, ambos en lo más profundo de mi colita. Creo que a pesar del dolor y de no haber acabado aún, disfruté esa eyaculación tanto como él. Se quitó de mis espadas y quedamos recostados uno al lado del otro, pero por eso inactivos. Enseguida fui a comerle la pija, toda manchada de restos de semen mientras él seguía cogiéndome la concha con mi consolador. Mi feminidad estaba ya inundada de jugos y totalmente regalada a esa otra pija al tiempo que Mariano me metía dos de sus dedos más largos en el culo y los sacaba con semen para dármelo a chupar, además de su pijota, que ya iba creciendo de nuevo.

El verme regalada a su voluntad y mostrándole mis deseos más bajos lo calentó de tal forma que enseguida me hizo subirme sobre su pija otra vez, pero ahora su apuro me hizo hacerlo de espaldas a él. De nuevo mi culo fue atravesado por esa dura columna de carne que lo recorría a fondo en cada movimiento que yo hacía, y esta vez no pude resistirme y me recosté sobre el pecho de Mariano, dejando caer mis tetas a los lados como dos enormes bolas de carne. Enseguida me abrí de piernas y tomando una de sus manos se la llevé a mi vagina abierta, obligándolo a meterla ahí, en ese agujero baboso, para masturbarme a escasos centímetros de donde su verga entraba y salía de mí sin descanso.

Un pito duro y enorme dentro de mi culo, una mano violando mi concha impunemente a gusto y gana y otra mano pellizcando y retorciéndome los pezones, apretándome los pechos con todas las ganas... Así me encontraba en ese momento, disfrutando como loca antes de cambiar de posición.

Ardiendo de lujuria me salí de encima de Mariano y desplazándolo con un brazo me puse en cuatro patas, bien abierta de piernas, ofreciéndole ambos agujeros para que los penetre sin piedad.

Agarró el consolador y me lo metió del todo en la concha, ya sin manera de poder agarrarlo, y mientras me manoseaba la vulva su boca se posó en mi culo, que luego de un par de lamidas dejó entrar suavemente la lengua de mi amante. Era una sensación exquisita, que por desgracia terminó demasiado pronto al parar de chuparme el ano.

Se ubicó por encima de mis caderas y yo separé mis nalgas con las manos, lista para la monta que esperé tan ansiosa. Su pija no se hizo esperar: más dura que antes, su cabezota forzó mi esfínter una vez más, entrando en mi colita dolorida a lo bruto sin tregua, para terminar presionándome el mismísimo fondo del culo, dejando sus enormes y coloradas bolas pegadas a mi ano vencido. Y con fuerza, clavó sus manos en mis caderas y empezó a bombear furiosamente, sacándola hasta dejarme sólo la cabeza adentro para luego volver a meterla bien profundo. Ya estaba habituándome a su rudeza y admito que no podría disfrutarlo más de otra manera. Me bombeaba despacio pero firmemente, embistiéndome con violencia y haciéndome gritar de gusto con cada empujón, al que además le seguía un continuo golpeteo de sus huevos en mi vagina. Ciega de placer, gritaba y entre gemidos le pedía por más y más fuerte a la vez que sentía cómo el consolador y esa verga divina se fusionaban en mi interior hasta parecer una sola.

Obedeciendo mis deseos se inclinó sobre mí y clavando sus dedos en mis tetas las apretó mientras sus estocadas en mi culo aumentaban hasta el dolor, decidido a romperme el culo.

Era increíble como me estaban haciendo gozar esa noche, y al no poder resistir más, con mis dos agujeros llenos al límite exploté en un orgasmos anal como pocos haya experimentado. Todo mi cuerpo fue invadido por un placer enorme salido de algún lugar en el interior de mi culo, que se extendió rápidamente hasta ponerme las tetas y los pezones duros como piedras y hacerme reventar de placer. Duró un par de minutos en los que no hice más que disfrutar y gritar como una marrana; me trataron como a una puta callejera y así acabé, montada y gozando como una puerca por todos mis agujeros.

Mariano estaba excitado sobremanera al sentirme acabar de semejante forma, y tampoco él pudo contenerse de acabarme en el culo por segunda vez, gritando y escupiéndome gruesas gotas de leche que no dejaban de salir y que me iban llenando el culo poco a poco, hasta empezar a caer por mi maltratado ano en finos hilitos que se mezclaban con los jugos de mi concha cogida.

Loco de lujuria se quitó de encima de mis caderas, y contemplando el espectáculo de mi culo obscenamente abierto y enrojecido me pedía desesperado que le mostrara como expulsaba todo ese esperma que él me había inyectado, y me dio un par más de fuertes y palmadas en las nalgas, que sonaron como cachetazos. Ya casi no me respondía el esfínter, por lo que apenas sentí cuando estaba por salir y al final toda esa crema acumulada empezó a brotar del interior de mi culo a borbotones en dos gruesos chorros blancos y espesos, que al salir comenzaron una rápida caída por mi concha y luego a la cama.

Cada vez que mi esfínter se abría como podía para liberar otro poco de esperma Mariano ardía cada vez más.

A pesar de haber acabado tan abundantemente por segunda vez todavía mantenía una buena erección, pero yo en cambio tenía el culo destrozado.

Muertos de cansancio nos acostamos para recobrar un poco el aliento, hasta que pasado un cuarto de hora él empezó a vestirse. Yo lo miraba hacerlo con la misma tranquilidad con que se había desvestido al principio, y él no me sacaba la vista de encima. Al final, se acercó a la cama y tras decirme lo estupenda que estuve y cuanto gozamos juntos nos preguntamos cuándo sería la próxima vez, y tras darme la dirección me hizo prometerme que lo llamaría y que iría a su casa para otro encuentro igual. Con una sonrisa le dije aceptaba, y levantándose nos despedimos con un beso. Apagué todas las luces segundos antes de que la puerta se cerrara tras él, dejando todo con la misma luz azulada de la noche que entraba por mi balcón, y ya más tranquila y en silencio me acosté como estaba, durmiendo rápidamente con una sonrisa cómplice en los labios.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 22:15) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:50) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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