Tengo 16 años y estoy descubriendo mi sexualidad al completo. Durante largas noches me quedo mirando todo tipo de porno mientras me la casco, intentando durar el máximo de tiempo. He descubierto que me gusta particularmente el género de las felaciones y a menudo imagino a mujeres de mi entorno, amigas o simplemente conocidas, practicándome una. Sobretodo me gusta el momento cumbre en el que el hombre descarga sobre la mujer su semen y ella lo recibe agradecida.
Esto hace que me la pase bien mientras conquisto a las beatas de mi curso para que me hagan una mamada de verdad, pero últimamente me he estado obsesionando con mi madrastra, Carmen, y esto me hacer sentir culpable.
Ella tiene 40 años, es morena y alta, con unos ojos brillosos y negros en una cara delicada, de sonrisa tímida y acogedora, atributos que casi consiguen pasar por alto sus grandes pechos. CASI. Además tiene una cinturita que hace más grande su culo, con sus dos nalgas redondas siempre erguidas.
El caso es que hace unas semanas mi padre se marchó de viaje de negocios dejándome solo con ella. Al principio lo tomé con normalidad pero al pasar el tiempo empecé a percibir una sexualidad en ella que antes no me figuraba. Obvio que la he tenido siempre en el altar de mujeres atractivas, pero nunca me masturbé ni fantasieé con ella. Después de unos días masturbándome con el pensamiento de que sus labios carnosos llegaran a succionar mi polla, entendí que en la ausencia de mi padre yo debía ocupar su lugar. A pesar de ser una mujer alegre, Carmen parecía disimular una especie de agonía: llevaba dentro un peso indivisible para nadie, excepto para la convivencia cercana que nos unía. Pronto empecé a a darle señales, cada vez más evidentes al discurrir de los días, por el hecho de que el tiempo se me acababa.
Una tarde en la que volví sudado de jugar a basket con mis amigos, ella estaba en la cocina, preparando la cena. Se había puesto unos shorts blancos y en la parte superior sólo llevaba una bata de cocina. Esta imagen me puso la polla a palpitar independientemente de mi cuerpo. Lentamente me acerqué por detrás con la excusa de ver qué estaba cocinando. Ella pareció asustarse primero pero luego me dio una cucharada de la salsa que estaba condimentando. Parecíamos dos enamorados.
Al ponerme de puntillas procuré apretar mi miembro contra su culo, ella lo percibió y se ruborizó, sin llegar a rechazarme en ningún momento.
Otras cosas que alimentaron mi obsesión respecto a Carmen fueron los modelitos de seda con los que solía dormir. Esa noche misma entré en su cuarto y la vi: lencería negra para un cuerpo mulato, el culo respingón descansando verticalmente mientras las tetas estaban siendo oprimidas por sus dos brazos. ¡Una posición fetal perfecta para un anal!
En el suelo de la habitación encontré sus braguitas. Para mi sorpresa estaban mojadas de un color blanco de rico aroma. Nublado de excitación me desnudé allí mismo y, en el baño del cuarto de mi madrastra me hice una paja mientras olía sus jugos. Cuando estallé en un silencioso flash de líquido seminal, tocaron a la puerta. Carmen me preguntaba sorprendida que qué hacía yo en su baño. Le contesté que el mío se había averiado y eso pareció contentarla.
Casi me pilló esa vez pero logré acabar antes. Al salir del baño Carmen estaba durmiendo de nuevo.
A la noche siguiente pero, yo estaba desacatado, quería dar un paso más en el deseo que en Carmen tenía. Quise entrar en su alcoba pero estaba cerrada. Mañana, pensé. Al día siguiente lo mismo. Mi padre volvería dentro de una semana y yo quería aprovechar el tiempo. Esa noche pero, Carmen, que trabajaba limpiando un gimnasio del barrio, llegó muy cansada del curro y olvidó echar el cerrojo. Entré en su cuarto y allí estaba ella, completamente desnuda. Su cansancio era tal que se había desvestido completamente. No cabía en mí de la euforia, pero tuve que controlarme. Empecé a acariciar sus curvas pronunciadas, a masajear sus pechos. Suavemente me deslicé hasta su pezón izquierdo y lo rocé con mi lengua. Lo chupaba poco a poco y ella parecía recibir un tipo de placer onírico en forma de chispazos puntuales. Vi cómo su vagina empezó a chorrear. Mis planes pero, eran modestos. Abrí sus labios y metí mi polla en su boca. De forma que la cabeza de mi polla quedara entre sus labios empecé a pelármela. Sentí que iba a culminar. Estaba confuso, alocado. Me estiré hasta su culo y le metí un dedo. Le di un cachete suave, fue una caricia de hecho. Me saqué la polla y me corrí descontrolado sobre su cuerpo durmiente. Toda su piel mulata estaba brillosa por mi semen, bañada en él. Cogí mi móvil y le hice una foto: Carmen, mi madrastra, llena de mi semen, dormidita, dormidita.
A la mañana siguiente me levanté tarde. El desayuno ya estaba listo. Carmen tenía una bata puesta. Parecía incómoda. Le pedí zumo de manzana. Ella, visiblemente molesta, me lo puso a mi alcance. Me miró y me dijo: tenemos que hablar.
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 796185 veces
Si te ha gustado Tensión con mi madrastra vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Tensión con mi madrastra.
wildthing
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
mamitanalgona34
(2 de July de 2016 a las 02:22) dice:
Te falto un poco mas hot bb pero me gusto mandame tu whats katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:50) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:20) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF martinezsabate
(1 de July de 2016 a las 17:43) dice:
Esta muy bien pero no terminada
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