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Un culito muy agradecido

Relato enviado por : Anonymous el 10/02/2006. Lecturas: 4104

etiquetas relato Un culito muy agradecido .
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Resumen
Luz María es una mujer madura, de 40 años, muy alta, morena, de largo cabello, con un rostro muy hermoso a pesar de verse llenita, de reír franco y contagioso, que viste siempre ropa muy ajustada a


Relato
Luz María es una mujer madura, de 40 años, muy alta, morena, de largo cabello, con un rostro muy hermoso a pesar de verse llenita, de reír franco y contagioso, que viste siempre ropa muy ajustada a su cuerpo, lo que permite ver las grandes tetas y nalgas abundantes en carnes de que la dotó la naturaleza. Mesera de un sencillo restaurante en donde yo, estudiante de una licenciatura, de 22 años, era cliente “abonado”, pagando por mes, desde que la conocí despertó mi deseo sexual hacia ella. Sabía que no era la belleza clásica que todos los hombres quieren lucir al ir por la calle, o al llegar a cualquier lugar, pero yo no quería lucirla, precisamente, yo quería disfrutarla en la cama, cogérmela una y mil veces. Esa abundancia de carnes se me antojaba mucho, y un día se me hizo con ella. La encontré casualmente lejos del restaurante, le manifesté mi interés, y ella me sorprendió haciéndome saber que también yo le gustaba, aunque eso sí, aclaró que era sexualmente de gustos muy especiales. Fuimos a un hotel barato, mi presupuesto no me permitía gastar mucho en eso, y ahí la gocé, disfruté de su cuerpo a plenitud, hice que se viniera en mi boca y yo eyaculé en la suya, pero también me solicitó que la masturbara con un plátano que previo a llegar al hotel había ella comprado. Cumplí su petición, lleno de lujuria introduje esa fruta en su vagina e hice lo necesario hasta que Luz María alcanzó un orgasmo muy, pero muy jugoso; el plátano quedó bañado con sus fluidos, y luego me pidió que me lo comiera.

- Haz de cuenta que pediste una banana con crema - me dijo, y yo cumplí su fantasía. “Esa anécdota ya la narré en otro escrito enviado anteriormente a Buscorelatos.com Título del relato erótico: Un plátano con crema”

Dos semanas después volvimos a reunirnos, por la tarde, cuando salió ella de trabajar en el restaurante. Ya habíamos acordado que iríamos a encerrarnos a otro hotel, para gozar mutuamente y satisfacer los deseos que teníamos el uno del otro. Para esa ocasión me preparé con algo más de dinero que la anterior, y la llevé a un hotel que no era de 5 estrellas, quizás ni siquiera de una, pero que estaba mejor. Tenía hasta televisión, aunque yo presentía que dicho aparato no nos serviría de nada, pues no habíamos entrado ahí a ver programas televisivos. Ibamos a coger, a follar como dicen en España, a “echarnos un palito” como decimos en México, a “subirme al guayabo”, como también decimos aquí, aunque no conozco el motivo exacto de esa expresión. Me desvestí, dejando mi ropa sobre una silla, mientras ella permaneció acostada sobre la cama. Como no vi que hiciera algún esfuerzo por quitarse la ropa, yo procedí a hacerlo. Le quité la blusa, y mi deseo aumentó al verla, aún con el sostén puesto, como se veían apetitosas sus dos mamas. Deslicé su falda para sacarla por los pies, en lo cual ella contribuyó levantando un poco su cuerpo; aproveché para de una vez quitarle la pantaleta; mi pene estaba que se moría por entrar en la cueva de ella, que estaba resguardada por los oscuros vellos habidos en su monte de Venus, pero me contuve. La hice que se pusiera boca abajo para desabrochar el brasier, y la vista de sus enormes nalgas aumentaron, si eso era posible, mi erección. Nuevamente giró su cuerpo para quedar de frente a mí. Besé sus labios, lo cual era un deleite para mí; había fuego en esa boca, pero sentí que ella se dejaba hacer, no estaba respondiendo como la vez anterior. Bajé mi boca hacia donde estaban sus enormes bolas rematadas por grandes pezones, y mamé en ellas, pasando de una a otra, como si en ello me fuera la vida. No escuché que Luz María emitiera algún pujido, o exclamación que me indicara que estaba gozando. Para chupar su abultada panocha me cambié de posición, para permitir que simultáneamente Lucha me comiera la verga. La introduje en su boca, me agarré con ganas de sus gruesos muslos, y posicioné mis labios en su vulva. Abrí los labios externos, mi lengua de inmediato empezó a lamer, y con el resto de mi boca a sorber los líquidos que estaban brotando de ahí; pero de nuevo me daba cuenta que no estaba ella cooperando.

- ¿Qué pasa, Luchita? - le pregunté - No te noto muy ganosa ahora.

- Discúlpame, Miguelito; pasé muy mala noche por un dolor de muela, y agrégale lo cansada que vengo por estar todo el día de pie en el restaurante; estoy muy fatigada. Siento que voy a quedarme dormida - contestó.

Seguí chupando su abertura; succioné su clítoris, introduje lo más que me fue posible mi cara en su vagina y mamé, mamé… y mamé. Mi pene estaba que quería explotar, pero la boca de ella permanecía sin mucha colaboración. Simplemente tenía mi instrumento dentro de su boca, y por más que hacía movimientos con la cadera para meterla y sacarla de ahí repetidas veces, no había mucha respuesta. Me concentré en su panocha; seguí chupando un buen rato, hasta que se vino, eso sí, abundantemente. Cambié de posición mi cuerpo, me monté en ella, abrí sus piernas, y le clavé mi falo en su sexo. Me moví lo necesario, que no hizo falta que fuera mucho, hasta que le vacié toda mi carga de semen en su interior. Una que otra exclamación de placer de ella acompañaron a mis expresiones de satisfacción. Me salí de su interior, y con la toalla que había dejado a un lado de la almohada, sequé mi pene. Iba a pasarle dicha toalla a Luz María, para que también ella se secara, para me di cuenta que estaba ya dormida; hasta estaba roncando ligeramente.

- ¿Y ahora qué hago? - me dije.

Apenas serían como las 5 de la tarde, y disponíamos para estar ahí hasta las 9 de la noche. ¿Ver la televisión mientras ella dormía? ¡De ninguna manera! Yo estaba muy ganoso todavía. Me dediqué a acariciarla; masajeé sus pechos, oprimí sus muslos, introduje en mi boca lo más que pude una de sus enormes chiches, hice lo mismo con la otra, apoyé mi cara en su vientre y llegué de nuevo a su rajada. Los pelos habidos ahí, ahora impregnados de nuestros respectivos jugos, me dediqué a jalarlos con mis labios. Hundí mi boca en su vagina nuevamente; el sabor y olor del resultado de nuestros orgasmos llenaron mi gusto y olfato. Me levanté, desnudo como estaba, para ir a orinar. Cuando retorné a la cama Luz María, esa enorme bola de carne tan apetecible para mí, seguía dormida, pero ahora estaba tendida sobre su costado derecho. Vi mi reloj: las 5:15 pasado meridiano. Algo tenía yo que hacer mientras ella estaba, como vulgarmente se dice “En brazos de Morfeo”. Me acosté junto a mi amante en posición inversa a ella, pegando mi cara a sus glúteos, Eran realmente enormes, ¡maravillosos!, daban ganas de morderlos. Los acaricié, sobando detenidamente cada uno de los dos cachetes, rematando esa acción con abrirlos para ver su ano. ¡Qué ganas de comérmelo!. No me quedé con las ganas, uní mis labios a su agujerito, y empecé a chupar. Pasé por encima de su hoyo mi lengua, varias veces, y después volvía a chupar ahí. Mientras mis manos las apoyé en su espalda, para darle masaje en sus músculos. Hacer eso logró que ella reaccionara un poco, porque noté que su esfínter se cerraba sobre la parte central de mis labios, aprisionándome así. Sentía como que también Lucha me estaba succionando, a pesar de que seguía dormida, y eso me constaba que era así porque sus ronquidos denotaban tal cosa. Yo succionaba, y me llegaba la respuesta con su culito. Cuando lo consideré prudente, me cambié de posición, para quedar en la forma que estaba ella, detrás, pero de nuevo mi cara junto a sus nalgas y mi boca disfrutando su ano. Al colocarme así me fue posible masajear ahora sus piernas, al principio, y luego sus pies. Las plantas, los empeines, las pantorrillas, los muslos, todo lo oprimí, pero sin despegar mis labios de su culo. Dicen que astronómicamente los “Agujeros Negros” toda la materia que hay cerca de ellos es absorbida, por su fuerza concentrada, y no dejan salir ni la luz. Pues bien, el “agujero negro” de Lucha también hacía intentos por jalarme hacia su interior, lo cual no se lograba porque yo no cabía dentro de esa mujer tan llena de fuego, pero que esa vez ese mar de lava que tenía adentro permanecía en forma estática.

Pasó el tiempo, ¿Cuánto?; perdí la noción, yo seguí chupando su ano, dándole masaje a todo lo de su cuerpo que estaba al alcance de mis manos; acaricié su voluminoso vientre, volví a tocar sus senos, me entretuve un buen rato con su ombligo, de donde extraje la mugrita acumulada ahí, metí dos dedos en su mojada panocha, pero todo eso acompañado por las mamadas que daba a su agujero de atrás. En cierto momento, cuando menos me lo esperaba, algo surgió precipitadamente de su cola. Era un gas. Apenas si tuve la oportunidad de ladear mi cara, pero como quiera algo alcancé, y sí olía un poco. No me importó; el que juega con lumbre tarde o temprano se quema, y ahora yo me había “quemado”. Volví casi de inmediato a pegar mi boca ahí, de donde había procedido esa pequeña explosión, no importaba que me bombardeara. ¿Alguien sabe hasta dónde llega el límite de la lujuria de uno? Ya había ella empezado con sus mísiles químicos, sin darse cuenta porque seguía dormida, y lo más probable es que volviera a ocurrir, pero eso no me amilanó. Yo había aprendido por ahí que tenía uno que ser valiente en las circunstancias más adversas, y este era el momento de demostrarme que yo era valiente. Seguí chupando los bordes de ese agujero, metí de nuevo mi lengua lo poquito que podía penetrar en él, masajeé sus pechos, su vientre, su estómago, muslos, piernas y pies. Yo estaba como poseído por el demonio de la lujuria, que quién sabe cómo sea, pero que inexorablemente lo atrapa a uno y lo hace cometer acciones que en otras condiciones no se harían.

Mojé mis dedos en su vagina, y ya que estaban lo suficientemente lubricados los metí en su ano, uno al principio, agregando un segundo después, y luego otro. Cuando los saqué de ahí, vuelta a lo mismo, a pegar mis labios en su culo, a succionar de nuevo, y a ser succionado por esa parte de su anatomía que remataba su intestino grueso. En cierto momento me quedé dormido yo también, pero siempre con mi boca pegada a su hoyito. ¿Cuánto tiempo dormí? Cuando menos una media hora, porque al despertar jalé del buró que había junto a la cama mi reloj; eran ya las 7:16 de la noche. Volví a colocarme como estaba antes de estirarme para ver el reloj, y volví a chupar ese ano que se estaba volviendo ya en mí como una obsesión. ¡Qué gran placer estaba obteniendo a pesar de que mi deseable Luz María seguía dormida! Seguí así una hora más, velando el sueño de mi amada, sin dejar de sorber en su agujerito. Mi pene quería entrar nuevamente en batalla, pedía a gritos meterse en la cueva, o en ese hoyo, para depositar dentro de ella la leche que ya hervía en mi interior. Cerca de las 9 de la noche despertó ella, y se dirigió a mí con una gran sonrisa, que denotaba descanso.

- Entre sueños me di cuenta que te estabas agasajando con mi culito, y sentí sabroso, muy rico. Ahora quiero compensarte por eso, demostrarte que mi culo sabe ser agradecido contigo. Clava tu juguete dentro de él, y llénalo de energía. Ya me alborotaste las ganas, y ahora tienes que dejarme tranquila, tranquila.

Mi pene fue el primero en reaccionar, sabiendo que iba a hacerla de explorador submarino. La hice que se levantara, que se pusiera en 4 patas, mientras yo estaba sentado en la cama. Antes de proceder al operativo le eché un discurso a ese lindo agujerito:

- Dice tu dueña que tú sabes ser agradecido; voy a comprobarlo, a ver si es cierto.

No me contestó, ¿cómo podía haberlo hecho?, a menos que me lanzara un tronido. Tomándola del estómago jalé a mi amada hacia mí, apunté mi misil pegándolo a esa entrada de su cuerpo, lo despegué un poco recordando que tenía que lubricar primero, lo que hice extrayendo lo que aún quedaba en su vagina, y luego… le dejé ir todo mi instrumento, hasta el fondo, hasta que mis pelotas chocaron con sus nalgotas.

- ¡Uugghh…! - nada más emitió ella.

El culito no dijo nada, aunque hubiera podido hablar, lo que tenía bien clavado adentro no se lo hubiera permitido. Unos cuantos movimientos de bombeo, y le dejé ir mi chorro ardiente de lava.

- ¡Me vengo, Miguelito… me vengo! ¡Qué rico, qué rico!.

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Si te ha gustado Un culito muy agradecido vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:53) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:26) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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