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Un Viaje Perfecto

PuntoH Relato enviado por : PuntoH el 24/06/2014. Lecturas: 1374

etiquetas relato Un Viaje Perfecto   Fantasias .
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Resumen
Ángel desbordado de Helena, sintió su esencia pura de hembra engrifada que lo cegaba de placer, aquella que tantas veces soñó tener solo para él.


Relato

Los meses transcurrían con una prisa que a penas le dejaba tiempo para fijar sus ojos. Había conocido a Ángel en la universidad y cuando volvió a verlo hace unos meses atrás pensó que los años no habían pasado por él; que se mantenía firme y ligero, como lo recordaba; con esa osadía al abordarla que le encantaba y que la dejaba esperando otra incisiva y encantadora arremetida de aquel hombre de rasgos intensos dulces y fuerte. El la había buscado un par de veces, sin tener buenos resultados. Después dejó de hacerlo, pensando que ella estaba fuera del país, por que en algún tiempo esos habían sido sus planes.  Ella, por su parte, no había hecho ningún intento para buscarlo antes de saber que estaría en la boda de Teresa una amiga en común de ambos. Fue entonces en que su recuerdo se vino a su mente de forma insistente.  Será que él aún me recuerda, se preguntó, mientras compartía un café con Teresa, que había tocado el tema de los invitados a la boda, agregando que era probable que Ángel viniera. Por unos momentos su evocación la llevó hacia otros senderos, ya mas cercanos e íntimos. Fijó sus ojos en la ventana, mientras su amiga seguía dando detalles de los preparativos del evento. Comenzó a recordar su forma de besarla, de envolverla;  la forma en que él la hacia sentir; sintiendo como algo tan lejano  se hacía tan presente en ella. De aquellos alucinantes orgasmos adolescentes llenos de  la inexpertica de los años, pero con la fuerza  de un deseo naciente y colmado de la magia de la juventud.  Desde ese día él no dejó de estar ni un solo instante fuera de su mente. Y comenzó a imaginar mil veces como sería ese momento de volver a tenerlo ante ella.

 

Helena una mujer madura, con logros en muchos planos de su vida; un matrimonio perfecto con un destacado abogado de la ciudad,  con un esquema tan lúcido y racional que la hacían el prototipo de mujer que de tantos premios que había cosechado durante su vida intimidaba a la hora de una conversación más intima y cercana. Si, esa era ella para los que veían en sus logros el reflejo de su madre y los exigentes cuidados que su padre le propició  desde pequeña. Si era ella tan plena y feliz para el mundo, tan bella y llena de éxitos; con una vida que cualquiera querría para si. Sin embargo, en ese esquema y en esa imagen,  aún era  posible  ver esos  ojos soñadores. Esos que cuando los fijada en un lugar,  la llevaban a un espacio tan intimo y lejano que era difícil de alcanzarla. Porque quedarse así de pegada la hacia salirse del ahora; se decía para si: tengo la franquicia porque pegué mis ojos y ya no salgo por unos buenos segundos de aquí, me quedo y viajo. Cómo no usar ese recurso para escabullirse,  si eso era  el pasaje a  un túnel hacia otra dimensión; una en la que volaba lejos del pavimento ruidoso y de las voces llenas de esquemas burgueses de cómo vivir la vida. Si esa era ella, esa era su imagen, solo que se había olvidado de mirarla  y mostrarla al mundo. O mas bien la que había aprendido a ocultar sin saberlo.

 

Así pasaron los meses, entre el ir y venir de los días llenos de actividades y deberes. De vez en cuando uno que otro momento de plácida calma, en el que se refugiaba para mirar su alma y bucear dentro de si misma buscando un algo que la hiciera sentirse plena y en armonía. Y ahí volvía a su mente el juego de pensarlo y desearlo como nunca había deseado a un hombre; y se dejaba inundar de ese viaje de ensueño hacia lo  mas interno en conexión con aquel hombre que recordó era su perfecto complemento y que el paso de los años casi había terminado por borrar.  Sabia muy bien que desde que consideró la posibilidad de volver a verlo, el buscar retazos de esa su historia dentro de ella esa era su forma de refrescar sus días, de oxigenar su mente en los momentos que se hacían más eternos y que cada vez languidecían más por la rutina de una vida en calma y sin turbulencias, en formato digital de mujer moderna que había cumplido con las expectativas de todo y de todos durante tantos años.

 

Terminaban los días de mayo con un sol tibio y con la frescura del viento otoñal. Todo seguía el ritmo usual de cada día, el camino a casa era un así de habitual, con chispas húmedas en el aire y la acostumbrada fragancia marina. Siempre ella pensando en lo que debía llegar a preparar para mañana, viviendo  por adelantado, con prisa, anticipando las tareas para que el tiempo le dejara una tregua para hacer algo distinto. Entre esta habitualidad, por  momentos todo aquello se diluía ante sus ojos y subía  a su nube de antaño para  recordar  los días plenos de esa su historia; la que ambos habían escrito hace ya tantos años.

 

Helena ensayaba de vez en cuando  las  imágenes que había pintado para la ocasión; desde el vestido que usaría hasta la forma de caminar hacia él. Si hasta imaginaba sus zapatos deslizándose por la calle con el sonido cadencioso de aquellos tacos sólidos y sutiles. Recordaba a cada instante la forma en cómo  él solía mirarla: una mezcla de dulzura y deseo, esa forma mágica de hacerla sentir  delicada y deslumbrante al mismo tiempo. Esa era la misma forma que a él lo hacía perderse en esas sus ganas de tenerla, siempre  mirando sus labios, así atrapado del sabor intuido que él buscaba  en su boca.  Y siempre fue así desde que se conocieron,  de  ese modo ella no podía ir mas allá, se quedaba inmóvil ante sus ojos, como esperando que Ángel diera el primer paso, eso la invitaba a sumergirse en sus fantasías de las tantas veces que estuvo con él en sus sueños desde que supo que vendría nuevamente a su vida.

 

 

Ese día Helena se despertó muy temprano, su marido estaba fuera de la ciudad desde hace una semana; así es que no la acompañaría al evento: justo escenario para vivir intensamente  aquél día Todo estaba dado para ir a ese encuentro con Angel.  Había dejado todo listo para ir a la ceremonia y había previsto cada detalle de su atuendo matrimonial. Ya casi al filo de la hora de partir se dio un último vistazo y arregló su escote mirando como lucían sus pechos en el espejo. Señalándose a si misma,  cual asesora de imagen,  lo elegantemente  insinuantes debían lucir.  Enseguida le dio un vistazo a  la línea trasera de las medias negras en sus piernas. Las tocó como insinuándose a si misma, como invitando a su cuerpo a conectarse con su libidinal esencia. De pronto se sorprendió tocando sus muslos y llegando hacia su pubis ansioso, se dejó llevar por su autoprovocación, la que dejó fluir  sin censura. Plácida y un tanto  nerviosa salió de casa y manejó con mucha calma hasta la iglesia. No quería llegar muy antes para evitar los saludos parsimoniosos de los invitados que no conocía lo suficiente como para entregar un cálido y cercano abrazo.  No llegar antes que él, también era una razón para demorar el paso. Prefería ser ella la que lo buscara entre todos lo invitados con deliciosa inquietud y avidez. La ceremonia estaba  a punto de comenzar y Ángel aún no se hacia presente. Un tanto inquieta comenzó a revisar su celular como buscando un refugio para no mirar la iglesia y darse cuenta que él no estaba. De pronto sintió una mirada sobre ella y de reojo lo vio a su derecha, saludando suave y formalmente. Todo en silencio al escuchar las palabras del sacerdote que se escuchaban con un eco ceremonial. En esos momentos el sonido de las voces estuvo ausente, solo mirarlo y quedar asida a su voz, a sus gestos,  al sabor intuido  de  tu boca, y ser cautiva del imaginado juego de sus manos”. Así los minutos se hicieron eternos. Una vez terminado el ritual religioso  y los saludos protocolares de todos, Helena y Ángel se saludaron con afectuosidad y nostalgia. Casi no cruzaron palabras, solo un intenso abrazo y un cálido cómo estas,  te ves bien enmarcó su encuentro.  Helena se quedó con la desconcertada sensación de que sus fantasías solo se quedarían en eso; un nos vemos en la fiesta fue lo último que se dijeron en las puertas de la iglesia.

 

Una inusual sensación de vacío la invadió, sintió que todo lo que había imaginado todos estos meses solo estaba en su cabeza, que había creado todo en sus propios sueños, pero que nada de todo lo que imaginó y soñó escribiría ahora una nueva historia. De un momento  a otro, en el desconcierto de esta realidad que la invadió, resueltamente  y sin mas ni mas  Helena se rearmó como mil veces lo había hecho. Su racionalidad y objetividad tomó las riendas de la situación para evitar desmoronarse ante el evento.  Por unos minutos ese fue el plan de acción y así se convenció de aquello.

Después de un rato, camino al estacionamiento, Helena se quedó fija y pegada en sus zapatos y de pronto, sin previo aviso, él con su presencia intensa la envolvió nuevamente, el auto se acercaba y se detuvo ante ella, una mirada hacia el interior y esos ojos negros perturbantes de Ángel la llenaron por completo. Ninguna palabra, solo la  suavidad de la puerta que se abrió. Helena entró y  ambos se quedaron por unos segundos sin decir  una sola palabra.  Ángel rompió el silencio: “Te llevaré a aquel lugar”, le dijo con voz decidida. Ella sabía perfectamente donde iban. Ese escenario que él le había prometido visitar juntos,  los esperaba con su eterno vaivén de mar y bosque. Luego de unos buenos minutos de camino y de una conversación intensa entre nostalgias del pasado y descubrimientos del presente. Helena, ya no esperó como antes, y decidida, arremetió con un doblez sutil de su voz, que esperaba que él entendiera.  Como efecto de un giro del auto,  arrimó suavemente su pierna sobre su rodilla, miró sus ojos con sutileza imaginando ya sus manos sobre ella. Por su parte, él se inmiscuía en su mente, intuyendo  los abismos de sus piernas ansiosas  por  donde súbitamente comenzó a deslizar su mano mientras conducía. Ambos asidos a ese soñado encuentro quedaron a merced de la seducción que en plena majestad los envolvió como una corriente electrizante, como un  viento que los derribaba a cada metro del viaje.  De pronto ya era imposible seguir al volante y el auto se detuvo en un abandonado camino cercano a la playa. Aquellos ojos se ataron con tal fuerza que nada podía perturbar el momento. Por algún instante, ella lo miró así desde su balcón, como lo había imaginado tantas veces: perturbado por su acto insinuante,  un  frágil momento que Helena  disfrutó al máximo: si era precisamente así como quería tenerlo desde hace mil años, asido a ella, preso de tus labios y perdido en sus besos. Sabia que ese instante  se quedaría eternamente en su mente y quería guardarlo en esas fotografías que uno vuelve a mirar miles de veces por que nos atan a momentos intensos. Las palabras se transforman en deliciosas enredaderas de provocación;  en ese espacio todo era tan válido que aún sin pensarlo Helena susurró unas cuantas veces: “mira como te siento, aquí conmigo estás, te esperé tanto tiempo y ya estas, sigue así tocándome como lo imaginé tantas veces”

 

Era ese el éxtasis  de esos cuerpos que se habían deseado por tanto tiempo, un sublime sentir de dos seres que como niños jugaron amarse sin inhibición. Ángel así envuelto entre su osada mirada y su boca que jugaba  a deslizarse por su piel, la tomó intensamente de la cintura, la acercó hacia él con decisión y dulzura;  sin dejar de mirarlo a los ojos ella lo envolvió con un beso intenso, profundo y húmedo. Sus cuerpos  en movimiento y ya casi despojados de las elegantes ropas, propias de la ocasión,  fueron la  danza de las olas, las de esa playa cercana que los esperó por tanto tiempo. Suavemente él la recorre con sus manos hasta detenerse con su boca en sus pechos erizados enmarcados por su pelo ondeante y perfumado. Los decora con sus dedos y se sumerge en la plenitud de su femineidad. Helena devora sus muslos envueltos entre sus piernas que de  frágil pasaron a ser una cárcel delicada e infranqueable. Como no alucinar con tenerte así, susurró aquel amante ansioso, cómo no soñarte así pegado a mi respondió la amada presa de su extenuante sentir.

Ya en un instante ella sobre su dorso viril y desnudo, sintiendo su  intensa forma de llevarla hacia el placer máximo de sentirlo tan dentro de ella.  Ángel desbordado de Helena, sintió su esencia pura de hembra engrifada que lo cegaba de placer, aquella que tantas veces soñó tener solo para él, no compartida, no en silencio, era ella que ahora lo atrapaba con su ser infinito de mujer. Cada espacio de placer los transformaba. Cómo he llegado a desearte tanto  confesó ante Ángel que invadido por la instintiva pulsión de penetrarla a cada instante y de mil formas no hacia nada mas que escuchar su cuerpo anhelante y jadeante de aquella mujer de su historia.

 

Así de entregados al albedrio de sus cuerpos,  las horas pasaron interminables y se amaron una y mil veces, sin importar el tiempo, ni los espejos de esa vida allá tan lejos de esa soñada playa.

Esa conexión fue de pronto  un viaje hacia el deseo, un juego eterno que ansiaron por tanto tiempo. Juguetearon con el pudor,  fantaseando con la provocación y despertaron a un sentir que ya crían olvidado en las murallas infranqueables de la rutina insensible que envuelve a todos sin consideración alguna. Ya llegaste, ya estoy, ya me tienes, ya eres infinitamente mía, me tienes, cautivo entre tus brazos me quedo, ya no me dejaras ir, dijo Ángel casi como una  confirmación

Un viaje perfecto de ambos fuera de las murallas grises de cada día. Saltaron sobre ellas y derribaron su propia conciencia,  se atrevieron a ser ellos puros y honestos en una aventura deliciosamente atrevida que los dejaba agotados de tanto sentir, de tanto estar el uno para el otro. Ya nada será igual, ya nada será lo mismo, con su voz  arremetida y suave de siempre Angel le dijo: Quieres  andar por la tierra si puedes volar  conmigo? Helena sonrió y lo miró dulcemente. Sabia que esa pregunta era el inicio una nueva vida, una que estaba dispuesta a vivir a su lado.


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:58) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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