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Virginia y sus nenas - 3° parte (completando las compras)

Relato enviado por : billyarg el 24/06/2011. Lecturas: 13162

etiquetas relato Virginia y sus nenas - 3° parte (completando las compras)   Amor filial .
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Resumen
Terminamos por ahora el proceso de cambio de mi cuñadita, dejando una mujer nueva en todo sentido.


Relato
Esta no es una historia real (aunque me hubiera gustado que lo fuera), pero está basada en situaciones y personajes verdaderos, a los que sólo les cambié los nombres y algunos lugares, como para guardar el secreto...


C
uando terminé el café, llegaba Virginia del baño. Mañana vuelvo temprano, si puedo, ya que nos quedan varias compras por hacer. Está lista a eso de las seis y media o siete, así salimos rápido y no perdemos la tarde. Pegué media vuelta y me fui para poder dormir un rato en el hotel, ya que al día siguiente quería empezar temprano, para liberarme lo más pronto posible.

El martes llegué a lo de Virginia a las seis y media de la tarde. Los niños todavía estaban allí. Hoy los voy a dejar a todos con mi vecina – Me dijo Virginia. Así Nicolás también vuelve a dormir a casa. Me saludaron todos, y Maricarmen me preguntó si ese día también nos íbamos a bañar. Si volvemos temprano con tu mami, tal vez sí – Le respondí.

A Virginia le hice poner ropa cómoda, aunque no le quedara muy bien, así se podía cambiar tranquila. Salió con un pantalón de jogging, una remera y zapatillas. No estaba muy elegante que digamos, pero eso ya vendría después.

Nos fuimos a un shopping, donde podríamos encontrar distintos locales, para todo lo que necesitáramos. Para empezar por la ropa interior, nos metimos en un local que tenía pinta de no ser caro, pero con prendas muy interesantes. El único vendedor libre era un hombre de unos 45 o 50 años, medio petiso, y casi del todo pelado.

¿En que puedo servirlos? – Preguntó después del “buenas tardes” habitual. Virginia necesita renovar su stock de ropa interior, con varios conjuntos – Respondí. Por lo tanto, vamos a ir mirando unas cuantas opciones, y espero usted nos pueda asesorar – Completé, mientras Virginia por lo bajo me decía que era un hombre, y a ella le daba vergüenza.

¡Callate la boca! – Le dije en voz baja, mientras le pegaba un pellizcón en la nalga. ¿Ya te olvidaste quién manda? No volvió a decir nada, y seguimos al vendedor hasta un mostrador más al fondo. ¿Desean ropa para todos los días, o de vestir especiales? – Nos preguntó. Como le dije – Contesté yo, antes que Virginia pudiera abrir la boca. Hace falta de todo, así que vamos de a poco.

Nos mostró varios conjuntos en algodón, simples pero de tiro alto. Ninguno era muy cavado, y no mostraría mucho de su cuerpo. No es conveniente que use ropa muy pequeña – Se animó a decir el vendedor. Si no su cuerpo se vería excesivo. ¿Les parece bien? Le contesté que estaba de acuerdo con él, pero cuando viéramos otro tipo de ropa, tal vez fuera conveniente cambiar el estilo.

Elegimos (o elegí yo, mejor dicho) tres conjuntos bastante parecidos, uno blanco, uno rosa y otro color piel. ¿Dónde se los puede probar? – Pregunté. Bueno – Dijo el vendedor. Generalmente no se los prueban acá, pero si lo desean, al final hay una pequeña cabina. Hacia allí nos dirigimos, y se metió Virginia, haciendo a un lado la cortina que lo cierra.

Yo me quedé afuera, ya que iba a ser muy difícil que entráramos los dos. Por un costado de la cortina, vi como se sacaba la ropa, hasta quedar totalmente desnuda, y cuando iba a empezar a ponerse la primer bombacha, la abrí un poco, y como al descuido le pregunté cómo iba.

Al descorrer unos centímetros la cortina, su cuerpo quedó expuesto a las miradas, especialmente la del vendedor, que se encontraba a pocos pasos, ordenando unas prendas. Virginia se dio cuenta, y se puso colorada; pero antes que dijera nada, volví a cerrar y le dije que se apurara.

Enseguida se le escuchó desde adentro del gabinete que estaba lista. Bueno, veamos – Dije, mientras esta vez abría casi por completo la cortina. Puede darme su opinión – Le pedí al vendedor, que se acercó presuroso a donde estábamos. Usted conoce más de estas cosas.

Virginia se había puesto el conjunto blanco, que era bastante transparente. Gracias a que estaba totalmente depilada, no se le traslucía ni un pelito. De cualquier manera, la bombacha le quedaba algo ajustada, y aunque por detrás no se le metía en el culo, por delante le marcaba totalmente los labios vaginales. El corpiño era otra cosa: le quedaba chico, sobretodo de espaldas, aunque las copas cubrían bastante bien sus tetas.

Es casi perfecto para ella – Dijo el vendedor. A lo cual le respondí que la bombacha le ajustaba demasiado. ¿Ve? – Pregunté, a la vez que metía dos dedos dentro del elástico delantero y se lo estiraba. Apenas se puede estirar de lo apretada que está. Este movimiento hizo que por unos segundos su concha lampiña quedara al aire, y ante nuestra vista.

Al pobre hombre se le fueron los ojos, aunque sólo duró muy poco tiempo. Por otra parte – Seguí mi comentario. El corpiño parece que fuera a estallar en cualquier momento. Eso es cierto – Me dijo. Pero el tamaño de las copas está bien; va a hacer falta agregarle un suplemento atrás, para ajustar el ancho a la espalda.

Salió corriendo a buscar un adaptador. Cuando volvió, le dije a Virginia que se diera vuelta, le desabroché el corpiño y le pedí al vendedor que se lo colocara. Lo hizo, mientras no quitaba la vista del culo de Virginia. La hice dar vuelta, y tomando con mis manos sus pechos le dije que tenía razón, que las copas le cubrían bien. Este movimiento hizo que los pezones de Virginia se pararan, ya que se estaba excitando, a pesar de la vergüenza que sentía. Lo cual no pasó desapercibido a los ojos del vendedor.

Los otros conjuntos son iguales – Dijo el hombre. Así que le voy a conseguir un adaptador para cada conjunto. Y amagó dar media vuelta para salir, pero antes lo paré con otra pregunta. ¿Está seguro que el tamaño de la bombacha está bien?, miré como se le tensa en la cola – Le dije, mientras pasaba mi mano por las nalgas de Virginia, cubiertas por la suave prenda. Sienta usted mismo como se estira – Le pedí.

Ante esto, al pobre hombre no le quedó más remedio que pasar él mismo su mano por la cola de Virginia. No fue un movimiento de compromiso, si no que ya que estaba, la acarició un poco. Virginia estuvo a punto de protestar, pero con una mirada bastó para que no abriera la boca. El vendedor volvió a aseverar que le quedaba muy bien, haciendo hincapié en el muy. Y se fue a buscar lo que faltaba.

Le dije a Virginia que se sacara lo que tenía puesto, y me esperara que volvería con otros conjuntos más sensuales. Y no se te ocurra insinuar la más mínima protesta – Le ordené. Esta experiencia te va a ayudar a soltarte, y ser más provocativa con los hombres. Pegué media vuelta, y me fui tras el vendedor.

Ya tengo los adaptadores – Me dijo cuando nos cruzamos en el camino. ¿La señora querrá elegir otros conjuntos? – Preguntó. Vamos a ver otros conjuntos, pero los voy a elegir yo, con su ayuda – Le respondí. Ella no decide. Por favor, veamos cosas más sensuales, como para ocasiones especiales.

Me llevó a otro mostrador, donde comenzó a sacar conjuntos de encaje; en rojo, negro, e inclusive blancos. Dentro de los talles de ella – Dijo el vendedor. Estos son los que le puedo mostrar. No hay mucha variedad para tallas grandes. Elegí uno rojo de encaje, que apenas tenía dibujo, con lo cual quedaba todo transparente. Otro negro, que se veía mucho más chico, aunque era del mismo talle.

Cuando llegamos al probador, sin decir palabra abrí una parte de la cortina, dejando media expuesta a Virginia, que se encontraba totalmente desnuda. Primero probate este – Le dije, entregándole el conjunto rojo. La dejé vistiéndose, sin volver a cerrar del todo la cortina, para gran regocijo del vendedor, que se quedó bien ubicado para poder ver lo que pasaba dentro.

Ya estoy lista – Dijo Virginia, y al abrir completamente la cortina, la tuvimos delante, metida en su conjunto rojo. Al estirarse en su cuerpo, se hizo aún más transparente, no dejando nada para la imaginación. ¿A usted que le parece? – Pregunté. ¿Cómo le queda?

Cuando pudo hablar, el vendedor aseguró que le quedaba muy bien, ya que era del mismo talle que los anteriores, e inclusive este modelo no iba a necesitar de ajustes en el corpiño. Realmente le queda muy sexi – Dijo, animándose un poco. Aunque es algo transparente, es muy elegante – Concluyó.

Yo estuve de acuerdo en ello, y le dije que por lo transparente no había problema, ya que Virginia iba siempre completamente depilada en la entrepierna, con lo cual no se le transparentaría el vello púbico. ¿Ve lo que le digo? – Pregunté, mientras de un solo movimiento le bajaba la bombacha. No tiene ni un pelo que se pueda ver.

A esta altura, el hombre ya estaba soltándose por completo, y mientras me miraba por si yo decía algo, arrimó una mano a la concha de Virginia, y una vez que se cercioró de mi aprobación implícita, la acarició. Realmente tiene todo muy suave, y no va a tener problema – Dijo, mientras seguía con su mano allí. Virginia estaba que ardía, pero no dijo ni una sola palabra. Estaba pasando una prueba de fuego, en su estado de sumisión.

Los pezones deben ser muy claros, para que no se trasluzcan casi – Dijo el vendedor, con doble intención. Y yo le seguí el juego. Claro que lo son – Le dije. Mire. Y antes de decirlo ya le había levantado el corpiño, dejando los pechos al aire. Esta pareció ser una señal para el vendedor, quien sin pensarlo mucho, pero mirándome, como pidiendo permiso, arrimó su boca a un pecho, y comenzó a succionar el pezón. En seguida empezó a salir leche del otro, y me imagino que el estaba tomando también su ración.

Para que no se desperdiciara, yo me prendí a la otra teta, y entre los dos nos mandamos una rica mamada de los pechos de Virginia. Mientras con una mano, me dediqué a acariciar su conchita, llegando enseguida a su clítoris. Se merecía un premio por lo que estaba aguantando, y se lo di. En pocos minutos había llegado a un orgasmo, que la hizo pegar un grito, pero enseguida se contuvo, ya que se dio cuenta que la podían escuchar.

Cuando acabó, le hice terminar de sacarse el conjunto, y con toda la ropa en la mano, me lo llevé fuera al vendedor. El conjunto negro no se lo había probado, pero ya habría tiempo. Mientras Virginia se vestía, me hicieron los paquetes y pagué toda la compra. Cuando ella salió del probador, ya la esperaba con las bolsas en la mano para irnos. ¡Gracias por todo! – Le dije al vendedor, mientras éste salía corriendo hacia los baños. En el estado que había quedado, supongo que se iba a hacer flor de paja.

De ahí pasamos a un negocio de ropa para damas. Ni muy fino ni tampoco demasiado barato; un término medio. Virginia se había quedado con el conjunto blanco nuevo puesto, debajo del jogging. Nos atendió una chica no muy joven, de algo más de treinta años, con muy lindo cuerpo, pero con cara muy dura, casi masculina. Iba vestida muy elegante, con pantalón de vestir, camisa y un moñito al cuello. Llevaba el cabello muy corto, con una pequeña melena.

Se presentó como Dolores y preguntó en qué podía servirnos. Su voz me excitó mucho, ya que era algo ronca, como a mí me gusta. Estoy buscando algo de ropa sport para ella – Le dije. Que sea elegante y cómoda a la vez. También quiero alguna prenda para vestir bien, pero que sea acorde a su cuerpo.

Para la talla de ella no es tan fácil – Dijo. Pero tendría que verla bien, apreciar qué le puede quedar mejor. Ante este comentario, me dio la impresión que Dolores no sólo quería verla bien, si no algo más. Juntando su voz y sus modales, con el corte de cara y la vestimenta, llegué a la conclusión que a ella le deberían gustar las mujeres, y estaba buscando una excusa para verla a Virginia.

Yo no iba a desaprovechar la ocasión, así que le dije que si había donde cambiarse, Virginia podría sacarse su ropa, para que ella pudiera apreciarla y decidir qué prendas le podrían andar bien. La sonrisa de Dolores me terminó de convencer de sus intenciones. Pasen por aquí – Nos indicó, llevándonos hasta la puerta del probador que estaba más alejada. ¡Quítate la ropa! – Le dijo, o casi le ordenó. Ni siquiera amagó cerrar la puerta, o retirarse ella de la misma. Ahí se quedó mirándola.

Una vez que Virginia se sacó todo menos la ropa interior recién comprada, le pregunté a Dolores qué le parecía el cuerpo de Virginia. Dicho con toda la intención de provocarla. ¡Mmmmm!, hermoso – Respondió. Bueno, primero vamos a lo nuestro, veamos la ropa – Le dije, dejando una puerta abierta para más adelante.

Así pasamos casi una hora, probando todo tipo de ropa sobre Virginia. Terminamos eligiendo un conjunto de jogging para todos los días; dos vestidos comunes (es lo que mejor le sienta); otro de fiesta, muy generoso en el escote; y algunas otras prendas sueltas. Inclusive encontramos un trajecito que le quedaba muy bien.

Cuando terminamos de elegir, le dije a Dolores que nos había atendido muy bien. Te ganaste una buena propina – Agregué. ¿Qué querés que te demos por tu atención esmerada? – Le pregunté, dejándola con los ojos abiertos por la emoción de saber que podía elegir lo que quisiera, pero sobretodo, elegir a Virginia. Me gustaría que la propina me la dé directamente ella – Dijo, mirándome para saber cómo reaccionaba.

Puedes tomar lo que quieras – Le respondí. Pero si te la tomas a ella como propina, yo también quiero darte algo – Le dije, mientras me acariciaba la verga sobre el pantalón; de forma tal que entendiera perfectamente mis intenciones. Yo no estoy acostumbrada a que los hombre me den nada – Dijo Dolores, confirmando lo que había imaginado, respecto a su lesbianismo. Nunca me han dado nada – Concluyó.

Pues si yo no te doy tu parte, tampoco tendrás la propina de Virginia – Le dije, para establecer el trueque. Virginia estaba otra vez sólo con la bombacha y el corpiño, y Dolores se la comía con la mirada. No se animaba a levantar la vista, y se sentía totalmente abochornada; de todas maneras, no se animó a protestar.

Vos decidís – Le dije a Dolores, para empujarla un poco. Nunca me había cogido a una mujer que sólo le gustaran las de su propio sexo y no los hombres. Podía ser una buena experiencia. A regañadientes aceptó, preguntando qué le daría yo. Te voy a dar esto – Le dije, mientras sacaba mi pija fuera del pantalón, completamente erguida. Y por todos los agujeros que se te ocurra.

Me miró medio con cara de mala, medio de asco, pero comenzó a sacarse la ropa. Cual no fue mi sorpresa, al ver que no llevaba corpiño, y que debajo del pantalón, tenía puesto un calzoncillo tipo boxer, de hombre. Cuando se quedó sólo con esta prenda, volvió a mirarme con cara de odio. Esto no le gustaba nada, pero lo hacía por la calentura que se había agarrado con Virginia.

En el interín, yo me había desnudado de la cintura para abajo, y Virginia se había terminado de desnudar. Por suerte el cambiador es muy grande, y entrábamos los tres sin problema. La recostó a Virginia sobre el piso alfombrado, y ella se acomodó a un lado, para empezar a acariciarle y chuparle todo el cuerpo.

Cuando llegó a su concha, estaba tan concentrada, arrodillada a su lado, y con su propio culo parado ante mi vista, que ni se dio cuenta que comencé a acariciarla. Primero lo hice sobre el boxer, para que se fuera acostumbrando, y luego se lo fui bajando lentamente por sus piernas. En algún momento temí encontrarme con alguna sorpresa, pero no, su cuerpo era el de toda una mujer.

Le acaricié las nalgas, y luego apoyé mi verga contra ellas, sobándola un rato. Al principio se resistió un poco, pero enseguida estaba moviendo ella su culo contra mi pija. Comencé a meterla la pija entre las nalgas, de forma que fui arrimando la punta a la entrada de su concha. Mientras, ella ya la había chupado toda a Virginia, gozando de sus pechos, su vientre y finalmente su vagina. Cuando yo estaba listo para penetrarla, Virginia comenzó a gritar, en el medio de un fuerte orgasmo. Así, chiquitina, así – Le decía Dolores. Nunca un hombre te va a hacer gozar como yo.

Pero entonces reaccionó con lo que yo estaba haciendo, y dándose un poco vuelta, me dijo que no la penetrara. Soy virgen – Dijo. Y quiero serlo por siempre. No tengo interés en que un hombre me quite esta condición. Le recordé que teníamos un trato, y yo estaba cumpliendo mi parte. Espero que vos cumplas la tuya – Le dije.

Tenés razón, que me estás brindando todo – Me dijo. Pero yo nunca quise un hombre dentro mío. Si igual lo querés hacer, hacelo con cuidado – Siguió. Por favor. No la dejé pensar dos veces, y le apunté la verga a esa concha que ahora sabía era virgen. Al rozarle los labios, comprobé que estaba totalmente mojada, lo que me dejó tranquilo, porque facilitaría la penetración.

La tomé de las caderas, y de a poco fui introduciendo la cabeza de mi verga. Tal como me lo pidió, lo hice con cuidado; metiendo sólo un poco por vez, y vuelta a sacarla, casi del todo. Con cada movimiento hacia adentro, mi pija entraba un poco más; hasta que quedó trabada con una barrera natural: su himen, que evidentemente estaba intacto. La volví a sacar, y esta vez la metí con un poco más de fuerza. La débil membrana no resistió, y mi verga ingresó hasta la mitad.

Dolores pegó un grito, que creo fue más por la sensación que por el dolor. Seguí con el pone y saca, y cuando me quise acordar, ya tenía toda metida adentro. Ella, mientras tanto, volvió a su actividad con Virginia; besándola nuevamente, hasta llegar a su boca, donde trenzaron sus lenguas en un apretado beso.

Ante su pasividad conmigo, comencé a darle un poco más fuerte, incrementando la velocidad con que la ponía y la sacaba. Luego de un rato, cuando estaba por acabar, pensé en sacársela y echarle mi leche sobre la espalda. Pero no lo hice, quería que su primera vez fuera completa, así que seguí a todo ritmo, hasta que acabé, echándole toda la leche adentro.

Mientras ellas dos se besaban y acariciaban; Dolores le estaba apretando los pezones a Virginia, y esta no tardó en llegar a otro orgasmo. Ahora quiero algo yo – Dijo Dolores, que era la única que no había acabado. Ponete en cuatro patas sobre Virginia, para que te chupe la concha – Le dije. Cuando así lo hizo, yo aproveché para refregarle la pija, manchada de semen, sus flujos y un poco de sangre, por la cara y luego se la metí en la boca. Aquí voy por tu segundo agujero – Le dije. Chupámela bien, guacha.

Su experiencia con una pija en la boca era nula, pero igual logró que se me parara nuevamente. Mientras seguía chupando y lamiendo, los manejos que estaba haciendo Virginia dieron resultado, y Dolores se vino en una tremenda acabada. Al gritar casi me muerde la pija, aunque no llegó a lastimarme. Inclusive, no sé si no lo hizo a propósito, aprovechando la ocasión.

Se la saqué de la boca y le dije que se girara, de forma tal que quedó de nuevo con el culo apuntando a mi lado. Esta vez tuve menos cuidado; estaba enojado por lo que me había hecho, y de todas maneras mi pija estaba bien lubricada. Se la metí de un saque, por la concha, hasta el fondo. Otra vez comencé a darle, pero con más ganas; mientras con una mano le iba lubricando el agujero del culo con mi saliva. Le eché bastante, hasta que pude meterle sin problemas un dedo completo.

No pensaba distenderle el esfínter más, no se lo merecía. Así que en casi un solo movimiento, saqué el dedo de su culo, y lo reemplacé por mi pija, sacándola de la concha. No le di más que dos embestidas, y terminé de encularla por completo. A la segunda, mis bolas chocaron contra sus nalgas.

Pegó un fuerte grito de dolor, y me insultó; pero yo no le hice caso. Comencé a cogerla, tomando cada vez más ritmo, y sólo luego de unos minutos ella se calmó. Por otra parte, Virginia se puso nuevamente bajo ella, y volvió a chuparle el clítoris, alternándolo con lametazos a mi verga, cada vez que la sacaba un poco.

Antes que yo acabara, lo hizo nuevamente Dolores, empujada por las lamidas que le daba Virginia. Por ser mi segundo polvo en unos minutos, no tardé tanto en correrme, y cuando lo hice fue delicioso, porque su orto estaba muy cerrado, y aparte tenía el morbo de saber que estaba desvirgando su tercer agujero en un rato. La saqué, y ahí mismo Virginia se puso a chuparla, hasta dejarla bien limpia, tragándose todo lo que encontró.

Bueno – Le dije. Ya tuviste tu propina completa. Tal vez otro día volvamos a comprar algo más. Nos vestimos, poniéndose Virginia uno de los vestidos nuevos, negro y liso, que le quedaba muy bien, con uno de los conjuntos de ropa interior que habíamos comprado. Le hice poner el negro, que no se había probado antes, y que le quedaba muy ajustado, dejando sus nalgas al aire, y más de la mitad de los pechos también.

Pagamos las compras y fuimos a comprar zapatos a otro local. En el mismo fue la propia Virginia la que eligió vendedor: un joven de no más de veinte años, con bastante facha. Hizo lo posible porque la mirara todo lo que pudiera, levantándose el vestido más de lo necesario, pero el chico solo se limitó a acariciarle un poco las piernas y a quedarse mirando la entrepierna cada vez que ella las separaba.

Antes de irnos, le pidió el número de teléfono, por si tenía algún problema con el pago (no sé qué problema pudiera haber, si había pagado en efectivo), y para mandarle folletería cuando hubiera novedades. Evidentemente lo hizo para sacarle el teléfono.

No se animó a más, pero era evidente que se había sentido atraído. Así se lo dije a Virginia cuando salimos del local, con tres pares de zapatos en sus respectivas bolsas. Te felicito – Le dije. Veo que estás aprendiendo el arte de seducir, y con ese muchacho lo conseguiste sin ayuda. Te darás cuenta que tu cambio de aspecto también rinde sus frutos – Concluí.

Con todos los paquetes a cuestas, volvimos a su casa, antes que se hiciera más tarde. Pasamos a buscar a los chicos, que nos esperaban ansiosos, pensando que les llevaríamos algún regalo. Pero lamentablemente habíamos estado muy ocupados, como para acordarnos de ellos. Sólo pasamos a comprar algo de comida hecha, por una rotisería.

Los chicos se fueron a bañar, primero Nicolás y luego Milagros. Los ayudó su madre, mientras yo ponía la mesa con Maricarmen y preparaba todo para cenar. Virginia me pidió que la ayudara con Milagros, así ella se iba bañando también, así que fui hasta el baño y me las encontré a ambas desnudas. El cuerpito de la nena era algo primoroso, y logró producirme una gran erección. Toda blanquita ella, con la piel suave, casi de un bebé.

Virginia se metió en la ducha y me pidió que la secara y vistiera a Milagros, mientras ella se duchaba. Me la llevé a la pieza y para cuando salimos con la nena lista, Virginia salía del baño, con uno de sus camisones puesto, y una toalla en la cabeza. Vamos a comer – Dijo. Que tanta actividad me dio mucha hambre.

Comimos todos juntos, y mientras yo levantaba las cosas y me ponía a lavar, Virginia fue a acostar a los dos niños menores, previo despedirse de mí, ya que no los volvería a ver (al menos en este viaje), ya que partía al día siguiente. Maricarmen se fue a bañar, un poco enojada porque no la ayudaba, como el día anterior.

Cuando todo estuvo listo, Virginia me pidió que fuera a verla a Maricarmen, para despedirme de ella, porque ya se había acostado, pero con un poco de bronca. La dejé secando y guardando la vajilla, y me fui a la pieza de las niñas. Milagros ya dormía y Maricarmen estaba tirada en su cama, destapada y con el camisón medio subido. Cuando entré, se movió en la cama, para hacerme lugar, y se le terminó de subir más la ropa. No tenía puesta bombacha, y su conchita quedó al aire.

Pensé que te ibas a ir sin saludarme – Me dijo, tratando de poner cara seria. ¿Cómo me iba a ir sin saludar a la más linda de mis sobrinas? – Pregunté, sin esperar respuesta. Aquí estoy, para que nos despidamos hasta la próxima, que espero sea pronto.

Tío – Dijo. ¿No querés que te saque la suciedad de adentro, como ayer? Ante lo cual me quedé pensando, hasta que entendí que lo que quería era jugar con mi pija. Es una buena idea – Le dije. Me bajé pantalón y slip, dejando al aire mi pija, que ya se estaba empinando. Me recosté sobre las almohadas, y le dije que allí la tenía, para que la lavara.

Siguiendo la experiencia del día anterior, comenzó a chuparla, pasando su lengua desde arriba hacia abajo. Se puso de a uno los huevos en su boca, y también los chupó. Mientras ella se dedicaba a mí, yo alcancé su conchita con mi mano, y separándole un poco las piernas, comencé a acariciarla. Primero por fuera, y luego logré tomar su pequeño clítoris entre mis dedos, y ya no lo solté.

Ahora le toca a la cabeza – Dijo, y se metió el glande en la boca. De a poco se lo fue tragando, hasta que llegó a la mitad. Evidentemente no entraba más en su boca, así que con mi mano libre, comencé a moverle la cabeza arriba y abajo, de forma tal que me masturbara con sus labios. Entre tanto, yo seguía acariciando su clítoris, y veía como ella se estremecía ante cada pasada.

Al final, llegamos los dos juntos al orgasmo. Esta vez, llené su boca de semen, ya que no retiré mi pija. Cuando estaba completa, comenzó a caerle la leche por la comisura de sus labios, manchándole la cara. Ella pegó un salto y se estremeció toda, producto del primer orgasmo de su vida. Cuando se calmó, terminó de limpiarme la pija con la lengua, y se recostó en la cama. Que duermas bien – Le deseé. Nos vemos en mi próximo viaje. Y ahí la dejé, medio dormida ya por el cansancio.

Cuando me di vuelta, la encontré a Virginia de pie contra el marco de la puerta. Había estado observando todo. Falta que te despidas de mí – Me dijo. Así que me la llevé a la cama, donde nos pegamos una revolcada de aquellas. Virginia ya no tenía muchos prejuicios, así que me hizo todo lo que quise, y yo a ella, sin que mediara ningún problema. Estuvimos en la cama más de dos horas, durante las cuales ella acabó infinidad de veces, y yo tuve dos orgasmos buenísimos, uno en su culo, y el otro mezclando mi leche con la de sus tetas, mientras se tomaba todo junto.

Terminamos en la ducha, donde le saqué los dos últimos orgasmos, me vestí y me fui para mi hotel. Al día siguiente tenía otra jornada de mucho trabajo, al final de la cual volvía a mi casa en Neuquén.

Nos prometimos repetir el encuentro, y ella quedó en seguir mis enseñanzas, para tratar de seducir inclusive a su marido Ramón. Si no lo logro, seguiré mi vida con él como siempre – Dijo. Pero tendré mi propia vida aparte. También quiero que vayas completando la educación de mis hijas, a medida que pase el tiempo – Me pidió. Con lo que yo estuve de acuerdo.

Pero bueno, tal vez en otro relato les cuente lo que pase en nuestros próximos encuentros con mi cuñadita. Esta vez me fui contento, por el deber cumplido, y porque dejaba una persona que podía ser mi esclava cuando lo quisiera, ya que me adoraba, y para ella no había otro Dios más que yo, quien le había dado su verdadera vida.

Un abrazo,

Billy

Espero sus comentarios en mi mail: billyarg@yahoo.com

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 22:11) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:35) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

pierreleo (16 de January de 2012 a las 04:37) dice: muy bueno las tima que no lo continuaste .saludos


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