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La noche en que todo cambió

Relato enviado por : Anonymous el 18/08/2010. Lecturas: 10312

etiquetas relato La noche en que todo cambió   Intercambios .
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Resumen
Las mujeres podemos cambiar de un día a otro, sin importar nada ni nadie. En especial cuando descubrimos algo que nos hace vibrar de deseo. Nunca imaginé que yo pudiera comportarme así.


Relato
Los antecedentes.

Soy Sonia, madura de 39 años, morena, alta, de cabello corto, busto talla 36B y talla 7 de vestido, de Guanajuato pero viviendo en la Ciudad de México, casi siempre de carácter amable, alegre la mayor parte de las veces, aunque en ocasiones explosiva y fácil de exaltarme, de enojarme seriamente. Visto de manera conservadora, me gusta la cocina, la natación y los viajes, trabajo como editora de una pequeña revista y con frecuencia, caigo en depresiones, durante las que me encierro en mi casa, que pueden durar hasta dos semanas y me ocurren dos o tres veces al año; en esa ocasiones, tomo medicamentos para salir de ese problema.

Estoy casada desde hace diez años con un hombre bueno que me cuida y me protege pero con el que ya no hago el amor desde hace un par de años, así, sin razón, sin saber por qué, sólo dejamos de desearnos, soy fiel a mi esposo, o bueno, lo era hasta hace poco tiempo, hasta que conocí a Marco y a Marina. Ellos tienen una de las revistas más grandes en materia de espectáculos y me invitaron a trabajar ahí porque habían reparado en mi trabajo en la pequeña revista. Yo me negué pues lo que ellos me proponían era, aunque muy bien pagado, una especie de esclavitud en cuanto a horarios interminables, noche y día; en mi revista, salgo a las cinco de la tarde y se acabó y aunque no lo acepté, hice amistad con ellos.

Los hechos.

Son las diez de la noche, en un restaurante elegante en Santa Fe, mi esposo estaba con su cara de cansado y con la expresión bobalicona ante aquella gente del mundo de espectáculo mientras Marco y Marina seguían muy saludadores con todos, muy en su sitio de anfitriones durante un aniversario más de su revista. Yo me sentía muy contenta de haber sido invitada por ellos, además tenía ganas de divertirme, de salir de mi rutina, de hacer algo diferente, por ejemplo, tomarme algunas Margaritas y mi marido estaba mirándome todo el tiempo, ya con la fiesta en su apogeo.

Yo estaba bailando entre algunas parejas en la pequeña pista y mi marido, sentado en un rincón y con cara de sargento. Al pasar al baño, en un intermedio de la música, me encontré a Marina ahí, se miraba al espejo, se retocaba y me dijo "me encanta verte que estés aquí", luego me tomó el rostro, me dio un beso en la mejilla pero me rozó los labios, añadiendo “algunos elegidos subiremos al pent-house y desde luego, tu marido y tú están invitados”. A fuerza, casi a rastras, mi marido aceptó y subimos cerca de las dos de la mañana, el lugar es espectacular, se ve la ciudad y el Castillo de Chapultepec, somos no más de veinte personas.

Cuando me estaba tomando otro Margarita, Marco y Marina llegamos y les aplaudimos, enseguida sonó una música suave, había varias mesas altas de largos manteles en una especie de terraza. Luego, mi esposo y yo nos sentamos y sirvieron bocadillos, entonces se acercó Marco y se sentó a la mesa diciéndole "¡qué linda esposa!" y mi marido sonrió forzadamente, luego hablamos de cualquier cosa pero bajo la mesa, el pie de Marco buscó el mío, me lo tocó y no supe qué hacer, así que mejor me paré al baño.

Ahí me volví a encontrar a Marina, enseguida me miró diciéndome "a Marco y a mí nos tienes encantada; eres tan bonita” y añadió “esta noche va a ser inolvidable, Sonia, ya alguien se encargará de tu marido" y se salió del baño. Naturalmente, yo me quedé helada y salí también, deambulando por la fiesta; a donde miraba, encontraba rostros agradables y cuerpos espectaculares mientras pensaba en lo que Marina me había dicho y a mi pesar, sentí un estremecimiento, de esos que son sexuales desde las entrañas, pensando también en cuánto tiempo llevaba sin hacer el amor y suspiré.

Al ver hacia la terraza, noté que mi esposo estaba con una joven, una güera que parecía modelo y que le hablaba al oído, era muy guapa y no sentí nada de celos, mirándolos desde atrás de una columna. Después, vi que ella le dio un par de besos y él volteaba a todas partes, como buscando a ver si yo lo he visto o no, luego se volvieron a besar, ahora largo y de manera desesperada, luego ella se levantó, era espectacular, con una micro falda negra y caminó hacia mi marido haciéndome la mensa.

Cuando llegué a la mesa, él me dijo "ya estoy muy cansado, mi amor, si quieres tú quédate, no faltará quién te lleve o pides un taxi de sitio, mejor me voy a descansar a la casa pero no quiero arruinarte esta noche, Sonia". Su gesto agrio ahora era amable y enseguida, se fue y vi que la chica lo esperaba en la puerta, pensando “pendejo” y volví a deambular pero pronto llegó Marco y no dijo mucho, sólo me tomó de la mano y ahí mismo, en la terraza, comenzamos a bailar, ya quedaban pocas parejas y bailamos una, dos, tres piezas; aún así, sentí los ojos de la gente pero no me intimidó y sentí rico su mano subiendo y bajando por mi espalda.

Marina nos miraba de reojo mientras conversaba con una pareja de gringos muy guapos, como de Hollywood y con un negro también gringo, que parece levantador de pesas mientras Marco y yo seguíamos bailando y me pegaba a Marco, me le pegaba mucho y no me importaba nada, sólo quería sentir su abrazo y seguir bailando ahí para siempre, me sentía deseable como nunca antes. Pasado un rato, él se separó, me tomó de la mano y me llevó donde estaban Marina y los gringos y me bebí un Margarita más, estaba feliz de que mi marido estuviera lejos, me sentía libre, además estaba caliente y un poquito borracha.

Pasado otro rato, otras parejas se retiraron pero yo quería seguir ahí, ya quedaba muy poca gente y de pronto, Marco me tomó de la mano y me llevó hacia un extremo del lugar, luego cruzamos un corredor a oscuras para entrar a una recámara, donde había una cama redonda y un ventanal muy grande, la vista era espectacular y a lo largo de él, había un pasamanos, una especie de barra para de ahí tomarse. Al momento, él me colocó en el pasamanos y miré la ciudad como si fuera algo distante y ajeno a mí y me sentí bien, relajada por completo solo con los agradables nervios que provocan la calentura. Acto seguido, sentí un beso, los besos de Marco en mi cuello y lo oí decir "Sonia, ¡qué rica estás!", luego sentí sus manos por mi vientre y como me desabotonaba la blusa y como me la quitaba para luego seguir con la falda.

No dejaba de sentir, estaba contenta y hasta feliz de ir sintiendo así el placer, poco a poco, suave, cada vez más intenso mientras contemplaba la ciudad abajo, como si fuera el mar. Atrás de Marco, yo escuchaba algunas voces pero nada me importaba, lo que quería era seguir sintiendo sus manos y oír sus palabras cachondas, eróticas, peladas, diciéndome "¡qué ricas tetas tienes, Sonia!". Él también se había ido desnudando y me pegaba su pene a mis nalgas, haciéndome suspirar "huummmm" y separar las piernas; para entonces, yo ya no tenía brasiere, ni falda, ni blusa, ni moral, ni nada, sólo una cosa, unas ganas inmensas de sentir el pene de Marco y de seguir ahí, como si de un sueño se tratara.

A mi lado se colocó Marina, quien también se tomó de la barra y al otro lado, llegó la gringa, haciendo lo mismo que nosotras, luego mi amiga se pegó mucho a mí y me comenzó a besar el rostro y después, me besaba en la boca; nunca había besado a una mujer y sentí que me gustaba, su aliento era cachondo y su lengua se movía lentamente, buscando la mía, primero con besitos cortos pero muy eróticos, luego con uno más apasionado. Al mismo tiempo, su marido no dejaba de acariciarme los pechos con maestría, no me los estrujaba, sólo me los acariciaba.

De repente, Marina gimió cuando se acercó el gringo por atrás de ella mientras el negro se colocaba atrás de gringa, que ya también se había pegado a mí y pronto se quedó desnuda, sus pechos no eran muy grandes, los míos sí y los de Marina también. Después, Marco me tomó una mano y me la llevó a los pechos de su mujer, quien gimió al instante; ahí, yo le acariciaba sus senos, al tiempo que sentía las manos de él, acariciándome las nalgas y los muslos, nadie llevaba prisa y los hombres se desnudaban pausadamente.

Al momento, miré al negro de reojo, ya se había hincado y le chupaba el sexo a la gringa mientras ella gemía y al ver esa cara de placer, no aguanté más, así que me acerqué a ella y la besé, respondiéndome con pasión y murmurando algunas cosas en inglés. Luego de unos minutos, tampoco aguanté las ganas de pedirle a Marco que me penetrara y lo hice de la manera más pelada que encontré, diciéndole "métemela ya, Marco, méteme tu verga ya, mi amor", al tiempo que abría mis piernas aún más.

De inmediato, él me despojó de mi tanga, luego yo paré las nalgas y me acomodé, de manera que fuera entrándome poco a poco, creo que llevaba uno de esos condones que tienen como piquitos, pues sentía cada milímetro de su miembro entrando en mí, como si fuera un regalo de los dioses y no dejaba de mirar la ciudad. Ahora, ya no acariciaba ni besaba a las chicas, solo me concentré en el placer que sentía y en la ciudad que miraba, me concentré en el pene de Marco, que en cuanto me acabó de entrar todo y me dio unas cuantas embestidas, me provocó mi orgasmo, haciéndome exclamar "hhuuummmm, aay, así, Marco, aggghh, me vengoooo, mi amor", desde luego que me hubiera gustado mucho durar más, mucho más pero me vine de inmediato, ¡cuántos años llevaba sin tener un orgasmo!.

Después de eso, Marcó me sacó su pene y yo protesté diciéndole "noooo, por favor" pero él no me hizo caso, enseguida se quitó de atrás de mí pero su lugar lo ocupó el gringo y no supe qué hacer, estaba a punto de voltearme pero Marina me retuvo con su mano en mi antebrazo, diciéndome "los tres, los tres, Sonia". El gringo fue un poco más rudo, de manos mucho más grandes y me acariciaba los senos y el clítoris con sus dedotes hasta que, en cosa de un minuto, yo ya estaba gimiendo otra vez; mientras tanto, el negro se había colocado atrás de Marina y Marco atrás de la gringa.

En un momento dado, le retiré su mano al gringo de mi clítoris porque temía volver a venirme con solo esa caricia y la verdad es que yo quería más, sí, quería volver a ser penetrada y él lo entendió cuando reculé hacia atrás y abrí más todavía mis piernas, todos lo entendieron pues tanto ellas como ellos parecían estar muy pendientes de mis reacciones. Rápidamente, él se colocó un condón mientras yo ya estaba jadeante y ansiosa; en cuanto sentí su cabeza a la entrada de mi vagina, ya lo quería toda adentro, era mucho más grande que la de Marco, entonces me aferré a la barra y el gringo me embistió con fuerza, moviendo sus caderas y yo hice lo propio, para amoldarme a su ritmo.

Esta segunda vez, mi placer era incontenible y le decía "así, así, así, cógeme, así, agghh", ahora tardé mucho y disfruté cada embestida, inclusive gemía, me movía y me tocaba el clítoris con mi propia mano, sintiéndome como una yegua en celo o algo así. Además, le chupaba los labios a la gringa hasta que al fin, estallé en un segundo orgasmo prolongado, sintiendo espasmos en mi vagina, espasmos de placer que jamás había sentido. Enseguida, el gringo también se salió y yo casi lloré cuando me sacó su pene porque quería disfrutarlo más tiempo adentro, suponiendo que se salió para no venirse y me quedé quieta, no estaba segura de querer lo que imaginaba que venía.

Solo pasaron un par de minutos y ya tenía al negro atrás de mí, entonces me pregunté “¿será verdad lo del tamaño?” mientras las bocas de las mujeres y sus manos jugaban conmigo y la ciudad seguía allá abajo, allá estaría mi marido también con esa güera que él cree que había conquistado, se la estaría tirando pero no como me lo estaban haciendo a mí, claro. Para entonces, ya estaba dispuesta a recibir las caricias del negro sobre mis nalgas, que no se hicieron esperar; por su parte, el gringo ya había penetrando a Marina, que daba pequeños grititos a cada embestida y la gringa se dejaba hacer por Marco, que se la había metido y ella tenía una expresión de virgen en éxtasis, mirando la ciudad y de vez en cuando, me apretaba un pezón con mucho tacto y suavidad.

De pronto, sentí que el negro me tocaba las nalgas con sus tremendas manazas, me las movía y me las abría, es el más rudo y decía algunas palabras en ingles. A continuación, me puso su pene entre un cachete y otro de las nalgas, entonces sentí que esa herramienta no era tan larga pero sí gruesa, muy gruesa y súbitamente, me entró de un tirón y sentí un fuerte dolor, por lo que apreté la barra con los dos dedos. Lentamente, el dolor pronto cedía y se convertía en placer al amoldarme a los movimientos circulares que el individuo hacía dentro de mí.

Al mismo tiempo, Marina estaba cada vez más enloquecida, sus grititos de antes se habían convertido en gritos altos que mucho me contagiaban y me excitaban, gritando "aggghh, cógeme, gringo, cógeme, así, ayyyy". Para entonces, mi placer había vuelto a subir a la cúspide y debía reconocer que empezaba a disfrutar del pene del negro con más intensidad que con los dos anteriores, era más fuerte, no sé cómo pero más rico, más salvaje, más animal. Además, me sentía ensartada, esa era la palabra y me movía a mis anchas, como si quisiera romperle ese pene, como si quisiera desafiarlo.

Pasados unos minutos, a mi lado primero terminó Marina con un éxtasis de película, luego fue la gringa, que no paraba de hablar en inglés y también ellos habían terminado pero el negro seguía embistiéndome. Posteriormente, Marina se sentó exhausta ahí, en la alfombra y desde abajo, miraba como ese pene entraba y salía de mí, dándome el más grande de los placeres, entonces llevó su mano a mi clítoris y me lo acariciaba; por su lado, la gringa seguía de pie, mirando la ciudad y luego, mirándome a mí casi con envidia por el placer que me estaba dando el negro.

Lo cierto es que estaba de nuevo a punto de venirme pero me asusté al sentir como dos dedos del negro se habían metido entre los cachetes de mis nalgas y comenzaban a acariciarme mi parte trasera, a pesar de que yo me dejaba pero con mucho miedo, aunque pronto me acostumbré y volví a concentrarme en sus penetraciones. Así, él acabó por meterme un dedo en mi colita y de esa manera, sentía una cosa nueva en mi vida, algo que me lastimaba pero al mismo tiempo me gustaba y al poco rato, yo me movía de tal manera que quería sentir ese dedo más adentro en mi colita.

También la gringa se había sentado en la alfombra, así que abrí más mis piernas y me estiré aferrada a la barra, entonces el negro comenzó a sacarme su pene y sabía lo que iba a ocurrir, lo sabía pero lo quería, nunca había sentido algo por ahí y sí, paré más las nalgas y pronto, él colocó la cabeza de su miembro en el lugar que buscaba y fue mucho el esfuerzo que debimos hacer, no entraba, no entraba, una y otra vez y me dolía. Al darse cuenta, las chicas hicieron su parte y la gringa se colocó entre mis piernas y Marina me decía "te lo va a meter por atrás porque es lo que tú quieres, Sonia, te va a coger por el culo, ¡qué rico, ayyy!" y al fin, doliéndome, me entró la cabeza.

Inmediatamente, el negro me dijo "yo no mover, tú mover", obviamente le entendí y sabía que sería tarea mía acomodarme y lo fui haciendo hasta que yo sola encontré el placer al ir metiéndomelo un poco más cada vez, saboreando el placer de saberme penetrada por atrás, el placer de ir moviéndome cada vez más rápido, ya sin tanto dolor, el placer de sentir, ¡ayyyy!, al fin, que mi nalgas chocaban con el pubis y el abdomen del negro. Era ese placer de ya no querer parar más y ahora sí, movernos los dos y pedir más y más y no parar de moverme y tomando la cabeza de la gringa para que me chupara el clítoris y sintiendo los dedos de Marina penetrarme en mi dilatada vagina.

De esa manera, los dos dedos de Marina entraban y salían en mi empapado sexo mientras la lengua de la gringa no paraba en mi clítoris y el negro ahora me prodigaba tremendas embestidas y por supuesto, yo gemía “aggggg, me vengo” al sentir el “ayyyyy”, además del semen del negro y sus espasmos, tan dentro de mí, tan en las entrañas, repitiendo “ayyyyy, así, asííííí, me vengo” y veía mi ciudad, era feliz y me sentía la mujjjjjer, ayyyyy, la muujeeer más dichosa, la máááás cogidaaaa, ¡aggghh!.

El final.

Al final, los seis nos acostamos en la cama redonda y minutos después, me vestí, me despedí de todos y un chofer me llevó a mi casa, donde me acosté silenciosamente al lado de mi marido, que fingía roncar. Posteriormente, he aceptado el trabajo en la revista de Marco y de Marina, no sé lo que vaya a ocurrir pero sí sé lo que quiero que ocurra, al menos una noche de esas a la semana o al mes, con eso se conforma mi vida.

Indudablemente “el sexo cambia la vida de una mujer para siempre”.




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Comentarios enviados para este relato
luisiyo (4 de September de 2010 a las 03:18) dice: Otro buen relato, aunque me gustaria saber si realmente eres mujer, si deveras disfrutas la verga por el culo como lo cuentas. gracias

jarod905 (19 de August de 2010 a las 22:52) dice: Hola! rico como la hablas y los escribes guapa. que rico seria tenerte penetrada y darte todo el placer del mundo linda...

katebrown (18 de October de 2022 a las 21:08) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

caranchoss1 (14 de September de 2010 a las 06:17) dice: soy nuevo y no entiendo la historia de si eres hombre o mujer. lo dicen en joda? por que leyendo cualquier relato tuyo salta a la lux que eres hombre.....

caranchoss1 (14 de September de 2010 a las 06:13) dice: buen relato como casi todo los tuyos. tienen buena historia y fundamentalmente una alta carga de erotismo que inevitablemente y en forma natural desemboca en un sexo animal.

camadedu (11 de August de 2012 a las 06:24) dice: hermosoooooooo,te felicitoooooooo,ahora sos una mujer totallllllllll,tenes que disfrutar esta unica vida que nios dieron, geniallllllllllll,felicitacionessssssssssssssssssss


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