Categorias

Relatos Eróticos

Ultimas fotos

Photo
Enviada por narrador

Photo
Enviada por ELCASUAL

Photo
Enviada por rodolfosalinas


 

Mi vecina II (continuación)

Relato enviado por : lujuriosete el 19/07/2008. Lecturas: 8788

etiquetas relato Mi vecina II (continuación) .
Descargar en pdf Descarga el relato en pdf
Resumen
Y ya no paró de gritar. Gritó como una loca y entre grito y grito decía:
-¡No me la saques! ¡Aunque grite no me la saques!



Relato
Hoy me la he cruzado en la escalera. Me ha sonreído y me ha dicho “hola”. Yo me he puesto rojo. He creído percibir un brillo de ironía en su mirada; aunque puede que sólo haya sido fruto de mi imaginación. No paro de obsesionarme con lo que ocurrió ayer, ¿me miró realmente? No, es imposible, no pudo verme, la luz estaba apagada; pero quizá haya descubierto que la espío, quizá lo sabe desde hace tiempo. Si no ¿por qué se masturbó? Está claro, sabía que la estaba espiando y quería provocarme. ¿Pero por qué lo hizo? ¿La atraigo de verdad? No puede ser, soy, por lo menos, diez años menor que ella, además, está buena que te cagas, gordita pero cachonda, podría tener a cualquier tío ¿por qué iba a elegirme a mí? A lo mejor es una guarrilla ninfómana. No, no lo parece, en los tres meses que lleva aquí no he visto entrar a ningún hombre en su casa. ¡Joder, a lo mejor está necesitada y sólo quiere un poco de sexo! ¡SI! ¡Mi gordita cachonda, si quieres sexo yo te lo doy! ¡Joder! ¿Qué hago? Debo hacer algo.
…………
He vuelto a encontrarme con ella. Ha sido en el portal. Venía de hacer la compra y llevaba varias bolsas. Me he ruborizada de nuevo al verla.
-¿Quieres que te ayude? –le he dicho con voz un poco torpe.
-Te lo agradecería, porque el ascensor sigue estropeado ¿no?
-Sí. He visto antes al presidente y me ha dicho que vienen esta tarde a arreglarlo.
-A ver si es verdad, que llevamos así una semana.
-Trae, te cojo las bolsas.
-Vale. ¡No, no, todas no, hombre!
-Tranquila, puedo con ellas.
-¿De verdad no te molesta? Déjame que lleve yo alguna por lo menos.
-No, no, tranquila, puedo con todas.
-Sí, se ve que estás fuerte.
Empezamos a subir las escaleras. Ella iba delante. Llevaba puesto un vestido negro con flores rojas que hacia muy sugerente su figura. Su culo gordito quedaba justo enfrente de mi cara. Lo miré con ansia, nunca lo había tenido tan cerca. Las caderas se meneaban con sensualidad a un lado y a otro. Al doblar las piernas sus nalgas se ceñían al vestido. Empecé a excitarme. Sentí un deseo tremendo de posar mi mano sobre su trasero. Tuve una sensación extraña, me di cuenta de que, si en ese momento no hubiera ido cargado con las bolsas, inconscientemente le habría tocado el culo. .
-¿Cómo te llamas? –me preguntó.
-Luís ¿Y tú?
-María ¿Hace mucho tiempo que vives aquí?
-Dos años, desde que empecé la carrera.
-Ah, eres estudiante ¿Qué estudias?
-Informática.
-¡No me digas! Pues resulta que tengo un problema con el ordenador, creo que tengo un virus. Quizá podrías echarle un vistazo –se me iluminaron los ojos-. Bueno, si no es una molestia para ti.
-Claro que no, lo haré encantado.
-Muchas gracias. Es que yo no me llevo muy bien con estos aparatos.
-Sí, son un poco puñeteros, pero cuando aprendes a manejarlos es fácil. ¿Quieres que lo vea ahora?
-Sí, vale.
Llegamos a su puerta. Sacó las llaves del bolso y abrió.
-Pasa –dijo.
-Tú primero.
-Gracias –sonrió-, eres muy caballeroso.
-¿Dónde dejo las bolsas?
-En la cocina. Por aquí, sígueme.
La seguí por el pasillo. Miré su espalda, los tirantes del sujetador asomaban ligeramente, eran negros, del mismo color que el vestido. Tenía un tono moreno en la piel, como si hubiera estado tomando el sol recientemente. Sentí un cosquilleo en el estómago que me recorrió todo el cuerpo. Llegamos a la cocina. Puse las bolsas en la encimera.
-Muchas gracias –me dijo-, eres muy amable.
-¿Dónde está el ordenador?
-Está en mi habitación, ven.
Entre en su dormitorio. Miré la colcha roja de su cama y pensé en el día anterior. La imaginé tumbada encima, cubierta con una pequeña toalla, masturbándose. Estuve a punto de tener una erección, pero logré contenerme. Dirigí la vista hacia la ventana. Pude ver mi piso, la persiana de mi habitación estaba a media altura, enseguida supe que me había visto. Me puse completamente rojo y traté como pude de disimularlo.
-Mira, aquí está –me señaló un escritorio pequeño sobre el cual había un ordenador portátil-. Cada vez que lo pongo en marcha me sale una ventanita con un mensaje que no entiendo. Además hace cosas muy extrañas.
-Bueno, vamos a ver qué le pasa.
-Vale, te dejo aquí, voy a colocar la compra, si necesitas algo me avisas.
-De acuerdo.
Se fue. Me senté en la silla y encendí el ordenador. No podía concentrarme, estaba inquieto, confuso y excitado. Sabe que la espío –pensé-, y quiere tema; o no, a lo mejor no quiere nada, a lo mejor me lo estoy imaginando yo todo; pero por qué se masturbó entonces. Lo mejor es que no me obsesione, esperaré hasta ver algún indicio claro.
Me olvidé de todo y me concentré en la tarea que estaba haciendo. Efectivamente el ordenador tenía un virus, era necesario formatearlo y grabar de nuevo el sistema operativo.
-María.
-Sí, voy –vino a la habitación-. Dime.
-Hay que formatear el ordenador. ¿Tienes algún documento importante que quieras conservar?
-No, nada importante.
-¿Entonces lo formateo?
-Sí, haz lo que sea.
-Vale, pues voy a mi piso a por unos cds y ahora vuelvo.
-De acuerdo, aquí te espero
Fui hasta mi piso, busqué los cds que necesitaba y, con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo, abrí la mesilla de mi habitación y cogí un par de condones. Volví al piso de ella. Me estaba esperando en la habitación.
-Aquí traigo los cds –dije.
-Bien, muchas gracias. ¡uy, no te he ofrecido nada! ¿Quieres tomar algo? ¿Un refresco? ¿Una cerveza?
-Bueno.
-¿Qué quieres?
-Una cerveza.
-Vale, ahora te la traigo.
Se fue a la cocina y yo, mientras, me puse a la tarea con el ordenador. Al rato volvió con un botellín de cervezas y me lo ofreció. Se sentó en el borde de la cama y cruzó las piernas; su muslo asomó fuera del vestido, le lancé una mirada fugaz, la piel tersa me recordó a la escena del día anterior, volví a sentir el mismo cosquilleo en el estómago. Di un trago largo a la cerveza, estaba nervioso, necesitaba calmarme. Me di la vuelta y me puse a trabajar con el ordenador. Permanecimos un rato en silencio. Sentía su mirada en mi espalda.
-Bueno –dije-, el ordenador se está formateando, va a tardar un rato.
-Vale. Muchísimas gracias, de verdad.
-No hay de qué.
-Lo hago porque me caes bien –añadí haciéndome el simpático.
-¿Te caigo bien? Pero si no me conoces.
-Ya, pero… no sé… eres muy agradable, siempre sonríes y… no sé… me pareces una persona alegre, simpática…
-Muchas gracias. Eres muy amable, Luis. La verdad es que tú también me caes bien, eres un chico muy atento, y además eres guapo.
-Bueno… tú también eres muy guapa.
-¿Lo dices en serio?
-Claro.
-No, no lo dices en serio –me pareció percibir cierto tono de rencor.
-Claro que lo digo en serio, me pareces una mujer muy atractiva.
-¿No crees que estoy gorda?
-¡Nooo! Tienes un cuerpo perfecto.
-No te creo –se puso seria-, sólo dices eso porque quieres llevarme a la cama.
Me puse rojo como un pimiento y me quedé mudo. Me sentía tonto, torpe, como un niño. ¿Por qué me decía eso? “No puedes acobardarte ahora –pensé-, dile algo”.
-Sí –dije-, me gustaría irme a la cama contigo, pero no pienses que soy un niñato salido que busca sexo desesperadamente y está dispuesto a follar con la primera que se le cruce por delante. Quiero irme a la cama contigo porque te deseo, porque eres la mujer más sexy y atractiva que conozco, y porque me tienes loco, eres mi obsesión, no paro de pensar en ti, pienso en ti a todas horas.
Me abalancé sobre ella y la tumbé sobre la cama, trató de resistirse, forcejeamos, me coloqué entre sus piernas, eché abajó sus brazos y los sujeté con fuerza, entonces dejó de oponer resistencia, noté su excitación. Empecé a besarle el cuello, solté sus brazos y le acaricié el pelo, le besé los labios y ella recorrió con sus manos mi espalda. Le bajé los tirantes del vestido y su sujetador quedó al descubierto. Lo desabroché después de varios intentos, se lo quité y lo tiré al suelo. Por fin podía ver sus tetas, eran preciosas: grandes, redonditas, con unos pezones negruzcos, gordos y puntiagudos. Las devoré con ansia, le acaricié los pezones con la lengua, los succioné, los mordí y los retorcí entre las yemas de mis dedos.
Le bajé el vestido hasta los tobillos y se lo quité. Llevaba un tanga negro. Le abrí las piernas y me acerqué. La poya se me puso dura como una piedra; ahí estaba por fin, podía olerlo, la humedad mojaba la tela del tanga, que se estrechaba hasta perderse entre las nalgas, algunos pelillos sobresalían por los bordes. Se lo bajé de un tirón. Su coño peludo quedó al descubierto, lo miré un segundo: los labios húmedos y olorosos de un color marrón grisáceo asomaban entre el vello púbico. Le alcé las piernas y se las abrí para verlo un poco mejor: el pelo, menos abundante debajo de la vagina, se extendía hasta perderse en un pequeño hilo que bordeaba el ano. Su vulva tenía un color rosado por dentro, igual que la pepita hinchada de su clítoris. Su chocho entero rezumaba jugoso como una fruta abierta calentándose al sol. Metí mi cara entre sus muslos y se lo comí. Ella me agarraba la cabeza con sus manos y me apretaba entre sus piernas. Se lo chupé como un loco, se lo lamí entero de arriba abajo, le lamí el clítoris y le metí la lengua en el ano. Ella gimió, gritó y jadeo hasta que su coño chorreó en mi boca. Me gustó su sabor. Enseguida se levantó y me quitó la camiseta. Me besó, me acarició el pecho y me desabrochó los pantalones. Me puse de pie y me los quité. Ella se sentó sobre la cama y empezó a acariciar mi pene por encima del calzoncillo. Yo lo tenía tan duro que me dolía. Me bajó despacio el calzoncillo, mi poya salió hinchada, dura y enrojecida. Acercó su cara a ella, cerró los ojos y la rozó con la nariz y las mejillas. Me dio besitos suaves desde el capullo hasta los testículos, luego sacó la lengua y la lamió despacio desde los güevos hasta la punta, entonces se la metió entera en al boca; yo eché la cabeza hacia atrás y solté un gemido. Sentí el roce suave de su boca sobre mi poya; la mamaba realmente bien. Le agarré la cabeza y acompañe el movimiento.
-Chúpame los güevos, por favor –le dije.
Ella obedeció. Me lamió los güevos y dejó mi escroto empapado de saliva. Siguió mamándome la poya. La hice que se pusiera de rodillas sobre la cama. Deslicé mi mano sobre su espalda hasta alcanzar sus nalgas, las agarré fuerte y les di cachetes, luego me llevé el dedo a la boca, lo mojé y se lo metí en el culo. Noté que le gustó, porque empezó a chupármela más deprisa. De repente paró, se tumbó hacia atrás y me dijo:
-¡Fóllame!
Yo cogí uno de los condones que había traído, pero ella me dijo.
-¡No! ¡Fóllame a pelo!
Me coloqué encima de ella y la penetré. Gemía sin parar, “¡sí! ¡sí! ¡fóllame! ¡fóllame!” decía entre jadeos. Estuve follándola un rato, luego me hizo parar, se dio la vuelta se puso a cuatro patas y dijo:
-Dame por culo como a una perra.
Yo le agarré las nalgas, se las abrí, le mojé bien el ano de saliva y me puse de pie de modo que su culo quedó entre mis piernas, flexione las rodillas, coloqué mi poya enfrente de su ano y empujé hasta meterla entera en su recto. Cuando hubo entrado del todo dio un grito:
-¡AAAAHHHHRRRRGGGGG!
Y ya no paró de gritar. Gritó como una loca y entre grito y grito decía:
-¡No me la saques! ¡Aunque grite no me la saques!
Y así estuve follándola hasta que no pude más y me corrí dentro de su culo.

Continuará.


Otros relatos eroticos Vecinas

Mi vecina me pidió que cuidara a su hija, y esta me obligó a que la fornicara con amenazas y chantaje
Relato erótico enviado por Recaredo Rey el 07 de March de 2012 a las 23:03:06 - Relato porno leído 239087 veces
Esta es mi historia de cuando mi vecino me violo cuando tenia 12 años un dia que se habia ido mi madre y ahi empieza todo mi infierno
Relato erótico enviado por ADMIN el 01 de August de 2004 a las 10:36:24 - Relato porno leído 166184 veces
Y el no perdió ni un segundo de el momento, me dijo con mucha morbosidad ¡Ahora puta súbete la falda y retráncate en la pared! Yo con rabia fui subiendo lentamente la falda de mi vestido hasta mi cintura, el se alejo unos metros deleitándose con mis piernas, yo vi clarito como su verga creció dentro su pantalón, tomo una cama fotográfica sacándome varias fotos en esa pose tan humillante para mí.
Relato erótico enviado por Anonymous el 11 de September de 2009 a las 23:52:41 - Relato porno leído 158726 veces
Lucia es una mujer casada, pero aun joven de unos 34 años senos grandes y un culo generoso además que tenia un rostro muy bello, pero lucia aunque tenia esposo y tres hijos que le hacia parecer una dama, a ella le encantaba follar a menores entre 13...
Relato erótico enviado por sexolito el 10 de April de 2005 a las 00:02:30 - Relato porno leído 154677 veces

mis ardientes vecinas

Categoria: Vecinas
Ver a aquella jovencitas me excitaba hasta que logre lo que queria.
Relato erótico enviado por Anonymous el 16 de November de 2008 a las 22:27:10 - Relato porno leído 59900 veces
Si te ha gustado Mi vecina II (continuación) vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar Mi vecina II (continuación). lujuriosete te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:25) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


Registrate y se el primero en realizar un comentario sobre el relato Mi vecina II (continuación).
Vota el relato el relato "Mi vecina II (continuación)" o agrégalo a tus favoritos
Votos del Relato

Puntuación Promedio: 4
votos: 4

No puedes votar porque no estás registrado