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A mi sobrina le encanta cabalgar la reata ( CON fotos)

Cangreburguito Relato enviado por : Cangreburguito el 17/09/2014. Lecturas: 12892

etiquetas relato A mi sobrina le encanta cabalgar la reata ( CON fotos)   Voyeur .
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Resumen
Vi a mi sobrina coger con un wey que ni siquiera era su novio. Hace meses ocurrió esto y el verlo me excitó tanto que quise cogerme a una jovencita, por lo que meses más tarde contraté a una sexoservidora que se parecía a ella.


Relato
Ya antes he hablado de una de mis sobrinas quien encontró su vocación (quizás sin que ella misma aún lo asuma) en una actividad que le rinde excelentes ingresos económicos y harta satisfacción: el placer de ser sexoservidora. Pero esta vez pienso escribir sobre mi otra sobrina, su hermana, quien es cuatro años más chica.

Jazmín es la hija más pequeña de mi hermano y ella sí que es todo un desmadre. A diferencia de su hermana, aún no obtiene ingresos propios y pierde el tiempo desperdiciando su juventud; ni estudia ni trabaja. Supuestamente asiste a la prepa pero la verdad se la pasa faltando a clases y yendo a conciertos con su novio Martín, quien tiene facha de ser todo un vago sin oficio ni beneficio, pues sus apariencias así lo delatan. Siempre anda con pantalones sucios y camisetas mugrientas y desgastadas; se la pasa en conciertos, fiestas, toquines y (yo creo) fumando mota (por como huele).

En fin, el incidente que estoy a punto de narrar ocurrió hace unos meses (antes de mi encuentro íntimo con mi otra sobrina). Dado que mi hermano nunca fue lo suficientemente responsable como para proveer a sus hijas de un hogar propio, ellas (y él) viven en casa de mi madre.

La chiquilla se ha desbocado desde que sus padres se divorciaron; de muy pequeña siempre fue del cuadro de honor y recibió reconocimientos y becas, lamentablemente tras la separación de sus padres todo cambió. La mayor parte del día se la pasa en la calle y engaña a sus papás al decirles que va a clases, cuando en realidad se la pasa con amigos o con su novio; yo creo que este año escolar la truenan (y no del himen, que ese ya se lo tronaron hace un par de años).

Yo ya estaba harto de tal farsa, pues Jazmín, incluso, le sacaba dinero a su abuela, mi madre, supuestamente para útiles escolares aunque en realidad se lo gastaba en otra cosa (pura hierba de la verde), así que ideé un pequeño plan. Como sabía que, como en otras ocasiones, la chiquilla llevaría a su novio a la casa con el pretexto de realizar algún trabajo escolar, decidí colocar una cámara escondida en su habitación, donde seguramente se encerraría con él. La idea era grabar como se fajaba con el chico y después mostrárselo tanto a mi madre como a mi hermano para que éste dejara de mostrarse tan indolente e irresponsable y así se viera obligado a hacer algo al respecto.

Bien, pues dado a que Jazmín aún guarda muchos muñecos de peluche en su habitación, se me ocurrió esconder la cámara entre un montón de ellos.

Poco más tarde yo me fui a trabajar, mi madre se fue al mandado y el inútil de mi hermano, como era habitual, permaneció tiradote en el sillón viendo televisión, sin preocuparse por su hijita o por lo que hiciera en su habitación.

Cuando regresé por la noche, aproveché que Jazmín había salido a un concierto para entrar a su cuarto y recoger así la cámara.

Fui a mi habitación y ahí, en privado, comencé a checar lo que el aparato había capturado. En efecto, mis suposiciones habían sido ciertas y mi sobrinita había llevado un chico a su cuarto, sin embargo, no se trataba de Martín, su novio.

Aquel chico que había llevado (según me pude enterar por la conversación que sostuvieron) era un amigo de Martín quien le había ganado una apuesta. Según entendí, su premio consistía en poder
metérsela a la novia de su amigo (o sea a Jazmín) unas cuantas veces, nada más.

Fue así que la muy zorra de mi sobrina, obedeciendo al pendejo de su novio, se dejó usar por aquel otro chico. Después de encerrarse en la habitación, y sin importarle que el vago de su padre estuviera descansando a un par de metros en la sala, Jazmín se recostó sobre su cama, se desabrochó cinturón y pantalón subiéndose éste sólo lo suficiente para dejar su culo al aire.

Él chico, trepándose también en la cama, se colocó frente a ella y apartó la pequeña tanga que ella vestía para lamer la delicada pucha de la muchacha. Le dio varias lamidas antes de voltearla y dejar a Jazmín en posición de perrito atropellado con el culito bien parado.

—Prométeme que no le contarás a nadie de esto, mucho menos en la escuela –le dijo¬ mi sobrina al chico y éste hizo un ademán de asentimiento.

Tras hundir su cara en ese pequeño culito, entre aquellas chiquillas pero bien delineadas nalgas (para dejar bien lubricada la entrada) le dio la primera ensartada a mi joven sobrina. El chico tenía una vergota larga, aún así, a mi sobrinita no pareció importarle aquel tamaño, por lo menos en principio.
Se supo tragar (vaginalmente) aquella longaniza de un solo bocado.

El muchacho arremetió sólo un poco, casi no hizo mete y saque, desenfundó su pedazo de carne nuevamente para pasearla desde la línea formada por la hendidura de las nalgas de Jazmín hasta su delicada raja. De arriba abajo y de abajo a arriba resbaló aquel instrumento. Después dio pequeños y pícaros golpecitos con la punta de su miembro sobre la pucha de mi sobrina hasta que ella se hartó pues, con voz imperativa, le exigió:

—¡Ya, métemelo rápido que va a llegar mi abuela!

El cabrón chico, en respuesta a la exigencia, le dejó ir de un solo empujón toda su hombría, sin delicadeza, haciéndosela sentir hasta el fondo. Esta vez en la cara de Jazmín pudo notarse una expresión que reflejaba su sentir al ser atravesada por un falo tan largo (ya decía yo que aquel bastón era demasiado para una plebita como ella).

Sin embargo, aquel báculo de carne se hundió unas cuantas veces más de igual manera; de un solo empellón entraba tremenda mandarria (no cabe duda, aquel chico sí que supo desquitar dicha apuesta con aquella verga de burro que tenía). En cada arremetida la cabeza de Jazmín corría el riesgo de estrellarse con la cabecera de la cama (tan fuerte eran los empellones).

—Bueno ya estuvo bien. —por fin exclamó mi sobrina.

Supongo que las metidas estaban contadas, pues acabado un número determinado de ellas mi sobrina ya se disponía a ajustarse el pantalón de nuevo. El chico le chilló pidiéndole que le dejara chupar el culo y dado su ruego ella accedió.

—Bueno, está bien pero date prisa que ya mero llega mi abuela.

Se arremangó el pantalón hasta las rodillas y se abrió de piernas para él.

El chico, tras colocarse a gatas frente a ella, enroscó su lengua en taquito y la introdujo en el pequeño orificio del escape cloacal de mi sobrina.

La niña hizo muecas chistosas tras aquella intrusión lingual. Era obvio que le gustaba y que, además, encendía sus fuegos uterinos.

—¡Qué rico... ay, siento que me voy a cagar! ¡Ayayay... párale, párale o te juro que se me escapa un pedo!—expresó ella.

El chico dejó de darle lengua sólo para introducir, esta vez, uno de sus dedos; previamente lubricado con su saliva.

—¡Qué rico culo tienes! Está bien apretadito. Seguro que el pendejo de Martín ni siquiera te lo ha desflorado, ¿verdad? —le dijo él.

Luego introdujo tres dedos en su vagina.

—Y la pucha la tienes bien mojadita, se nota que estás bien ansiosa. Quién te viera en la escuela tan modosita que pareces, jajaja. Anda déjame terminar de culearte.

—Mmmm... bueno va, nomás no le vayas a contar a Martín que te permití hacerme todo el numerito, ¿ok? Y mucho menos vayas a pregonarlo en la escuela, no quiero que me vean como puta («ja, ja, como si no fuera cierto» —pensé.).

El chico ya había tomado posición y estaba a punto de clavársela por el recto cuando ella protestó.

—¡No! Eso sí no, por ahí no, que se lo estoy reservando a Martín, es para su cumpleaños. Además tú la tienes muy larga.

—¿Más larga que la de él? —preguntó malicioso el muchacho.

—Ay, tú ya sabes, no te hagas —le contestó con una sonrisa ella.

Al final quedaron: él recostado y ella sobre él. Jazmín se la clavó por propia mano y lo comenzó a cabalgar cual jinete, una verdadera gaucha innata, se podría decir de sólo verla. Y de sólo verla se antojaba ser cogido por una mujer que se moviera así de bien. Ella sí que sabe mover su pelvis, su cintura, su culo, en fin todo su cuerpecito; el vaivén se veía increíble, además era alternado por movimientos oscilatorios muy ricos de vez en cuando.

Total que, en uno de aquellos vaivenes propios de la cópula, pude ver como el chico se contraía de los huevos mientras que tensaba ambas piernas. Mi sobrina se despegó de él de un salto. El muy cabrón se le había venido sin decirle: “agua va”. La chiquilla apenas pudo evitar verse completamente bañada en su interior por el semen de aquel hijo de puta, puesto que claro, no habían usado preservativo. Ella se molestó evidentemente y él se justificó escudándose en la cachondez de sus meneos que le hicieron venirse pronto.

Mientras ambos discutían se alcanzó a oír, desde fuera de la habitación, la voz de mi madre quien avisaba que ya había llegado del mercado. En chinga ambos adolescentes se vistieron y salieron apurados del lugar. Ahí terminó todo.

Al terminar de ver la grabación decidí no mostrarla a nadie más, ese sería mi secreto, pues aquello me había prendido cachondamente (de hecho eso fue lo que más adelante me animó a buscar a una sexoservidora de tipo jovencita) y, quizás, más tarde de seguro que podré agarrar a mi sobrina en otras de sus movidas.



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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:30) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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