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FUERA DE CONTROL (1 de 3)

Relato enviado por : Universitaria el 07/02/2011. Lecturas: 6099

etiquetas relato FUERA DE CONTROL (1 de 3)   Voyeur .
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Resumen
A veces se nos escapan nuestros anhelos más profundos en una conversación intrascendente presidida por risas y bromas. Pero… ¿y si nos atrevemos a materializarlo? Primera parte...


Relato
Extracto del diario de Clara.
Querido diario:
No me lo podía creer. Aún estoy con la boca abierta ante el comentario de Vicky. Ya conocemos a Vicky. Su tema preferido para cualquier conversación es sexo, sexo, sexo… Es una gran amiga. La quiero mucho y siempre he disfrutado con sus comentarios liberales entorno al sexo. Claro, entre los amigos y amigas. ¡Cualquiera dice eso delante de según quienes! A ver… Estoy acostumbrada a sus bromas, a sus insinuaciones divertidas y a un sí pero no… Pareciera que quisiera que nos quisiera decir algo a Pablo y a mí… Bueno, sobre todo, a mí… A veces… ¡Es una locura! Jajaja.. Pero… Creo que me come con la mirada. ¿Podría ser?
Pues te cuento, queridísima “yo” del futuro aunque, la verdad, no creo que en la vida se te olvide el comentarito… Estábamos en nuestra cafetería de siempre tomándonos un café nuestras parejas, ella un batido de chocolate, como siempre, y yo mi leche manchada. Una conversación agradable y divertida sobre la última película que acabábamos de ver, casualmente, los cuatro.
No sé cómo. Es un raro poder que tiene ella. Se deriva la conversación hacia el sexo. Claro está. Es un tema recurrente que, a cualquiera, interesa. Charlábamos y bromeábamos sobre nuestras fantasías incumplidas. Vicky y Andrés, como siempre, dicen que todas sus fantasías están cumplidas. No los creemos, nunca. Y si todas las fantasías están cumplidas, ¡qué aburrido! ¿no?
El tema volvió a degenerar y los chicos, cansinos ellos, volvieron a bromear sobre la posibilidad de hacer un trío. ¿Realidad o chulería? Siempre me he preguntado lo mismo, ¿lo preguntan de verdad o todo son bromas y más bromas? No lo sé. Mejor no pregunto. No vaya a ser que vaya a ser verdad y no pueda escaquearme, pero… ¿quiero evitarlo? No lo sé. Los chicos siempre proponen un trío “mhm”, pero… ¿y si queremos uno hmh? ¡Hombres! No hay quienes les entiendan… Pues bien, entre bromas aquí y bromas allí, Vicky soltó una frase que, a Andrés y a mí, nos dejó boquiabiertos: “Pues yo cogía a Clara, le vendaba los ojos y la ataba a una silla”. Su cara estaba embargada por la lujuria mientras se mordía el labio inferior anhelando que aquello ocurriera. Los colores, ipso facto, se adueñaron de mi blanca cara. Creo que no hubo poro de mi piel que no estuviera impregnado por un color rojizo. ¡Por dios! ¿Había oído bien? ¿Era cierto?
Andrés, un hombre serio y distante, advirtió la situación y reprendió a su novia de forma cariñosa. Yo miré a mi novio, que miraba divertido, la agitación que sentía ante tal comentario…
[...]



Extracto del diario de Vicky.
Querido diario:
[...]
¡Cómo he podido decirle eso a Clara! Tengo un problema. Tenemos un problema, mejor dicho. No es que me arrepienta. Bueno sí. No. Andrés me ha dicho que me he pasado. La pobre Clara, tan dulce e inocente, se ha ruborizado por completo. ¡Ni un chico le habrá dicho eso! ¿Y si no le va la dominación y la he asustado?
¿Y Pablo? ¡Qué pensará de mí! Creerá que me quiero comer viva a su novia… Aunque sé que él es más liberal que ella o, al menos, eso parece. La he fastidiado. ¿Y si Clara ya no quiere quedar más conmigo?, ¿y si ya no quiere seguir siendo mi amiga?
Andrés me lo ha advertido. He sido demasiado explícita. Pero, ¡lo hice sin pensar! Parecía que me iba a levantar y atarla allí mismo. No sé cómo la pobre chiquilla no se ha ido de allí corriendo o se ha aferrado a Pablo pidiéndole que la defendiera de mí.
Bueno, Pablo le explicará que no es para tanto… Él parece más liberal. Sí. Eso pasará. Pablo es de ciudad, con otra mentalidad. Sin embargo, es que ella es tan dulce, tan cándida… Me da miedo haberla asustado… Nadie sabe que soy bisexual. Sólo Andrés. Lo he llevado en secreto tantos años… ¿qué pensará de mí, Clara?
[…]



Habían pasado ya dos años desde este desafortunado comentario de Vicky y su amistad con Clara no había sufrido el menor daño. A veces, cuando tomaba café con Clara, Vicky se preguntaba si ella no oyó lo que le comentó ese día o, si se lo tomó, como el resto de la conversación, como una broma. “¿Sería posible? ¿Cómo alguien podría tomarse un comentario así como una broma?” reflexionaba angustiada ante la posibilidad de que su secreto se hubiese visto expuesto por ese desliz. Nada había cambiado en la amistad de Vicky y Clara.
Vicky era una mujer un par de años más mayor que su amiga Clara. Se trataba de una mujer vitalista que siempre buscaba el lado positivo de las situaciones más desastrosas. Con sus problemas, como todos.
Conoció a Clara algunos años después de comenzar su relación amorosa con Andrés, un hombre complicado y cuyo semblante serio imponía a cualquier persona que se le pudiera acercar. Vicky encontró al hombre tierno y fogoso que existía en él. Por medio de su relación, Vicky conoció al grupo de amigos de Andrés y a sus respectivas novias. Cuando Clara y Pablo iniciaron su relación, se formó un gran revuelo en el grupo. Todos tenían a Pablo por un lobo solitario que jamás se había interesado por ninguna mujer en especial.
Pablo era un hombre mucho más mayor que Clara y Vicky. Pasaba la treintena y su personalidad era muy reservada. Divertido y jovial, era muy reservado y escrupuloso con sus apariciones públicas. Todos le tenían un gran cariño a Pablo, pese a no alternar diariamente con él. Vicky y él pronto conectaron.
El grupo de amigos y amigas crecía sin cesar con la aportación de nuevas parejas por parte de los chicos. Vicky iba conociendo a diferentes novias de cada uno de sus integrantes. Con Clara se formó un gran revuelo. Era tan reservada como Pablo y jamás los vieron juntos por la diferencia de edad. Todos conocían a Clara de algo. Unos de amistades compartidas, otros de ser amigo de algún familiar y otros habían compartido mesa con ella en algún momento en el instituto.
Con la llegada de Clara al grupo, el sector femenino estaba cerrado. Todos tenían pareja y, salvo que alguno rompiera con su novia, esa sería la configuración definitiva.
Con el paso del tiempo, la amistad entre Vicky y Clara se fue fortaleciendo y ambas disfrutaban de la misma, con o sin la compañía de sus parejas. Sin embargo, todo cambió cuando a Andrés le hicieron una oferta de trabajo irrechazable en Salamanca.
Hace un año que Vicky y Andrés se trasladaron a Salamanca de forma permanente e irreversible. Si bien la amistad entre las chicas sigue siendo de plena confianza y cariño, los lazos en la distancia se disipan y cada vez hablaban menos. En los últimos meses, ninguna de las dos se había llamado. No estaban enfadadas ni molestas. Pero la relación se comenzaba a resquebrajarse.
En numerosas ocasiones, se encontraban y conversaban vía Internet. Las charlas sobre sus sueños, anhelos e ilusiones eran legendarias. Se llevaban horas hablando para compensar la cantidad de llamadas que se habían dejado de hacer. No obstante, la distancia era enorme. En una de esas conversaciones ocasionales, ambas iban con una idea prefijada: esta situación no podía durar por más tiempo. Querían y debían verse. Eran grandes amigas y la distancia no las alejaría. Se negaban a ello.
- Clara, esto no puede ser –escribió Vicky en la pantalla del msn.
- Lo sé, Vicky. Esto hay que arreglarlo. Tengo muchas cosas que contarte… Pero no son para contártelas por msn o teléfono. Se me apetece tomarme un café tranquilamente contigo… Vale, tú un batido… Que sé que no te gusta –tecleaba Clara con Pablo a pocos metros viendo la televisión.
- ¿Y si os venís Pablo y tú unos días a Salamanca? Por supuesto, os quedaríais en nuestra casa. Seguro que Andrés está encantado. Así me haríais compañía –preguntó Vicky de forma natural.
- No sé, Vicky. No sé si nos darán vacaciones a los dos –dudó Clara, pero con evidente alegría con la proposición de su amiga.
- Háblalo con él a ver qué te dice, mujer… -insistió Vicky.
En su nueva residencia, Vicky era muy feliz junto con su ya marido. Sin embargo, añoraba las tardes de tertulias con Clara y el resto de amigas. Andrés seguro que estaba de acuerdo. Le había comentado en más de una ocasión a Vicky que invitara a casa a alguna de sus amigas, que la observaba muy abatida en los dos últimos meses. Vicky, entre todas, quería reencontrarse con Clara. No sabía el porqué. Algo en el interior de Vicky deseaba tener cerca de Clara, pero no sabía interpretar ese deseo, ese anhelo.

Tres semanas después a esta conversación entre Clara y Vicky, todo estaba arreglado. La estancia sería de una semana en casa de Vicky y Andrés. Un vuelo de Málaga-Salamanca con transbordo en Madrid. Pablo no estaba muy convencido con eso del trasbordo. Prefería los vuelos directos. Clara había insistido en cogerlo desde Málaga, en lugar de Sevilla, como él hubiese querido. Odiaba estar un par de horas esperando a que el vuelo desde Madrid saliera. Le hastiaba esperar en una terminal sin poder hacer nada. Prefería las cosas directas, incluso le había planteado la opción de ir con el coche como si fuera una aventura, pero Clara, fiel a su cabezonería, deseaba montar en avión. Pablo ya había montado en un par de ocasiones, pero Clara no. Tan impaciente y tan testaruda como siempre, quería probarlo todo junto. Vuelo, estancia con su amiga y ver la nieve. Todo junto. “Dichosa cabezota” pensaba para sí mismo Pablo mientras miraba con ternura a su novia.
Algunas horas después, se montaron en el avión y aterrizaron en Salamanca. La sonrisa de Clara era pura y brillante. Pablo se alegraba por ella, más que por él mismo. Siempre era Clara la dedicada a mantener las amistades. Era una romántica empedernida de la amistad de cuento de hada. El problema es que esa clase de amistad no existía por mucho que la buscara. Pablo lo sabía y, pese a gozar con la alegría de aquella sonrisa pira y limpia, estaba preocupado por los próximos días.
Bajaron del avión y se dirigieron a recoger sus maletas. Clara se había intentado traerse medio armario. Pablo, por supuesto, no se lo había permitido. Después le tocaría a él cargar las maletas porque ella aduciría cansancio o cualquier otra excusa. Al final, los dos iban cada uno con una maleta que portaba cada uno, directos a la salida para encontrarse con una radiante Vicky.
- ¡Claraaaaa! ¡Pablooo! –exclamó Vicky alzando la voz en medio del aeropuerto y agitando la mano con ansiedad.
- ¿Vicky? –se preguntó Clara confundida y mirando de un lado a otro con inquietud.
- Clara, mira. Allí está Vicky… - le informó Pablo, consciente de que Clara estaba impaciente por ver a su amiga, mientras la tomaba con una mano por la cintura para acercarse a su oído y con la otra le señalaba la ubicación de Vicky. “¡Por dios! Parecía una cría, pero me encanta verla tan feliz” pensaba Pablo divertido con el nerviosismo de su novia.
Clara, por fin, la divisó. Allí estaba su amiga Vicky. Vestía un vestido de punto de color lila que le llegaba hasta la mitad del muslo junto con unas botas de color negro con algo de tacón que casi le ocupaba hasta la rodilla. Clara sonrió. De vez en cuando le daba por arreglarse y maquillarse. Vicky era una predilecta de las faldas y minifaldas, mientras que Clara era una firme defensora de los pantalones vaqueros. Como no podría ser de otra manera, Clara iba con ropa cómoda: unos vaqueros ajustados y un jersey de cuello vuelto junto con unos deportes por todo calzado. La altura entre las dos amigas se notaba. Clara odió que llevara unos tacones tan altos y que la hiciera parecer tan bajita. Vicky radiante y ella con ropa cómoda. “Eso se avisa, ¡mala!” pensó con rabia Clara.
A pesar de ese pensamiento tendencioso, Clara no tardó más de unos segundos en abandonar su maleta y salir corriendo a darle un abrazo a su amiga. La había añorado mucho. Nada había sido igual sin ella. Sin darse cuenta, ella se convirtió en una gran amiga.
Vicky también se mostraba feliz de volverla a ver con Pablo. Éste atento a las chicas se quedó en un segundo plano. Ya saludaría a Vicky después. A veces, había hablado con ella y con Andrés y sabía que Vicky se encontraba triste por encontrarse lejos de su familia y amigos. No obstante, el trabajo era el trabajo.
Mientras Clara abrazaba a su amiga, Vicky pensaba si ella recordaría aquel desliz. “No” se dijo a sí misma. Habían pasado años desde aquello y si lo recordara no la abrazaría con esa pasión. Se moría de ganas de preguntarle si le hubiese gustado. “¡Cómo no le va a importar que la ates a una silla y hagas con ella lo que quieras!” pensó Vicky con pesadumbre. “¿Qué pensaría Pablo? ¿Querría? Sí. Seguro que sí. Andrés y él siempre bromeaban sobre tríos…” aseveraba en su interior mientras agarraba con fuerzas a su amiga transmitiéndole su alegría y añoranza por haberla perdido durante esos meses. Sin embargo, Vicky se encontraba inquieta. ¿Por qué sería? ¿El vestido nuevo?
Después de liberarse del fuerte abrazo de Clara, Vicky saludó con dos besos y un abrazo a su amigo Pablo, después de todo, también eran amigos. Vio en Clara una expresión rara. Conociéndola, seguro que ya se había puesto celosa. “¡Es increíble!” exclamó Vicky para sí sonriendo.
Pronto, salieron del aeropuerto y pusieron a su casa situada a las afueras de la ciudad. En realidad, vivían en una urbanización cercana a la capital salmantina. La vida allí era muy tranquila, pero también muy aburrida. Para cualquier gestión o compra tenía que usar el coche para desplazarse a Salamanca capital. Si bien le encantaba conducir, resultaba muy pesado hacerlo diariamente. Sin embargo, en aquella ocasión, se alegraba. Vicky consideraba que de esa forma estarían más tranquilos los cuatro.
Los primeros días de su estancia en la casa de Vicky y Andrés, todo fueron atenciones hacia ellos y salidas dirigidas a visitar los monumentos y lugares emblemáticos de Salamanca, además de los lugares de moda.




Día 4
Extracto del diario de Clara
Querido diario:
Hace cuatro días que estamos compartiendo estas mini-vacaciones que nos hemos tomado Pablo y yo para estar con Andrés y Vicky. Nos están sentando de maravilla. Vicky y yo nos llevamos todo el día juntas mientras Pablo se dedica a dibujar y publicar, que eso es lo suyo. Tiene que publicar en breve un nuevo libro de ilustraciones y, aunque aceptó venir conmigo, el trabajo es lo primero.
Vicky y yo somos más “urbanitas” y preferimos acercarnos todos los días a Salamanca para visitar todos los monumentos artísticos y, por supuesto, ir de tiendas. ¡Me está reformando medio armario! Como no pare, la tarjeta me echará humo… Se empeña en que me compre minifaldas y vestidos de vértigos para Pablo… ¡Como si Pablo los necesitara para comerme a besos! Unos pantalones también me pueden hacer ver tan apetecible como una minifalda, pero bueno… Estaban rebajadas y conjuntaban con algunas de mis blusas. Eso tampoco era un problema, puesto que me ha hecho comprar faldas, blusas y tacones. Además, estuvimos viendo vestidos y me compré uno gris perla con vuelo. La verdad es que me quedaba estupendo. Me lo regaló directamente. La excusa: tenía que lucir mi cuerpo.
Todo parece normal hasta aquí, pero Vicky está muy rara, la verdad. Esta mañana, cuando estábamos comprando en “El Corte Inglés”, fuimos a los probadores. Cada una de nosotras tenía un montón de ropa entre sus manos. ¡Casi nos echan por la cantidad!
Sinceramente, yo esperaba que cada una fuera a un probador. Nunca he estado de acuerdo con esa costumbre que tienen algunas mujeres de ir juntas a todos sitios. Creí que, en este caso, y, teniendo en cuenta que las dos llevábamos sendas prendas en nuestras manos, cada una iría a un probador y se saldría para enseñárselo a la otra. Realmente, parecerá infantil, pero estaba deseando de hacerlo estilo a las películas americanas. Sin embargo, cuando entré al probador me encontré con la sorpresa de que Vicky me acompañaba. Hoy, definitivamente, estaba rara. Estaba como aquel día en aquella cafetería hace unos años. Pablo no le dio importancia al comentario, pero yo sé lo que oí. Me quería “violetear”. Hoy tenía esa misma mirada hambrienta.
Definitivamente, necesitaba un polvo. Pablo y yo habíamos estado ocupados con nuestros trabajos y apenas habíamos coincidido. Dichosos expedientes… Eso es… El estrés del trabajo y el llevar una semana sin sexo me hacían elucubrar situaciones imverosímiles. Eso es.
No obstante, yo creo que en un par de ocasiones rozó mis pechos y me pasó la mano por el culo. No soy tonta. Aquellos movimientos no eran necesarios. Puedo parecer ingenua, pero una cosa es eso y otra que no me dé cuenta de cuando me soban. Pero no, no. A ver… Ella, en primer lugar, me ayudó a quitarme el sujetador mientras yo cogía la prenda de aquella percha. Sus manos rozaron mis dos pechos por casualidad. Eso es. No puede ser otra cosa…
Pero, ¿y lo del culo? Esto es raro, muy raro. Me sugirió que me probara ropa íntima para sorprender a Pablo. A pesar de que le dije que ya tenía ropa sugerente para él, me insistió una y otra vez. Creo que me considera una especie de reprimida… ¡Qué equivocada está! Pero no seré yo quien la saque de su error…
En primer lugar, me probé un tanga. Obviamente, tenía recortado los vellos púbicos, pero no esperaba comprar ropa íntima y mucho menos que me ayudaran a probármela. Haciendo de dependienta, me acercó la prenda. Tomé la prenda, la introduje por mis piernas y me dispuse a colocármela. Aquel tanga era incomodísimo. Era uno de esos de hilo. He de reconocer que a las modelos les quedaban de infarto, pero a mí no. Yo prefería seguir usando mis braguitas de bikini. No obstante, ¡hoy no había quién razonara con ella!
Me lo coloqué y me miré en el espejo. Efectivamente, el tanga estaba mal colocado y me apresuré a colocarlo bien. Estaba pasando una vergüenza impresionante. Estaba medio desnuda delante de Vicky y no podía evitar recordar una y otra vez aquel comentario. Por mucho que quisiera Pablo restarle importancia al asunto, ella dijo lo que dijo y punto.
No paro de darle vueltas. Fui a ponerme el tanga bien y apartó mis manos con una de las suyas mientras se ocupaba de colocar en su sitio la prenda. Eso no lo he soñado. Ella me sujetó las manos y no me las soltó hasta que no terminó de realizar su tarea. Le di mi aprobación y todo volvió a la normalidad. Sin embargo… ¡qué normalidad! Aquello no era normal…
[…]

Día 5
El episodio del día anterior había dejado intranquila a Clara. Vicky estaba extraña también y no sabía cómo afrontar aquella situación.
Era por la mañana temprano. Las dos estaban desayunando un café con tostadas acompañadas con zumo de naranja natural. Vicky y Andrés eran grandes anfitriones y se notaba el cariño que le profesaban a la pareja.
El ambiente era tenso. Las dos pensaban en lo mismo: el “incidente” de ayer y el comentario vertido en aquella conversación hace años. Sólo la televisión que Vicky tenía en la cocina y los sonidos típicos de dos personas desayunando reinaban en aquel lugar.
Clara no podía reprimir que su piel se sonrojara recordándolos. Vicky estaba seria. La alegría y positivismo que la caracterizaban, se habían esfumado aquella mañana. Clara se quiso tranquilizar pensando que su seriedad se debía a que en un par de horas tenía su último examen de la carrera o, al menos, eso esperaba.
Por el contrario, en la cabeza de Vicky no cabía el dichoso examen. Se encontraba un poco mareada. La noche en vela y su ya mítico dolor de cervicales eran la explicación. Sin embargo, todo ello no le preocupaba. Era Clara quien le impedía respirar. La veía muy pensativa y distante. Comenzó a rememorar la escenita de la ropa interior en el probador del centro comercial. “¿Quizás se ha pensado algo que no es?” se preguntó nerviosa Vicky.
La hora de su examen se acercaba inexorablemente. Vicky tenía que partir a la Universidad de Salamanca para hacer el examen. Ella no quería abandonar la casa con esa tensión en el ambiente. Temía que Clara decidiera preparar las maletas y marcharse sin despedirse. La observaba muy reflexiva y se comportaba de modo extraño. No quería irse, mas no le quedaba otra opción.
Terminado el desayuno, cada una dejó su desayuno en el fregadero y, mientras Clara se remangaba las mangas de su jersey para limpiar los platos, Vicky preparaba su bolso y sus apuntes para dirigirse presta a la ciudad. Se despidió de Clara desde el recibidor mientras le advertía que no se atreviera a fregar. Forzando estar risueña, Vicky salió por la puerta de su casa en dirección al coche. Clara y Pablo estaban a solas en una casa ajena.
- Clara, ¿estamos solos? –le susurró sensualmente Pablo al oído a su novia que, absorta en su tarea, no había oído llegar.
- ¡¿Qué?! –exclamó Clara, exaltada por la impresión de verse rodeada por los brazos de Pablo por su cintura mientras le susurraba eso en el oído- Sí, ya sabes que Andrés tenía turno de noche y no volverá hasta las doce. Vicky se ha ido a hacer un examen a Salamanca.
- Cariño, tengo a alguien aquí que quiere darte los buenos días… Deja eso, princesa –le sugirió Pablo con una voz suave edulcorada de un matiz autoritario mientras acercaba su cuerpo ardiente al suyo por detrás.
Le tomó las muñecas con dulzura, dándole un leve toque para que soltara el estropajo y el plato que estaba fregando cuando llegó. A continuación, cuando se deshizo de ellos, le apartó su larga cabellera castaña del cuello para regalarle un reguero de besos en el cuello. Mientras conseguía que Clara se fuera derritiendo con sus besos, cogió un paño que encontró cerca de allí y le secó las manos con mucha dulzura.
Una vez que las manos estuvieron secas, Pablo la giró para sí y le robó un cándido beso en sus labios. Le acarició la cara y le pidió con los ojos que le dejara darle los “buenos días”, como se merecía. Ella se relajó y colgó sus brazos sobre los hombros de su amado para fundirse en un beso de amor y lujuria. Compartían sus salivas y sus lenguas se enredaban ávidas por reconocer la boca del otro, esa boca que le pertenecía, esa boca que anhelaba. Fue más que un beso de “buenos días”. Era un beso ardiente y apasionado, sobre todo, por parte de Pablo. La reclamaba y la ansiaba entre sus brazos. En lo que llevaban en la ciudad salmantina, no habían practicado el sexo y, antes de eso, por compromisos laborales de ambos, llevaban unos días sin hacerlo. Hacía hoy una semana justamente que no lo hacían. Sin embargo…
- Cariño, déjate de tonterías. Andrés puede volver en cualquier momento. Son casi las 10 de la mañana –le reprendió Clara que temía que los pillaran. Se desembarazó de él y se dirigió a la nevera.
Pablo no estaba dispuesto a rendirse. Clara había despertado en él el deseo y el fuego. Ahora no lo podía apagar. Aquella falda que se compró en la ciudad condal, junto con aquel suéter que, según Vicky, había que llevarlo sin sujetador, habían despertado a la bestia que habitaba en el interior de Pablo.
- Cielo, mira lo que me he encontrado en tu maleta –la informó divertido. Sabía que Clara se asustaría y se molestaría porque le había rebuscado en su maleta. No obstante, no había sido así. La maleta se encontraba abierta en mitad de la habitación.
- ¡¿Qué?! –exclamó Clara enfadada con su pareja mientras se giraba y lo miraba con rabia.
- Mira… -dijo dejando caer las sílabas, burlándose de ella mientras le enseñaba las dos cintas de terciopelo que ella temía que encontrara.
Cuando vio las dos cintas de terciopelo, los colores se le subieron a la cara. Beatriz, una amiga del trabajo, la había llevado algunos días antes del viaje a un sexshop de la ciudad para que la ayudara a elegir ropa interior. Esa noche quería arrasar. Era un viernes que Bea quería aparecer despampanante. Tras muchos ruegos y súplicas, Clara la acompañó. No le daba vergüenza entrar en la tienda. Le avergonzaba entrar con una conocida. Pablo y ella solían ir de vez en cuando a aquel lugar y le atemorizaba que la dependienta la reconociera. Ella tenía una imagen que proteger. Sin embargo, aún no sabía la razón por la cual no se lo había mencionado a Pablo.
Clara, en vano, intentó despojarle de las cintas de terciopelo. Pablo quería jugar con ella. El “no”, hoy no se encontraba en su vocabulario. Viniera Andrés o Vicky. Estaba seguro de que ambos disfrutarían de la situación.
- A ver que vea… Entonces, estas cintas se usan así, ¿no? –preguntó retóricamente mientras con suavidad le tomaba la mano derecha y le pasaba la cinta de terciopelo por la muñeca.
- Pablo… No… -susurró con un hilo de voz mientras se sonrojaba más aún y su excitación aumentaba. Clara era así. Decía “no” cuando quería decir “sí, date prisa que estoy mojada”.
- No te oigo, princesa –le dijo Pablo al tiempo que tomaba la muñeca y la acercaba a la manilla del frigorífico. Le tomó la otra mano y, con la otra cinta, le inmovilizó las dos manos.
Ella se encontraba de espaldas a la puerta de entrada de la cocina con las manos atadas a la manilla del frigorífico. Estaba excitada. Había comprado aquellas cintas para utilizarlas con Pablo. Estaba claro. Pablo nunca se negaba a nada. Habían tenido varias sesiones de dominación y ambos habían disfrutado. Con mayor razón, Clara se encontraba confusa por su reacción. Normalmente, se lo hubiese comentado y hubieran acabado usándolo esa misma noche. Pero el trabajo, el estrés y el viaje la habían descentrado desde hace varios días. No podía evitar recordar el comentario de Vicky años atrás.
Inmersa en sus pensamientos, Pablo hacía su tarea. Con suma ternura, se arrodilló detrás de ella que, miraba preocupada por la ventana de la cocina. Estaba extraña desde que habían llegado a Salamanca. Pero Pablo ahora no quería pensar en ello. Arrodillado como estaba comenzó a quitarle los zapatos y los calcetines. Subió acariciando sus piernas con parsimonia, recreándose al tocar aquellas piernas esbeltas. Siguió ascendiendo hasta la cima, donde encontró el comienzo del panty. La tomó de la cintura y la despojó con fiereza de las medias. Con delicadeza y, con la finalidad de que no pasara frío, le volvió a colocar los calcetines.
Se puso en pie rodeándola con sus fuertes brazos. La tenía cogida por la cintura. Procedió a subir hacia sus cumbres mayores. Le encantaban sus pechos. Ni grandes ni pequeños. Sencillamente, perfectos. Cabían en su mano. Comenzó a acariciarlos con suavidad. Casi no sentía las tetas, pero sabía que ese tipo de roces, excitarían a su pareja. A Clara, sin evitarlo, empezó a suspirar con una sonrisa en la boca. Pablo no necesitaba verla la cara. Sentía cómo sus pezones pequeños adornados por su escasa aureola se endurecían velozmente.
Disfrutando del placer de tocar sus pechos, se acercó más a ella para pegar su cuerpo al de ella y mostrarle el efecto de sus gemidos sobre su pene, erecto y con ganas de una sesión matutina de sexo salvaje. Se lo debía y se lo debían.
Se alejó de ella. Ella protestó con un bufido. Quería observarla allí atada. Saborear el momento. Tenían toda la mañana. Andrés le había mandado un mensaje al móvil diciéndoles que llegaría más tarde.
Clara sacaba el culo exponiéndose. Quería más de aquel tratamiento. Quería que su chico la poseyera y que lo hiciera ya. Pero bien sabía que tendría que esperar.
Pablo volvió con su pareja al cabo de unos minutos. No podía remediar que le diera morbo tenerla atada con unas cintas de terciopelo compradas por ella a sus espaldas. Siempre iban juntos al sexshop, pero parecía que Clara quería ir más veces de las convenidas. Eso le encantaba.
Con la tranquilidad que le caracterizaba, Pablo le remangó la falda y comenzó a pasar una y otra vez su dedo por su raja.
- Zorrita… Estás mojada… -le comentó Pablo a Clara con lujuria y deseo. Adoraba que su novia se humedeciera tan pronto. Pero hoy había decidido hacerla sufrir.
Clara solo jadeaba y gemía aguantando el equilibrio. Aquel jueguecito de Pablo la estaba poniendo a cien. Comenzó a pasar su mano entera por la rajita de su chica a través de sus bragas cada vez más caladas. Presto, dirigió su mano al clítoris para otorgarle una especial atención. Clara se retorcía y doblaba las rodillas, pero Pablo la sujetaba. No quería que se hiciera daño.
Pronto, se volvió a arrodillar y tomó las tiras de aquellas finas braguitas empapadas. Se las retiró y se sentó en el suelo. Le ordenó que abriera las piernas dándole dos toquecitos por la cara interna del muslo. Pablo entró por ellas de espaldas y le mandó a su amada sentase en su cara.
A la vez que él le subía aún más la falda y le abría más las piernas, Clara se sentaba con cuidado en la cara de su novio. Pablo estaba preparado. Quería oírla gemir, jadear y gritar su nombre. No quería entretenerse mucho. Su polla le reclamaba sin cesar su libertad. El pantalón del pijama, pese a que era bastante elástico, le estaba molestando. Le estaba costando refrenarse para no taladrarla.
Pablo comenzó a pasarle la lengua por sus pliegues con cuidado ayudado con sus dedos. Bebía el manjar que salía de la cueva de Clara. Recorría ininterrumpidamente con su lengua experta los labios mayores y menores, mientras que dirigía sus delgados dedos de dibujante hacia su clítoris. Entonces, Clara se encontraba besando el cielo. Pronto su lengua se condujo hacia su inflamado clítoris para darle unos toques mientras le introducía un dedo en la vagina.
Clara estaba muy excitada. Se encontraba atada a la nevera con las cintas de terciopelo e inmovilizada de cintura para abajo por la presencia de Pablo y sus habilidades manuales. En ese día, en una casa ajena, estaba conociendo una paleta de sensaciones. Pablo la hacía subir y bajar el éxtasis que sentía una y otra vez. Quería que fuera una mañana de sexo desenfrenado. A Clara se la notaba cansada. Necesitaba correrse. Sus jadeos y gemidos así lo anunciaban.
Por su parte, Pablo sentía su polla a reventar. Quería follarla y no había nada que se lo impidiera. Aquel juego estaba durando demasiado. Pese a las quejas de Clara, Pablo retiró su boca de su coño y comenzó a levantarse. Clara le estaba suplicando con movimientos seductores que la hiciera llegar al orgasmo arrebatado.

Vicky conducía rauda por la autopista que llevaba a la urbanización donde residía con Andrés. Hoy no era un buen día. El examen, su último examen de la carrera para el que se había estado preparado desde hace meses y meses, había sido un desastre. Realmente, era inasequible y se había tenido que salir. Era la asignatura más dura de su carrera: Farmacia. Por hoy, ya había tenido bastante. Se sentía derrotada.
- Menos mal que están Clara y Pablo en casa… Así me animarán –se dijo así misma intentando en vano animarse.

Pablo se levantó del suelo. Se bajó los pantalones y se deshizo de ellos. Clara estaba más que preparada para recibir su herramienta en su lubricada vagina. Ella, agitada, apenas le importaba ya si regresaban Vicky o Andrés. Seguro que lo comprendían. Necesitaba ser penetrada desesperadamente. Pablo la había excitado sobremanera. Estaba acariciando el cielo y la entrada de su pene en su coño significaría tocarlo definitivamente. No se iba a resistir. Se dejaría llevar y gritaría con fuerzas.
A los pocos segundos, la polla de Pablo acariciaba la entrada de su cueva. Ya no le quedaban ganas de jugar con ella más. Quería reclamarla, poseerla. Necesitaba sentir las estrechas paredes de su amada.
Sin previo aviso, le asestó una estocada. Clara protestó con un pequeño grito, más de sorpresa que de dolor. Entonces, comenzó a perforarla con avidez una y otra vez. Ambos habían sido envueltos por la lujuria. Nada les podría detener en aquel momento, querían, deseaban y ansiaban alcanzar el orgasmo de manera conjunta y rápida.

Vicky aparcó el coche en el garaje y entró a la casa. Ella pretendía tomarse aquella mañana con filosofía. Seguro que en la próxima convocatoria lo aprobaría.
- Al menos, Clara y Pablo están en casa. ¡Vaya día para que le pidan realizar un informe sobre esa semana! –pensaba con pesadumbre. Sabía perfectamente que el trabajo de Andrés era así.
Dejó sus llaves y su bolso en el taquillón. No pudo reprimir mirarse al espejo para ver la cara que tenía. Se percató que estaba muy despeinada. Así pues, comenzó con parsimonia a arreglarse el flequillo con los dedos. Suspiró. Necesitaba apoyo moral en esos momentos. Tenía que buscar a sus invitados. Sin embargo…
- ¿Esos son gemidos de Clara? –se preguntó en voz alta sorprendida y viendo cómo habría los ojos como platos.
Los gemidos y jadeos de Pablo y Clara invadían cada rincón de aquella casa. Creían realmente que estaban solos. Se habían olvidado que no estaban en su pisito. Ya no había vuelta atrás. Pablo bombeaba con rabia y pasión a Clara.
Vicky se dejó atrapar por esa música celestial que tantas veces había tocado. Se trasladó sin pensarlo al lugar de procedencia de los mismos. Se imaginaba a Pablo y Clara follando en la encimera o en la mesa del centro de la cocina. Nunca había visto a nadie haciendo el amor. Se preguntaba cómo sería verlo desde fuera. La curiosidad hizo que se asomara por una de las puertas de la cocina. Entonces lo vio. Pablo estaba penetrando salvajemente a Clara. Para su sorpresa, vio cómo Clara estaba siendo sodomizada. Había pensado siempre que aquella práctica no iría con ella.
Pablo se deslizaba en el conducto de su ano lubricado al tiempo que le pegaba suavemente en sus nalgas. Clara bramaba por correrse. Pablo, amablemente, la ayudó aumentando frenéticamente el ritmo.
Vicky se encontraba allí. Detrás de una de las puertas. No podía quitar los ojos de aquella escena. La recatada e ingenua Clara había resultado ser una mujer ardiente. No quería reconocerlo, pero aquel cuadro la estaba superando y no podía evitar excitarse. Aún no se había recuperado cuando oyó las palabras de Pablo dirigidas a su novia:
- Vamos, Clara. Córrete. Estás atada aquí a la nevera de Vicky mientras te follo el culo. ¡Guarra! Córrete. Gime. Jadea. Dámelo todo –le exigió Pablo envuelto por la lujuria que le envolvía.
A Pablo también le faltaba poco para correrse. Las embestidas eran profundas y veloces. Vicky los observaba embelesada e hipnotizada por los vaivenes de Pablo y Clara. Entonces, los oyó. Escuchó los jadeos de Clara y Pablo que se unían entre sí.
En ese momento, rememoró la conversación de años atrás con Clara en aquella cafetería. Una sonrisa perversa le cruzó el rostro.
- Así que a Clarita le gusta la sumisión…


Escrito por Universitaria.

Nota de la autora: Esta serie ha sido escrita con motivo de mi segundo aniversario como escritora de relatos eróticos. Gracias a todas las personas que he conocido en estos dos años por apoyarme siempre.


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:13) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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