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Las nalgadas que se ganó un ingeniero por su deficiente servicio.

Relato enviado por : jorgegu el 27/03/2009. Lecturas: 18278

etiquetas relato Las nalgadas que se ganó un ingeniero por su deficiente servicio. .
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Resumen
Las nalgadas que se ganó un ingeniero por su deficiente servicio.


Relato
En mi empleo en el establecimiento minero en la alta montaña, un día hubo un problema con las zorras que transportaban el mineral desde las profundas galerías debido a un derrumbe sobre las vías por un deficiente apuntalamiento. A la tarde, cuando terminó la jornada de trabajo, la dueña nos convocó a todos y nos dio una diatriba tremenda a los gritos. Se la tomó con Sergio, un ingeniero joven, al que le dio una reprimenda tremenda. Estaba como loca, y al querer él justificarse fue directamente y le dió un bofetón. Sergio se mordía de ira pero nada podía hacer.
"Crees que esto es un juego, imbécil ?", le gritó a diez centímetros de su rostro.
El escuchaba con la cara roja y la cabeza gacha.
"Ha firmado este inútil el convenio de disciplinados ?", preguntó a su secretaria, que respondió "Si Sra.".
"Pues bien, tendrás tu merecido", le espetó siempre muy cerca de su rostro mirándolo a los ojos.
Unos veinte mirábamos la escena muertos de miedo.
Daba pena ver a ese hombretón alto y barbudo ser tratado como un niño.
"Ponte sobre el escritorio", le ordenó.
Sergio ya sabía lo que le esperaba, fue hacia el escritorio y se quedó alli.
"Que te agaches, imbécil", le gritó.
El se agacho sobre el escritorio y quedó doblado boca abajo.
"Baja el pantalón", le dijo.
Sergio se bajó el pantalón y quedó en sus boxers blancos hasta media pierna.
La jefa fue hasta él y nos preguntó a los demás.
"Cuantas nalgadas hemos convenido en caso como estos ?", nos dijo.
Nadie dijo nada.
"Están sordos, no escucho que nadie responda", gritó fuera de si.
"Pues bien, Magda, lee el convenio para refrescarles la memoria a estos eunucos", ordenó a su secretaria.
La pobre Magda buscó apresurada una carpeta y leyó en voz alta:
“En caso que la producción sufra tropiezos por culpa de los responsables técnicos, podrán ser reprimidos con suspensión y, si fuere grave, con 10, 20 o 30 nalgadas, en sus nalgas cubiertas o descubiertas, a opción de los jefes”.
“Has oído?”, le dijo al ingeniero tomándolo de una oreja.
“Si jefa”, dijo él todavía agachado sobre el escritorio.
“No escucho”, le gritó.
“Si, jefa”, respondió el gritando”.
Tomando su boxer, se los bajó hasta los tobillos.
El ingeniero quedó desnudo frente a todos y ella le comenzó a propinar nalgadas.
“Cuéntalas, imbécil”, le ordenó.
“Una”, dijo él.
Ella siguió golpeándolo.
A él le rodaban las lágrimas por las mejillas.
“Quieres mas?”, le dijo.
El permaneció mudo.
“No te oigo”, le dijo ella.
“No por favor no”, rogó él.
Sus nalgas estaban rojas y las bolas y el pene colgaban inertes.
Todos, incluso su secretaria, estábamos absortos.
“Creen que este establecimiento funciona por magia ?”, gritó propinado le una palmada violenta dejándole luego apoyada la mano sobre las nalgas velludas.
“Pues ya saben lo que pasa cuando alguien no hace las cosas como se deben hacer!”, dijo.
“Crees que has tenido tu merecido Sergio ¿”, le preguntó al pobre muchacho desnudo y con las nalgas rojas frente a todos.
“Si jefa”, dijo él.
“Pues yo creo que no”, respondió ella, y le dio varias nalgadas mas.
“Te das vuelta ahora”, le ordenó.
Sergio se incorporó y se puso de frente a todos.
“Ven como le quedan las nalgas al que no hace lo que le ordenó?”, nos dijo ella girándolo.
“Pues ya saben”.
“Veremos mañana si hacen todo como es debido”, dijo y salió.
Quedamos todos y la secretaria solos con Sergio, que mientras se levantaba el boxer y el pantalón lloraba desconsoladamente.
“Porqué debes tolerar este trato?”, le pregunté.
“Porque di mi conformidad para que mi contrato incluyera este castigo por un sueldo mayor”, dijo entre sollozos.
“Es el primero?”, le pregunté.
“No, hubo otro, en su despacho”, respondió.
“Que te hizo?, inquirí.
“Su hombre me puso reclinado desnudo sobre sus rodillas y me dio veinte nalgadas”, dijo mientras le chorreaban los mocos.
“Y qué piensas hacer con esto?”, le pregunté.
“Necesito ese dinero, tengo que aguantar lo que me hagan.", dijo muy conmovido.
"Te han hecho otras cosas?".
"El jefe me dijo que me iba a meter el reglamento por el culo y me metió un dedo adentro", dijo todavía bañado en lágrimas.
Lo palmeé en la espalda y me fui todavía shockeado por lo que había ocurrido.
A la semana siguiente el que metió la pata fui yo y quedé aterrado.
Luego les cuento.






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Si te ha gustado Las nalgadas que se ganó un ingeniero por su deficiente servicio. vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar Las nalgadas que se ganó un ingeniero por su deficiente servicio.. jorgegu te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
coronelwinston (28 de March de 2009 a las 19:36) dice: Bien, esperemos que nos cuentes. Me muero por saber el tamaño del reglamento. Buen comienzo Jorgegu. Saludos desde Madrid.

katebrown (18 de October de 2022 a las 21:56) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:31) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

meloso84 (12 de October de 2011 a las 01:23) dice: yo ubiera agarrado a la pinche vieja de las greñas y le uviera hecho tragar tierra

trenko (11 de May de 2009 a las 14:09) dice: Estupendo relato jorgeju. ,e emcanta esta historia. Un saludo.


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